Los ministros del gobierno del almirante Aznar estaban reunidos en Palacio desde las 12 del mediodía. La decisión de “empaquetar” al rey hacia Marsella fue tomada el día antes, el lunes 13 de abril. El gobierno había explicado a Alfonso XIII que en caso de querer batallar con las armas el resultado de las elecciones municipales del 11 de abril no podrían contar con gran parte del Ejército y de la Guardia Civil. Solo el ministro de Fomento, Juan de la Cierva y Peñafiel, defendía que el monarca debía permanecer en España. El rey, aseguraba, no quería que se derramara sangre por él. Años más tarde, cuando la Guerra Civil y en una situación óptima para la victoria, Alfonso XIII olvidó el pacifismo, el amor a su pueblo y apoyó fervientemente al general Franco.
Estos son algunos detalles de los nueve folios que escribió el ministro de Marina José Rivera y Álvarez de Canedo, el hombre encargado de sacar al rey de España y trasladarlo sano y salvo a Marsella. El tono es aséptico, casi de nota de prensa. El relato, sin embargo, ofrece todo lujo de detalles de los últimos minutos del monarca en suelo español y de cómo ya en aguas francesas y tras recibir honores militares el rey Alfonso XIII rompió a llorar. “Dispense Don José, no lo he podido evitar”.
“La salida del rey de Madrid fue un acto de cobardía. Se marchó
dejando en Palacio a toda su familia. Dejó atrás a su mujer y a dos
hijos enfermos, entre ellos, su primogénito, el príncipe de Asturias. De
la misma manera, su negativa a luchar es una falacia. No luchó porque
no le apoyaba nadie. Ni Sanjurjo se comprometió a sacar a sus hombres a
la calle. Su personalidad verdadera la marca su amistad con Primo de Rivera y su adhesión a Franco”, explica a Público el catedrático de Historia contemporánea de la Universidad de Murcia Pedro María Egea.
"¿Quién me ha empaquetado a mi para Cartagena?"
Alrededor de las 21.00 horas de la noche del 14 de abril Alfonso XIII abandonó el Palacio Real por la puerta secreta que daba a los jardines del Campo del Moro. El rey marchó delante en su coche de alta gama, un Duesemberg convertible (imagen). Le acompañan, en el automóvil, el infante Alfonso de Orleans y su ayudante Moreu. El ministro José Rivera y el duque de Miranda irían detrás. Más tarde descubrirían que también les acompaña un coche patrulla de la Guardia Civil. En la calle, la República ya era festejada y la bandera roja presidía el edificio de Correos.
“La primera parada la hicimos en pleno campo y pasado Aranjuez. Bajamos todos y nos reunimos con el rey Miranda y yo, también el infante, que nunca se separaba de él. El rey me dijo: '¿Quién me ha empaquetado a mi para Cartagena? ¿Tú?' y le contesté que sí, que el Gobierno. ¿A dónde vamos después? Ya se lo diré a S.M. Y al oído: a Marsella (sic)”, escribe José Rivera.
Tras esta primera parada, el viaje continuó “a gran velocidad”. Tres veces más detendrían su camino hasta llegar al primero de los destinos: el Arsenal de Cartagena. Allí, describe, Rivera, se agolpaban miles de personas que celebraban el advenimiento de la República y que era contenida por la guardia pública. Tan pronto como estuvo todo preparado, el ya exmonarca de España embarcó en un bote que debía llevarlo a bordo del buque 'príncipe Alfonso'. Antes, el almirante Cervera, jefe del buque, dio “siete vivas al rey”. “Éste contestó con un 'Viva España'”, escribe Rivera. Desde el puente del buque, su punto más alto, Alfonso XIII vislumbró por última vez la tierra de la que había sido rey y que ese mismo día había amanecido republicana.
"¿Quién me ha empaquetado a mi para Cartagena?"
Alrededor de las 21.00 horas de la noche del 14 de abril Alfonso XIII abandonó el Palacio Real por la puerta secreta que daba a los jardines del Campo del Moro. El rey marchó delante en su coche de alta gama, un Duesemberg convertible (imagen). Le acompañan, en el automóvil, el infante Alfonso de Orleans y su ayudante Moreu. El ministro José Rivera y el duque de Miranda irían detrás. Más tarde descubrirían que también les acompaña un coche patrulla de la Guardia Civil. En la calle, la República ya era festejada y la bandera roja presidía el edificio de Correos.
“La primera parada la hicimos en pleno campo y pasado Aranjuez. Bajamos todos y nos reunimos con el rey Miranda y yo, también el infante, que nunca se separaba de él. El rey me dijo: '¿Quién me ha empaquetado a mi para Cartagena? ¿Tú?' y le contesté que sí, que el Gobierno. ¿A dónde vamos después? Ya se lo diré a S.M. Y al oído: a Marsella (sic)”, escribe José Rivera.
Tras esta primera parada, el viaje continuó “a gran velocidad”. Tres veces más detendrían su camino hasta llegar al primero de los destinos: el Arsenal de Cartagena. Allí, describe, Rivera, se agolpaban miles de personas que celebraban el advenimiento de la República y que era contenida por la guardia pública. Tan pronto como estuvo todo preparado, el ya exmonarca de España embarcó en un bote que debía llevarlo a bordo del buque 'príncipe Alfonso'. Antes, el almirante Cervera, jefe del buque, dio “siete vivas al rey”. “Éste contestó con un 'Viva España'”, escribe Rivera. Desde el puente del buque, su punto más alto, Alfonso XIII vislumbró por última vez la tierra de la que había sido rey y que ese mismo día había amanecido republicana.
La mañana siguiente, la del 15 de abril, las noticias fueron llegando al
buque donde se alojaba el monarca, para su disgusto. Ya era oficial. La
República había sido proclamada y el buque donde él partía hacia el
exilio debía izar la bandera republicana. “¿Cuándo?”, preguntó el
monarca. “Cuando usted esté en tierras francesas y nosotros no estemos
en sus aguas”, respondió Rivera. Horas después llegó la notificación de
que el infante Juan ya estaba en Gibraltar. El rey quiso contestar pero
la misión era secreta y nadie podía comunicarse con el exterior. Ni siquiera un rey depuesto.
“¿Cómo se me despedirá?”, preguntaba el monarca a Rivero, inquieto en su
nueva condición de rey exiliado. “Interiormente, con todos los
honores”, respondió el ministro para tranquilidad real. De esta manera,
el buque llegó a la costa marsellesa a las 5.30 horas de la mañana.
“Momentos antes de desembarcar hablé con el rey, que dudaba en la forma
de despedirse, pues me preguntó si debía hablar o no.
Yo le aconsejé que no hablase y se despidiese uno a uno de los oficiales
y jefes. Así lo hizo dándoles la mano y sin pronunciar palabra”,
escribe Rivera.
A las 5.55 horas de la mañana el monarca puso pie en suelo francés. Antes, había roto a llorar al ver a los oficiales formar para su despedida. Allí, una comitiva de cuatro o cinco personas esperaba a Alfonso XIII, silbaron y aparecieron unos coches. Era la hora de la despedida. “El rey me abrazó y dijo que me marchase dándome las gracias por todo, le dije que esperaría a que desembarcasen los maletines que venían en otro bote y cuando aquellos estuvieron sobre el muelle y la gente reembarcada me despedí volviendo a abrazarnos al ayudante y a mi”, escribe
A las 5.55 horas de la mañana el monarca puso pie en suelo francés. Antes, había roto a llorar al ver a los oficiales formar para su despedida. Allí, una comitiva de cuatro o cinco personas esperaba a Alfonso XIII, silbaron y aparecieron unos coches. Era la hora de la despedida. “El rey me abrazó y dijo que me marchase dándome las gracias por todo, le dije que esperaría a que desembarcasen los maletines que venían en otro bote y cuando aquellos estuvieron sobre el muelle y la gente reembarcada me despedí volviendo a abrazarnos al ayudante y a mi”, escribe
El camino de vuelta estuvo presidido por la bandera tricolor de la República. Se retiraron todos los retratos de la familia real y símbolos de la monarquía. El buque que había zarpado hacia Francia llamándose 'príncipe Alfonso' retornó con el de 'Libertad'. La estocada definitiva a Alfonso XIII fue dada el 26 de noviembre de 1931 cuando las Cortes le acusaron de alta traición y decretaron que cualquier ciudadano español “podrá aprehender su persona si penetrase en territorio nacional” (ver documento adjunto).
La reina Victoria Eugenia y sus hijos salieron de España, el día 15 de
abril, en el tren de Hendaya rumbo a Francia con la escolta del director
de la Guardia Civil, el general José Sanjurjo. “La familia se reuniría
poco después en París aunque no hay que olvidar que la reina abandonó a Alfonso XIII y se marchó a vivir a Londres y que este continuaría fuera de España con sus líos de faldas. Su vida se desarrolló a caballo entre Suiza y la Italia de Mussolini”, explica el catedrático Pedro María Egea.
En esta nueva etapa de su vida, no se puede decir que le faltara dinero al depuesto monarca. En el momento de huir su fortuna superaba los 140 millones de euros, de los que un tercio se encontraba fuera del país, tal como ha documentado el escritor José María Zavala en su libro El patrimonio de los Borbones. Con el golpe de Estado de 1936 el espíritu pacifista de Alfonso XIII ya había desaparecido y no le importaba el derramamiento de sangre.
Finalmente, el 15 de enero de 1941, muy enfermo, Alfonso de Borbón abdicó sus derechos reales en su hijo Juan, y seis semanas después, el 28 de febrero, murió. Fue enterrado en Roma. La dictadura decretó tres días de luto, y Franco envió una corona al funeral con el mensaje:
A S. M. el Rey Don Alfonso XIII, Francisco Franco.
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