lunes, 8 de abril de 2013

Canción de contrabandistas

En la frontera
Será la lluvia la que nos lave
Y el sol el que nos enjuague;
El bosque nos protegerá
Contra las balas
Y el viento sofocará
El eco de nuestros pasos.

La frontera nos alimentará,
La frontera nos apagará la sed,
La frontera nos consolará,
La frontera nos vestirá


  Aquella era la primera vez que pasaba al otro lado. Éramos doce: yo, otros nueve contrabandistas, el "maquinista" José Trofida que conducía el grupo, y el hebreo Leo Cilinder, encargado de la vigilancia de las mercancías. Nuestros fardos eran ligeros: cada uno de catorce kilos; pero eran voluminosos. La mercancía era de precio: medias, cintas, tirantes, corbatas, peines.
  Hundidos en la oscuridad, estábamos sentados a lo largo del estrecho y húmedo canal que costeaba el terraplén sobre el cual corría la carretera que va de Rakov a la línea. Detrás de nosotros, las luces de Pomerania; delante de nosotros estaba la frontera.
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El enamorado de la Osa Mayor
Sergiusz Piasecki


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