Es un problema de hartazgo, de cansancio brutal, de sentir que se rema en una barca con boquete y hacia la cascada. No crean que hablo solo de los libros de papel. Hablo de la venta de libros, así a lo bestia, papel y digital. Es decir, la industria. No hace falta que me tachen de alarmista, porque me importa relativamente poco lo que suceda. Hace tiempo que me he dado cuenta de que lo único que importa (en términos industriales) de los libros que se publican hoy es su particular star system, o sea show bussiness, una feria por la que casi todos paseamos en pelotas aquí. A los escritores, me refiero. Los editores, distribuidores y toda esa maquinaria fabril reman cada vez más cansados. En fin, una pelea contra la relación entre contenido, continente y herramienta de uso, pelea que se nos escapa aún y que añade lastre al remo.
Hasta que un día uno se pare y diga en voz alta: ¿Para qué? Y añada: La verdad es que yo me quiero ir. Luego, uno detrás de otro. Entiendo bien, demasiado bien, las defensas románticas y los héroes. Empiezo a entender mejor la elegancia del cansancio.
THE END
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