viernes, 30 de octubre de 2020

Fatiga tanto andar sobre la arena...

Miguel Hernández (Benjamin Palencia) 1935.
 
Fatiga tanto andar sobre la arena
descorazonadora de un desierto,
tanto vivir en la ciudad de un puerto
si el corazón de barcos no se llena.
 
Angustia tanto el son de la sirena
oído siempre en un anclado huerto,
tanto la campanada por el muerto
que en el otoño y en la sangre suena,
 
que un dulce tiburón, que una manada 
de inofensivos cuernos recentales, 
habitándome días, meses y años,
 
ilustran mi gargante y mi mirada
de sollozos de todos los metales 
y de fieras de todos los tamaños.
 
Miguel Hernández

“La dignidad es la respuesta popular al cinismo abierto de los que están en el poder”

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Slavoj Zizek, en el salón del libro de Leipzig (2015).

El filósofo y psicoanalista esloveno Slavoj Zizek ha sido uno de los protagonistas del debate intelectual en un mundo enfrentado a grandes cambios. Referente para buena parte de la izquierda, a principios de año afirmó que el coronavirus sería “un golpe letal para el capitalismo” y una oportunidad para reinventar la sociedad (la respuesta antagónica del filósofo Byung Chul Han, quien dijo “Zizek se equivoca, nada de eso sucederá”). No sólo ha estado atento a la pandemia, sino también a los estallidos sociales alrededor del mundo, a los que entiende como “dolores de parto” de una sociedad ya agotada en sus propias contradicciones: “Nuestra vieja sociedad ya está muerta, simplemente hay quienes no lo saben”.

En esta entrevista explica por qué las crisis sociales de hoy tienen resonancias globales. Además, reflexiona sobre el problema de la violencia, el pensamiento y la política del siglo XXI.

En distintas partes del mundo han ocurrido estallidos sociales, se han dicho muchas cosas al respecto, pero hay algo muy concreto y que coincide en varios de ellos, y es que la palabra que surge espontáneamente es “dignidad”. ¿Cómo lee eso?

Creo que este punto es crucial. A pesar de la pobreza, el hambre y la violencia, a pesar de la explotación económica, las protestas que estallan ahora en Chile, Turquía, Bielorrusia o Francia, evocan regularmente la dignidad. Recuerdo haber hablado con mis amigos en Estambul que me dijeron que, también allí, su lema principal era la dignidad: incluso más que la libertad política y las cuestiones económicas, no podían soportar cómo el régimen de Erdogan los humillaba tratándolos como idiotas. Creo que la dignidad es la respuesta popular al cinismo abierto de los que están en el poder. Como señaló Peter Sloterdijk hace casi medio siglo, la fórmula de la ideología actual no es “no saben lo que están haciendo” sino: “saben lo que están haciendo, y no obstante, lo siguen haciendo”. 

Ha dicho que la crisis chilena tiene relevancia universal…

Chile se encuentra en una situación específica, pero creo que esta misma especificidad hace que sea más universal que otras: marca el paso de un tipo a otro de protesta. Luchar contra la dictadura de Pinochet era la lucha por la democracia contra un régimen abiertamente autoritario; ahora se cuestionan los límites mismos de la democracia liberal capitalista. 

¿Se cuestiona la forma de la democracia de las sociedades liberales? 

Las protestas que están sacudiendo al mundo en los últimos años oscilan claramente entre dos tipos. Por un lado, tenemos las protestas de recuperación, que cuentan con el apoyo de los medios liberales occidentales: Hong Kong, Bielorrusia. Por otro lado, tenemos protestas mucho más preocupantes que reaccionan a los límites del proyecto liberal-democrático en sí: “chalecos amarillos”, Black Lives Matter, Extinction Rebellion en el propio Occidente desarrollado. La relación entre los dos se asemeja a la conocida paradoja de Aquiles y la tortuga. En una carrera, Aquiles le permite a la tortuga una ventaja, y cada vez que Aquiles llega a algún lugar donde ha estado la tortuga, todavía le queda algo de distancia antes de que pueda alcanzarla. Pero si dejamos que Aquiles corra 200 metros, y en la misma unidad de tiempo, la tortuga cubrirá sólo 4 metros, ésta será dejada muy atrás por Aquiles. Entonces, la conclusión que se impone es: Aquiles nunca puede alcanzar a la tortuga, pero puede pasarla fácilmente. Ahora reemplacemos a Aquiles por “fuerzas del levantamiento democrático”, y la tortuga por el ideal del “capitalismo liberal-democrático”: pronto nos damos cuenta de que la mayoría de los países no pueden acercarse demasiado a este ideal, y que su fracaso para alcanzarlo expresa debilidades del propio sistema capitalista global. Todo lo que estos países pueden hacer es la arriesgada maniobra de ir más allá de este sistema, que, por supuesto, conlleva sus propios peligros. Además, nos vemos obligados a darnos cuenta de que, mientras los manifestantes a favor de la democracia se esfuerzan por ponerse al día con el Occidente liberal-capitalista, hay signos claros de que, en la economía y la política, el propio Occidente desarrollado está entrando en un poscapitalismo, una era posliberal, por supuesto, distópica.

¿Es decir, le parece que la crisis tiene que ver con que las democracias liberales se han topado con su propia contradicción?

Yanis Varoufakis señaló una señal clave de lo que vendrá: la reacción de las bolsas de valores. Cuando se anunció la mayor recesión en Reino Unido y Estados Unidos, el mercado de valores registró un récord. Aunque parte de esto puede explicarse por hechos simples (la mayoría de los máximos del mercado de valores pertenecen a unas pocas empresas que prosperan ahora, desde Google hasta Tesla), lo que vemos es una disociación entre la circulación y especulación financiera con la producción y las ganancias. La verdadera elección es entonces: ¿en qué tipo de poscapitalismo nos encontraremos?

Precisamente Arendt escribe, a propósito de las protestas estudiantiles de principio de los 70, que los estallidos violentos son los dolores de parto de una sociedad que ya se encontraba en transición. 

Arendt dice esto en su polémica contra Mao, quien dijo que “el poder surge del cañón de un arma”. Arendt califica esto como una convicción “completamente no marxista” y afirma que, para Marx, los estallidos violentos son como “los dolores de parto que preceden, pero por supuesto que no causan, el nacimiento orgánico del evento”. Básicamente estoy de acuerdo con ella, pero agregaría dos cosas. Primero, recuerda la clásica escena de dibujos animados de un gato que simplemente continúa caminando por el borde del precipicio, ignorando que ya no tiene tierra bajo sus pies; se cae solo cuando mira hacia abajo y se da cuenta de que está colgando en el abismo. Nuestra vieja sociedad ya está muerta, simplemente no lo saben y tenemos que recordárselo, hacer que miren hacia abajo y vean el abismo bajo sus pies, pero ¿cómo? No creo que sea posible hacer ver, a los que están en el poder, que “ya están muertos”: en nuestro universo cínico, en cierto sentido ya lo saben, pero siguen como de costumbre. Así es cómo funciona la ideología en nuestra era cínica: no tenemos que creer en ella. Nadie se toma en serio la democracia o la justicia, todos somos conscientes de su corrupción, pero la practicamos, demostramos nuestra fe en ellas, porque suponemos que funcionan aunque no creemos en ellas. Lo que esto significa en nuestro caso es que nunca se producirá un traspaso del poder “democrático” plenamente pacífico sin los “dolores de parto” de la violencia: siempre habrá momentos de tensión en los que se suspendan las reglas del diálogo democrático y los cambios.

La violencia en las protestas es justamente lo que genera un problema para la izquierda, que tiene un pie en la calle y otro en la política institucional. No logran tomar posición.

Por lo que entiendo de la situación, creo que en este momento el foco debería estar en el “Apruebo”, que es un procedimiento institucional de votación. El objetivo no es asustar a la “mayoría silenciosa”, sino conseguir que el mayor número posible de ellos esté de nuestro lado. La violencia de nuestro lado debe ser estrictamente reactiva (autodefensa) para que se vea que claramente es el otro lado el que está perdiendo los nervios y actúa con violencia. Hay que evitar que surja el cliché de que hay extremistas violentos en ambos lados. Los que están en el poder provocaron la crisis y la inestabilidad, mientras que “Apruebo” está a favor de la paz y la estabilidad ciudadana. La violencia que preferiría es la violencia pasiva de abstenerse y boicotear, de NO hacer cosas donde se espera que uno haga algo. Como escribí al final de mi libro sobre la violencia, a veces lo más auténticamente violento es no hacer nada.

¿Hay algo que cambiarías, casi diez años después, de su libro Sobre la violencia?

Tal vez solo cambiaría algunos pequeños acentos. Insistiría más en la diferencia entre una violencia física o mental necesaria para reproducir el sistema y una “violencia” dirigida contra el sistema pero que puede respetar plenamente todas nuestras libertades y reglas democráticas. En este sentido, por loco que parezca, Gandhi era más violento que Hitler. Hitler no “tenía las pelotas” para cambiar las cosas. Todas sus acciones fueron fundamentalmente reacciones: actuó para que nada cambiara realmente; actuó para evitar la amenaza comunista. Su objetivo de eliminar a los judíos fue, en última instancia, un acto de desplazamiento en el que evitó al enemigo real: el núcleo de las propias relaciones sociales capitalistas. Gandhi, en cambio, hizo un movimiento que se esforzó efectivamente por interrumpir el funcionamiento básico del estado colonial británico respetando todas las reglas democráticas. La violencia directa es, por lo tanto, por regla general una reacción a la amenaza de un cambio. Cuando un sistema está en crisis, comienza a romper sus propias reglas. 

En El coraje de la desesperanza, decía que había que abrazar completamente la desesperanza. Esos días triunfaba Trump y aparecían en el mundo las derechas nacionalistas. Hoy, ¿tiene esperanza?

Sigo apegándome a esa fórmula de Agamben. Por “desesperanza” no me refiero a un tipo de pesimismo de “no hay salida”, solo me refiero a que no podemos imaginar un verdadero cambio dentro de las coordenadas básicas del orden existente, en el sentido de “radicalicemos nuestra democracia”. El camino hacia el verdadero cambio se abre solo cuando perdemos la esperanza en un cambio dentro del sistema. Si esto parece demasiado “radical”, recuerda que hoy, nuestro capitalismo ya se está transformando en algo nuevo, en un nuevo tipo de régimen opresivo. 

¿Es esa “desesperanza” táctica lo que le llevó a afirmar en las elecciones pasadas en Estados Unidos que era menos malo que ganara Trump que Clinton? ¿Qué piensas sobre las próximas elecciones?

Mi argumento fue que Trump es peor que Hilary Clinton, y ese era mi punto: esperaba que, como reacción a su gobierno, la izquierda en los Estados Unidos se constituyera como una fuerza política independiente. Esto sí sucedió con el surgimiento de los llamados socialistas demócratas dentro del Partido Demócrata, pero creo que hoy, con la pandemia, lo que está en juego es simplemente nuestra supervivencia, por lo que aconsejo a mis amigos de Estados Unidos que voten por Biden. Paradójicamente, la tarea de la izquierda es ahora, como señaló Alexandria Ocasio-Cortez, salvar nuestra democracia “burguesa”, cuando el centro liberal es demasiado débil e indeciso para hacerlo. ¡Qué vergüenza! Ahora tenemos que pelear incluso sus batallas.

Ha sido muy crítico con la culturalización de la política, también con las militancias anti-representación. ¿Cómo piensa la política del siglo XXI? 

El siglo XXI comenzó con los atentados del 11 de septiembre que marcan el fin de la visión de Fukuyama: ahora sabemos que el sueño de una expansión universal del capitalismo liberal-democrático ha terminado. Pero estoy dispuesto a dar un paso más aquí. Lo que hoy debería volverse problemático es precisamente un rasgo que Marx, Lenin y sus oponentes anarquistas tenían en común: destrozar los aparatos estatales existentes y reemplazarlos con algún tipo de autoorganización transparente de la sociedad que excluya la alienación y la re-presentación política. Por el contrario, pienso que hay que finalmente abandonar el mito de la inocencia perdida de la “Comuna de París”, como si los comunistas fueran comunistas antes del terror comunista “totalitario” del siglo XX, como si en la “Comuna” un sueño se hiciera realidad incluso si la gente efectivamente comiera ratas ¿Qué pasaría si, en contraste con la gran obsesión por superar la alienación de las instituciones estatales y lograr una sociedad auto-transparente, nuestra tarea hoy fuera, casi la opuesta? Es decir, promulgar una “buena alienación” ¿Qué pasa si necesitamos un conjunto de instituciones “alienadas”? Que, precisamente como “alienadas”, sustentan el espacio de nuestra libertad, de la misma manera que podemos pensar y hablar libremente solo a través del lenguaje, que no es sino una sustancia no transparente de nuestra vida mental. 

Pero da la impresión de que la idea de que no somos transparentes a nosotros mismos es poco popular, más bien son tiempos de extrema confianza en la voluntad y el “yo”. Supongo que esa es la parte en que incorpora el psicoanálisis y a Hegel en sus análisis.

Hago esto en un movimiento crítico contra el marxismo tradicional que también se basa en el progreso histórico general que conduciría al comunismo. Entonces los comunistas pueden así permitirse confiar en la Historia, actuar de acuerdo con sus leyes y saber lo que hacen. Pero creo que deberíamos darle la vuelta a la fórmula propuesta por Robert Brandom, el gran hegeliano liberal de hoy: “el espíritu de confianza”. ¿No es el rasgo más profundo de un verdadero enfoque hegeliano un espíritu de desconfianza? Es decir, el axioma básico de Hegel no es la premisa teleológica de que, por terrible que sea un evento, al final resultará ser un momento subordinado que contribuirá a la armonía general; su axioma es que no importa lo bien planificada y pensada que sea una idea o un proyecto, de alguna manera saldrá mal: la comunidad orgánica griega de una polis se convierte en una guerra fraterna, la fidelidad medieval basada en el honor se convierte en un halago vacío, el revolucionario luchar por la libertad universal se convierte en terror. El punto de Hegel no es que este mal giro de las cosas, podría haberse evitado, sino que tenemos que aceptar que no hay un camino directo hacia la libertad concreta, la “reconciliación” reside solo en el hecho de que nos resignamos a la amenaza permanente de destrucción que es una condición positiva de nuestra libertad. 

Eso mismo se puede decir acerca de otros temas que se planifican. Por ejemplo, en el campo sexual: incluso cuando se intenta liberar, sigue siendo complicado. 

La epidemia de la covid acaba de concluir el proceso de digitalización progresiva de nuestras vidas: las estadísticas muestran que los adolescentes de hoy dedican mucho menos tiempo a explorar la sexualidad que a explorar la web y las drogas. Incluso si se involucran en el sexo, ¿no es hacerlo en el ciberespacio (con toda la pornografía hardcore que se ofrece) mucho más fácil? Pero deberíamos dar un paso más aquí: ¿y si nunca hubiera habido un sexo completamente “real” sin un suplemento virtual o fantasioso? La masturbación se entiende normalmente como “hacértelo a ti mismo mientras imaginas a una pareja o parejas”, pero ¿y si el sexo es siempre, hasta cierto punto, masturbación con una pareja real? A esto agregaría la lección del psicoanálisis: algo está constitutivamente podrido en el estado de sexo, la sexualidad humana está en sí misma pervertida, expuesta a la mezcla de realidad y fantasía. Incluso cuando estoy solo con mi pareja, mi interacción (sexual) con él / ella está inextricablemente entrelazada con mis fantasías, es decir, utilizo la carne y el cuerpo de mi pareja como apoyo para realizar y representar mis fantasías. No podemos reducir esta brecha entre la realidad corporal de mi pareja y el universo de las fantasías a una distorsión abierta por el patriarcado y la dominación o explotación social; la brecha está aquí desde el principio. Es por esta misma razón que, como parte de la relación sexual, uno le pedirá al otro que siga hablando, generalmente narrando algo “sucio”, incluso cuando tenga en sus manos la “cosa en sí”. 

¿Es feminista?

Sí lo soy. A lo que me opongo es solo a cierto tipo de teoría de género que ve la diferencia sexual como una construcción social impuesta por el orden patriarcal opresivo, sobre una sexualidad fluida previa. Más bien pienso la diferencia sexual desde Lacan, que no es binaria en el sentido de una oposición simbólica fija: es una diferencia “imposible”, una brecha traumática que diferentes identidades sexuales intentan ofuscar. Otro problema adicional que veo con el feminismo contemporáneo en los países occidentales desarrollados es que, como ha demostrado Nancy Fraser, la forma predominante del feminismo estadounidense fue básicamente cooptada por la política neoliberal: debería haber más mujeres en posiciones de poder, pero la estructura de poder en sí no debería cambiar; debemos ayudar a los pobres, pero debemos seguir siendo ricos; no se debe abusar de una posición de poder en una universidad para obtener favores sexuales de aquellos que están subordinados a nosotros, pero el poder que no se sexualiza está bien.

A propósito de la hegemonía que va tomando la racionalidad de la técnica, y que, como decía Heidegger, la ciencia no piensa en consecuencias, ¿qué exigencia tiene el pensamiento en el tiempo que nos toca? 

Lo que se necesita es simplemente un pensamiento filosófico verdadero, un pensamiento que reflexione sobre los presupuestos e implicaciones de lo que estamos haciendo. Por ejemplo, Musk y otras figuras corporativas están anunciando la posibilidad de “Neuralink”, la conexión digital directa entre nuestras mentes que hará que el lenguaje sea obsoleto; la pregunta que debemos plantear aquí es cómo afectará este cambio en lo que significa “ser humano”. Tendremos que aprender a plantear cuestiones tan básicas. Creo que está llegando una nueva era de la filosofía. 

Fuente: https://ctxt.es/es/20201001/Politica/33852/Constanza-Michelson-entrevista-Slavoj-Zizek-dignidad-respuesta-popular-neoliberalismo.htm

jueves, 29 de octubre de 2020

"Los 'nativos digitales' son los primeros niños con un coeficiente intelectual más bajo que sus padres"

"La fábrica de cretinos digitales".

Así se titula el último libro del neurocientífico Michel Desmurget (Lyon, 1965), director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud de Francia, en el que cuenta con datos duros y en forma contundente cómo los dispositivos digitales están afectando gravemente, y para mal, al desarrollo neuronal de niños y jóvenes.

"Simplemente no hay excusa para lo que les estamos haciendo a nuestros hijos y cómo estamos poniendo en peligro su futuro y desarrollo", advierte en entrevista con BBC Mundo el experto, que tiene a sus espaldas una vasta obra científica y de divulgación y ha pasado por reconocidos centros de investigación como el Massachusetts Institute of Technology (MIT) o la Universidad de California.

Su libro se ha convertido en un gigantesco superventas en Francia. 

 ¿Los jóvenes de hoy son la primera generación de la historia con un coeficiente intelectual (IQ) más bajo que la anterior? 

 

Sí. El coeficiente intelectual se mide con una prueba estándar. Sin embargo no es una prueba "congelada", a menudo se revisa.

Mis padres no pasaron la misma prueba que yo, por ejemplo, pero se puede someter a un grupo de personas a una versión antigua de la prueba.

El neurocientífico Michel Desmurget

Y haciendo eso, los investigadores han observado en muchas partes del mundo que el coeficiente intelectual aumentaba de generación en generación. A esto se le llamó el 'efecto Flynn', en referencia al psicólogo estadounidense que describió este fenómeno.

Pero, recientemente, esta tendencia comenzó a invertirse en varios países.

Es verdad que el coeficiente intelectual se ve fuertemente afectado por factores como el sistema de salud, el sistema escolar, la nutrición....

Pero si tomamos países donde los factores socioeconómicos se han mantenido bastante estables durante décadas, el 'efecto Flynn' ha comenzado a reducirse.

En esos países los "nativos digitales" son los primeros niños que tienen un coeficiente intelectual más bajo que sus padres. Es una tendencia que se ha documentado en Noruega, Dinamarca, Finlandia, Países Bajos, Francia, etc.

¿Y qué está provocando esta disminución del coeficiente intelectual?

Por desgracia, aún no es posible determinar el papel específico de cada factor, incluida por ejemplo la contaminación (especialmente la exposición temprana a pesticidas) o la exposición a las pantallas.

Lo que sabemos con seguridad es que incluso si el tiempo que un niño pasa frente a una pantalla no es el único culpable, tiene un efecto importante en el coeficiente intelectual. 

Varios estudios han demostrado que cuando aumenta el uso de la televisión o los videojuegos, el coeficiente intelectual y el desarrollo cognitivo disminuyen.

Los principales fundamentos de nuestra inteligencia se ven afectados: el lenguaje, la concentración, la memoria, la cultura (definida como un corpus de conocimiento que nos ayuda a organizar y comprender el mundo).

En última instancia, estos impactos conducen a una caída significativa en el rendimiento académico.

¿Y por qué el uso los dispositivos digitales provoca todo eso?

Las causas también están claramente identificadas: disminución en la calidad y cantidad de interacciones intrafamiliares, que son fundamentales para el desarrollo del lenguaje y el desarrollo emocional; disminución del tiempo dedicado a otras actividades más enriquecedoras (tareas, música, arte, lectura, etc.); interrupción del sueño, que se acorta cuantitativamente y se degrada cualitativamente; sobreestimulación de la atención, lo que provoca trastornos de concentración, aprendizaje e impulsividad; subestimulación intelectual, que impide que el cerebro despliegue todo su potencial; y un estilo de vida sedentario excesivo que, además del desarrollo corporal, influye en la maduración cerebral.

¿Qué daños provocan exactamente las pantallas al sistema neurológico?

El cerebro no es un órgano 'estable'. Sus características 'finales' dependen de la experiencia.

El mundo en el que vivimos, los desafíos a los que nos enfrentamos, modifican tanto la estructura como su funcionamiento, y algunas regiones del cerebro se especializan, algunas redes se crean y se fortalecen, otras se pierden, unas se vuelven más gruesas y otras más delgadas.

Una prueba de QI en 1947

Fuente de la imagen, Getty ImagesPie de foto, Nuestros padres no pasaron la misma prueba de coeficiente de inteligencia que nosotros, señala el neurocientífico.

Se ha observado que el tiempo que se pasa ante una pantalla por motivos recreativos retrasa la maduración anatómica y funcional del cerebro dentro de diversas redes cognitivas relacionadas con el lenguaje y la atención.

Hay que enfatizar que no todas las actividades alimentan la construcción del cerebro con la misma eficiencia.

¿Qué quiere decir?

Las actividades relacionadas con la escuela, el trabajo intelectual, la lectura, la música, el arte, los deportes, etc. tienen un poder estructurador y nutritivo del cerebro mucho mayor que las pantallas recreativas.

Pero nada dura para siempre. El potencial de la plasticidad cerebral es extremo durante la infancia y la adolescencia. Después, comienza a desvanecerse. No desaparece, pero se vuelve mucho menos eficiente.

El cerebro se puede comparar con una plastilina. Al principio, es húmedo y fácil de esculpir. Pero con el tiempo se vuelve más seco y mucho más difícil de moldear.

El problema con las pantallas recreativas es que alteran el desarrollo del cerebro de nuestros hijos y lo empobrecen.

¿Todas las pantallas son igual de dañinas?

Nadie dice que la "revolución digital" sea mala y deba ser detenida. Yo mismo paso buena parte de mi jornada laboral con herramientas digitales. Y cuando mi hija ingresó en la escuela primaria, comencé a enseñarle cómo usar algún software de oficina y a buscar información en internet.

¿Debería enseñarse a los estudiantes las herramientas y habilidades informáticas fundamentales? Claro. Asimismo, ¿puede la tecnología digital ser una herramienta relevante en el arsenal pedagógico de los docentes? Por supuesto, si es parte de un proyecto educativo estructurado y si el uso de un software determinado promueve eficazmente la transmisión.

Sin embargo, cuando se pone una pantalla en manos de un niño o de un adolescente, casi siempre prevalecen los usos recreativos más empobrecedores.

Esto incluye, por orden de importancia: la televisión, que sigue siendo la pantalla número uno en todas las edades (películas, series, clips, etc.); luego los videojuegos (principalmente de acción y violentos), y finalmente, en torno a la adolescencia, un frenesí de autoexposición inútil en las redes sociales.

¿Cuánto tiempo suelen pasar niños y jóvenes ante las pantallas?

En promedio, casi tres horas al día para los niños de 2 años, cerca de cinco horas para los de 8 años y más de siete horas para los adolescentes.

bebé usando pantalla

Fuente de la imagen, Thanasis Zovoilis/Getty ImagesPie de foto,Un niño de 2 años pasa casi tres horas al día ante las pantallas. en promedio.

Esto significa que antes de llegar a los 18 años, nuestros hijos habrán pasado el equivalente a 30 años escolares frente a pantallas recreativas o, si lo prefiere ¡16 años de trabajo a tiempo completo!

Es simplemente una locura y una irresponsabilidad.

¿Cuánto tiempo deberían dedicar los niños a las pantallas recreativas?

Involucrar a los niños es importante.

Necesitan que se les diga que las pantallas recreativas dañan el cerebro, perjudican el sueño, interfieren con la adquisición del lenguaje, debilitan el rendimiento académico, perjudican la concentración, aumentan el riesgo de obesidad, etc.

Algunos estudios han demostrado que es más fácil para niños y adolescentes seguir las reglas sobre las pantallas cuando se les explican y se discute con ellos su razón de ser.

A partir de ahí, la idea general es simple: a cualquier edad, lo mínimo es lo mejor.

Más allá de esta regla general, se pueden proporcionar pautas más específicas según la edad del niño. Antes de los 6 años, lo ideal es no tener pantallas (lo que no significa que de vez en cuando no puedas ver unos dibujos animados con tus hijos).

Cuanto antes estén expuestos, mayores serán los impactos negativos y el riesgo de un consumo excesivo posterior.

A partir de los 6 años, si se adaptan los contenidos y se conserva el sueño, se puede llegar hasta media hora al día, incluso una hora, sin una influencia negativa apreciable.

Otras reglas relevantes: nada de pantallas por la mañana antes de ir a la escuela, nada por la noche antes de irse a la cama o cuando estén con otras personas. Y, ¡sobre todo!, nada de pantallas en el dormitorio.

Pero es difícil decir a nuestros hijos que las pantallas son un problema cuando nosotros, como padres, estamos constantemente conectados a nuestros teléfonos inteligentes o a consolas de juegos.

¿Por qué muchos padres no son conscientes de los peligros de las pantallas?

Porque la información que se da a los padres es parcial y sesgada. Los principales medios de comunicación están repletos de afirmaciones infundadas, propaganda engañosa e información inexacta. La discrepancia entre los contenidos de los medios y la realidad científica a menudo es inquietante, por no decir exasperante.

No quiero decir que los medios sean deshonestos: separar el trigo de la paja no es fácil, incluso para periodistas honestos y concienzudos.

Pero no es de extrañar. La industria digital genera miles de millones de dólares en beneficios cada año. Y, obviamente, los niños y adolescentes son un recurso muy lucrativo.

Y para las empresas que valen miles de millones de dólares, es fácil encontrar científicos complacientes, lobistas dedicados y comerciantes entusiastas de las dudas.

Permítame darle un ejemplo.

chico jugando videojuegos

Fuente de la imagen, Tomohiro Ohsumi/Getty ImagesPie de foto,Las empresas digitales contratan a expertos para explicar lo inteligentes que son los jugadores y lo bueno que es jugar videojuegos.

Recientemente un psicólogo, supuestamente experto en videojuegos, explicó en varios medios que estos juegos tenían efectos positivos, que no debían ser demonizados, que no jugar podría incluso ser un hándicap para el futuro de un niño, que los juegos más violentos podrían tener acciones terapéuticas y ser capaces de apagar la ira en los jugadores, etc.

El problema es que ninguno de los periodistas que entrevistaron a este "experto" mencionó que trabajaba para la industria de los videojuegos. Y este es solo un ejemplo entre los muchos que se describen en mi libro.

Esto no es algo nuevo: sucedió en el pasado con el tabaco, el calentamiento global, los pesticidas, el azúcar, etc.

Pero creo que hay espacio para la esperanza. Con el tiempo, la realidad se vuelve cada vez más difícil de negar. 

 

Hay estudios que afirman por ejemplo que los videojuegos ayudan a obtener mejores resultados académicos…

Permítame decirlo con franqueza: eso es pura tontería.

Esa idea es una verdadera obra maestra de la propaganda. Se basa principalmente en unos pocos estudios aislados con datos podridos, que se publican en revistas secundarias y a que menudo se contradicen.

En una interesante investigación experimental, se entregaron consolas de juegos a niños que iban bien en la escuela. Después de cuatro meses, se descubrió que pasaban más tiempo jugando y menos tiempo haciendo las tareas escolares. Sus calificaciones cayeron alrededor de un 5% (¡lo cual es muchísimo en solo cuatro meses!).

En otro estudio, los niños tuvieron que aprender una lista de palabras. Una hora después, a algunos se les permitió jugar un videojuego de carreras de autos. Dos horas después se fueron a la cama.

niño usando una pantalla

A la mañana siguiente, los niños que no jugaron recordaron alrededor del 80% de la lección frente al 50% de los jugadores.

Los autores observaron que jugar interfería con el sueño y la memorización.

¿Cómo cree que serán los miembros de esta generación digital cuando se conviertan en adultos?

A menudo escucho que los nativos digitales saben "de manera diferente". La idea es que aunque muestran déficits lingüísticos, atencionales y de conocimiento, son muy buenos en "otras cosas".

La cuestión radica en la definición de esas "otras cosas".

Varios estudios indican que, en contraste con las creencias comunes, no son muy buenos con las computadoras.

Un informe de la Unión Europea incluso explica que su baja competencia digital dificulta la adopción de tecnologías educativas en las escuelas.

Otros estudios también indican que tampoco son muy eficientes para procesar y comprender la gran cantidad de información disponible en internet. 

 

Entonces, ¿qué queda? Obviamente, son buenos para usar aplicaciones digitales básicas, comprar productos en línea, descargar música y películas, etc.

Para mí, estos niños se parecen a los descritos por Aldous Huxley en su famosa novela distópica Brave New World ("Un mundo feliz", en español): pasmados por el entretenimiento tonto, privados de lenguaje, incapaces de reflexionar sobre el mundo, pero felices con su suerte.

¿Algunos países están comenzando a legislar contra el uso de pantallas?

Sí, especialmente en Asia.

Taiwán, por ejemplo, considera que el uso excesivo de pantallas es una forma de abuso infantil y ha aprobado una ley que establece fuertes multas para los padres que exponen a niños menores de 24 meses a cualquier aplicación digital y que no limitan el tiempo de pantalla de los chicos entre 2 y 18 años.

En China, las autoridades han tomado medidas drásticas para regular el consumo de videojuegos por parte de menores: los niños y adolescentes ya no pueden jugar de noche (entre las 22 horas y las 8 horas) ni exceder los 90 minutos de exposición diaria durante la semana (180 minutos los fines de semana y las vacaciones escolares).

¿Cree que es bueno que haya leyes que protejan a los niños de las pantallas?

No me gustan las prohibiciones y no quiero que nadie me diga cómo tengo que criar a mi hija.

niña mirando una pantalla

Fuente de la imagen, Rebecca Nelson/Getty ImagesPie de foto,Varios países están comenzando a legislar contra el uso de las pantallas.

Sin embargo, está claro que las opciones educativas sólo pueden ejercerse libremente cuando la información que se brinda a los padres es sincera y exhaustiva.

Creo que una campaña justa de información sobre el impacto de las pantallas en el desarrollo con pautas claras sería un buen comienzo: sin pantallas para niños de hasta 6 años y luego, no más de 30-60 minutos al día.

Si esta orgía digital, como usted la define, no se detiene, ¿qué podemos esperar?

Un aumento de las desigualdades sociales y una progresiva división de nuestra sociedad entre una minoría de niños preservada de esta "orgía digital" -los llamados Alphas de la novela de Huxley-, que poseerán a través de la cultura y el lenguaje todas los herramientas necesarias para pensar y reflexionar sobre el mundo, y una mayoría de niños con herramientas cognitivas y culturales limitadas -los llamados Gammas de la novela de Huxley-, incapaces de comprender el mundo y de actuar como ciudadanos ilustrados.

Alpha asistirá a costosas escuelas privadas con maestros humanos "verdaderos".

Los Gamma irán a escuelas públicas virtuales con apoyo humano limitado, donde se les alimentará con un pseudolenguaje parecido al "Newspeak" de Orwell y se les enseñarán las habilidades básicas de los técnicos de nivel medio o bajo (las proyecciones económicas dicen que este tipo de trabajos estarán sobrerrepresentados en la fuerza laboral del mañana).

Un mundo triste en el que, como decía el sociólogo Neil Postman, se divertirán hasta la muerte. Un mundo en el que, a través del acceso constante y debilitante al entretenimiento, aprenderán a amar su servidumbre. Perdón por no ser más positivo.

Tal vez (y eso espero) estoy equivocado. Simplemente no hay excusa para lo que les estamos haciendo a nuestros hijos y cómo estamos poniendo en peligro su futuro y desarrollo. 

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-54554333

domingo, 25 de octubre de 2020

Mechanical Masterpieces


 
En el museo infantil de Pittsburgh, esta instalación permite a mayores y pequeños jugar e interactuar con grandes clásicos de la pintura. Obra de Neil Mendoza. Vía @culturainquieta

jueves, 22 de octubre de 2020

Rimas

Michelangelo Buonarroti. Estudio de cabeza

 Si vivo más de aquello que me abrasa
cuanto más leña o viento el fuego enciende,
tanto más quien me mata me defiende
y más me ayuda quien mi bien retrasa.

Michelangelo Buonarroti

Pulpo a la Diógenes

<p>Pulpo.</p>
Pulpo.

 Diógenes de Sínope vivía en un tonel hacia el 300 a.C. y entre sus muchas lúcidas o cínicas frases nos ha llegado esa de “Mientras más conozco a los hombres más quiero a mi perro”. Se dice que murió de un cólico por comerse un pulpo vivo o se ahogó cuando las ventosas del animalito se le pegaron a la garganta, con lo fácil que hubiera sido cocerlo. Sin embargo, hoy alguno repite la frase sustituyendo “perro” por “pulpo” como animal de compañía, por ejemplo, en el documental Lo que el pulpo me enseñó (My octopus Teacher. Pippa Ehrlich, 2020), el buceador Craig Foster acaba trabando amistad con un pulpo sin pimentón y cachelos por medio. Hemos pasado de considerar al pulpo un monstruo feo, gracias al capitán Nemo y los cómics de Alan Moore, a tenerlo por mascota futbolera adivinando quinielas o marciano inteligente, gracias a La llegada (Arrival. Denis Villeneuve, 2016), película en la que una reputada experta en lingüística logra comunicarse con unos pulpos gigantes marcianos más listos que el hambre.

Lo cierto es que el pulpo es un bicho bien raro, con un sistema nervioso, unos ojos sofisticados y una capacidad de aprendizaje que pasma a los biólogos marinos. Su genoma se publicó en Nature en 2015 y los investigadores dijeron en broma, ante su asombroso ADN, que “era lo más parecido a un extraterrestre”. Eso bastó para que los Iker Jiménez  y ufólogos de postín de todo el mundo sacaran de madre el chiste o la boutade y creciera el bulo de que los huevos de los pulpos habían venido a la tierra montados en algún meteorito de hielo. Ya sean marcianos críticos neomarxistas o tristes monstruos Lévi-Straussianos, los griegos, tunecinos, gallegos, aimaras, mapuches, italianos, japoneses y otros pueblos costeros hicieron del pulpo un alimento asequible y fácil de capturar, rico y nutritivo. Bastaba meter en el mar un vasija de barro del tamaño adecuado, atada a una cuerda y a una calabaza seca, para que el animal buscara refugio en esa casa tan cuqui, luego se tiraba de la cuerda y voilà, pulpo a la brasa. Hasta hace pocas décadas el pulpo se comía en esas regiones tradicionales y muy esporádicamente tierra adentro en alguna tasca o restaurante de emigrantes pulpívoros. Además, cocinar el pulpo, que tiene una carne gomosa e inmasticable como descubrió Diógenes, tenía sus trucos. O bien se cocina muy poco tiempo y a baja temperatura, unos 55 grados centígrados evitando que sus fibras musculares se endurezcan y quedando así su carne con una textura crujiente y masticable, o se mete en el puchero a fuego lento durante una hora hasta que el colágeno que contrae y endurece su musculatura se disuelva en una gelatina, convirtiendo su carne en un bocado blandito. Si lo cocinamos a fuego vivo y no el tiempo suficiente, el pulpo quedará duro como una suela e incomible como goma de borrar. Luego están los trucos de golpearlo a conciencia o secarlo al sol, lo que equivaldría a una especie de ‘precocinado’ lento a menos de 55 grados, y luego dorarlo en unas buenas brasas unos segundos.

Como otros tantos alimentos, no sabemos en qué momento se puso de moda devorar el animalito tierra adentro y en todo el mundo. La globalización de la cocina, la apetencia por lo exótico o quién sabe qué modas, manías, influencers o cocinillas incrementó la demanda y el precio de pulpo hasta límites ahora insostenibles. Antes el pulpo era abundante y barato, aguantaba bien los recalentados y las horas y días que antes tenían las ferias de ganado. Su aliño “a feria” es humilde y potente: chorreón de aceite, sal gorda (mejor escamas de sal) y lluvia de pimentón. El polvo de pimiento seco y ahumado con leña de roble y de encina, el pimentón de la Vera de Cáceres, es una especia imprescindible. Y por debajo estaban los cachelos, las patatas que se empapaban de sabor y llenaban la andorga. Pero hoy el pulpo gallego escasea y el precio del kilo de pulpo cocido gallego puede llegar a 40 euros. Pocas veces se compra fresco porque, a las dificultades de conseguir una buena cocción, se suma el que tiene una merma del 50 por ciento de su peso. Importamos 60.000 toneladas de cefalópodos, veinte veces más del que se captura en Galicia, así que el pulpo a feira de la tasca gallega de enfrente es casi siempre marroquí, senegalés, filipino, mauritano o chileno. Hace dos años los científicos del Instituto Español de Oceanografía de Vigo y Canarias –¡tras 60 años de ensayos!– consiguieron criar pulpo en una piscifactoría. Pero aún está lejos el momento en el que pulpo “de granja” sustituya al “salvaje” y muchos países están tras la fórmula de cómo producirlo así, en granjas marinas intensivas. Algunos biólogos marinos se oponen a esta práctica, tanto por la  inteligencia del animal, o su marcianidad ilustrada, como por la necesidad de alimentarlos con el equivalente a tres veces su peso en otros animales marinos salvajes: peces, crustáceos  y  moluscos exquisit, no comen cualquier cosa estos monstruos de ocho patas. Además, es difícil tener muchos pulpos juntos porque son  animales  territoriales y si hay poco espacio entre ellos, se estresan, compiten por ese territorio, dejan de comer o se comen entre ellos y se mueren.

Las veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne tiene mucha culpa de mi mala conciencia a la hora de devorar un pulpo, y lo mismo me pasa con las rayas o con los meros, pero también me inquieta el recuerdo de El sueño de la esposa del pescador, ese momento pictórico de placer con un cefalópodo de pico y lengua afiladas. La xilografía de Katsushika Hokusai, del género ukiyo-e, y del shunga, el arte erótico japonés del siglo XIX, no sabe un occidental como tomársela, si como una metáfora de “no sea usted picopulpo y utilice bien la lengua con su amante” o como una fantasía satisfyer brutal ya que el cunnilingus con un pulpo es biológicamente imposible y arriesgado, pocas bocas tan afiladas y duras como “el pico” de un pulpo. El tema es que seguimos arrasando los mares, primero nosotros y ahora los chinos. En las salidas a los caladeros tradicionales de Galicia y del norte de Portugal –en los que se capturaban en un día normal unos cien kilos– se logran ahora apenas diez o veinte kilillos, así que desde aquí recomendamos comer pulpo como si fuera eso, una comida muy ocasional, “de feria”, extraordinaria. No tanto con la mala conciencia de que nos estemos comiendo a un marciano o un Séneca de ocho brazos, pero sí con la prudencia de no abusar de un manjar que puede extinguirse. En otro tiempo comerciamos con garum, mojamas, corales, sirenas, algas y conchas, inventamos a Ulises, construimos barcos ligeros y rápidos que tocaban apenas la espuma y ciudades al abrigo de los malos vientos pero abiertas a las brisas benignas. En este mar aprendimos a cocinar sus pescados de mil formas y encontramos en cada pez, molusco, cangrejo, calamar o bicho la fórmula más adecuada para convertirlo en alimento y golosina en Corfú, Estambul, Sidi Bou, Marsella, Begur, Níjar, Denia, Santorini… amábamos al mar y nos parecían igual de ricas unas sardinas que un galera, no había bicho pescado que no probásemos a comer, todo se aprovechaba; pero hoy hay mucho clasismo y mucho neoliberalismo en las redes, apenas comercializamos unas pocas especies y el resto se va, muerto, por la borda. Así que escribimos esta receta de “pulpo revolcón” con la certeza de que sabréis guisarlo muy de cuando en cuando, como plato de fiesta. Va: cocemos unas patatas, las pelamos y despachurramos sobre el aceite de oliva caliente en el que hemos frito un poco de panceta picada, un mucho de escamas de pimentón de La Vera y un diente de ajo. Sobre esa masa revolcona cortamos en rodajas del grosor de un doblón de a ocho una pata de pulpo bien golpeada y soleada que asaremos luego sobre brasas de poda de olivo, lloviznando el platito con escamas de sal mallorquina.  Luego rezad algo a Neptuno o a Poseidón, pedid perdón y dad gracias al mar. 

Fuente: http://www.ctxt.es/es/20201001/Firmas/33849/Ram%C3%B3n-J-Soria-Brena-gastrologia-pulpo-Diogenes.htm

miércoles, 21 de octubre de 2020

Los amnésicos


 
No perderse en el laberinto de la memoria, en sus olvidos y sus mentiras, sus recovecos y sus excesos.
   Vencer a los violadores de memoria, a los falsificadores de la historia, a los fabricantes de falsas identidades y de falsos odios, a los cultivadores de fantasmas narcisistas.
 
   Encontrar mi camino a través de las múltiples huellas del pasado, coger el hilo de la memoria, una familia alemana ordinaria, una familia francesa ordinaria, un Mitlaüfer de los nazis, un gendarme en el régimen de Vichy, y, tirar de ese hilo, con sus grietas y sus lagunas, hasta la generación de mis padres, hasta mí, la hija de Europa, una niña que no ha conocido ninguna guerra.
   Cruzarlo con otro hilo, el de la Historia, la grande, repetir con la cabeza fría, los hechos históricos que algunos quieren hacer olvidar: el suicidio de la civilización europea y su consecuencia, esa superación milagrosa del ser humano sobre sus demonios, de la paz sobre la guerra, de la democracia sobre la dictadura.

   Tejer los dos hilos juntos, dar amplitud al relato familiar sometíendolo al juicio de la Historia, a la sabiduría de los historiadores, esos detectores de mentiras y de mitos. Ofrecer a cambio un alma a la ciencia, la carne y la sangre de una memoria familiar, la impresión de la condición humana.
   Quiero comprender lo que era para saber lo que es, devolver a Europa sus raíces, que los amnésios intentan arrancarle.


Los amnésicos
Géraldine Schwarz

domingo, 18 de octubre de 2020

¿Por qué fue asesinado Detlev Rohwedder, el político encargado de privatizar la industria de la RDA?

Después de la reunificación alemana, una agencia se hizo con todas las empresas estatales de la RDA con el objetivo de privatizarlas. Se fueron a la calle 3,5 millones de trabajadores de la RDA, que tenía una población de 16 millones de habitantes. El 1 de abril de 1991, el encargado de desmantelar toda la industria pública del antiguo país, Detlev Rohwedder, fue asesinado por un francotirador. Aún hoy se desconoce la autoría del crimen


 .... El protagonista del misterio es Detlev Karsten Rohwedder, un político que contra su voluntad tuvo que ponerse al frente del puesto más incómodo, desagradable y peligroso que apareció con la reunificación alemana, el de gerente de la Treuhandanstalt, la agencia que adquirió toda la empresa pública de la RDA con el fin de privatizarla e introducir al país en la economía de mercado. Una especie de precio a pagar por la unificación también del marco alemán que con tanto júbilo votaron los alemanes orientales en el programa electoral de la candidatura de Helmut Kohl. 

El resultado de esa política en 1994 fue de 15.102 empresas privatizadas, de las cuales 3.718 se cerraron y 4.358 fueron adquiridas por sus antiguos propietarios o nuevos empresarios de la ex RDA. Aunque el número de cierres parece relativamente pequeño en el cómputo global, entre esas liquidaciones y los ajustes de las privatizaciones, 3,6 millones de alemanes orientales se fueron a la calle de una población de 16 millones de habitantes.


Las consecuencias del trauma que sufrió esa población las estamos viendo actualmente, con unos porcentajes de voto a la ultraderecha muy preocupantes. Si algo tiene bueno este documental es el fondo de imágenes de la televisión. Recoge declaraciones de alemanes orientales a la prensa que poco tienen que ver con las escenas que se nos pasan en un roll infinito cuando llegan los aniversarios de la caída de muro de Berlín. En ellas, expresan su sentir con lindezas como "me voy a suicidar pero antes voy a matar a mis hijos". Desesperación absoluta tras los despidos masivos. Son decenas de muestras de personas angustiadas que, cuando esperaban la luz al final del túnel, tras una dictadura decadente, se encontraron con la peor faceta del capitalismo. 

Rohwedder, el responsable de todo aquello, había ascendido en la administración gracias a su pasado como empresario despiadado. Manifestaba que el jefe de una empresa no está ahí para hacer amigos ni para caer bien y que comprendía que se le odiase, porque sus decisiones muchas veces acababan con trabajadores en la calle. Era la época de finales de los 70 y principios de los 80, cuando en toda Europa, España incluida por supuesto, hubo una oleada de cierres y despidos derivados de las crisis del petróleo y el inicio de una nueva fase de la globalización. 

Por patriotismo, Rohwedder accedió al cargo. Creía en su manual con verdadera fe. Consideraba que la única forma de desarrollar la RDA era cargarse todo el tejido industrial improductivo y deficitario para que, a partir de ahí, florecieran negocios saneados. Por un lado, estaba el gobierno de Kohl metiéndole prisa, más dogmático que él mismo, y por otro no faltaron voces que exigían que la transición se realizase de una manera gradual que no le supusiera un shock a la población. 

Aparecen grandes manifestaciones que se celebraron muy poco después de la caída del muro exigiendo poder tomar parte en los cambios que estaban por llegar. Ahora sabemos que ilusos ellos, pensaban, -así se explica en el documental-, que con la caída del comunismo iban a conservar la cobertura de las necesidades básicas, por defectuosa que pudiera ser en determinados aspectos, y a alcanzar la libertad. Esa ceguera de masas que se impacienta por el futuro mirando el retrovisor, pensando que si el camino siempre ha sido recto, seguirá siendo recto, mientras reclama que se pise el acelerador, no era exclusivo de esa gente. Sigue hoy vigente. También aquí. 


 El quid de la cuestión es que a Rohwedder le acabaron metiendo cuatro tiros en su casa desde un bosque cercano. Lo hizo un francotirador. Quienquiera que fuese, dejó un manifiesto al lado de la sillita desde la que había disparado firmado por la Baader-Meinhof, o RAF, Fracción del Ejército Rojo. Los autores, Jan Peter, Georg Tschurtschenthaler y Torsten Striegnitz, se preguntan si ese comunicado era auténtico. Entrevistan a antiguos miembros de la organización que tienen sus dudas sobre esa "tercera generación" que cogió el relevo a esas alturas de unos terroristas que habían comenzado en los años 60 bajo la efervescencia ideológica post-sesentayochista. 

Otra opción sería la propia Stasi. Tras la derrota, el desmantelamiento del país, se despidió a todos sus oficiales, que pasaron a efectuar trabajos relacionados con seguridad privada los que tuvieron más suerte, y otros acabaron de meros conserjes  siempre con la mancha de haber colaborado con la temida policía política del Estado. Sin embargo, un testimonio recuerda que cuando hablaba con ex oficiales de la Stasi le decían que ese crimen tenía pinta de haber sido cosa de ellos. 

Eso es lo más enrevesado, si no fueron ni los comunistas ni los terroristas ¿quiénes podían tener interés en matarlo? Ahí es donde la trama se complica. Los testimonios explican que las medidas de seguridad en la casa de Rohwedder no eran las apropiadas. Por ejemplo, tenía blindados los cristales de la primera planta, pero no los de la segunda. Ahí estaba cuando le dispararon. ¿Fue cosa del estado profundo de la RFA? ¿La patronal? Solo está claro que el asesinato lo tuvieron que ejecutar profesionales de primera categoría. Sin embargo, la gran víctima de esta historia es el pueblo de Alemania Oriental que después de comerse el comunismo se comió el capitalismo en su versión más cruda. Media Europa pasó por lo mismo y la supuesta fiesta de la libertad fue bastante agridulce. Ahora hay quien se extraña cuando estas poblaciones se enrocan en ideologías nacionalistas. Allí no son delirios de confortables clases medias y altas sin imaginación.

 Más información: https://valenciaplaza.com/por-que-fue-asesinado-detlev-rohwedder-el-politico-encargado-de-privatizar-la-industria-de-la-rda

sábado, 17 de octubre de 2020

Google asalta la enseñanza universitaria, el urbanismo y la salud

El gigante tecnológico se proyecta en servicios sociales básicos que en muchos países son propios del Estado

AMP
El logo de Google en la central de energía solar de Ivanpah en el desierto de Mojave (California, EE.UU.) (Steve Marcus - Steve Marcus / Reuters)

 Ricardo vive y trabaja en Londres, tiene 49 años, y por su empleo –es director comercial de una empresa tecnológica– es usuario habitual del smartphone, utiliza a menudo el Google maps y mail entre otras app, y lo hace bajo el paraguas del sistema operativo Android, también de Google. Lo que no imaginaba es que sus datos en el Sistema Nacional de Salud británico (NHS en sus siglas en inglés) podrían acabar como ya acaban los de su móvil, en manos de la empresa con sede en Silicon Valley. Pero durante un breve espacio de tiempo, así fue. “Recuerdo la polémica. No fue muy cubierta aquí”, relata a La Vanguardia.

El caso es un ejemplo de lo que este gigante tecnológico toca fuera del radar de su muy popular buscador; de sus tentáculos que ya afectan a cada faceta de nuestro día a día y que buscan reinar incluso en pilares en la base del Estado como la sanidad, educación, vivienda, seguridad o transporte público.

En el Reino Unido la noticia llegó a los titulares cuando se descubrió que una de las empresas filiales de Alphabet , la matriz de Google, tenía un acuerdo con el sistema sanitario del país para la gestión con inteligencia artificial de datos médicos. El objetivo era mejorar su servicio, pero el contrato hizo que los expedientes de más de un millón de personas fueron a parar –sin su consentimiento expreso– a las manos de DeepMind. Las dudas sobre la confidencialidad del paciente y la preocupación por su uso para otros fines (por ejemplo publicitarios) la hicieron caer. Y una polémica similar y con millones de afectados volvió a darse en EE.UU. Google acordó con una aseguradora católica estadounidense, Ascension, el acceso a millones de expedientes médicos en el país.

Uno y otro escándalo ponían así la lupa sobre un cambio que va más allá del gran éxito público de Google sea en el sistema operativo Android o de su buscador en Internet. Porque es tras la punta del iceberg, y tal y como relatan los expertos, que la compañía de Mountain View esconde una especie de nuevo Leviatán, en especial, en Occidente. En general –como explica Andoni Alonso, profesor de la Universidad Complutense especializado en filosofía de la tecnología–, en sectores costosos y de pocos beneficios inmediatos, aunque ámbitos “que son, a largo plazo, muy rentables, porque conforman nuestra vida cotidiana; porque son inelásticos, que dirían los economistas”.

Entre los nuevos intereses de Google está, como se ha mencionado, el de la salud, ya sea para aplicar la inteligencia artificial en su gestión a través de DeepMind (la empresa tras el escándalo en el Sistema de Salud británico, pero que se dedica también a otros muchos sectores), para crear en los laboratorios secretos de X lentes de contacto que monitoricen a los pacientes de diabetes y sus niveles de glucosa; o, sobre todo, para, a través de Calico, empresa creada en el 2013, intentar curar la muerte, objetivo al que destina grandes sumas de dinero con el fin de desarrollar tratamientos contra las enfermedades asociadas al envejecimiento, ya sea el cáncer, alzheimer, etc. –y en parte por el interés personal de Serguéi Brin, cofundador de Google y con antecedentes en su familia.

Siete años después de fundarse, Calico sigue en pie aunque no abundan sus publicaciones y sus trabajos continúan bajo un secretismo que lo inunda todo. Sus investigaciones, eso sí, van de la mano de la experiencia científica de su vicepresidenta, Cynthia Kenyon, una mediática profesora que a principios de los años 1990 descubrió cómo ciertas mutaciones en el gen daf-2 duplicaban la vida de un pequeño gusano. Y es que, según José Luis Martínez, catedrático de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) especializado en biotecnología, “no tengo conocimiento del trabajo de esta empresa, pero en el campo biotecnológico no es sencillo desarrollar nuevas estrategias y son trabajos por lo general a largo plazo. Calico parece estar involucrada en estudios del envejecimiento, y estos son complejos porque es difícil saber si se está ante causa o consecuencia además de que requieren tiempo. Siete años no son tantos, especialmente si el objetivo es terapéutico”.

Google también da el salto a la vivienda través de SidewalkLabs, fundada en el 2015 y orientada a la innovación urbana por medio –cómo no– de la tecnología, ya sea para la edificación, las infraestructuras o el planeamiento urbanístico. Hasta el momento ha desarrollado sobre todo planes piloto pero, más allá, ha participado junto a las autoridades locales en la planificación y el desarrollo de una vasta reconversión de los muelles de Toronto en Canadá; proyecto ahora mismo paralizado por la incertidumbre generada tras la crisis de la Covid-19. La empresa, sin embargo, continúa con su trabajo. Porque como señala su director, Daniel L. Doctoroff, desde esta filial de Google han salido “empresas innovadoras que abordan la construcción con madera, las herramientas digitales de planificación urbana, y seguimos con el objetivo de hacer de los vecindarios un entorno totalmente eléctrico”. La smart city es desde el inicio su bandera.

La educación es otro de los pilares en la base del contrato social, y, asimismo, otro de los sectores en los que Google se ha lanzado al ruedo. Según anunció el vicepresidente de la compañía, Kent Walker, el pasado mes de julio, empezará a impartir cursos específicos e intensivos, de apenas unos meses, que se equipararán con los títulos universitarios de cuatro años pero que en total serán a un precio menor a los 1.000 euros. Lo harán en alianza con Coursera, serán totalmente online –como lo son ya muchos títulos por la Covid-19 en la universidad presencial–, sin necesidad de contar con un título previo, y principalmente en inglés (aunque en alguno ya activo existe la posibilidad de realizarlo en otras lenguas, como en español o en portugués).

Google espera que el resto de empresas acepten y valoren sus certificados como lo harán ellos, de tú a tú con el diploma de las universidades tradicionales, lo que marcaría un antes y un después en el sector. Porque su modelo –insisten– es parejo al dominio de la técnica y especialidad profesional (sea en soporte técnico, data analytics, project management o user experience). Sus intenciones de futuro, con todo, se resumen en su propio nombre: de la mano de Grow with Google (crece con Google) se gestiona lo que en otras partes se llama la Google University.

Por si no fuera suficiente, su abanico de intereses llega incluso al ámbito de la seguridad de la mano de Chronicle Security, su filial centrada en el análisis y aprendizaje de datos de seguridad para prevenir las amenazas y que tiene acuerdos con compañías de toda clase, desde industriales (Quanta), a culturales y de ocio (Aspen Skiing) pasando por empresas en España como ElevenPaths, de Telefónica. También al clásico think tank, con Jigsaw, que desde el 2016 usa tecnología punta para rastrear los dilemas geopolíticos en ámbitos como la censura, el extremismo, el acoso... O cómo olvidarse de Waymo, el proyecto de coches de conducción autónoma de Google que ha firmado acuerdos para complementar el transporte público y así hacer de lanzadera hasta las estaciones de bus y tren en grandes ciudades como por ejemplo Phoenix. Eso sí, las pruebas piloto llegan a decenas de urbes del país.

“Tras 20 años, Google [que se fundó en 1998] ha creado un auténtico tecnofeudo digital, pero no sólo en Internet. Está fuertemente involucrada en empresas militares en EE.UU., y también en financieras; de hecho hace dos años pidió la licencia para operar como entidad financiera global”, resume Javier Echeverría, catedrático del CSIC e investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco especializado en sociología, tecnología e innovación. Porque “el poder de Google”, sigue, “está en una escala muy superior a la de cualquier Estado europeo, y a la de cualquier empresa europea”.

Todo ello, y desde el 2015, se engloba en Alphabet, una estructura empresarial por encima de Google que acumula decenas de siglas que hacen de esta corporación multinacional un pulpo cada vez más grande. El repaso a todas, divididas en las unidades propiamente de Google y las que lo hacen en las calificadas como de otras apuestas del grupo, poco o nada tienen que ver así con el popular buscador e incluso con Internet. Su ambición es “cambiar el mundo y para ello aplican la innovación en todo lo que se les ocurra. Llevan la tecnología a las manos de la gente de la manera más sencilla. Y ante los desafíos, plantean soluciones radicales. No están hechos para ganar dinero”, explica a este diario Enrique Dans, profesor de Innovación y Tecnología de IE Business School. Con todo, y como recuerdan los expertos, Google es una de las dos empresas del mundo con mayor capitalización en bolsa y sus presupuestos anuales por ejemplo para I+D, son superiores a los de Estados como Francia, y, de eso, hace años.

Es así que vivimos rodeados de tecnología y dependemos en gran medida de ella. Pero de todas las grandes tecnológicas, es Google la que se lleva la palma: reúne siglas y siglas que la hacen algo parecido a un Estado por el que todos pasamos, en el que todos estamos y también del que todos dependemos –aunque, a menudo, ni se sepa. Algo así como el nuevo Leviatán que empezó como un simple buscador digital, pero ya escapa de él. “Por cierto, el futuro pinta muy mal para la democracia. Tiene un poder político considerable, pero su poder económico y social es mucho mayor, sobre todo sobre los jóvenes. Y dicho poder es creciente, a diferencia del poder de los Estados, que es menguante. Ahora bien, ocurre que casi ninguno de los tecnofeudos informales es una organización democrática…”, concluye Echeverría.

Más información: https://www.lavanguardia.com/vida/20200929/483642776619/google-asalta-universidad-urbanismo-salud-seguridad-transporte-publico-leviatan.html?facet=amp&__twitter_impression=true

viernes, 16 de octubre de 2020

Cousas que sei

 


 

  Estase movendo a industria da miña intuición:


a nena que fun vai tres metros diante de min

tanguendo cunha vara a miña alma.


Estase precipitando a lentitude:


sobrevoo con paciencia

unha ave rapaz

ata que descendo a deixarme comer as vísceras.


Estáseme acabando de fabricar

seda artesanal

no ventre.


Están os meus soños organizando o comité da noite


Están as criaturas movendo as poleas do cometa

que pasa por onda nós cada mil anos.


Está a xeometría acomodándose para durmir

no teu último ángulo

todo o mundo sabe xa

que o meu corazón está feito polo patrón da maquinaria agrícola.


E podo 

arrancarme de min

tan suavemente

que apenas oirías que me marcho.


As miñas cicatrices falan 

coma un furacán mudo.


Saio ó perigo como á chuvia

escoltada polos meus órganos.


Todo isto sei

e sen embargo...


Olga Novo

sábado, 10 de octubre de 2020

La portada de la revista 'TIME' que inunda de coronavirus la Casa Blanca

 


Los contagios por coronavirus de la Casa Blanca han demostrado la irresponsabilidad del gobierno estadounidense una vez más. Pero los 23 positivos detectados, entre ellos los de Melania y Donald Trump no han hecho que el presidente cambie sus ideas respecto a la enfermedad, que califica como "bastante menos letal" que la gripe.

Trump confirmó su positivo en covid-19, pocos días después de haber asistido al debate presidencial. Y esa misma noche tuvo que ser trasladado al hospital militar de Walter Reed Medical Center.........Seguir leyendo: https://www.publico.es/internacional/donald-trump-portada-revista-time-inunda-coronavirus-casa-blanca.html?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=publico

jueves, 8 de octubre de 2020

Los muertos que nos faltan

"Invertir en amortiguar el golpe psicológico de la pandemia debería ser una prioridad para preservar un tejido social fuerte capaz de enfrentarse al ingente crash que se avecina"

https://agqcvcudno.cloudimg.io/v7/https://www.lamarea.com/wp-content/uploads/2020/10/2020-10-05T193911Z_807248646_RC2JCJ95XLNL_RTRMADP_3_HEALTH-CORONAVIRUS-PERU-FLIGHTS-scaled.jpg?w=730&org_if_sml=1
Una trabajadora del aeropuerto de Lima saluda a un viajero. REUTERS / SEBASTIAN CASTANEDA

 Creo que estamos contando mal los muertos. Y eso que la obsesión por las cifras lo ocupa todo: cada día los medios nos ilustran con el número de fallecidos, de hospitalizados, de camas UCI ocupadas, de recuperados y de contagiados, en total, por ciudad, por comunidad o por país y por cada 100.000 habitantes. Hay estadísticas oficiales y datos a los que se suma el exceso de fallecimientos registrados en comparación a años anteriores, hay cifras y cifras hasta desnaturalizar los números y despojarlos de su importancia.

Porque las cifras, sin nombres ni apellidos o imágenes de la tragedia, no calan en nuestra mente ni alimentan nuestros miedos: son solo representaciones abstractas de una cantidad que no podemos ni queremos visualizar, supongo que obedeciendo a un instintivo sentimiento de autoprotección. Nadie puede imaginar lo que ocupa un millón de euros, ni lo que ocupa un millón de muertos.  

Nueve meses después del inicio de la pandemia del siglo XXI, que va camino de superar el coste en vidas de la Gripe de Hong Kong que se extendió entre 1968 y 1970, las previsiones son terribles. El negacionista en jefe, Donald Trump, sigue quitando importancia al coronavirus después de resultar infectado e infectar a parte de la Casa Blanca por su irracional decisión de no usar mascarilla. Lo hace aplaudido por acólitos como Jair Bolsonaro y Boris Johnson, que se curaron, como él, monopolizando a los mejores doctores y los mejores recursos sanitarios de sus países. Resultó que nos equivocamos y el coronavirus sí entendía –y mucho– de clases sociales. Como demuestra la milagrosa recuperación temporal de Trump gracias a un cóctel de fármacos de consecuencias imprevisibles e inaccesible para el común de los mortales, en lugar de homogeneizar, el virus aumentará la desigualdad. 

La mal llamada segunda oleadaese sinsentido dialéctico, dado que nunca salimos de la primera como advirtió la OMS– se cierne sobre el mundo con una virulencia extrema. Países como Australia, Japón o Israel, de comportamiento ejemplar en los primeros meses de pandemia, vuelven a registrar preocupantes cifras de contagios. Y tienen suerte: en otros lugares en los que la enfermedad pasó de puntillas, como Iraq, ahora se ceba sobre unos habitantes abandonados a su suerte, sin un sistema sanitario capaz de afrontar el reto: según Médicos Sin Fronteras, solo en el último mes se han confirmado más de 123.000 casos.

Desde mediados de agosto, se registran 4.500 contagios diarios y 500 muertes por semana. Las cifras comenzaron a subir en junio, cuando en Europa nos desconfinábamos para disfrutar de un verano que ha asfaltado el regreso a los confinamientos. 

Los números de la COVID-19 devoran los espacios informativos ocultando las otras múltiples muertes que arrastra. Todos aquellos enfermos de dolencias que no fueron atendidos en el hospitales durante el confinamiento, todos los fallecidos por ‘causas naturales’ cuyos tratamientos médicos fueron interrumpidos durante lo peor de la pandemia, todos los muertos no registrados –en buena parte del mundo, la administración no llega a todos los rincones–, las víctimas de violencia machista obligadas por el virus a convivir con sus agresores, las personas que se quitan la vida por depresión, por la angustia que genera la incertidumbre sanitaria pero, sobre todo, por la colosal crisis económica que se avecina….

Todos ellos no están siendo tenidos en cuenta. Y las previsiones son espeluznantes. Pongamos el ejemplo de Estados Unidos, a la cabeza de víctimas con más de 200.000 muertos. Una encuesta del Centro de Prevención y Control de Enfermedades (CDC) publicada en agosto indicaba que 1 de cada 10 había considerado seriamente quitarse la vida en el mes anterior, el doble de quienes admitían haberlo hecho en 2019. Si solo nos fijamos entre los adultos de entre 18 y 24 años, la cifra se disparaba a uno de cada cuatro.

La revista The Economist recoge datos preliminares que alimentan los peores augurios: en Japón los suicidios aumentaron un 15,3% respecto al año pasado, la policía de Nepal ha reportado cinco veces más suicidios que en 2019 y las autoridades sanitarias tailandesas han expresado su temor a que las seis personas de cada 100.000 que se quitaron la vida el pasado año aumenten a nueve.

Talkspace, una empresa de Nueva York especializada en ayuda psicológica, ha confirmado que sus teleconsultas han aumentado un 250% durante la pandemia, y que la cantidad de pacientes con ansiedad severa ha aumentado en un 40%, un salto sin precedentes, según la revista. Un estudio de la revista médica The Lancet equipara un aumento del 1% en el desempleo con un aumento del 0,79% en el suicidio en Europa y del 0,99% en Estados Unidos. Ahora, extrapolemos los datos a la crisis financiera que no está haciendo más que comenzar.

Por eso es hora de olvidarse de ‘volver a la normalidad’, ese oxímoron con el que nos manipulan los políticos. No volveremos a ser los mismos, no tanto por el virus como por el varapalo económico tan colosal que se avecina. La OMS se ha anticipado al Día Mundial de la Salud Mental para destacar el impacto “devastador” de la epidemia. Según una encuesta realizada en 130 países, “la COVID-19 ha interrumpido o detenido los más importantes servicios de salud mental en el 93% de los países” pese que la desde el inicio de la pandemia, en marzo pasado, la demanda de servicios de salud mental ha ido en aumento.

“El duelo, el aislamiento, la pérdida de ingresos y el miedo desencadenan problemas de salud mental o agravan los existentes”, explicó la OMS en un comunicado, donde también advierte de que “muchas personas pueden estar enfrentando mayores niveles de consumo de alcohol y drogas, insomnio y ansiedad”. La salud mental lastra a las sociedades tanto como los conflictos mismos, de una forma pertinaz e indeleble. Invertir en amortiguar el golpe psicológico de la pandemia debería ser una prioridad para preservar un tejido social fuerte capaz de enfrentarse al ingente crash que se avecina.

 Fuente: https://www.lamarea.com/2020/10/07/los-muertos-que-nos-faltan/