No perderse en el laberinto de la memoria, en sus olvidos y sus mentiras, sus recovecos y sus excesos.
Vencer a los violadores de memoria, a los falsificadores de la historia, a los fabricantes de falsas identidades y de falsos odios, a los cultivadores de fantasmas narcisistas.
Encontrar mi camino a través de las múltiples huellas del pasado, coger el hilo de la memoria, una familia alemana ordinaria, una familia francesa ordinaria, un Mitlaüfer de los nazis, un gendarme en el régimen de Vichy, y, tirar de ese hilo, con sus grietas y sus lagunas, hasta la generación de mis padres, hasta mí, la hija de Europa, una niña que no ha conocido ninguna guerra.
Cruzarlo con otro hilo, el de la Historia, la grande, repetir con la cabeza fría, los hechos históricos que algunos quieren hacer olvidar: el suicidio de la civilización europea y su consecuencia, esa superación milagrosa del ser humano sobre sus demonios, de la paz sobre la guerra, de la democracia sobre la dictadura.
Tejer los dos hilos juntos, dar amplitud al relato familiar sometíendolo al juicio de la Historia, a la sabiduría de los historiadores, esos detectores de mentiras y de mitos. Ofrecer a cambio un alma a la ciencia, la carne y la sangre de una memoria familiar, la impresión de la condición humana.
Quiero comprender lo que era para saber lo que es, devolver a Europa sus raíces, que los amnésios intentan arrancarle.
Los amnésicos
Géraldine Schwarz
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