Ser padres por encima de todo. Cuando los deseos de unos pocos se imponen a los derechos humanos de muchas mujeres y sus bebés.
La industria de la explotación reproductiva mueve alrededor de 6.000 millones de dólares al año en todo el mundo. Un negocio muy lucrativo que vulnera los derechos humanos de más de 20.000 mujeres en situación de extrema vulnerabilidad. Hablamos con Nuria Coronado Sopeña, periodista y escritora, acerca de la realidad de los vientres de alquiler y las ‘granjas de bebés‘ en Ucrania, donde la explotación reproductiva low cost campa a sus anchas. Prácticas demenciales de una industria cruel y deshumanizada que se siguen produciendo a diario con total impunidad.
Allá por el mes de mayo, en pleno confinamiento, siete parejas españolas regresaron a España procedentes de Kiev. Estas parejas habían recurrido a vientres de alquiler en Ucrania. Pudieron regresar gracias a un procedimiento extraordinario abierto por el gobierno ucraniano debido, según declararon, a la situación excepcional provocada por el coronavirus. La periodista Nuria Coronado Sopeña se hacía eco de la noticia en el diario Público.
En este mismo artículo, Berta O. García, consejera de Administración de la Coalición Internacional por la Abolición de los Vientres de Alquiler (CIAMS), afirmaba: “los bebés están almacenados en stock por empresas sin autorización legal de tutela de menores sin que pase nada. Las empresas de vientres de alquiler exponen, sin esconderse, que tienen a los bebés en su poder en hoteles, en casas particulares. Son bebés nacidos durante el confinamiento y cierre de fronteras por la Covid-19, que están sin inscribir en el registro civil y son apátridas».
De esta forma, la Covid-19 devolvió a la actualidad la realidad de la explotación reproductiva y los vientres de alquiler en Ucrania, país en el que el 33,9 % de la población sobrevive bajo el umbral de la pobreza. Pobreza que afecta especialmente a las mujeres, las más perjudicadas por las altas tasas de desempleo y la explotación laboral.
Y otra explotación, en este caso la reproductiva, se convierte, en muchos casos, en la única solución para estas mujeres. Una realidad sangrante que supera a ficciones televisivas como El cuento de la criada. Más de 20.000 mujeres se ven abocadas a alquilar sus úteros a cambio de dinero para satisfacer los deseos de aquellos que quieren ser padres por encima de todo (y de todos).
Úteros low cost en Ucrania. La vergüenza de las ‘granjas de bebés’
Muchos rostros conocidos de la pequeña pantalla y estrellas de talla internacional han recurrido a los vientres de alquiler. Todo ello envuelto de una campaña de “normalización” que trata de edulcorar y maquillar la explotación reproductiva que sufren las mujeres más vulnerables.
“Estamos ante una situación de proxenetismo reproductivo. Una industria de explotación reproductiva que en Ucrania ha encontrado un mercado low cost. Es una vergüenza absoluta. Los padres y madres que compran bebés en Ucrania y las zonas limítrofes pagan entre 40.000 y 60.000 euros por cada criatura, frente a los 120.000-150.000 dólares que se pagan en Estados Unidos o Canadá por la compra de bebés”, nos explica a periodista Nuria Coronado Sopeña. “De este montante, la madre gestante únicamente recibe alrededor de un 0,5 % (entre 3.000 y 6.000 euros en Ucrania) por “las molestias ocasionadas durante el proceso”.
Imagen de una de las clínicas de vientres de alquiler en Ucrania. |
Los padres y madres compradores tienen el control total sobre la mujer que se embaraza en las clínicas de vientres de alquiler en Ucrania. Se aísla a estas mujeres de su entorno (y de sus anteriores hijos) para que vivan en las clínicas de vientres de alquiler. Los padres compradores pueden decidir qué comen, qué actividades pueden realizar y cuáles no y si pueden mantener relaciones sexuales o no durante el embarazo, hasta el punto de que, en el caso de embarazos múltiples, malformaciones en el feto, problemas de desarrollo o discapacidades, pueden decidir el aborto de las criaturas que no deseen. Ni siquiera en esos casos de rechazo, las madres gestantes pueden hacerse cargo de la criatura.
“Las mujeres que pasan por este proceso son muy vulnerables, lo hacen por necesidad económica. El perfil mayoritario responde al de una mujer de entre 25 y 35 años que ya ha sido madre anteriormente. Más del 40 % de ellas están en desempleo y sobreviven a base de bajos subsidios sociales”, nos cuenta Nuria Coronado.
¿Te parece ciencia ficción sacada de la cabeza de Huxley? Pues no lo es“Las madres gestantes son sometidas a técnicas de desprogramación para que, desde el inicio del proceso, piensen que ellas son únicamente los objetos, ‘los hornos’ donde residen esas criaturas, pero que no son sus madres”, nos cuenta la periodista. Las clínicas de vientres de alquiler someten a las madres a una terapia psicológica para tratar de suprimir el vínculo con el feto. Bajo adiestramiento, se convierten así en portadoras de una “mercancía” que deben asegurarse de entregar en perfecto estado. No hay estadísticas al respecto sobre depresiones postparto u otro tipo de afecciones psicológicas tras este proceso, pero es lógico pensar en el impacto negativo sobre la salud de estas mujeres.
Las parejas españolas que buscan ser padres a través de los vientres de alquiler encuentran en Ucrania un mercado barato. Cada año llegan a España alrededor de 900 bebés procedentes de la mal llamada gestación subrogada internacional. “Gestación o maternidad subrogada” que esconde en realidad la explotación reproductiva en masa de miles de mujeres fuera de nuestras fronteras.
Según el Gobierno de España -datos de 2017-, entre 2010 y 2016 el registro civil de los consulados españoles inscribió a 979 niños y niñas nacidos en el extranjero a través de esta fórmula. En España, estas prácticas están prohibidas, pero se recurre a subterfugios legales para que estos bebés puedan ser “adoptados” por los padres compradores.
Estas cifras sirven, según la plataforma Stop Vientres de Alquiler, para justificar “la demanda social” por parte de formaciones políticas como Ciudadanos que se valen de estos datos para justificar su propuesta legislativa de “gestación subrogada”. Sin embargo, si tenemos en cuenta que entre 2010 y 2016 nacieron en España, según el INE, 3.097.405 bebés, la cifra de 979 niñas y niños nacidos de vientres de alquiler se reduce al 0,03 %, por lo que la “demanda social” de la que se habla no es tal.
Niñas y niños a la carta, por catálogo, gestados en ‘granjas de bebés’ que son comprados por padres y madres que anteponen sus deseos a los derechos humanos. Madres vulnerables que alquilan sus vientres por total necesidad, frente a quienes se aprovechan de esa vulnerabilidad para cumplir sus deseos a golpe de cartera.
La lucha pasa ahora por visibilizar esta barbaridad y luchar por un planteamiento internacional para la prohibición de los vientres de alquiler.
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