viernes, 31 de julio de 2020

“No somos esclavas”. Huelgas de trabajadoras en las maquilas globales


<p>Protesta de las trabajadoras de la fábrica Rui Ning en Myanmar.</p>

Protesta de las trabajadoras de la fábrica Rui Ning en Myanmar. @cleanclothes


Las mujeres protagonizan la lucha obrera desde la península indochina a Ciudad Juárez. Largas jornadas laborales, bajos salarios y escasa mecanización. El verdadero secreto detrás de los grandes emporios de la moda

Desde los suburbios empobrecidos de la península indochina hasta las barriadas obreras de Ciudad Juárez, capital del feminicidio y la maquila mundial, ¿qué experiencias comunes unen las vidas de las trabajadoras precarias a un lado y otro del mundo? ¿Qué rebeliones y resistencias dan forma a una nueva clase obrera global, feminizada y racializada, que produce para grandes emporios capitalistas?

La historia de Soy Sros me pareció tan increíble que necesité leerla varias veces y tuve que comprobar la información en distintas fuentes. La joven camboyana trabaja en la fábrica Superl, que confecciona carteras de lujo para marcas como Michael Kors, Jimmy Choo o Versace. El 31 de marzo, al conocerse el despido de un centenar de trabajadoras, Soy Sros cogió su teléfono y publicó el siguiente mensaje en Facebook: “Superl está incumpliendo las instrucciones de Hun Sen, el primer ministro del Gobierno camboyano. Ha rescindido los contratos de las trabajadoras de la fábrica, incluyendo una trabajadora embarazada, alegando la falta de materia prima debido a la covid-19”. El revuelo generado obligó a la empresa a dar marcha atrás con los despidos el mismo 1 de abril y a continuación Soy Sros borró el post de sus redes sociales. Pero la cosa no terminó allí. Dos días después, la trabajadora fue detenida por la policía, acusada por la empresa de “incitar disturbios sociales”, “difamar” y “difundir fake news”. Estuvo 55 días en una celda de 10x20 metros, hacinada con otras 70 prisioneras, sin condiciones de higiene, en medio de la pandemia. Eran tantas mujeres amontonadas allí, que no podían recostarse al mismo tiempo para descansar, debían hacerlo por turnos. Soy Sros tuvo febrícula varias veces, pero no recibió asistencia sanitaria. Dice que la ayudaron otras presas, que compartieron medicinas con ella.

Madre soltera de dos hijos, Soy Sros es referente del Sindicato Colectivo del Movimiento de Trabajadores (CUMW) de Camboya e intenta organizar a sus compañeras contra un sistema laboral basado en la precariedad y los abusos patronales. Superl Leatherware Manufacturing es un emporio textil creado en 2012, que emplea a 18.000 trabajadores y trabajadoras en sus plantas de China, Filipinas y Camboya, para la exportación a Europa y Estados Unidos. A unos metros de la Gran Vía de Madrid, en una tienda de Michael Kors, se puede comprar un pequeño bolso de piel con logotipo de la marca y tiras decorativas por 365 euros. Es más que lo que cobran mensualmente las compañeras de Soy Sros. 

Se calcula que hay entre 40 y 60 millones de trabajadoras y trabajadores en la industria textil de exportación a nivel global. Son empresas especializadas en subcontratar grandes talleres con mano de obra barata en países pobres que fabrican ropa para marcas conocidas. La mayoría de las ocupadas en la industria textil son mujeres –esto es algo que se mantiene desde los orígenes del capitalismo–, y, en muchos casos, son ellas la principal fuente de ingresos en sus hogares. Largas jornadas laborales, bajos salarios y escasa mecanización; es la despiadada extracción de plusvalía absoluta, el verdadero secreto detrás de los grandes emporios de la moda. 

La pandemia hizo colapsar en pocos días las cadenas internacionales de suministros, descargando la crisis con especial virulencia sobre las trabajadoras del sur global. De un lado, el freno de las exportaciones chinas impidió la llegada de materias primas a numerosos países. A su vez, grandes marcas europeas y norteamericanas suspendieron las órdenes de compra, dejando muy tocadas a las empresas proveedoras, cuando no al borde de la quiebra. Como resultado, cientos de miles de trabajadoras fueron despedidas o perdieron sus jornales en las maquilas de Bangladesh, Vietnam, Camboya, México o Centroamérica. 

“No somos esclavas”

En medio de esta catástrofe, se está desarrollando una dura lucha de clases: las empresas aprovechan la excusa de la covid para barrer las nuevas organizaciones sindicales, y las trabajadoras están respondiendo con huelgas, concentraciones y protestas

En mayo, 300 trabajadoras de la fábrica Rui-Ning de Myanmar fueron despedidas, poco después de haber registrado un sindicato. Un caso similar se vivió en la fábrica Huabo Times, donde 100 trabajadoras y trabajadores fueron enviados a la calle después de formar una organización sindical. Estas fábricas birmanas producen ropa para marcas como Zara y Primark. Las trabajadoras escribieron una carta al dueño de Inditex, exigiendo la readmisión y denunciando las condiciones laborales: “Cuando comenzó la pandemia, muchos trabajadores como nosotros continuaron fabricando su ropa, incluso cuando la dirección de la fábrica inicialmente no nos concedió medidas de seguridad como mascarillas y distanciamiento social para protegernos a nosotros y a nuestras familias de la covid-19. Ahora, la dirección ha aprovechado la crisis mundial como una oportunidad para destruir nuestros sindicatos, despidiendo masivamente a los afiliados”.

Amancio Ortega acumula una fortuna personal de 62 mil millones de euros y se encuentra en el podio de los 10 hombres más ricos del mundo. Pero poco se dice acerca de las bases de su fortuna, ese trabajo en condiciones semi esclavas. La buena noticia es que, después de varias semanas de concentrarse en las puertas de la fábrica y apoyadas por una campaña internacional de solidaridad, las trabajadoras de Rui-Ning lograron que las reincorporaran a sus puestos de trabajo.

En otra fábrica, que confecciona bolsos para los ordenadores Dell, las trabajadoras mantuvieron un piquete de huelga durante varios días. En sus redes sociales, compartieron un mensaje muy claro: “Nosotras hacemos vuestros bolsos en Myanmar. Hemos tratado de organizar un sindicato para pedir protección ante la covid-19 y hemos sido inmediatamente despedidas. No somos esclavas”.

Andrew Tillett-Saks es organizador sindical y vive en Myanmar. Conversamos sobre este proceso, tras intercambiar algunas opiniones en las redes sociales. Para él estas protestas han empezado a lograr algunos frutos: “Las trabajadoras de la fábrica de Rui-Ning ganaron la reincorporación y derrotaron al consorcio patronal con dos armas: acciones directas del sindicato dentro de la fábrica, y la solidaridad de otras organizaciones de trabajadores a nivel internacional”. El internacionalismo en este caso es algo muy concreto: “Dado que la producción y los mercados capitalistas son tan globales ahora, los trabajadores y sus luchas deben serlo también si quieren tener alguna oportunidad. En la industria de la confección, por ejemplo, los trabajadores producen en un país, el propietario de la fábrica suele tener su sede en un segundo país, y las marcas y los consumidores suelen tener su sede en un tercer país. Sin solidaridad y coordinación internacional se hace muy difícil ganar las luchas de los trabajadores”. 

Los nudos que enlazan patriarcado, racismo y explotación laboral son el entramado del modelo capitalista en la industria maquiladora. “El capital utiliza el racismo tanto para facilitar la sobreexplotación de ciertos segmentos de la clase trabajadora, como políticamente para dividir a los trabajadores entre sí, y vemos ambas cosas en la industria de la confección”, asegura Tillett-Saks. 

Lo novedoso es que todo indica que estamos ante una importante ola de conflictividad laboral, protagonizada por miles de trabajadoras en condiciones muy duras. Luchas que nos recuerdan a aquellas de principios del siglo XX, cuando las obreras organizaban huelgas salvajes en los centros del capitalismo mundial. Desde el terreno, Tillett-Saks nos confirma esta intuición:

“En los últimos dos años, el sector manufacturero de Myanmar ha experimentado una enorme oleada de huelgas. Casi el 90% de las trabajadoras son mujeres jóvenes, de entre 18 y 25 años, y casi todas las huelgas son autoorganizadas por las trabajadoras. A menudo son trabajadoras no sindicalizadas que se declaran en huelga por cientos de miles, y forman sindicatos mientras están en huelga. Se concentran en gran medida en la industria de la confección, pero también en otras manufacturas ligeras. En Myanmar, cada semana durante los últimos dos años, hubo nuevas y grandes huelgas. La prensa apenas lo cubre, pero es una lucha enorme que francamente empequeñece las luchas sindicales que están lanzando los sindicatos en cualquier otro país que yo haya visto. Las mujeres, por supuesto, siempre han trabajado y siempre han participado en la organización de sindicatos, pero las jóvenes que encabezan esta oleada de huelgas demuestran que las trabajadoras serán fundamentales para dirigir la lucha del siglo XXI por un movimiento obrero más fuerte y un mundo mejor”.

Paraíso capitalista, infierno de precarización laboral

Más de 15.000 kilómetros separan la capital birmana de Ciudad de Juárez, México, en el desierto de Chihuahua. Pero la experiencia vital de una trabajadora de las maquilas, a un lado y otro del mundo, se encuentra mucho más próxima. 

“Paraíso capitalista, infierno de precarización laboral, emergente protesta obrera”. Así describe Pablo Oprinari, sociólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México, la situación de la industria maquiladora en este país en medio de la pandemia. El control estatal de las fronteras, abiertas para la circulación de materias primas y mercancías, pero cerradas para las personas, permite a las multinacionales aprovechar las desiguales condiciones a un lado y otro del muro, utilizando una mano de obra cada vez más feminizada y racializada. En las últimas décadas, industrias norteamericanas se han deslocalizado al otro lado de la frontera, creando nuevas ciudadelas obreras en medio del desierto, un desarrollo combinado de tecnología avanzada y mano de obra sobreexplotada.

En el pico de la pandemia, entre el 60% y el 80% de la industria maquiladora mexicana se mantuvo produciendo, sin tomar medidas de protección para las trabajadoras y trabajadores. El norte de México se transformó así en un foco del virus, tal como había ocurrido en el norte industrial italiano. En este contexto, en el mes de abril se multiplicaron las huelgas en la maquila, con la consigna: “¡Queremos vivir!”.

Por vía telefónica, conversamos con Yessica Tzunalli Morales, quien responde nuestras preguntas desde Ciudad Juárez. Ella tiene 27 años y trabajó un tiempo en la maquila, forma parte del colectivo de mujeres Pan y Rosas. 

“Los trabajadores y las trabajadoras se empezaron a contagiar de covid dentro de las fábricas. Por eso hubo protestas, “paros locos” [huelgas salvajes], porque querían que las mandaran a cuarentena. Hay un video muy famoso de una obrera que dice que ella no quiere contagiar a su hija, que es un bebé. Entonces, las mujeres fueron las que más pelearon para que la industria parara y las primeras en salir a manifestarse a decir: ‘¡Respeta mi vida!’”. 

Como en otras partes del mundo, las grandes empresas maquiladoras se basan en una mano de obra muy feminizada: “Hay más de 350.000 obreras y obreros laborando en la maquila, y la mayoría son mujeres. Y de esas mujeres, muchas, la mayoría, son madres solteras. Hay una desigualdad social muy profunda, que la pandemia vino a develar aún más. Estas mujeres también cargan con el trabajo doméstico”. Ahora, con la “nueva normalidad”, muchas empresas han reorganizado los horarios: “Todo el día haciendo trabajos repetitivos, producción, producción. Doce horas dentro de la fábrica, con sueldos raquíticos. Es una explotación muy tremenda”, explica.

La maquila destroza los cuerpos. En Ciudad Juárez los cuerpos de las mujeres envejecen más rápido, hay cuerpos doloridos, cuerpos que desaparecen y cuerpos de mujeres asesinadas. Yessica Tzunalli Morales y otras activistas de Ciudad Juárez lo vienen denunciando: “Durante la pandemia el feminicidio no ha parado. Las trabajadoras salen de sus casas a las 4 de la mañana para tomar el camión de transporte de personal, pero estos no entran a las colonias, y en muchas ocasiones las obreras tienen que caminar largas distancias, atravesar parques a oscuras, solas. En ese tramo que ellas caminan, se han cometido feminicidios y han desaparecido mujeres. Por eso nosotras sostenemos que la industria maquiladora en Ciudad Juárez es caldo de cultivo para el feminicidio, por estas condiciones estructurales”.

La maquila devora cuerpos de mujeres, pero también genera nuevas olas de protestas y resistencia. “¡No somos esclavas!”, “¡Queremos vivir!”, son los gritos de insubordinación de una nueva clase obrera global, cuya mitad son mujeres. Ellas retoman los hilos rojos y morados de quienes mucho antes ya lucharon. 

En 1912, las trabajadoras textiles de Lawrence, en Estados Unidos, protagonizaron la huelga de “pan y rosas”. La mayoría no estaba sindicalizada, pero comenzaron a hacerlo, apoyadas por la IWW (Trabajadores Industriales del Mundo). Miles de mujeres pararon las fábricas contra las condiciones laborales de superexplotación, largas jornadas y bajos salarios, sabiendo que podían caer presas. Crearon un comité de huelga donde se hablaba 25 idiomas, incorporando a las trabajadoras inmigrantes. Las huelguistas también organizaron de forma colectiva los cuidados, con comedores sociales, guarderías y enviando a sus hijos a otras ciudades, donde serían acogidos temporalmente por familias obreras. Después de dos meses de piquetes, enfrentamientos con la policía y enormes muestras de solidaridad (por ejemplo, los estudiantes de Harvard organizaron cajas de resistencia), la huelga logró su objetivo. Se redujo la jornada laboral y se consiguió un aumento de salario. 

Desde entonces, el poema de James Oppenheim se identificó con la lucha de aquellas mujeres. Hoy lo seguimos cantando: 

Mientras vamos marchando, marchando, gran cantidad de mujeres muertas / van gritando a través de nuestro canto su antiguo reclamo de pan; / sus espíritus fatigados no conocieron el pequeño arte y el amor y la belleza / ¡Sí, es por el pan que peleamos, pero también peleamos por rosas!

Mientras vamos marchando, marchando, a través del hermoso día/ un millón de cocinas oscuras y miles de grises hilanderías / son tocados por un radiante sol que asoma repentinamente / ya que el pueblo nos oye cantar: Pan y rosas! ¡Pan y rosas!

#Perseverance

El rover #Perseverance va camino de #Marte con el pequeño helicóptero #Ingenuity en sus entrañas. Permitidme destacar esta pequeña placa que se añadió a última hora como homenaje al personal sanitario de todo el mundo por su lucha incansable contra el #COVID19



El absurdo viaje de 20.000 kilómetros de una pera para llegar a tu mesa


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“¿Qué culpa tiene el tomate, que está tranquilo en la mata y viene un hijo de puta y lo mete en una lata y lo manda pa’ Caracas?”, Quilapayun.

Esta pera en almíbar se vende en Estados Unidos por poco más de un dólar, un precio realmente ridículo si tenemos en cuenta el trayecto que ha tenido que hacer la pera en cuestión, tal y como revela el envase: “Cultivada en Argentina y envasada en Tailandia”. Es decir, la pera en cuestión ha viajado más de 20.000 kilómetros entre América, Asia y de nuevo América (del Norte) para llegar a las estanterías de Wallmart o de Starbucks, una singladura que sólo es económicamente factible gracias al bajo precio del petróleo y a las economías de escala que propician los enormes barcos de mercancías.

La huella ecológica de la agricultura es sensiblemente menor que la de la producción de carne, pero esa diferencia queda “compensada” con el enorme input energético que supone transportar los alimentos estas enormes distancias.

Según explica el Grupo de Estudios Gesur en su página de Facebook:

«

Seguir pensando que deben aplicarse a rajatabla nos deja esto

Y todo el impacto lo recibe el Sur Global para que se venda en los bonitos aparadores de los Starbucks del Norte Global».

miércoles, 29 de julio de 2020

"El mundo está tratando los síntomas de la pandemia de covid-19, pero no las causas"

Delia Grace
"A menos que veamos cuáles son las fuentes de esta crisis vamos a tener más pandemias". ILRI
 Imagina que te enfermas una y otra vez. En cada ocasión vas al hospital, pero solo alivian un poco tu malestar. Nadie pregunta por el origen de tu enfermedad.

Algo similar ocurre con la actual pandemia según la profesora Delia Grace, quien investiga hace tres décadas las llamadas "zoonosis", las enfermedades humanas que tienen origen en animales.
Grace es la autora principal de un nuevo informe de Naciones Unidas titulado: "Previniendo la próxima pandemia: las zoonosis y cómo romper la cadena de transmisión".

La epidemióloga y veterinaria es profesora del Instituto de Recursos Naturales de la Universidad de Greenwich en Londres, y miembro del Instituto Internacional de Investigaciones Pecuarias, ILRI, con sede en Kenia, que también participó en el estudio.

En BBC Mundo hablamos con Delia Grace sobre qué factores están causando la emergencia de enfermedades, cómo los gobiernos deben aplicar una estrategia clave llamada "Una Salud", y por qué, si no se toman medidas, la próxima pandemia podría ser aún peor que la del covid-19.

¿Por qué asegura que el mundo no está tratando las causas de la pandemia?
Soy veterinaria y me gustan las analogías médicas.

Ha habido una gran respuesta a esta crisis tremenda. Pero ha sido como tener un paciente en el hospital y tratar sus síntomas, la temperatura, lo aparente. Otra respuesta ha sido intentar rehabilitar al paciente para que camine y trabaje otra vez.

Pero si no se mira de dónde viene el problema, tendrás al paciente otra vez en el hospital el mes que viene con los mismos síntomas.

En otras palabras, el mundo se enfocó correctamente en la respuesta médica y en reiniciar la economía, pero a menos que veamos cuáles son las fuentes de esta crisis vamos a tener más pandemias. Ese es el enfoque del nuevo informe de ONU Medio Ambiente y el ILRI.

¿Las zoonosis ya eran un problema creciente antes de la actual pandemia?
Sí. He trabajado en zoonosis durante 30 años, así que parte de mi apreciación viene de mi experiencia. Pero también hemos hecho estudios.
Uno de los más citados lo hice con Kate Jones, de University College London.

Ella buscó casos de enfermedades infecciosas emergentes en humanos desde 1934 a inicios de los 2000. Y luego juntas cubrimos otra década más, y la tendencia es clara.

Es imposible negar que en el último siglo han surgido cada vez más y más enfermedades infecciosas.

¿Puede darnos algunos ejemplos?
El 75% de esas enfermedades tuvieron como fuente animales salvajes. Pero algo muy importante que hay que destacar es que muchas de esas enfermedades llegaron a los humanos usando como "puentes" animales domésticos, especialmente pollos, cerdos y otros tipos de ganado.

Hay muchos más animales domésticos en el planeta que animales salvajes, y no es sorprendente que algunas de las enfermedades de más impacto los hayan usado como puentes.
Algunos ejemplos son la enfermedad de la vaca loca, la influenza aviar, el VIH SIDA, y la gripe española, que se originó probablemente en aves y usó como puente pollos y cerdos y mató más gente que la Primera Guerra Mundial.

También hay enfermedades que no son emergentes, sino que se conocen hace tiempo como la brucelosis, que tienen un gran impacto sobre todo en las poblaciones más pobres.

Pasemos a las causas de la actual pandemia, a los factores que el informe llama "propulsores de enfermedad" o disease drivers. ¿Por qué se destaca especialmente al aumento en la demanda de proteína animal y la ganadería intensiva no sostenible?
Lo que está impulsando la emergencia de enfermedades es el comportamiento humano.
Y uno de los factores más importantes es la demanda de proteína de origen animal, sea carne vacuna, huevos, peces, pollos.

Esto está llevando a un aumento de la ganadería de escala industrial, porque las pequeñas granjas familiares con animales que crecen al aire libre no pueden responder a esta demanda.

En muchos de estos establecimientos los animales están hacinados, los seleccionan para que crezcan lo más rápido posible y son todos del mismo tipo genético.

Cerdos
"Estamos creando un hervidero de problemas, con animales hacinados y estresados. Y cuando los animales están estresados su sistema inmunológico se debilita". Getty Images
 En Irlanda, donde yo crecí, solías ver en el campo decenas de razas diferentes de ovejas y de cerdos. Pero ahora la industria está dominada por unos pocos tipos genéticos similares.

Estamos creando un hervidero de problemas, con animales hacinados y estresados. Y cuando los animales están estresados su sistema inmunológico se debilita.

Por otra parte, en muchos países las medidas de bioseguridad no son buenas y esos pollos o cerdos entran en contacto con animales como ratas o incluso personas enfermas.

Si hay un derrame de patógenos a humanos, el llamado spillover, puede crearse un problema alrededor del mundo.

Eso en cuanto a la ganadería. ¿Pero cuán grave es el problema del consumo de animales salvajes?
Es aún más arriesgado. Lo que estamos viendo es una enorme presión en los ecosistemas, impulsada por el aumento en la población, con un enorme incremento de industrias extractivas en sitios como la Amazonía y África Central.

Y para sacar la madera y los minerales se construyen carreteras y caminos.

En el pasado, si había un derrame de algún patógeno animal a humanos tal vez moría el cazador que había comido un animal salvaje, y alguien en su familia, y se acababa allí la enfermedad.

Pero ahora con carreteras hay más movimiento, más contacto, y más salida de animales silvestres para satisfacer la demanda de minorías élites en ciudades de África y Asia que pagan por estos animales exóticos porque los ven como símbolo de estatus o creen que comerlos mejora el vigor o la salud.

¿Qué medidas pueden tomarse ante el aumento en la demanda de proteína animal?
Es un problema complejo.

Algunas personas comen demasiada carne, más de 100k por año, algo que no es bueno ni para su salud ni para el medio ambiente. En este caso puede haber incentivos para una dieta más balanceada.
Pero muchas de las cerca de 4.000 millones de personas que viven en países de ingreso mediano bajo comen demasiada poca carne. Sabemos que el 30% de los niños allí tiene problemas de crecimiento y la proteína animal es rica en micronutrientes.
Así que algunos grupos deberían consumir más proteína animal, la cuestión es de qué origen, carne vacuna, huevos, o peces, o insectos.

Siempre hay un tema de contrapartidas o tradeoffs.

Por ejemplo, si la gente deja de comer carne vacuna, pero come más pollos, esto también puede ser un problema.

Uno de los mayores problemas en el planeta en este momento en términos de sanidad animal son los pollos criados específicamente para producción de carne.

Cerca del 30% viven una vida de un dolor agonizante, porque los hacen crecer tan rápido que tienen lesiones en las piernas y patas, y están tan hacinados que hay una oportunidad mucho mayor de emergencia de enfermedades.

Debemos mirar al mismo tiempo todo lo que importa, bienestar animal, nutrición, sostenibilidad, gases de invernadero.

Otro de los propulsores de enfermedad que menciona el informe es el cambio climático. ¿Qué papel juega?
El cambio climático no está tan asociado a la emergencia de enfermedades sino a su expansión.
Cuando hablamos de enfermedades emergentes no necesariamente hablamos de enfermedades nuevas, puede tratarse de enfermedades que cambian su patrón geográfico de distribución.
El zika, por ejemplo, probablemente existió durante siglos en animales en Uganda. Pero luego emergió y se esparció por el mundo.

Algunas enfermedades se transmiten por vectores como mosquitos, y su supervivencia está vinculada al clima.

Si no hay heladas esos insectos no mueren durante el invierno. Y áreas que antes eran secas pero ahora son más húmedas porque llueve más van a ser territorios de expansión para esos vectores.

Una de las recomendaciones del informe es implementar el principio "Una Salud" (One Health), y por ejemplo en Uruguay se acaba de inaugurar con ese enfoque el Centro de Innovación Epidemiológica o CIVI. ¿Qué significa "Una Salud" en esencia?
Que expertos de los diferentes sectores, es decir, de la salud humana, animal y del medio ambiente, trabajen juntos. Esto es importante para tratar las causas en lugar de los síntomas.

¿Puede darnos algunos ejemplos de cómo poner Una Salud en práctica?
Un ejemplo es el caso de la rabia, una de las zoonosis más serias, que mata cerca de 70.000 personas por día en el mundo.

En lugar de tratar a una persona mordida por un perro es más efectivo y barato vacunar a los perros.
La gripe aviar es otro ejemplo. El mundo despertó a esta epidemia cuando comenzó a morir gente, pero hacía meses que había muertes de aves. Solo que en muchos países no se había comunicado esto a las autoridades de la salud humana.

"Una Salud" también significa compartir instalaciones. Durante la actual pandemia, en Kenia, donde yo trabajo, no existía la capacidad de hacer tests de covid-19 a gran escala. Por ello en Kenia, al igual que en Noruega y otros países, laboratorios veterinarios abrieron sus puertas para realizar esos tests.
Porque cuando analizas ADN en una máquina no importa si es animal o humano.

El informe dice que el monitoreo de indicadores ambientales es otro ejemplo de Una Salud. ¿Qué significa esto?
Tomemos como ejemplo una enfermedad llamada fiebre del valle del Rift.
Vemos que es producto de toda una secuencia.

Primero tienes el fenómeno de El Niño en Sudamérica que acaba afectando las corrientes oceánicas en la costa de África, causando más lluvias. Esas lluvias causan inundaciones que llevan a un aumento de mosquitos que infectan con la fiebre a las ovejas, y de las ovejas la enfermedad pasa a las personas.

Podemos determinar cuánto debe llover para que aumenten considerablemente los mosquitos, y de acuerdo a esos indicadores establecer categorías de riesgo para dar alertas.

Así que los entomólogos que estudian insectos, los científicos del clima, los veterinarios y los expertos en salud humana deben trabajar juntos.

El concepto Una Salud es novedoso para muchos de nosotros. ¿Cuándo surgió?
La idea de Una Salud tiene una larga historia. Algunos la vinculan a un epidemiólogo estadounidense, Calvin Schwabe, que habló hace más de medio siglo de "Una Medicina", aunque incluía solo la salud humana y animal, no el medio ambiente.

La idea se extendió sobre todo durante la gripe aviar y la epidemia de SARS (2002-2004) en el Sureste Asiático. Y se formalizó en el llamado Acuerdo Tripartito que firmaron la Organización Mundial de la Salud, la Organización Mundial de Sanidad Animal y la FAO, para cooperar en el contexto de Una Salud.

Pero quiero mencionar que Una Salud tiene un campo que es pariente cercano y surgió en Sudamérica.
Me refiero a una idea llama Ecosalud, que comenzó en el contexto de la explotación de la Amazonía, y que abarca también las zoonosis y la degradación ambiental.

La Ecosalud ya se investigaba en los 90, aunque no era muy conocida fuera de Latinoamérica.
En realidad deberíamos hablar de Una Salud/Ecosalud. Es básicamente lo mismo.

El ecólogo Thomas Gillespie comentó tras leer el informe que si no se atacan las causas de las pandemias, vendrán otras mucho más graves que la del covid-19. ¿Usted está de acuerdo?
Sí. Estamos jugando a los dados y con muchas combinaciones posibles.

La epidemia del SARS mató a cerca de un 30% de las personas infectadas, pero no se transmitía facilmente. El covid se esparce fácilmente pero no es tan letal en comparación.
Las mismas variaciones ocurren con las influenzas, pero de pronto apareció una como la gripe española que no sólo se transmitía con facilidad sino que mató mucha gente.

Si miras al pasado, la viruela solía matar al 30% de la población cada año, la gripe española mató tal vez hasta 100 millones de personas, las estimaciones varían.

Sucedió antes y puede volver a suceder.
 
¿Estamos ahora mejor preparados?
Nos gusta pensar que podemos dominar estos virus con tratamientos, pero hallarlos lleva tiempo.
Piensa que en el caso de virus como el VIH o la malaria, los científicos han estado buscando soluciones durante medio siglo, pero aún no han logrado vacunas efectivas.

Así que no debemos asumir en forma automática que cuando venga un problema aún mayor, la superpandemia, podremos controlarla a tiempo.

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-53435056

martes, 28 de julio de 2020

A los Borbones los echamos, pero siempre vuelven, vivos o muertos

Imagen
Una esquina cualquiera. Vía
@TomasGalvanM
En la historia familiar de los Borbones se ha visto de todo. Felipe V, el primero, llegó en la vuelta de esquina del siglo XVIII tras la Guerra de Sucesión, una guerra privada entre pretendientes, Felipe, duque de Anjou, frente al archiduque Carlos de Austria, en la que el pueblo, los súbditos, contaban poco.

A los Borbones los echamos pero siempre vuelven. Ciertamente unos vivos como Alfonso XII y otros muertos como Alfonso XIII. El rey Juan Carlos recorrió el camino inverso de su abuelo, Alfonso XIII, que pasó del Palacio Real al exilio. Juan Carlos volvió del exilio y a punto está de volver a él.

En el plano familiar quizás la historia destaque el hecho de que Felipe VI renunciara a los dineros espurios donación de su padre, que suspendiera a éste de empleo y sueldo y que esté a punto de desahuciarle del palacio donde oficialmente todavía reside Juan Carlos I, primero y quizás último.

No faltan antecedentes. La historia recoge hechos embarazosos como los que protagonizaron Carlos IV y Fernando VII dándose sendos autogolpes, abdicándose mutuamente bajo la presión de Napoleón. Y recoge la traición de Fernando a la Constitución liberal de 1812, “la Pepa”, restableciendo el gobierno absoluto. Al final de sus días, asesta un golpe de Estado sucesorio a favor de su hija Isabel y contra su hermano Carlos, lo que generaría una guerra fratricida que marcaría la historia decimonónica y que prolongaría sus efectos hasta la sublevación de Franco y, bien mirado, hasta la mismísima ETA.

Afortunadamente, gracias a aquel golpe dinástico, un matrimonio de conveniencias de la Corona con los liberales, España marchó por la senda constitucional cien años, hasta Franco, con la excepción del golpe de Alfonso XIII apoyando la dictadura de Primo de Rivera, como luego apoyaría la de Franco.

O en nuestra historia reciente cuando Juan Carlos le birlara la Corona a su padre, Don Juan, heredero de la Corona según las leyes dinásticas, ante el ultimátum de Franco. Bendita traición, por cierto.

Atropellos institucionales

Ha habido Borbones destronados como Isabel II y Borbones que regresaron por medio de un golpe militar, como Alfonso XII a lomos de los caballos del general Pavía. Ciertamente el joven monarca fue recibido con entusiasmo desbordante por la multitud. Encantado Don Alfonso por las constantes aclamaciones se dirigió a uno de los que le vitoreaban para agradecerle su entusiasmo. El aclamador le aclaró perfectamente las ideas: “Majestad, esto no es nada comparado con el entusiasmo con que echamos de España al putón de su augusta madre”.

Alfonso XIII tuvo que huir de España desplazado por una ola de entusiasmo general republicano, quien regresó al país, muerto. Juan Carlos I hizo el camino a la inversa, regresando desde el exilio en Estoril.

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Abdicación de Alfonso XIII (14 de Abril de 1931)
 No hubo un solo monarca desde Fernando VII que no se valiera de un atropello constitucional. Con estos antecedentes apoyarse en los derechos de la dinastía histórica como hizo Juan Carlos es una broma que sólo puede aceptarse como expresión de cariñoso agradecimiento de los constituyentes a quien había sido el motor del cambio, o para decirlo con las palabras de Carrillo en conversaciones con quien escribe estas líneas como “el verdadero jefe del partido de la reforma”.

Juancarlistas, que no monárquicos

Este no es país de monárquicos. Nos hicimos juancarlistas para asegurar una transición pacifica desde el franquismo y ahora se nos hunde Juan Carlos. Dura tarea la de Felipe para mantener la institución. Si la Monarquía se desploma se deberá a sus propios deméritos.

Instaurada, restaurada, medio instaurada y medio restaurada, o “reinstaurada” la monarquía española es uno de los pocos casos en que la institución ha vuelto al país después de haber sido despedida por el pueblo en movimiento casi unánime el 14 de abril de 1931. Los Borbones, siempre vuelven a España, vivos o muertos.

 Fuente: https://elsiglodeuropa.es/a-los-borbones-los-echamos-pero-siempre-vuelven-vivos-o-muertos/

sábado, 25 de julio de 2020

El tiempo vivido

Lilas. Manet









Allí el tiempo vivido fue tan vivo
Que siempre a la propia vida sobrevive
Y cada día pienso que regresa
Su esplendor de fruto y de promesa


Sophia de Mello

jueves, 23 de julio de 2020

La Campaña De Las Cuatro Plagas

Un niño con pájaros muertos participante en la campaña contra las cuatro plagas
Un niño con pájaros muertos participante en la campaña contra las cuatro plagas (LV)
... ninguno de los desastres naturales ocasionados por el ser humano debido a su escaso conocimiennto de las relaciones naturales podrá rivalizar nunca con el que provocó Mao Zendong a finales de la década de 1950. Entre 1958 y 1962, el Partido Comunista de China impulsó un movimiento económico y social que se conocería como el Gran Salto Adelante. Se trataba de un gran esfuerzo colectivo que en pocos años debía transformar la China agrícola en una gran potencia idustrial, pero cuyos resultados, lamentablemente, quedaron muy lejos de lo esperado. Las reformas mediante las cuales el partido pretendía operar semejante cambio afectaban a todos los ámbitos de la vida del país lastrado por la altísima incidencia de las enfermedades infecciosas: la peste, el cólera, la viruela, la tuberculosis, la poliomielitis y la malaria eran muy frencuentes, y la mortalidad infantil alcanzaba el 30%.
   La creación de un servicio nacional de salud y una vasta campaña de vacunación contra la peste y la viruela fueron las primeras, y acertadas, medidas destinadas a mejorar la situación. Se crearon numerosas plantas de depuración de aguas y tratamiento de residuos, y, a imitación de lo que años atrás había hecho la Unión Soviética, se formó a profesionales médicos para enviarlos a las zonas rurales del país, donde se convirtieron de facto en administradores sanitarios, formaron a la población en prácticas higiénico-sanitarias elementales y combatieron las enfermedades presentes con los recursos de que disponían. Pero, por supuesto, aquello no era suficiente; había que limitar la difusión de los vectores que propagaban las enfermedades: los mosquitos (responsables de la malaria), los ratones (responsables de la peste) y las moscas debían ser exterminados. A estas tres "plagas" se añadió una cuarta: los gorriones, que al comerse la fruta y el arroz que con tanto esfuerzo se cultivaban en los campos, representaban uno de los más terribles enemigos del pueblo. Los científicos chinos calculaban que cada gorrión consumía 4,5 kilos de grano al año, de suerte que, por cada millón de pájaros muertos, podía ahorrarse comida para 60.000 personas.
   Sobre la base de esta informacióon, nació la campaña de las cuatro plagas, en la que los gorriones eran el primer enemigo que había que abatir. Hoy en día, cualquier actuación sobre el ecosistema tan ambiciosa como para eliminar cuatro especies en un territorio del tamaño de China sería vista como una imprudencia, pero en 1958 a muchos les pareció una idea excelente. Poco después, dio comienzo la campaña, en la que el partido apelaba a la ciudadanía para que combatiera estas cuatro plagas. Se imprimieron millones de carteles en los que se declaraba la necesaria erradicación de aquellos agentes y se mostraba los medios para hacerlo. En lo que respecta a los gorriones, debía ser una lucha sin cuartel y había que servirse de cualquier instrumento disponible. Una de las directrices aconsejaba espantar a los pájaros haciendo ruido, de tal modo que no pudieran posarse en ningún sitio y se vieran obligados a volar hasta desplomarse al suelo extenuados. Ollas, cazuelas, gongs, fusiles, bocinas, cuernos, tambores, cualquier cosa que hiciera ruido servía. Un testigo ruso, Mijail A. Klochko, que trabajaba como asesor en Pekín cuando empezó la gran campaña contra las cuatro plagas, relata lo ocurrido:

   De buena mañana me despertaron los gritos de una mujer. Al correr hacia la ventana, vi a una mujer joven que corría de un lado a otro por el tejado del edificio de al lado, agitando frenéticamente un palo de bambú al que había atado una gran sábana. De improviso, la mujer dejó de gritar, al parecer para recobrar el aliento, pero al cabo de un instante un tambor empezó a sonar al fondo de la calle y la mujer reanudó sus espantosos gritos, agitando de nuevo su peculiar bandera como una posesa. Las cosas siguieron así varios minutos; al cabo, cesó el tamborileo  y la mujer se calló. Entonces advertí que en todos los pisos superiores del hotel había mujeres vestidas de blanco que agitaban sábanas y toallas con la intención de impedir que los gorriones se posasen en el edificio. Este fue el inicio de la campaña contra los gorriones. Durante todo el día se vieron sábanas ondeantes y se oyeron tambores, disparos y gritos, pero en ningún momento vi ni un solo gorrión. No sabría decir si los pobres pájaros habían intuido el mortal peligro en que estaban y, previsoramente, se habían ido a otro lugar más seguro, o si quizá ahí nunca había habido gorriones. El caso es que la batalla prosiguió hasta mediodía sin que ninguna ave fuera abatida. Para ello, el hotel movilizó a toda su plantilla: botones, directores de sala, intérpretes, camareras, etc.

   Aunque a juzgar por el testimonio de Klochko la iniciativa no parece haber sido muy eficaz, los resultados fueron calamitosos. El Gobierno premiaba a los colegios, grupos de trabajo y entes gubernamentales que registraban los mejores resultados en cuanto a número de ejemplares exterminados. Los cálculos del Gobierno chino, muy poco fiables por exagerados, hablaban de 1.500 millones de ratones y mil millones de gorriones muertos. Pese a su desmesura, estas cifras dan fe de una masacre cuyas dramáticas secuelas no tardarían en hecerse sentir. Y es que los gorriones,  por ejemplo no solo se nutren de grano; al contrario, su principal alimento son los insectos. En 1959, Mao, consciente de su error, indultó a los gorriones y los sustituyó por los chinches, pero el daño ya estaba hecho. La ausencia casi total no solo de gorriones (que se reintrodujeron desde la URSS), sino de casi cualquier otra ave, conllevó un aumento exorbitante del número de insectos. La población de langostas creció de forma exponencial y devastó la mayor parte de los cultivo del país. Entre 1959 y 1961, una serie de sucesos desafortunados debidos, en parte, a los desastres naturales y, en parte, a las desatinadas reformas del Gran Salto Adelante-entre las cuales, la idea de exterminar los gorriones fue sin duda una de las peores- provocaron una terrible carestía que se cobró la vida de un número de personas que, si bien nunca ha podido determinarse con certeza, oscila entre los veinte y los cuarenta millones.
   Resulta evidente que jugar con algo cuyos mecanismos no se conocen del todo es peligroso, ya que las consecuancias pueden ser totalmente imprevisibles. La fuerza de las comunidades ecológicas es uno de los motores de la vida en la Tierra. A todos los niveles, tanto microscópicos como macroscópicos, son las comunidades -entendidas como relaciones entre seres vivos- las que permiten la continuidad de la vida.[...]
   La vida ha evolucionado de la mano de las comunidades, y solo podrá seguir existiendo si el ser humano dejar de interferir en ellas...

La Nación de las Plantas
Stefano Mancuso


miércoles, 22 de julio de 2020

“América first significa África en último lugar”

<p>El sociólogo e historiador Mike Davis.</p>
El sociólogo e historiador Mike Davis.
Capitan Swing
Mike Davis (Fontana, 1946) sociólogo, historiador, autor de más de una decena de libros, entre los que se encuentran Planeta de ciudades miseria y Ciudad de Cuarzo. Vive en San Diego, California, a poco más de 100 de kilómetros de la frontera con Tijuana.

Hace tres meses, encargó por internet un libro sobre la gripe aviar que había escrito 15 años atrás y del que había regalado todos los ejemplares. Cree que, de forma inconsciente, no había querido conservar en su biblioteca ese recordatorio del peligro inminente. Pero el monstruo tocó a la puerta, una vez más, y esta vez cobró dimensiones apocalípticas. Mike Davis pasó este tiempo encerrado en su garaje, revisando aquel trabajo y escribiendo los nuevos capítulos que forman parte de Llega el monstruo, el libro que ya se puede encontrar en las librerías españolas, publicado por Capitán Swing. Su lectura nos enfrenta a la irracionalidad de la industria alimentaria global, las políticas criminales de las multinacionales y la amenaza de nuevas plagas provocadas por el capitalismo. Davis responde por escrito a esta entrevista a mediados de julio, cuando Estados Unidos se encuentra todavía en el centro de la tormenta.

Mucho se ha hablado sobre el origen de los coronavirus. ¿Cómo se relaciona con la agricultura industrial y el papel de las multinacionales? ¿Son estas las nuevas plagas del capitalismo?
Sabemos que el virus pandémico, SARS-CoV-2, se originó en los murciélagos, al igual que los SARS originales de 1992-93.  Una cuarta parte de todos los mamíferos son murciélagos –unas 1.500 especies– y albergan una increíble variedad de virus, incluyendo cientos de coronavirus, que tienen el potencial de dar el salto a los seres humanos, ya sea directamente o a través de un animal salvaje que actúa como intermediario. La cadena de transmisión del virus actual no se conoce y, de hecho, puede que nunca se conozca, pero la constante expansión de cultivos y granjas en zonas silvestres de China es probablemente un factor clave, junto con la tradición cultural de consumir murciélagos y animales exóticos. 

En el caso de nuevas gripes –que siguen representando un riesgo inminente–, el crecimiento exponencial de la producción industrial de cerdos y pollos en el suroeste de Asia y en otros lugares ha amplificado enormemente esta amenaza pandémica. Los cerdos, que pueden ser huéspedes de una doble infección de cepas de gripe aviar y humana, son reactores biológicos clave, ya que los segmentos del genoma de dos virus pueden a veces recombinarse para crear híbridos monstruosos. Las industrias avícolas, por su parte, actúan como aceleradores virales para la propagación de estas nuevas cepas.

A nivel mundial, la deforestación es el hachazo que rompe los muros entre la naturaleza salvaje y sus enormes reservas de virus, por un lado, y las ciudades humanas superpobladas por el otro. Un ejemplo citado en mi libro es el caso de la región costera del África occidental, la zona de más rápida urbanización del planeta. Tradicionalmente, las aldeas y ciudades dependían del pescado como la principal fuente de proteínas. Pero a partir de la década de 1980 las flotillas industriales de Europa y Japón extrajeron aproximadamente la mitad del pescado del Golfo de Guinea. Los pescadores locales perdieron sus medios de vida y los precios del pescado se dispararon en los mercados urbanos.

Simultáneamente, las multinacionales madereras estaban abriéndose paso con motosierras a través de los bosques tropicales del Congo, Gabón y Camerún. Para mantener bajos los costes de la mano de obra, contrataron a cazadores para matar animales salvajes, incluyendo primates, para alimentar a las cuadrillas. Esta “carne silvestre” pronto encontró una enorme demanda en las ciudades ávidas de proteínas, especialmente entre las poblaciones de los barrios pobres que vivían en condiciones sanitarias terribles. Esta cadena causal –la expoliación de los recursos pesqueros sostenibles, la tala de bosques que rompió las barreras naturales entre las poblaciones humanas y los virus salvajes, el aumento de la caza de carne de animales silvestres a gran escala para abastecer los mercados urbanos, y el crecimiento exponencial de los barrios pobres urbanos– fue la fórmula maestra para la aparición tanto del VIH como del ébola.

Hace quince años escribió El monstruo llama a nuestra puerta: la amenaza global de la gripe aviar. Desde aquel momento, numerosos estudios advirtieron de la posibilidad de una pandemia. ¿Por qué hemos llegado a este punto casi sin ninguna prevención y sin el desarrollo de la investigación científica adecuada para combatir este tipo de virus?
En realidad, en los últimos veinticinco años ha habido una enorme cantidad de investigaciones y preparación para una pandemia. En cierto sentido todo fue vaticinado, pero algunos países se negaron a prestar atención a las advertencias o, como Estados Unidos bajo Trump, desmantelaron deliberadamente estructuras cruciales para la alerta temprana y el control. Además, el Reino Unido, Estados Unidos y algunos países europeos habían recortado drásticamente el gasto en salud pública ya sea por razones ideológicas o por las medidas de austeridad posteriores a 2008. En Estados Unidos, por ejemplo, nos enfrentamos al brote a finales de enero con 60.000 trabajadores sanitarios menos que los que habían estado en las nóminas de los gobiernos locales y del Estado en 2007.

Mientras tanto, la gran industria farmacéutica [Big Pharma] ha continuado obstaculizando el desarrollo de antivirales que se necesitan con urgencia, antibióticos de nueva generación y vacunas genéricas. El otoño pasado, el propio Consejo de Asesores Económicos de Trump le advirtió de que no se podía contar con las grandes empresas farmacéuticas en una crisis pandémica, ya que en general habían abandonado el desarrollo de medicamentos para enfermedades infecciosas, a menos que el gobierno federal interviniera con miles de millones de dólares de subsidios. 

Por otra parte, las empresas de biotecnología más pequeñas que estaban siendo precursoras de nuevos medicamentos y vacunas se vieron privadas del capital necesario para llevar sus descubrimientos a las etapas finales de prueba y producción. Después de la aparición del SARS en 2003, por ejemplo, un consorcio de laboratorios de Texas había desarrollado una posible vacuna contra el coronavirus que nadie estuvo dispuesto a financiar. Si se hubiera desarrollado, dada la coincidencia del 80% entre los genomas del SARS-1 y el SARS-2, podría haber sido una base excelente para la producción acelerada de una vacuna contra la covid-19.

Lo más importante, de todos modos, es que la mayoría de los países de Asia oriental, tanto los autocráticos como los democráticos, han logrado contener la pandemia hasta ahora gracias a planes de respuesta bien preparados (un legado de las anteriores crisis del SARS y de la gripe aviar), una amplia aceptación del liderazgo científico, la inmediata aceleración de la producción de mascarillas y respiradores y, un factor clave que en su mayor parte ha sido ignorado, la capacidad de movilizar grandes ejércitos de trabajadores y voluntarios para responder a nivel de base. A pesar de su condición de nación en vías de desarrollo y de la escasez de médicos, el éxito de Vietnam ha sido notable y probablemente sea el resultado de la combinación de laboratorios de categoría mundial (los Institutos Pasteur en Hanoi y la ciudad de Ho Chi Minh) con una red nacional de trabajadores sanitarios públicos a escala de aldea y de barrio.

El talón de Aquiles de la planificación previa en muchos países ricos ha sido apoyarse exclusivamente en los profesionales de la salud, cuando una educación pública universal acerca de las amenazas de enfermedades y la organización de una reserva de voluntarios capacitados son casi tan importantes para combatir las tormentas virales. Como la tragedia nos está obligando a comprender, no vivimos en una pandemia sino en una era de pandemias.

El discurso de los gobiernos es que de esta pandemia “salimos todos juntos”, pero la realidad es que el virus sí entiende de racismo y capitalismo. ¿Cómo afecta esta crisis a los trabajadores precarios, latinos y afroamericanos?
Los distintos países, por supuesto, difieren ampliamente en cuanto al acceso a una atención médica asequible, los indicadores de la desigualdad de ingresos y los legados estructurales de la discriminación racial y étnica. Entre las naciones de altos ingresos, Estados Unidos es la que tiene la peor puntuación en las tres categorías. Pero, incluso en países con atención médica universal y niveles de desigualdad mucho más bajos, hay poblaciones vulnerables que han quedado desprotegidas y a menudo invisibles en la crisis actual.

Las residencias de ancianos se han convertido en morgues a ambos lados del Atlántico, y son el origen del 40 al 50% de las muertes de covid-19 en muchos países. En Estados Unidos, donde el número de víctimas de este tipo supera ya las 50.000, se estima que la mitad son afroamericanos. Aquí es donde las vidas de los negros parecen importar menos. 

Si los expertos en salud pública sabían que estas instalaciones se convertirían rápidamente en focos de infección, ¿por qué los gobiernos nacionales y locales no crearon inmediatamente grupos de trabajo especiales para intervenir? ¿Y por qué las ONG y los partidos políticos progresistas no hicieron de esto una demanda contundente? Las mismas preguntas, por supuesto, deberíamos hacernos sobre las cárceles, prisiones y campos de refugiados. La actitud fundamentalmente pasiva de las autoridades, creo, sólo puede ser caracterizada como negligencia criminal.

La crisis también permitió visibilizar la importancia de los “trabajadores esenciales” para el funcionamiento de la sociedad. Y son los más expuestos al contagio.
Los que ahora reconocemos como '”trabajadores esenciales” ante la pandemia incluyen desde investigadores científicos hasta conserjes y cuidadoras a domicilio. Además de todas las categorías de personal médico, millones de personas que trabajan en la agricultura y en la industria frigorífica, en la venta y distribución de alimentos, en servicios públicos como el transporte, la vigilancia y la sanidad, y en la industria logística (almacenamiento y reparto). Estos son precisamente los sectores que tienen los mayores porcentajes de trabajadores pertenecientes a minorías con salarios bajos, inmigrantes recientes y empleados eventuales.

En Estados Unidos, casi la mitad de estos trabajadores son negros, latinos o asiáticos y, salvo que pertenezcan a un sindicato, es poco probable que tengan un seguro médico adecuado (o que tengan alguno). Muchos han pasado largos períodos sin recibir tratamiento por enfermedades que se hubieran atendido de forma rutinaria de haber tenido seguro médico y, por lo tanto, sufren de dolencias crónicas como el asma y la diabetes. Sus trabajos están entre los más peligrosos, tienden a trabajar jornadas más largas y, en el caso de los que tienen bajos ingresos, viven en las peores condiciones de vivienda. Durante seis meses se han enfrentado al mayor grado de exposición ante la amenaza del coronavirus, generalmente sin equipos de protección o sin el derecho a reclamar contra las precarias condiciones laborales.

Estos trabajadores han sido completamente traicionados por la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA) –una agencia del Departamento de Trabajo de Estados Unidos– que se ha negado a poner en marcha normas obligatorias para proteger a los trabajadores o atender las miles de quejas que se han presentado de forma oficial. Por eso, la industria frigorífica en el Medio Oeste, donde la mayoría de los trabajadores pertenecen a minorías o son nuevos inmigrantes, ha sido tan devastada por la covid-19. Y por eso los trabajadores norteamericanos han hecho huelga o han organizado protestas furiosas en más de 500 ocasiones desde abril.

En este contexto, ¿qué papel están jugando empresas como Amazon?
El blanco de protestas con frecuencia ha sido Amazon, el máximo especulador con la pandemia, y que ha violado notoriamente los derechos de los trabajadores. El patrimonio personal de Jeff Bezos aumentó en unos astronómicos 33.000 millones de dólares entre marzo y abril, en tanto que la empresa se convirtió en una vía fundamental para la entrega de alimentos y suministros básicos para las familias confinadas en sus hogares. Al mismo tiempo, se ha apresurado a ocupar de forma permanente los espacios vacíos dejados por el cierre de tantos miles de pequeños negocios minoristas (una estimación común en la prensa internacional especializada es que una cuarta parte de las pequeñas tiendas afectadas en Europa y los Estados Unidos nunca volverán a abrir).

Los demócratas, con excepción de Elizabeth Warren, no han abordado los problemas que plantea el creciente poder monopólico de Amazon. Durante las dos guerras mundiales del siglo pasado, se impusieron con éxito impuestos a los “beneficios extraordinarios” de las principales empresas en la industria armamentística, pero los dirigentes demócratas se han negado a considerar una regulación similar para Amazon o para las grandes empresas farmacéuticas. Hacia fin de año, la economía norteamericana se parecerá aún más a la sociedad capitalista pura y dura descrita por Fritz Lang en su famosa película Metrópolis.

En su libro Planeta de las ciudades miseria, analiza ese fenómeno de las gigantescas metrópolis donde la superpoblación y el hacinamiento son la normalidad. ¿Puede haber derecho a la salud en estas condiciones de la geografía urbana capitalista?
Desde principios del siglo XX ha habido un debate esencial y recurrente sobre cómo controlar las epidemias a nivel mundial. La posición estadounidense, respaldada por los enormes recursos de la Fundación Rockefeller, se centró en librar guerras contra enfermedades específicas con recursos masivos centrados en el desarrollo y la distribución de vacunas. Estas cruzadas por las vacunas han dado lugar a grandes éxitos (viruela y poliomielitis) e igualmente a grandes fracasos (paludismo y SIDA). Ese enfoque basado en intervenciones técnicas específicas para cada enfermedad ha salvado vidas, pero deja en su sitio las condiciones sociales que promueven las enfermedades.

La otra vertiente en el debate ha dado prioridad a la inversión en infraestructuras de atención primaria de salud en las regiones y países más pobres. Se inspira en las ideas de la “medicina social” propuestas por el gran patólogo alemán Rudolf Virchow en los años de 1880 y ampliamente adoptadas en el siglo XX por partidos de la izquierda, así como por un amplio espectro de reformadores que deseaban reorientar la medicina hacia la prevención de enfermedades junto con reformas sociales radicales.

Durante gran parte de la posguerra, la Organización Mundial de la Salud estuvo dominada por Estados Unidos y el paradigma Rockefeller, pero los defensores de la medicina social obtuvieron una importante victoria en 1978 cuando la OMS emitió la “Declaración de Alma-Ata”, en la que se afirmaba que el acceso a servicios sanitarios de calidad era un derecho humano universal. Se adoptó un plan de campaña que subrayaba la importancia de la participación de la comunidad y de un enfoque desde abajo para lograr “salud para todos en el año 2000”. Pero la contrarrevolución neoliberal que siguió a la elección de Margaret Thatcher y Ronald Reagan convirtió esta declaración en letra muerta.

La covid-19 está revelando hasta qué punto hay dos humanidades inmunológicamente diferenciadas. En las naciones ricas, alrededor de un cuarto de la población cae en la categoría de alto riesgo debido a la edad y a los problemas de salud crónicos, a menudo relacionados con la raza y la pobreza. En cambio, en los países con ingresos bajos y en muchos países con ingresos medios, entre la mitad y tres cuartas partes de la población se encuentra en situación de riesgo. El cofactor más importante es la disminución de la inmunidad debido a la malnutrición, las infecciones gastrointestinales generalizadas y las enfermedades descontroladas y no tratadas como la malaria y la tuberculosis.

Mil quinientos millones de personas viven actualmente en asentamientos precarios en África, el sur de Asia y América Latina, que son las perfectas incubadoras de la enfermedad. Sabemos que allí la pandemia está fuera de control, pero en gran medida permanece invisible en las actuales estadísticas fragmentarias. Y si Europa muestra cierta disposición a compartir eventuales stocks de vacunas con los países pobres, la administración Trump demostró recientemente, con la compra de todas las existencias mundiales del medicamento Remdesivir, que no tiene intención de compartir nada. América first significa África en último lugar.

En las últimas campañas, la corriente progresista del Partido Demócrata ha ignorado en gran medida estas cuestiones de la salud y la pobreza a nivel mundial. También ha defraudado las expectativas de sus simpatizantes. Esta semana se anunció que las negociaciones entre los sectores de Biden y Sanders han dado lugar a una plataforma demócrata que está muy por debajo de “Seguro médico universal”, la demanda central de la campaña de Sanders, a pesar de que la pandemia y el colapso económico han demostrado un millón de veces su urgente necesidad.

Fuente: http://www.ctxt.es/es/20200701/Politica/32866/mike-davis-entrevista-historiador-coronavirus-africa-josefina-l-martinez.htm

lunes, 20 de julio de 2020

El precio ambiental de la moda rápida

Venere degli stracci (Venus de los trapos), 1967-1974, de Michelangelo Pistoletto
A la industria de la moda cabe atribuir el 10% de la contaminación global mundial; es, tras la aviación, el segundo sector económico más contaminante. La razón de que su impacto sea tan grande es doble. Por un lado, su cadena de suministro es larga y compleja; empieza en la agricultura (fibras vegetales) o la fabricación petroquímica (fibras sintéticas), sigue por la manufactura para, pasando por la logística, terminar en la venta al por menor. Y, por otro lado, es un sector que ha experimentado un crecimiento enorme durante los últimos años, debido a la emergencia de lo que se puede denominar fast fashion (“moda rápida”), por analogía con la expresión “fast food”. Su impacto ambiental se produce a través de cuatro componentes: el agua que se consume, los materiales que se emplean (y se desechan), el uso y eliminación de productos químicos de potenciales efectos dañinos, y el gasto de energía.

Veamos unos datos para ilustrar la magnitud de sus efectos. La industria de la moda produce anualmente más de 1.700 millones de toneladas de CO2, lo que representa cerca del 10% de las emisiones globales de este gas. Su consumo de agua es el segundo más grande, con unos 1.500 millones de metros cúbicos; es responsable del 20% de la contaminación industrial de agua, debido a las actividades de tratamiento textil y de tintado. Contribuye en algo más de un tercio a la acumulación de microplásticos de los océanos, con una cantidad anual de 190.000 toneladas. Y genera unos deshechos textiles –incluida ropa que no se llega a vender- de más de 92.000 toneladas anuales, parte importante de las cuales termina en vertederos o es incinerada.

Si nos fijamos en el último medio siglo, la producción de ropa se elevó de forma paralela al aumento de la población hasta aproximadamente el año 2000. Sin embargo, en los veinte años transcurridos desde entonces, la producción textil ha crecido más que la población. De hecho, entre 1975 y 2018 la producción ha pasado de 6 a 13 kg por persona; en otras palabras, se ha más que duplicado. Se estima que la demanda de este tipo de moda crece en la actualidad a razón de un 2% anual.

Ese crecimiento tan grande se ha debido a la capacidad de la industria para ofrecer a los consumidores productos nuevos mucho más baratos y con más frecuencia que antes. Los principales productores han desplazado a compañías tradicionales basadas en la distribución a través de pequeños establecimientos y se han beneficiado de las posibilidades de comercialización a través de internet. Como consecuencia, las marcas de éxito ponen en el mercado hoy el doble de colecciones de las que ponían antes del 2000, cuando comenzó el fenómeno de la moda rápida.

Ha crecido tanto la eficiencia de la producción, que a pesar del aumento en el consumo, el gasto por persona en ropa ha pasado en Europa de representar el 30% de la cesta de la compra en los años 50 del siglo pasado, al 12% en 2009 y al 5% en 2020. Y esa reducción facilita que se compre más ropa porque se adquiere con mayor frecuencia. En los Estados Unidos se adquiere hoy una pieza de ropa cada 5’5 días. Y en Europa se ha reducido el tiempo de uso en un 36% en los últimos quince años.
La industria de la moda ha orientado sus esfuerzos a reducir costes y disminuir los tiempos de entrega, porque ello supone un elemento fundamental de su atractivo y éxito, pero la humanidad paga un precio por ello.

Fuente: https://culturacientifica.com/2020/07/19/el-precio-ambiental-de-la-moda-rapida/

Animales

Lesser Crested Tern
The Mushroom Research Centre, Chiang Mai, Thailand.  August 2015
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https://steveaxford.smugmug.com/Animals/Birds/Terns-and-Gulls/i-Rr7NFd5

viernes, 17 de julio de 2020

Declaración de los derechos de las plantas

Yeşil Güzel Ceviz Yaprakları HD Wallpaper



Art. I: La Tierra es la casa común de la vida. Su soberanía pertenece  a todos los seres vivos.

Art. 2: La Nación de las Plantas reconoce y garantiza los derechos inviolables de las comunidades naturales en cuanto sociedades basadas en las relaciones mutuas entre los organismos que las conforman.

Art. 3: La Nación de las Plantas no reconoce jerarquías animales basadas en la centralización del mando y la concentración de funciones, sino que favorece las democracias vegetales difusas y descentralizadas.

Art. 4: La Nación de las Plantas respeta por igual los derechos de los seres vivos actuales y futuros.

Art. 5: La Nación de las Plantas garantiza el derecho al agua, a la tierra y a la atmósfera limpias.

Art. 6: El consumo de cualquier recurso no renovable queda vetado.

Art. 7: La Nación de las Plantas no conoce fronteras. Todo ser vivo es libre de circular, desplazarse y vivir en ella sin limitación alguna.

Art. 8: La Nación de las Plantas reconoce y promueve el mutuo apoyo entre las comunidades naturales de seres vivos como instrumento de convivencia y de progreso.

Stefano Mancuso

miércoles, 15 de julio de 2020

En Galiza non se pide nada. Emígrase

“Despedida de emigrantes” (A Coruña, 1956). Foto: Manuel Ferrol.
(...) O mar castiga bravamente as penas,
e contra as bandas do vapor se rompen
as irritadas ondas
do Cántabro salobre.
Chilan as gaivotas
¡alá lonxe...!, moi !lonxe¡
 na prácida ribeira solitaria
que convida ó descanso i ós amores.
De humanos seres a compauta línea
que brila ó sol adiántase e retórcese,
mais preto e lentamente as curvas sigue
do murallón antigo do Parrote.
O corazón apértase de angustia,
óiense risas, xuramentos se oien,
i a brasfemias se axuntan cos sospiros...
¿Onde van eses homes?
Dentro dun mes, no simiteiro imenso
da Habana, ou nos seus bosques,
ide a ver que foi deles...
¡No eterno olvido para sempre dormen!
¡Probes nais que os criaron,
i as que os agardan amorosas, probes!

Rosalía de Castro
Follas Novas, 1880

martes, 14 de julio de 2020

Naomi Klein: "El virus obliga a pensar en relaciones e interdependencias en las que el capitalismo nos enseña a no pensar"

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Naomi Klein ©SANDRA LÁZARO
¿Qué mundo nos dejará la crisis del coronavirus? Naomi Klein (Montreal, Canadá) insiste, en una entrevista con The Guardian, en que lo relacionado con la crisis climática, la igualdad y la justicia deben ser las cuestiones centrales alrededor de las que reconstruir el mundo pospandemia.

 La activista, escritora y académica es la primera titular de la Cátedra Gloria Steinem de medios, cultura y estudios feministas de la Universidad Rutgers (Nueva Jersey, Estados Unidos). La versión libro de bolsillo de su libro On Fire (2019) será publicada por la editorial Penguin el 24 de septiembre. 

¿Qué le parece el confinamiento?
Para quienes estábamos impartiendo clases a través de Zoom, y ese ha sido mi caso, además de mantener una escuela en casa, haciendo malabarismos y descubriendo cómo hacer cosas en el horno, ha sido muy cómodo. Ahora volveré a Canadá para pasar el verano con mi familia y en cuarentena, porque en Canadá, cuando regresas de Estados Unidos, tienes que pasar una cuarentena muy estricta. Ya llevo casi dos semanas sin salir de casa. De hecho, estoy empezando a desarrollar alguna fobia a salir del confinamiento. 



Hay una cita muy buena en uno de sus últimos ensayos que dice: “Los humanos somos un riesgo biológico, las máquinas no lo son”. Me llegó a los huesos y me hizo sentir miedo por el futuro. Ha escrito cosas muy interesantes sobre un “Nuevo Acuerdo sobre las Pantallas”.
Silicon Valley tenía una agenda antes del coronavirus en la que ya imaginaba sustituir muchas, demasiadas, de nuestras experiencias corporales insertando tecnología en medio del proceso. Por eso, para aquellos pocos espacios en los que la tecnología aún no media en nuestras relaciones, había un plan –por ejemplo, sustituir la enseñanza presencial por aprendizajes virtuales, la medicina del contacto personal por telemedicina y la entrega en persona mediante robots. Todo está siendo resignificado como tecnología sin contacto tras la COVID-19, es un modo de sustituir el diagnóstico del problema, que ahora es el contacto. 

Pero en lo personal, lo que más echamos de menos es el contacto. Y necesitamos ampliar el menú de opciones que tenemos para vivir con la COVID-19, porque no tenemos vacuna y no está próxima. Incluso si se dan grandes avances, van a pasar muchos, muchos meses, posiblemente años, antes de que pueda desarrollarse a la escala que necesitaríamos.   

Entonces, ¿cómo vamos a vivir con esto? ¿Vamos a aceptar una “normalidad” previa a la COVID-19 pero muy menguada y sin las relaciones que nos sostienen? ¿Vamos a permitir que nuestros hijos reciban todo su aprendizaje a través de la tecnología? ¿O vamos a invertir en personas? 

En vez de poner todo el dinero en un 'Nuevo Acuerdo sobre las Pantallas' y en tratar de resolver los problemas de un modo que disminuya nuestra calidad de vida, ¿por qué no nos ponemos a contratar profesores a todo trapo? ¿Por qué no tenemos el doble de profesores en clases con la mitad de alumnos y empezamos a pensar en la educación al aire libre? 

Hay tantas formas en las que podemos pensar para dar respuesta a esta crisis que no aceptamos esa idea de que tengamos que regresar al statu quo previo a la COVID-19, solo que en una versión peor, más vigilados, con más pantallas y menos contacto humano. 

¿Sabe de algún gobierno que tenga ese discurso?
Me anima escuchar a Jacinta Arden hablar de una semana laboral de cuatro días como solución al hecho de que Nueva Zelanda es muy dependiente de los ingresos del turismo. Nueva Zelanda es, probablemente, el país que mejor ha lidiado con la pandemia, al menos mejor que otros en lo que se refiere a tasas de mortalidad. No puede abrir las puertas a los turistas como lo ha hecho en el pasado y de ahí nace la idea de que quizás los neozelandeses deberían trabajar menos, cobrar lo mismo y tener más tiempo libre para disfrutar de su propio país con seguridad.  

¿Cómo bajamos el ritmo? Pienso mucho en eso. Parece que cada vez que pisamos el acelerador de “que todo siga igual” o “de regreso a la normalidad” el virus aparece de nuevo y dice: “Frenad”.  

A todos nos encantan esos momentos de frenar pero el gobierno del Reino Unido está empeñado en regresar a la normalidad pase lo que pase, abriendo todo, por ejemplo los pubs, y está desesperado por que nos vayamos de vacaciones. Es urgente que nada cambie en nuestras vidas, que nos limitemos a regresar a una realidad igual a la de antes. 
 
Eso es una locura. Es muy pequeño el porcentaje de población que quiere abrir las puertas de nuevo como si nada. De hecho, hay una mayoría de personas mucho más preocupada por tener que regresar al trabajo antes de que sea seguro o por mandar a sus hijos al colegio antes de que lo sea. A veces, se presenta como dar a la gente lo que pide, pero no es eso lo que muestran las encuestas. 

Hay ciertas similitudes en el modo en que Donald Trump y Boris Johnson han gestionado la crisis. La están convirtiendo en una especie de prueba de masculinidad y, en el caso de Johnson, incluso después de haber pasado la enfermedad. Jair Bolsonaro hablaba de que era atleta y sabía como gestionarlo [el presidente brasileño reveló que tenía coronavirus poco después de hacer esta entrevista]; Trump habló de lo bueno de su genética. 

Me interesa su punto de vista sobre las protestas por los derechos civiles a raíz de la muerte de George Floyd. ¿Por qué cree que han sucedido ahora? Es intrigante que, en medio de una crisis como esta, se produzcan grandes manifestaciones contra el racismo por todo el mundo.
No es la primera ola de movilizaciones de estas características. Pero creo que hubo algunos aspectos que fueron únicos debido a la crisis de la COVID-19 y al impacto descomunal en las comunidades afroamericanas en ciudades como Chicago, por ejemplo, donde, según algunas fuentes, hasta el 70% de los fallecidos de COVID-19 eran afroamericanos. 

Ya sea porque son quienes desempeñan trabajos de más riesgo con menor protección, por el legado de contaminación ambiental en sus comunidades, el estrés, el trauma o un sistema sanitario que las discrimina, las personas negras cargan de manera desproporcionada con las muertes por el virus. Es un hecho y desafía la idea de que todos estamos juntos en esto. 

En este momento traumático, esos asesinatos, el de Ahmaud Arbery, el de George Floyd, el de Breonna Taylor, se abren paso. Y surge una pregunta recurrente: ¿qué hacen en esas protestas tantas personas que no son negras? Eso es nuevo. Al menos en la escala en la que ha sucedido. Muchas de estas manifestaciones fueron multirraciales de verdad; manifestaciones multirraciales lideradas por personas negras. ¿Por qué esta vez ha sido diferente? 

Tengo algunas ideas. Una tiene que ver con que la pandemia ha introducido una cierta suavidad en nuestra cultura. Cuando bajas la velocidad, sientes más las cosas; cuando estás en una carrera constante por la supervivencia, no te queda demasiado tiempo para la empatía. Desde que todo esto comenzó, el virus nos ha obligado a pensar en relaciones e interdependencias. Lo primero en lo que piensas es, de todo lo que toco, ¿hay algo que lo haya tocado alguien antes? Lo que como, el paquete que acaban de entregarme, la comida de las estanterías. Son conexiones en las que el capitalismo nos enseña a no pensar. 

Creo que vernos obligados a pensar de manera más interconectada puede habernos ablandado al pensar en estas atrocidades racistas, como algo que no es solo un problema de otras personas. 

Esta es una gran cita de su último libro, On Fire: “Todo lo que ya era malo antes del desastre se ha degradado al nivel de lo insoportable”. El modo en que la policía trata a los hombres negros es insoportable.  
Siempre que nos golpea un desastre escuchamos el mismo discurso: "El cambio climático no discrimina, la pandemia no discrimina. Estamos juntos en esto”. Pero eso no es cierto. Los desastres no funcionan así. Ejercen de intensificadores y magnificadores. Si tenías un trabajo en un almacén de Amazon que ya estaba afectándote antes de que esto comenzara o si estabas en alguna residencia de mayores y ya se te trataba como si tu vida no valiera nada, ya era malo antes, pero todo eso se magnifica hasta convertirse en insoportable ahora. Y si antes era desechable, ahora se te puede sacrificar. 

Eso por hablar solo a la violencia visible. Tenemos que hablar más sobre la violencia escondida, la violencia doméstica. Sin rodeos, cuando los hombres se estresan, las mujeres y los niños lo sufren. Estos confinamientos son estresantes porque las familias no tienen manera de tomarse un tiempo los unos de los otros. Incluso la mejor familia necesita algo de espacio. Si añades despidos y presión económica el resultado es el que vemos, una situación actual muy mala para las mujeres. 

Pasó gran parte del año pasado trabajando en la campaña de Bernie Sanders y en el denominado 'Green New Deal'. ¿Cómo ve todo eso ahora? ¿Se siente más o menos optimista respecto a su potencial?
En cierta manera, es más complicado. Menciona a Bernie y, sin duda, hubiera preferido que el resultado fuera un candidato presidencial que basa su campaña en el 'Green New Deal'. Solo podremos ganar cuando haya una interacción entre un movimiento de masas que presione desde el exterior con una receptividad en el interior del sistema. Creo que tuvimos esa oportunidad con Bernie. 

Con Joe Biden es más difícil, pero no imposible. Al final de On Fire planteé diez razones a favor de un 'Green New Deal' y los motivos por lo que es una buena política climática. Una de esas razones es que funciona a prueba de recesiones. Si miramos atrás, vemos que el movimiento climático tiene una trayectoria pobre en cuanto resultados cuando la economía va relativamente bien. El tipo de soluciones que ofrecen los Gobiernos tienden a ser neoliberales y basadas en el mercado, impuestos climáticos o políticas basadas en energías renovables que se perciben como elementos que encarecen el coste de la energía. También impuestos al carbono que elevan el precio de la gasolina. En cuanto llega la recesión, no cabe duda de que el apoyo a ese tipo de políticas se evapora. Lo vimos después de la crisis financiera de 2008. 

Lo que importa a la hora de hablar del 'Green New Deal' es que toma forma a partir de uno de los programas de estímulo económico más importantes de todos los tiempos: el New Deal de Roosevelt durante la Gran Depresión. Por esta razón, el mayor golpe que recibí cuando publiqué el libro hace poco más de un año fue: “Pero no hacemos cosas como esta cuando la economía va bien”. 

Las únicas oportunidades en los que podemos señalar con claridad en la dirección de un cambio social rápido, grande, que actúe como catalizador –y sobre esto no me cabe duda alguna- es en momentos de gran depresión o guerra. Sabemos que podemos cambiar rápido. Lo hemos visto. 

Hemos cambiado nuestras vidas de forma sustancial. Y hemos descubierto que los Gobiernos tienen billones de dólares que podrían haber movilizado durante todo este tiempo. 

Todo esto tiene un potencial radical. Siento que tenemos una oportunidad. No me describiría como optimista porque hablamos de un futuro por el que tenemos que pelear. Pero si miramos en dirección a los momentos de la historia en los que se han producido grandes cambios, son momentos como el actual.  

Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/theguardian/naomi-klein-virus-obliga-pensar-relaciones-e-interdependencias-capitalismo-ensena-no-pensar_128_6101074.html