jueves, 23 de julio de 2020

La Campaña De Las Cuatro Plagas

Un niño con pájaros muertos participante en la campaña contra las cuatro plagas
Un niño con pájaros muertos participante en la campaña contra las cuatro plagas (LV)
... ninguno de los desastres naturales ocasionados por el ser humano debido a su escaso conocimiennto de las relaciones naturales podrá rivalizar nunca con el que provocó Mao Zendong a finales de la década de 1950. Entre 1958 y 1962, el Partido Comunista de China impulsó un movimiento económico y social que se conocería como el Gran Salto Adelante. Se trataba de un gran esfuerzo colectivo que en pocos años debía transformar la China agrícola en una gran potencia idustrial, pero cuyos resultados, lamentablemente, quedaron muy lejos de lo esperado. Las reformas mediante las cuales el partido pretendía operar semejante cambio afectaban a todos los ámbitos de la vida del país lastrado por la altísima incidencia de las enfermedades infecciosas: la peste, el cólera, la viruela, la tuberculosis, la poliomielitis y la malaria eran muy frencuentes, y la mortalidad infantil alcanzaba el 30%.
   La creación de un servicio nacional de salud y una vasta campaña de vacunación contra la peste y la viruela fueron las primeras, y acertadas, medidas destinadas a mejorar la situación. Se crearon numerosas plantas de depuración de aguas y tratamiento de residuos, y, a imitación de lo que años atrás había hecho la Unión Soviética, se formó a profesionales médicos para enviarlos a las zonas rurales del país, donde se convirtieron de facto en administradores sanitarios, formaron a la población en prácticas higiénico-sanitarias elementales y combatieron las enfermedades presentes con los recursos de que disponían. Pero, por supuesto, aquello no era suficiente; había que limitar la difusión de los vectores que propagaban las enfermedades: los mosquitos (responsables de la malaria), los ratones (responsables de la peste) y las moscas debían ser exterminados. A estas tres "plagas" se añadió una cuarta: los gorriones, que al comerse la fruta y el arroz que con tanto esfuerzo se cultivaban en los campos, representaban uno de los más terribles enemigos del pueblo. Los científicos chinos calculaban que cada gorrión consumía 4,5 kilos de grano al año, de suerte que, por cada millón de pájaros muertos, podía ahorrarse comida para 60.000 personas.
   Sobre la base de esta informacióon, nació la campaña de las cuatro plagas, en la que los gorriones eran el primer enemigo que había que abatir. Hoy en día, cualquier actuación sobre el ecosistema tan ambiciosa como para eliminar cuatro especies en un territorio del tamaño de China sería vista como una imprudencia, pero en 1958 a muchos les pareció una idea excelente. Poco después, dio comienzo la campaña, en la que el partido apelaba a la ciudadanía para que combatiera estas cuatro plagas. Se imprimieron millones de carteles en los que se declaraba la necesaria erradicación de aquellos agentes y se mostraba los medios para hacerlo. En lo que respecta a los gorriones, debía ser una lucha sin cuartel y había que servirse de cualquier instrumento disponible. Una de las directrices aconsejaba espantar a los pájaros haciendo ruido, de tal modo que no pudieran posarse en ningún sitio y se vieran obligados a volar hasta desplomarse al suelo extenuados. Ollas, cazuelas, gongs, fusiles, bocinas, cuernos, tambores, cualquier cosa que hiciera ruido servía. Un testigo ruso, Mijail A. Klochko, que trabajaba como asesor en Pekín cuando empezó la gran campaña contra las cuatro plagas, relata lo ocurrido:

   De buena mañana me despertaron los gritos de una mujer. Al correr hacia la ventana, vi a una mujer joven que corría de un lado a otro por el tejado del edificio de al lado, agitando frenéticamente un palo de bambú al que había atado una gran sábana. De improviso, la mujer dejó de gritar, al parecer para recobrar el aliento, pero al cabo de un instante un tambor empezó a sonar al fondo de la calle y la mujer reanudó sus espantosos gritos, agitando de nuevo su peculiar bandera como una posesa. Las cosas siguieron así varios minutos; al cabo, cesó el tamborileo  y la mujer se calló. Entonces advertí que en todos los pisos superiores del hotel había mujeres vestidas de blanco que agitaban sábanas y toallas con la intención de impedir que los gorriones se posasen en el edificio. Este fue el inicio de la campaña contra los gorriones. Durante todo el día se vieron sábanas ondeantes y se oyeron tambores, disparos y gritos, pero en ningún momento vi ni un solo gorrión. No sabría decir si los pobres pájaros habían intuido el mortal peligro en que estaban y, previsoramente, se habían ido a otro lugar más seguro, o si quizá ahí nunca había habido gorriones. El caso es que la batalla prosiguió hasta mediodía sin que ninguna ave fuera abatida. Para ello, el hotel movilizó a toda su plantilla: botones, directores de sala, intérpretes, camareras, etc.

   Aunque a juzgar por el testimonio de Klochko la iniciativa no parece haber sido muy eficaz, los resultados fueron calamitosos. El Gobierno premiaba a los colegios, grupos de trabajo y entes gubernamentales que registraban los mejores resultados en cuanto a número de ejemplares exterminados. Los cálculos del Gobierno chino, muy poco fiables por exagerados, hablaban de 1.500 millones de ratones y mil millones de gorriones muertos. Pese a su desmesura, estas cifras dan fe de una masacre cuyas dramáticas secuelas no tardarían en hecerse sentir. Y es que los gorriones,  por ejemplo no solo se nutren de grano; al contrario, su principal alimento son los insectos. En 1959, Mao, consciente de su error, indultó a los gorriones y los sustituyó por los chinches, pero el daño ya estaba hecho. La ausencia casi total no solo de gorriones (que se reintrodujeron desde la URSS), sino de casi cualquier otra ave, conllevó un aumento exorbitante del número de insectos. La población de langostas creció de forma exponencial y devastó la mayor parte de los cultivo del país. Entre 1959 y 1961, una serie de sucesos desafortunados debidos, en parte, a los desastres naturales y, en parte, a las desatinadas reformas del Gran Salto Adelante-entre las cuales, la idea de exterminar los gorriones fue sin duda una de las peores- provocaron una terrible carestía que se cobró la vida de un número de personas que, si bien nunca ha podido determinarse con certeza, oscila entre los veinte y los cuarenta millones.
   Resulta evidente que jugar con algo cuyos mecanismos no se conocen del todo es peligroso, ya que las consecuancias pueden ser totalmente imprevisibles. La fuerza de las comunidades ecológicas es uno de los motores de la vida en la Tierra. A todos los niveles, tanto microscópicos como macroscópicos, son las comunidades -entendidas como relaciones entre seres vivos- las que permiten la continuidad de la vida.[...]
   La vida ha evolucionado de la mano de las comunidades, y solo podrá seguir existiendo si el ser humano dejar de interferir en ellas...

La Nación de las Plantas
Stefano Mancuso


No hay comentarios:

Publicar un comentario