“¿Qué culpa tiene el tomate, que está tranquilo en la mata y viene un hijo de puta y lo mete en una lata y lo manda pa’ Caracas?”, Quilapayun.
Esta pera en almíbar se vende en Estados Unidos por poco más de un dólar,
un precio realmente ridículo si tenemos en cuenta el trayecto que ha
tenido que hacer la pera en cuestión, tal y como revela el envase: “Cultivada en Argentina y envasada en Tailandia”. Es decir, la pera en cuestión ha viajado más de 20.000 kilómetros entre América, Asia y de nuevo América (del Norte) para llegar a las estanterías de Wallmart o de Starbucks, una singladura que sólo es económicamente factible gracias al bajo precio del petróleo y a las economías de escala que propician los enormes barcos de mercancías.
La huella ecológica de la agricultura es sensiblemente menor que la de la producción de carne, pero esa diferencia queda “compensada” con el enorme input energético que supone transportar los alimentos estas enormes distancias.
Según explica el Grupo de Estudios Gesur en su página de Facebook:
«
Seguir pensando que deben aplicarse a rajatabla nos deja esto
Y todo el impacto lo recibe el Sur Global para que se venda en los bonitos aparadores de los Starbucks del Norte Global».
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