Ian Urbina, en uno de sus viajes para investigar los mares.
Ian Urbina, en uno de sus viajes para investigar los mares.
Si se piensa en toda la literatura sobre el mar, enseguida surgen nombres como Melville, Verne, Salgari, O’Brian o Conrad. En ellos el mar es sobre todo una aventura, aunque pueda haber elementos de violencia o de terror. Sin embargo, su libro retrata unos océanos casi como vertederos ecológicos y humanos. ¿Qué ha cambiado en apenas un siglo o siglo y medio?
Creo que el mar no ha cambiado mucho desde entonces: sigue siendo una historia de aventura y de terror, pero antes también lo era de terror. Aunque es cierto que hay una diferencia: si lees a Melville, por ejemplo, hay mucho terror pero era un terror que procedía de las fuerzas de la naturaleza, de la fuerza del mar, de las tormentas, de las criaturas de los océanos así como la sensación de estar viajando en algo así como una cápsula especial, aislados y alejados de tierra firme, yendo hacia lo desconocido. Pero en líneas generales, el mar ha cambiado poco: sigue siendo un escenario económico con mucho margen para el abuso y la impunidad.

¿De dónde o por qué le surgió la idea de escribir sobre los océanos?
Antes de ser periodista, trabajé de antropólogo. En medio de uno de mis trabajos, interrumpí lo que estaba haciendo para montarme un barco en Singapur porque era un tema que me fascinaba para tratar de ver y estudiar las condiciones de los trabajadores de ese sector, pesadores, rastreadores, y toda la gente de ese mundo que permanece invisible para el resto de quienes estamos en tierra. Estamos hablando de que en el mar trabajan unos 55 millones de personas en el mundo, y se encargan de transportar lo que consumimos, porque el 90 por ciento es transportado por barco.

Los personajes de su libro son polizones, traficantes de esclavos, de drogas y de armas, cazadores furtivos, buques pesqueros mastodónticos que campan a sus anchas, que se desenvuelven en un territorio oscuro con una impunidad casi absoluta, entre otras cosas, por operar en aguas internacionales. Sin embargo, ¿se trata de un agujero negro inevitable del sistema económico global o puede haber soluciones factibles?
No creo que sea inevitable pero sí estoy de acuerdo en que una buena parte del problema es que se trata de un mecanismo utilitario porque otorga muchos beneficios a ciertos actores sobre todo por la falta de leyes y de una gobernanza sobre los mares. Hay muy pocas normas y las pocas que hay son confusas, se solapan… De este modo, se puede pescar más barato cuando tomas peces de lugares donde supuestamente no deberías o pescas lo que no deberías, o contratas a personas para trabajar en esos buques de manera mucho más barata porque allá fuera en el océano no hay inspecciones de trabajo. Es decir, no hay manera de hacer que una lata de atún cueste un dólar si no es de este modo, es absolutamente imposible. La única forma de hacerlo es ahorrando costes y esos costes que se ahorran son a costa de hacer abusos, en el medioambiente, sobre los derechos laborales y hasta de los humanos.

Leyendo el libro a uno se le vienen imágenes como de campos de concentración y trabajo sobre el mar, no sé si es una exageración…
Yo encontraría dos similitudes, sin duda. Por un lado, está la concentración altísima de trabajadores en unas condiciones lamentables que hay en esos busques pesqueros dedicados a la pesca ilegal y que usan mano de obra ilegal. Una zona donde puede hallarse eso es en el Atlántico, donde están las Islas Malvinas. Allí hay lo que se llamó una ciudad de las luces [se veía así desde los satélites], y que no eran sino una cantidad ingente de buques pesqueros capturando de noche y sin ningún control toneladas y toneladas de calamares, que allí se dan en una concentración enorme. Otro ejemplo son las islas prisiones. Hay ejemplos de eso en Asia. Los grandes buques pesqueros dejan a sus tripulantes cautivos en esas islas durante semanas para luego ir a un puerto determinado, donde poder atracar y ser reparados. Otro ejemplo desolador está en una isla indonesia llamada Benjina, donde los trabajadores de barcos pesqueros eran encerrados en jaulas para evitar que huyeran. Creo que son imágenes que se parecen mucho a las que nos han llegado de los campos de trabajo de otros tiempos.

¿Quién está detrás de este sistema? ¿Hay compañías conocidas? ¿Podemos conocer sus nombres, saber quiénes son?
En realidad, lo que hace complejo a este asunto es que detrás de él estamos todos, usted y yo como consumidores. Eso, por un lado. Por otro, por supuesto, están las empresas, unas son conocidas y otras no, y ese es un gran problema. Walmart, por ejemplo, está implicada, en el sentido de que podría decir mañana mismo que no acepta ningún atún más o ningún otro producto que provenga de un buque que no haya cumplido con unas ciertas condiciones. Luego está el problema de las empresas subsidiarias y las subsidiarias de las subsidiaras… De modo que si digo Walmart, conoces a Walmart, pero si digo CP ya no te suena tanto [CP es una compañía tailandesa de alimentación, una de las grandes propietarias mundiales de buques pesqueros]. Y luego están los gobiernos, que tienen que empezar a poner reglas en el mar y velar por que se cumplan. El problema actualmente es que tienes un océano prácticamente sin leyes, con un barco que puede emplear una bandera, que pertenece a una compañía que puede ser otro país, con un capitán de otra nacionalidad y la tripulación a su vez de otra o de varias, y además ese barco va moviéndose por el mar. Un Estado que hiciera un control de los derechos laborales y humanos en uno de esos barcos enviaría una señal contundente, sin duda. Hasta ahora, los países se han preocupado más por el terrorismo o por el narcotráfico, pero ¿acaso es peor llevar cocaína en un barco que llevar esclavos?

Sobre la explotación del mar y su contaminación, ¿cuánto tiempo puede el mar soportar esta situación?
Yo diría que se encuentra en una situación de riesgo extremo y que deberíamos hacer algo contundente en las próximas dos décadas. Si no hacemos nada y seguimos como hasta ahora, en ese momento habrá en los océanos más plásticos que peces. Uno lo piensa y es sobrecogedor. Algo tiene que cambiar.

A lo largo de esta investigación de cinco años, ¿dónde diría que encontró la situación más espeluznante?
Mmm… [piensa] Creo que lo peor que he encontrado fue lo que vi en las ciudades en la frontera entre Camboya y Tailandia… había prostíbulos, karaokes, bares, donde niñas muy jóvenes eran vendidas, era horrible. Otra situación terrible la encontré en un buque chino en aguas internacionales frente a Gambia. Las condiciones en que estaban los trabajadores allí eran terribles, con trabajadores apiñados como en compartimentos que parecían cajas y donde se supone que tenían que caber cinco o seis personas. Ver aquello realmente me sobrecogió.

Una última reflexión, esta vez sobre periodismo. Si uno publica un libro sobre una cuestión más local o más de ámbito nacional, la información tiene más opciones de generar un mayor impacto y hasta puede provocar alguna dimisión. Pero, ¿no es un reto investigar y dedicarse a asuntos de esta envergadura global? ¿Cómo puede desempeñar un medio de comunicación su papel de cuarto poder ante un escenario mundial?
En primer lugar, sin lugar a dudas, el periodismo es un factor fundamental en la denuncia de estas situaciones, pero es cierto que cualquier propuesta que exija tiempo, profundidad y dinero, no es muy popular lamentablemente, por cuestiones económicas y también por la rapidez de las noticias a que nos está acostumbrando internet. Son tiempos difíciles pero el periodismo de investigación tiene que ser una parte fundamental de ese cuarto poder que son los medios de comunicación.