"Los presidentes escogen a Amazon porque practican el culto de la eficiencia", asegura Snowden, que denunció la existencia de la red de vigilancia más poderosa del mundo
"La única manera de evitar el abuso de poder es limitar la eficiencia de ese poder", explica
Su infancia son recuerdos de un
Commodore 64 y del mundo infinito de los canales del IRC. Su
adolescencia, la típica de un estudiante con inquietudes técnicas,
afición por los Multijugadores Masivos y el resentimiento contra la
autoridad. "Era demasiado guay para recurrir al vandalismo y no lo
suficiente para drogarme. (…) En lugar de eso, empecé a hackear".
Sus
habilidades le llevaron de los canales del IRC a la administración y el
análisis de sistemas para las agencias de inteligencia más poderosas
del mundo, sin sacarse un solo título universitario. Su conciencia le
condujo a denunciar la existencia de la red de vigilancia más poderosa y
peligrosa del mundo, y al exilio forzoso en Moscú, donde vive desde que
EEUU le revocó el pasaporte en agosto de 2013. Su libro de memorias, Vigilancia permanente,
se publica este martes 17 de septiembre en todos los países a la vez.
Hablamos en exclusiva con el espía más famoso del mundo sobre sus
memorias, el futuro de las comunicaciones y la posibilidad de
reconstruir un sistema más justo con leyes, tecnología y el espíritu de
resistencia de la comunidad.
En el libro hablas de los boletines,
el IRC y esa atmósfera del Internet primigenio en el que un Snowden de
14 años podía aprender a construir un ordenador o a escribir código con
la asistencia desinteresada de especialistas sin más ambición que la
voluntad de aprender y la responsabilidad de contribuir a una comunidad
técnica fuerte y preparada. ¿Podemos volver allí?
Ese
momento es crucial. Porque, si recuerdas los primeros y mediados 90,
sabes que había un sentido de comunidad, que estabas allí porque querías
estar allí y era como eso que dicen de que hace falta todo un pueblo
para educar a un niño. Los niños como yo éramos adoptados por adultos
competentes en una especie de tutoría casual. Claro que había flamewars
pero nadie se las tomaba en serio porque Internet no se tomaba en
serio. Ahora no hay ese sentido de la comunidad ni ese sentido de
responsabilidad. Los mayores odian a los jóvenes, los jóvenes desprecian
a los mayores. ¡Millennial es un insulto! La
cuestión es, cómo recuperar ese sentido de la fraternidad cuando la
tecnología ha dejado de conectar a las personas para animarlas a
establecer su identidad en oposición a todo lo que no son.
El
problema no es en la tecnología sino el objetivo de esa tecnología. La
de ahora está diseñada para la explotación de los usuarios, no para
incentivar la fraternidad. No hay ninguna razón por la que no podamos
implementar redes distribuidas entre pares con otros objetivos.
Totalmente
cierto, y es lo que estamos viendo en ciudades como Hong Kong. Otro de
los grandes temas del libro son los Sistemas: sistemas políticos,
sistemas legales, sistemas tecnológicos. Y, como dices, no es la
tecnología lo que está fallando; la tecnología funciona bien. La
cuestión es para quién trabaja. Lo que falla es el sistema, no la
tecnología. Y lo que vemos es que, cuando la necesidad les empuja a
escapar de ese sistema o tratar de reconstruirlo, es cuando surgen esas
redes distribuidas, esas comunicaciones basadas en bluetooth y otras
redes ad-hoc. Lo vemos una y otra vez en las manifestaciones porque
ponen a la policía en una disyuntiva mucho más compleja. Ya no pueden
bloquear Signal o Telegram sino que tienen que bloquear todas las redes
wifi, bloquear las antenas. Pero ya no pueden sabotear de manera
selectiva a los usuarios de ciertas aplicaciones sino que tienen que
cortar las comunicaciones para toda la población. Y hay gobiernos que no
quieren hacer eso.
Cada vez hay más gobiernos dispuestos a cortar Internet.
Sí,
pero mira, cuando Rusia trató de cortar Telegram porque no facilitaban
las claves para descifrarlo –y que quede claro que no estoy recomendando
en absoluto el uso de Telegram–, el Kremlin fue a su oficina de
censura, Roskomnadzor, que es la agencia reguladora de comunicaciones
del Estado, y les dijo que bloquearan Telegram. Pero Telegram estaba
alojado en la nube de Google y en la nube de Amazon. Y Amazon los echa,
pero Google no, y no pueden bloquear Telegram en Google sin bloquear la
mitad de sus propias IPs. Al final consiguieron que los cientos de miles
de empresas que dependían de los servicios de Google, incluyendo el
propio gobierno ruso, se quedaran sin servicio –y sin taxis y sin comida
a domicilio y sin pagos por móvil– porque todo está centralizado en los
servidores de un par de gigantes tecnológicos. Una posición muy
ventajosa si eres uno de esos dos gigantes o si eres uno de los
gobiernos capaces de coaccionar o seducir a uno de esos gigantes para
que haga lo que tú quieres.
Y muy mala si no eres ninguna de las dos cosas.
Si
eres cualquier otro, es una posición muy vulnerable. Estamos
construyendo vulnerabilidades sistémicas, concentrando nuestras
comunicaciones, toda nuestra experiencia, en estos pocos gigantes.
Cuando la web primigenia de la que hablábamos desapareció, esas empresas
salieron en busca de un nuevo producto y ese producto fuimos nosotros. Y
se colocaron oportunamente en medio de todas nuestras interacciones:
cuando hablas con tu madre, cuando compras una pizza, cuando ves una
serie, cuando sales a correr. Ellos están ahí, registrando todo lo que
haces pero lo importante no eres tú sino todos nosotros. Y ahora que ya
empiezan a tener el registro permanente de la vida privada de todos,
ahora ellos tienen el control. Ya no somos colaboradores ni usuarios ni
clientes. Somos su presa, sus súbditos, su material.
En
el libro cuentas que te caíste del guindo cuando preparabas una charla
sobre la red de vigilancia del Gobierno chino para la agencia. Te diste
cuenta de que los chinos no estaban usando ninguna tecnología que los
americanos no usaran también. ¿Cuál es la diferencia entre el sistema de
crédito social chino y la red de vigilancia de EEUU, aparte de la
visibilidad del primero y la opacidad del segundo?
China
vigila abiertamente a sus ciudadanos y nosotros lo hacemos en secreto.
Pero antes, al menos, podíamos decir que nosotros no encerrábamos a la
gente en campos de concentración. Ahora mira lo que está pasando en
nuestra frontera. O con la lista negra de terroristas, que solo ahora
conocemos después de décadas de secuestros y operaciones secretas. Aún
hoy, si estas en la lista no puedes saber por qué y por lo tanto no
puedes defenderte para que te saquen de ella. En democracia, la
visibilidad de las operaciones es lo que te permite defenderte de ellas.
En China desgraciadamente no se puede resistir al estado. Pero en las
democracias liberales, los gobiernos mantienen en secreto su red de
vigilancia porque saben que generará el rechazo de la población. Y
pueden hacerlo gracias a que las empresas privadas que facilitan esas
redes de vigilancia pueden actuar con el mismo secreto, y la misma
impunidad.
Hace poco vimos cómo Google y Facebook y
Apple con Siri entregan nuestras conversaciones privadas a empresas
externas y ninguno de los usuarios de sus servicios parecía saberlo. Una
especialista como tú que estudia el fenómeno, que conoce la tecnología,
puede intuir y deducir que la vigilancia de masas está ocurriendo, pero
no lo puede demostrar. Y es esa chispa de distancia entre saberlo y
poder demostrarlo es lo que lo cambia todo en una democracia. Porque, si
no podemos estar de acuerdo en los hechos, no podemos tener un debate
acerca de qué hacer al respecto.
¿Quién
crees que es más peligroso, Donald Trump y el poder de su gobierno o
Jeff Bezos, que aloja y procesa la mitad de Internet?
La
gente diría Donald Trump, porque es evidentemente una persona horrible.
Pero Trump no es el problema, sino el producto derivado de los errores
del sistema. Pero la gente como Jeff Bezos sobrevive a los presidentes,
no está sujeta a elecciones democráticas y tiene en sus manos el control
de la infraestructura de todo el planeta. Es una amenaza completamente
distinta. En Silicon Valley te dirán que Bezos no tiene un ejército, y
es verdad. Pero Bezos no tiene un país ni necesita uno, porque tiene más
dinero que muchos países.
¿Dirías que las grandes plataformas pueden competir con los estados nación?
De
momento, los gobiernos tratan de beneficiarse del poder de estas
empresas y las empresas entienden que se pueden beneficiar con menos
regulación y la habilidad de influir directamente sobre la legislación,
teniendo línea directa con presidentes, ministros, etc. Esta es la
historia que cuentan los documentos PRISMA. Se pueden leer como un
timeline: primero, cae uno; después, otro. El resto ven que la
competencia lo hace y piensan oye, si ellos lo hacen y no hay
consecuencia, nosotros lo hacemos también.
No piensas que vayan a dividir esos monopolios como hicieron con AT&T.
Los
gobiernos obtienen su poder de esas empresas. ¿Cómo encuentran a la
gente a la que quieren matar? El exdirector de la NSA, Michael Hayden,
dijo literalmente: "matamos gente basándonos en metadatos". Sólo
metadatos. Si creen que este teléfono pertenece a un terrorista,
enviarán un misil contra la granja donde está localizado el teléfono,
sin importar quién lo tiene en la mano porque lo que quieren es acabar
con quien sea que usa ese teléfono y eso es peligroso. Es peligroso
creer que puedes conocer a alguien, conocer sus planes, sus intenciones,
su territorio; si son criminales, si son inocentes. Que puedes
comprender a alguien así. Incluso si tienes acceso total a sus
comunicaciones, la gente cambia de parecer, comete errores, miente
incluso a las personas que más quiere. Nuestras comunicaciones no son el
espejo de nuestra alma pero los gobiernos toman decisiones basadas en
esos datos. Y así las justifican.
Y la legislación no evoluciona precisamente a favor de la privacidad.
Es
2019 y ya vemos lo que ocurre en Rusia, en China y en los EEUU. Pero
incluso los países donde la vigilancia era ilegal de pronto la han
legalizado después de un escándalo. Primero en Alemania [Intelligence Service Act, 2016], después en UK [Investigatory Powers Act, 2016] y lo mismo en Australia [The Assistance and Access Act
2018]. Y no dudo de que está pasando o pasará en España próximamente.
La respuesta a los escándalos sobre vigilancia no ha sido hacer que los
servicios de inteligencia se ajusten a la ley, sino hacer que la ley se
ajuste a los servicios de inteligencia.
Por otra
parte, la cuarta enmienda en EEUU limita las capacidades del gobierno y
del Estado pero no limita las de las empresas privadas. Este es un
problema sistémico, un agujero estructural. Así que, cada vez que
pienses en el poder de estos gobiernos, debes saber que proviene de los
datos corporativos. Los gobiernos son peligrosos porque tienen acceso a
todo lo que has puesto en el buscador de Google. Si no tienes una cuenta
de Gmail, toda la gente que conoces tiene una y guarda copias de tus
comunicaciones.
De hecho, ahora hay congresistas pidiendo que las empresas tecnológicas sean las que decidan sobre temas como la libertad de expresión.
Efectivamente,
los gobiernos están empezando a delegar su autoridad a estas empresas, a
convertirlos en pequeños sheriffs para que funcionen como agentes
gubernamentales e impongan nuevas reglas, como qué se puede y no se
puede decir y todo ese debate acerca del "deplatforming"
[expulsar de la plataforma]. Se trata de una delegación de autoridad,
voluntaria y deliberada, por parte de los gobiernos sobre estas
empresas. Y lo que va a ocurrir, puede que no en dos años, pero en los
próximos diez, cuando se den cuenta de que han ido demasiado lejos, es
que no van a poder recuperar esa autoridad. Porque estas compañías
habrán cambiado la manera en la que opera el sistema. Estas compañías
opacas que no responden ante la ciudadanía habrán cambiado la manera en
que la gente lee, come, conduce, trabaja, piensa y vota.
Una
delegación de funciones que perjudica especialmente a los usuarios que
ni siquiera son ciudadanos estadounidenses ni tienen derechos en esa
legislación.
¡Exacto! ¿Cómo vais a controlar
a Facebook en España, si ni siquiera os reconoce como una autoridad
competente? El parlamento británico llama a Mark Zuckerberg a testificar
y Mark les contesta "no sois lo bastante importantes para que yo vaya,
voy a mandar a uno de mis agentes". Cuando ocurre algo así y no hay
consecuencias, el precedente se extiende al resto de los CEOs de estas
plataformas que dicen voy a pasarme un poco más de la raya a ver qué
pasa. Y si los gobiernos han dejado de ser un mecanismo apropiado para
expresar la voluntad de la ciudadanía, un instrumento para decidir el
futuro de esa sociedad, qué es lo que nos queda. A dónde vamos.
Lo
que vemos en Hong Kong, entre otros lugares, es una balcanización de la
red a través de las plataformas: si quieres escapar del control chino,
usas plataformas americanas; y si quieres escapar de las americanas,
entonces usas plataformas rusas exiliadas en Berlín, como Telegram.
Lo
que vemos en Hong Kong ya ha pasado antes: cuando nuestros modelos de
autogobierno empiezan a fallar, inmediatamente pasamos al modo
resuelveproblemas. Nos volvemos extremadamente utilitarios, fríamente
pragmáticos y hacemos lo que tengamos que hacer para llegar a mañana, a
pasado mañana y a la semana que viene, lo que haya que hacer para
conseguir nuestros propósitos y seguir viviendo como queremos vivir. Y
empezamos a elegir estas frágiles alianzas temporales sin darnos cuenta
de que tienen un precio.
En Europa
hemos optado por la GDPR, donde seguimos dependiendo de las plataformas
pero interponemos una capa de legislación como medida profiláctica. ¿Es
una estrategia más realista?
La GDPR es
significativa porque al menos demuestra una intención de cambiar esas
estructuras torcidas. Pero no está siendo efectiva, ni lo será hasta que
las plataformas paguen el 4% de sus beneficios en multas cada año,
hasta que cambien de modelo. Y, de momento, ninguno de los comisionados
europeos ha mostrado un verdadero interés por implementar esa solución.
Quieren tratar a Facebook como un aliado. Facebook no es un aliado, no
es un amigo. Apenas es un servicio realmente útil. Facebook es un
depredador.
Facebook es la reencarnación de todos los
errores que hemos cometido en nuestras políticas y leyes en los últimos
30 años. Es el fantasma que ha venido a atormentarnos. Y la manera de
exorcizarlo es cambiando cosas. Cambiando la legislación, cambiando la
tecnología, cambiando nuestras decisiones como consumidores y como
ciudadanos. Es un cambio que no puede ocurrir en un solo nivel.
Y con una descentralización radical de las infraestructuras.
Uno
de los motivos por los que tenemos este problema es que no hay espacio
para la competencia. Las plataformas han diseñado sus servicios de tal
manera que se han convertido en la autoridad central. Cualquiera que
necesite métricas para ver cómo funciona su propia aplicación tiene que
usar Firebase, la SDK de Google o Graph, la API de Facebook. Y toda la
información de los usuarios de tu App pasa a ser de Google y de
Facebook, sin que ellos lo sepan. Porque los usuarios no saben lo que es
una SDK ni lo que es una API ni cómo funciona una App ni cómo funciona
el teléfono. Solo saben apretar iconos. Tienes que ser un experto para
saber usar estos dispositivos de manera segura. Y en el contexto de una
autoridad central cada vez más corrupta, y de un estado de
insatisfacción cada vez más patente y de una administración cada vez más
incompetente, estas compañías han empezado a reemplazar a los gobiernos
en pequeñas tareas administrativas. Como, por ejemplo, mantener bases
de datos actualizadas de los ciudadanos, algo que hasta ahora era
derecho único del estado.
O
mantener datos biométricos de la población, algo que antes solo podía
hacer la policía en casos justificados. ¿Cómo se resiste a esa clase de
autoridad centralizada, corporativa, invisible y opaca?
Hay
gente como Tim Berners Lee tratando de redescentralizar la red. Porque
tenemos que cambiar la arquitectura de nuestras redes. Por ejemplo, tus
lectores se habrán preguntado alguna vez por qué suena tu teléfono y
ningún otro teléfono del mundo, cuando alguien te llama. ¿Cómo saben que
eres tú? Por los identificadores únicos universales. Cada teléfono
tiene al menos dos. Tienes el IMEI en el dispositivo, tienes tu IMSI en
la tarjeta SIM y tu teléfono va gritando esos números al viento en todo
momento, tan alto como lo permita el teléfono, hasta que la torre más
cercana responde a la llamada, registra tu nombre y le dice al resto de
la red que le pasen todas tus comunicaciones porque ahora estás en su
jurisdicción. Y estos registros se guardan durante todo el tiempo que
pueden.
Edward Snowden, por Lindsay Mills |
Las operadoras en EEUU tienen registradas
todas las llamadas que hemos hecho desde 1987. Y el de todos nuestros
movimientos desde 2008. Cualquier operadora conoce los detalles de tu
vida mejor que tú. La única manera de evitar estos registros es crear
estructuras alternativas, sistemas alternativos, protocolos alternativos
que no requieran una autoridad central. Que no requieran confiar
demasiado poder en las manos de unos pocos. Históricamente, cuando hay
demasiado poder acumulándose en el garaje de alguien como Jeff Bezos, es
solo cuestión de tiempo que lo use en su beneficio personal y en
detrimento del bien común. Y eso no va a cambiar mientras tenga la
oportunidad delante. La cuestión es cómo cierras esa oportunidad. No
basta con cambiar a Jeff Bezos por otro, a Mark Zuckerberg por otro.
Hace falta un cambio holístico, un cambio estructural.
Los
presidentes escogen a Amazon porque practican el culto de la
eficiencia. Y esas formas de brutal sobreidentificación que mencionas,
con esos identificadores biométricos que son indelebles, porque no se
pueden cambiar –pero sí copiar, hackear, suplantar y duplicar–,
presuponen que la identificación es buena porque optimiza la eficiencia.
Habrás notado que el 80% de los países exigen ahora que te registres
para poder tener un teléfono móvil. Que no haya un solo teléfono sin
identificar.
El culto de la eficiencia significa que,
si algo puede hacerse más rápido, por menos dinero y con menos esfuerzo,
entonces es mejor. Todo el mundo está de acuerdo en eso. Pero si lees
cualquier constitución de cualquier democracia liberal, como la de EEUU,
verás que en nuestra Carta de derechos, cuatro de las principales
enmiendas están diseñadas explícitamente para hacer que el trabajo del
gobierno sea más difícil, menos eficiente. Y esto es lo que a menudo se
olvida: la clase de dirigente que practica el culto de la eficiencia
olvida que el exceso de eficiencia por parte del gobierno es una amenaza
fundamental para la libertad de los ciudadanos.
Queremos
que el trabajo de la policía, el trabajo de Hacienda, el trabajo de los
publicitarios sea difícil, para que solo nos enfrentemos a esos grandes
poderes cuando sea absolutamente necesario. Que el ejercicio de
investigar la vida de una persona sea tan costoso, tan difícil, que solo
se utilice cuando la alternativa sea impensable. Hace 30 años
necesitabas un equipo coordinado de tres personas para vigilar a una
sola persona. Hoy tienes una persona vigilando a poblaciones enteras. La
única manera de evitar el abuso de poder es limitar la eficiencia de
ese poder.
El 5G es el colmo de la eficiencia.
[Se
ríe a carcajadas] Ya, ya. Cuando empezamos a hablar de la tecnología de
ondas milimétricas [mWT] y de los puntos de acceso ultralocal que
transmiten tu posición, no en el edificio ni en la habitación sino en
una parte de la habitación, en un pasillo de la tienda, se me ponen los
pelos de punta. No puede haber sino una ceguera ética completamente
deliberada por parte de los responsables de este desarrollo. Hay una
cosa: cuando en EEUU se han implementado este tipo de tecnologías, se ha
hecho pensando que éramos los únicos capaces de explotar sus
vulnerabilidades, pero ahora vemos a nuestros vecinos y enemigos ponerse
a la vanguardia. Por eso creo que veremos que el mundo de las redes y
del software va a ser más seguro, más difícil de comprometer. Pero que,
por otro lado, los gobiernos y compañías incluirán vulnerabilidades para
su propia explotación, creando debilidades sistémicas que serán
inevitablemente descubiertas por otros gobiernos, por otras empresas,
por otros grupos organizados, con terribles consecuencias. Cuando eso
pase, espero de todo corazón que tengamos redes locales ciudadanas.
España ha sido pionera en 5G con fibra de Vodafone y antenas de Huawei. ¿Qué te parece?
Sabemos
a ciencia cierta que tanto los chinos, como los británicos usan su
acceso a estas redes para perjudicar al resto del mundo. Este es el status quo,
la naturaleza de un poder que ya conocemos hoy.
Ahora, ¿cómo gestionas
eso sin frenar el progreso? No es fácil. En el caso de 5G, tenemos un
proceso en marcha que no sirve el interés público y tenemos una
capacidad de producción que solo existe en un puñado de países, porque
nuestras leyes de propiedad intelectual están tan rotas que incluso si
un grupo de ingenieros españoles quisiera y supiera cómo implementar
estas tecnologías, no tienen las patentes para fabricar los chips
necesarios o las radios para producir estas transmisiones de manera
independiente y segura. Todas las fábricas están en China o Taiwan,
todas las patentes están en EEUU, China, UK o Noruega. Y EEUU tiene la
información, porque el 80% del tráfico de contenidos pasa por EEUU. Las
revelaciones de 2013 son el resultado directo de esa brutal asimetría en
el acceso a la información.
No basta con cambiar
gobiernos. Nada cambiará mientras vivamos en un mundo donde los chips
solo pueden ser americanos o chinos, donde los métodos para fabricar
radios que operan en cierta frecuencia tienen que estar licenciados y
cumplir la legislación estadounidense o china, aunque vivas y trabajes
en España, o Colombia o Chile. Donde la gente que ha creado el sistema
en el que nos movemos siga colonizando los medios de producción, los
medios de expresión.
Han convertido la propiedad
intelectual en una herramienta de control político y social a escala
global. Hasta que empecemos a mirar ese sistema y empezar a cambiarlo de
manera que se puedan modificar estos aspectos fundamentales, la
tendencia será la misma que hemos vivido hasta ahora: desempoderar a la
ciudadanía para empoderar a las instituciones. Un concepto completamente
antidemocrático.
Parece que la ventana de oportunidad existe, pero se está cerrando rápidamente.
Creo
que estamos viendo la tensión de un mundo al límite, y que estamos al
borde de algo y podemos caer en dos direcciones opuestas. Si caemos en
la dirección correcta, habrá reforma. Si caemos en la mala, habrá
revolución. Pero no podemos seguir como hasta ahora.
Estás
en Rusia desde hace seis años porque tu gobierno te revocó el
pasaporte, pero ibas camino de Ecuador. En vista de las actuales
circunstancias, podemos decir que tuviste suerte.
Es
una de esas ironías del destino. El gobierno de los EEUU trató de
destruir mi vida exiliándome de forma permanente en un lugar donde soy
un arma política, porque pueden desacreditarme sin responderme,
simplemente apuntando en el mapa. Pero puede que, con ese castigo, hayan
salvado mi vida sin quererlo. Si ahora estuviera en Ecuador, bajo el
mandato de Moreno y su desesperación por mostrar su lealtad a los EEUU,
no es que crea que mi asilo hubiera sido revocado. Creo que
probablemente estaría muerto o encarcelado, como Julian Assange.
Como director de la Freedom of the Press Foundation, qué futuro crees que le espera a este caso.
Creo
que este caso se va a alargar durante años. Y creo que ha sido un error
por parte de EEUU perseguir a un editor por publicar. Porque hay que
tener claro que es eso de lo que ha sido acusado. No persiguen a Assange
por ninguna de las numerosas polémicas que ha generado a lo largo de
los años. Hay numerosas razones contra él. Pero los EEUU persiguen a
Assange por el mejor trabajo que ha hecho Wikileaks. Y si dejamos que
ganen, entonces nos merecemos el mundo que viene después.
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