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El olfato es nuestro sentido menos conocido. Cuando llegamos a una reunión solemos estrechar las manos a los presentes y sentarnos. Si se graba el encuentro a los pocos segundos, menos de treinta, todos empiezan a oler sus palmas, una forma de captar información de manera inconsciente sobre ese grupo de personas. Nuestro sistema nervioso, a través del olfato, averigua datos sobre el estado de salud, la compatibilidad genética y el estado emocional de cada uno. Parece que podemos detectar ese famoso olor a miedo. No es raro, un estudio de 2014 demostró que somos capaces de distinguir un billón de olores diferentes. Hasta entonces se calculaba que no eran más de 10.000.
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felina. El grupo francés encontró en nuestro pariente más cercano, el chimpancé (Pan troglodytes troglodytes troglodytes), que los animales infectados por toxoplasma perdieron su aversión innata hacia la orina de los leopardos (Panthera pardus), su único depredador natural. Es decir, en una zona marcada por la orina de un leopardo un chimpancé no infectado probablemente se alejaría rápidamente mientras que un chimpancé infectado por toxoplasma sería indiferente o incluso podría mostrar cierta atracción hacia una zona que normalmente llevaría la señal olfatoria de “peligro”. Por el contrario, los investigadores franceses no observaron ninguna diferencia clara en la respuesta de los animales a la orina recolectada de otros hospedadores felinos definitivos que los chimpancés no encuentran en la naturaleza, como leones y tigres.
Esto encaja con una foto sorprendente realizada en 1966 por John Dominis como parte de un encargo para la revista Life.
Dominis lo cuenta así:
«Había fotografiado algunos animales antes y aunque realmente no era ningún experto en felinos podía contratar a gente que supiera más. Pat Hunt, la jefa del departamento de naturaleza de Life, me recomendó a un cazador en Botswana que capturaba animales para zoológicos.
Había atrapado un leopardo y lo puso en la parte trasera de una camioneta y nos fuimos al desierto. Él liberaba al leopardo y la mayor parte de las veces el leopardo perseguía a los babuinos que corrían y trepaban a los árboles. Pude fotografiar todo eso.
Pero por alguna razón un babuino no se marchó. Se dio la vuelta y se puso cara al leopardo y el leopardo le mató».
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¿Por qué? Ese babuino no tenía ninguna posibilidad frente al leopardo. ¿Por qué le hizo frente?
Aunque el valor adaptativo de la conducta inducida por parásitos debe ser evaluado cuidadosamente, el ejemplo de los chimpancés y el babuino sugiere que ese comportamiento anómalo podría aumentar el riesgo de depredación de estos primates por parte de los leopardos para beneficio propio del parásito. ¿Y en humanos? Los seres humanos hemos compartido la mayor parte de nuestra existencia con grandes carnívoros y fuimos cazados por ellos en una proporción similar a la que sufren otros primates actuales. Puesto que los ataques por felinos era una importante fuerza evolutiva para el ser humano y ya que muy probablemente los primeros homininos eran unos hospedadores intermedios adecuados para el toxoplasma, no es de extrañar que nuestro comportamiento fuese manipulado por este parásito unicelular. Si un cromañón se acercase desorientado a un león de las cavernas duraría unos segundos y sus compañeros lo verían como un suicidio. ¿Es posible que el sistema persista a medias, ya no llevemos el toxoplasma a un félido, pero sigamos teniendo el parásito en nuestro interior y mostrando un comportamiento incomprensible y autolesivo y ello explique algunos de los casos actuales de suicidio? Los últimos datos: Toxoplasma es el parásito más frecuente en los países desarrollados. La prevalencia va entre un 22% de personas infectadas en el Reino Unido a un 84% en Francia. Es muy probable que la mitad de los que lean este artículo estemos infectados por toxoplasma. ¿Nos estará haciendo algo? Es posible que no sea la explicación, pero necesitamos nuevas miradas sobre el suicidio, necesitamos explorar otros caminos para buscar una solución. Son diez personas al día.
Fuente: https://jralonso.es/2019/09/10/suicidio-y-toxoplasma/
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