Un sobre de Nescafé y restos de basura en una playa de Filipinas. REUTERS/Eloisa Lopez |
Las calles se han convertido en un hervidero de protestas. El planeta, agotado, dice basta a través de los labios de cientos de miles de jóvenes que se manifiestan en las grandes ciudades del planeta.
Mientras tanto, mientras las calles se desbordan, las clases políticas
se entremezclan en la sede de la ONU en Nueva York para tratar de poner
en consenso una estrategia de mitigación que consiga atajar la crisis climática. Allí, en el costado este de la Gran Manzana, los ministros del ramo se reúnen de manera previa a la futura cumbre climática de Chile del mes de diciembre, posiblemente la última gran oportunidad para establecer objetivos y plazos concretos que combatan el cambio climático.
"Todas las empresas tienen la responsabilidad de hacer
frente a los desafíos globales actuales", comentaba Ana Botín,
presidenta del Banco Santander en El País. Pero, ¿podemos creernos esta suerte de convenio?
No. Así lo ven ecologistas y expertos que tachan este tipo de acuerdos como un greenwashing
o un mero lavado de cara corporativo. “Las grandes empresas llevan
haciendo esto desde hace mucho tiempo. Hacen falta mecanismos que
obliguen a las multinacionales y a los bancos a cumplir con unos
determinados estándares que no atenten contra los derechos humanos y
contra el medio ambiente”, opina Yago Martínez, portavoz de Ecologistas en Acción.
El problema, explica el activista, tiene que ver con las
características de estos tratados firmados por las multinacionales, que,
más allá de las palabras y las rubricas, no son vinculantes y no
ofrecen ningún tipo de garantías para con su cumplimiento.
“Los acuerdos voluntarios no vinculantes a los que se
ha comprometido la Industria carecen de ninguna herramienta de
seguimiento y reporte. Para saber si, por ejemplo, Nestlé o el Banco
Santander están cumpliendo los objetivos tendríamos que poder evaluar
los impactos de sus actuaciones de alguna manera”, añade Miguel Ángel
Soto, responsable de campañas en Greenpeace. La realidad es que
los compromisos como el anunciado a bombo y platillo este domingo,
apenas ofrecen mecanismos de control para conocer en qué punto están sus
promesas medioambientales.
Buen ejemplo de ello es el caso de Unilever, una
empresa británico-holandesa con una producción diversificada que
incumplió su promesa de limpiar sus cadenas de suministro de cualquier
producto procedente de la deforestación. “Todas las grandes empresas
consumidoras de materias primas como soja, palma o cacao se
comprometieron hace diez años a limpiar sus cadenas de suministro en un
plazo de una década. Ahora, después de estar ardiendo el Amazonas, diez años después, estas empresas reconocen que no han cumplido sus promesas”, comenta Soto, citando a Néstle o Burger King, cuyas inversiones en empresas cárnicas están manchadas por el fuego de la selva.
En cierta medida, estos compromisos vacíos tienen que
ver con unas simples “estrategias publicitarias para cooptar
consumidores procedentes de los movimientos sociales”, opinan desde
Ecologistas en Acción. Es una práctica que se hace común en todos los
sectores. Se podría decir que las marcas tejen sus redes y les da igual
en qué mar pescar con tal de hacerlo. Tanto es así, que echando un
vistazo al pasado, tras el 15M, algunas compañías de telefonía trataron de presentarse como empresas regidas por valores asamblearios donde la horizontalidad marcaba el ritmo de las ganancias.
“La juventud está en las calles súper concienciada y
las marcas no pueden quedar expuestas a la ira de los jóvenes, que son
los futuros consumidores. Por eso las empresas firman donde sea”, valora
Soto.
Dejar de crece
Que casi noventa multinacionales se liguen a los principios básicos del Tratado de París de reducir las emisiones de manera radical puede resultar contradictorio. Sobre todo si se tiene en cuenta que el crecimiento económico de estos gigantes se sustenta en gran medida en la extracción de recursos naturales (además de la huella de carbono que hay detrás del transporte global de sus productos).
“La clave es preguntarle a las empresas cómo piensan
llevar a cabo esa supuesta descarbonización. Si no te dicen el plan
exacto que piensan seguir, si simplemente confían que siguiendo las
sinergias habituales y hablando de tecnologías de reemplazo lo van a
conseguir, están equivocados”, expone Antonio Turiel, científico titular
en el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC. “Sin poner un plan sobre
la mesa, en el fondo son palabras huecas”.
"Estas empresas dependen del crecimiento continuo y de las emisiones de gases de efecto invernadero. ¿Qué actividad van a tener si reducen las emisiones?",
se pregunta Martínez, que considera que el historial de las grandes
corporaciones para con el medio ambiente y los derechos humanos es
demasiado grande como para dar por bueno unos compromisos que no se
sustentan en ningún tipo de base legal.
"Tiene que haber planes nacionales de reducciones de emisiones y de adaptación al cambio climático que se traduzca en medidas. Esto no lo van a hacer ni las entidades bancarias, ni el presidente del Real Madrid",
ironiza Soto. El papel de los gobiernos y las instituciones
gubernamentales, opinan desde Greenpeace y desde Ecologistas en Acción,
debería estar más definido y obligar a las empresas con legislación
vinculante a cumplir con sus compromisos.
Unos compromisos que hasta ahora son insuficientes y
que, según Turiel, fían todo el éxito de la lucha contra el cambio
climático a "un cambio tecnológico" que se presenta pobre e incierto. La
salida de este embrollo, quizá, se encuentra apagando los motores del
sistema y planteando una alternativa productiva diferente que no esté
asociada al crecimiento económico indiscriminado. Así lo evidencia el
último informe de la Oficina Europea del Medio Ambiente, que apuesta por un decrecimiento económico orquestado en los países más ricos. Aún con ello, el debate sigue abierto.
Fuente: https://www.publico.es/sociedad/multinacionales-compromisos-ecologistas-lavado-cara-perfecto.html?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=publico
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