lunes, 15 de abril de 2013

Confesiones de un banquero 'suizo'

Confesiones de un banquero 'suizo'

Lleva cerca de tres décadas trabajando en el sector financiero. Siempre como gestor de patrimonios, invirtiendo el dinero de grandes fortunas familiares. No llama la atención. Va de traje y los viernes se quita la corbata. Y aunque es madrileño de pura cepa, se considera un 'suizo' por razones profesionales. Ha recorrido medio mundo gracias a su dedicación y varios de esos destinos han sido países muy singulares, tanto en Europa como en Asia y América, donde la principal actividad económica era y es la prestación de servicios offshore. Con este bagaje a sus espaldas, su discurso sobre el controvertido negocio de los paraísos fiscales aúna una visión crítica en dosis justas, sin caer tampoco en la demagogia política a la que puede dar pie.

"Somos unos hipócritas", afirma con cierta indignación. "Una persona con dinero de verdad puede entrar a cualquiera de los bancos que hay entre el Paseo de la Castellana y la Calle Serrano una mañana y salir al cabo de unas horas con una estructura offshore contratada para sacar dinero fuera". No hace falta ir con la saca hasta Andorra. Casi como el que abre una cuenta corriente o domicilia una nómina, alojar millones de euros en un refugio fiscal es un producto estandarizado, una gestión casi reglada que sigue protocolos muy definidos y por la que se pagan unas comisiones muy jugosas, la base de un negocio que permite a los ejecutivos de banca privada disfrutar de unos sueldos más que generosos.
 
Para este banquero desencantado, que vive  en la parte humilde de una de las urbanizaciones de lujo de Madrid, el mundo offshore es básicamente fruto de un par de factores: uno de índole política, como sería la desleal competencia fiscal entre países, y otro de ámbito moral, que nace del ánimo defraudador de quien no declara impuestos en el país de origen (residente) por el total de sus rentas. A partir de esta simple disección, caben un montón de aspectos y matices, como la mala gestión tributaria practicada por parte de algunos Estados, hasta el punto de rozar casi la confiscación, o el origen ilícito o no declarado de algunos patrimonios multimillonarios, que imperiosamente necesitan subterfugios legales donde la procedencia de su fortuna no sea cuestionada.   

A partir de aquí, depende de dónde se quiera poner el énfasis para hacer un juicio de valores. "Cualquiera que contrata una estructura sofisticada, con un rastro que empieza en Madrid o Londres y puede ir de Suiza a las Islas Caimán, o de Liechtestein a las Islas Vírgenes Británicas, es porque desea alojar sus millones en un sitio donde apenas tribute sin que se sepa", describe con total aplomo. "Tener el dinero fuera no es ilegal. De hecho, lo lógico cuando tienes mucho y eres rico de verdad es tenerlo repartido entre varios sitios y, por tanto, diversificado geográficamente. Otra cosa es que no se declare ante Hacienda ese patrimonio", situación que puede dar lugar a un delito fiscal.

En la situación actual, el negocio de banca privada en España atraviesa por un momento de trabajo extraordinario. Aunque la crisis ha hecho desaparecer a clientes nacidos al calor de los años de bonanza, las verdaderas fortunas capitalistas han movilizado su patrimonio ante la incertidumbre política y económica surgida hace un par de años. "El dinero es miedoso y busca seguridad antes que rentabilidad". Además, las históricas facilidades que han ofrecido países como Suiza o Luxemburgo están desapareciendo, fruto del proceso de armonización fiscal y bancaria dentro de la Unión Europea, por lo que algunos millonarios están en la disyuntiva de regularizar o buscar nuevos refugios.

Una conveniencia tolerada

"La amnistía fiscal española ha sido un despropósito", critica decepcionado al conocer su verdadera dimensión. "Al dinero que reside en paraísos fiscales desde hace décadas le sale más rentable regularizar por la vía ordinaria (declaración complementaria). En la industria existe la convicción de que, más allá de las necesidades de recaudación de Hacienda, esta puerta ha servido para formalizar el dinero irregular generado durante los años de burbuja, donde los propios políticos han sido una parte implicada muy destacada". Y así parece, porque aunque las listas de nombres son secretas, casualmente las únicas identidades que se han filtrado corresponden a protagonistas de la vida pública.

A pesar de todo, los resquicios del sistema existen por pura conveniencia. "¿Acaso crees que Londres no es un paraíso fiscal? Si eres extranjero residente y cumples una serie de requisitos sólo tributas por tu salario, mientras el variable se cobra en las Islas de Man y estás exento de declarar el patrimonio internacional", interpela después de recordar su paso por la City. "Pero no hace falta irse lejos para descubrir las incongruencias políticas sobre este asunto. ¿A caso es lógico que en España se pague Impuesto de Patrimonio y Sucesiones dependiendo de la Comunidad Autónoma donde residas? A partir de este punto, recriminar que el dinero busque las condiciones más favorables no tiene sentido".

Para este financiero, todo empezó a cambiar de manera relevante después del 11-S, cuando Estados Unidos descubrió cómo la trama de Al Qaeda había utilizado las red internacional de paraísos fiscales para financiar sus actividades terroristas. "A partir de entonces hay un antes y un después. En Europa, la convergencia es más lenta y se avanza de manera tímida, pero no hay vuelta atrás". Otra cosa bien distinta es el uso político que se da a la lucha contra el fraude, generalmente acomodada a las conveniencias partidistas de los dirigentes de turno. "En el fondo, todos somos cómplices de lo que pasa, pero no en la misma proporción. La transparencia absoluta no conviene al sistema".

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