Bueno, pensó Rick, en la vida real no hay campanillas mágicas que hagan desaparecer a tu enemigo sin esfuerzo. Una pena. Y Mozart había muerto de una enfermedad renal poco después de escribir La flauta mágica, a los treinta y cinco años, y había sido enterrado en una fosa común.
En éstas se preguntó si Mozart tuvo alguna intuición de que el futuro no existía, de que su corto tiempo ya se había agotado. Este ensayo se acabará, la representación se acabará, los cantantes morirán, al final la última partitura de la música se destruirá de un modo u otro; el nombre "Mozart" se esfumará, y el polvo habrá ganado. Si no en este planeta, en algún otro. Podemos eludirlo por un tiempo, igual que los androides pueden eludirme y seguir existiendo un rato más. Pero al final, si no los atrapo yo, lo hará algún otro cazador de recompensas. En cierto modo, advirtió, soy parte del proceso de destrucción entrópica de las formas. La Asociación Rosen crea y yo destruyo. O así debe de parecérselo a ellos.
En el escenario, Papageno y Pamina entablaban un diálogo. Rick interrumpió su reflexión para escuchar.
PAPAGENO: Mi niña, ¿qué deberíamos decir ahora?
PAMINA: La verdad. Eso es lo que diremos
¿Sueñan los andorides con ovejas eléctricas?
Philip K. Dick
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