martes, 10 de diciembre de 2013

"Los fármacos van a controlar la enfermedad: te morirás con cáncer, pero no de cáncer"


El director del Centro de Investigación del Cáncer, en Salamanca, Eugenio Santos (Salamanca 1953), puede presumir de haber conseguido, a la edad de 29 años, uno de los logros más importantes para el avance de la lucha contra el cáncer. Sin embargo no lo hace, porque su lado más humano le lleva a confesar que el descubrimiento del primer oncogén en el año 1982 no ha sido lo más satisfactorio de su carrera, aunque supuso un «campanazo» mundial para la ciencia. Se siente mucho más orgulloso de haber demostrado que «de verdad» los oncogenes estaban en un paciente, de haberlos identificado y de poder luchar contra ellos de forma efectiva, tras una investigación realizada en 1984. De esta forma, siente que su trabajo ayuda a superar una enfermedad que, hasta ese momento, para muchas personas suponía una «condena a muerte». 
  
Como discípulo de Severo Ochoa, ¿qué aprendió un joven español de 29 años del Premio Nobel en Medicina?
El valor de la ética científica: no puede haber favoritismos. Lo que se hace de ciencia es algo que se evalúa externamente y lo que vale es lo que vale. Era una persona de estricta ética, muy cercano pero muy objetivo. 
 
¿La ciencia puede explicar la vida?
Puede explicar el cómo de la vida, los mecanismos, pero el porqué está más allá, es otro nivel. ¿Por qué el Big Bang y no otro mecanismo? ¿Por qué la vida que conocemos a partir del ADN? Las preguntas a las que responde la ciencia es a cómo ha evolucionado o cómo es la molécula de ADN. En todo lo que haces tienes que conocer el límite y hasta dónde llegas. Si con ciencia piensas que lo cubres todo te equivocas, hay otras preguntas para las que no se tiene un instrumento de respuesta, y ése no debe ser el objetivo de la ciencia.
 
¿Cómo afronta la enfermedad o la muerte alguien que trabaja para dar vida o para prolongarla?
Es como una lucha continúa. Es algo con lo que te enfrentas y no tienes que tener miedo a ello. Además, la manera más efectiva es hacerlo con la ciencia y con una aproximación intelectual.
 
¿Tener más conocimiento sobre la enfermedad produce más miedo?
No, más tranquilidad. Por ejemplo, con un programa que impulsamos para la detección de cáncer hereditario de mama se identifica a familias con antecedentes de la enfermedad para hacerles un consejo genético. Si sale que una chica joven es portadora de una mutación específica que le da una probabilidad del 80 por ciento de desarrollar un tumor de mama o pulmón, aunque puede ser que nunca ocurra, le puedes ofrecer opciones y merece la pena hacerlo. Hay gente que se asusta o no quiere saberlo, pero ese conocimiento te aporta tres opciones y tú racionalmente decides: una es que ya no te olvidas de hacerte el chequeo, con lo que te mejora la vida; también puedes tomar un medicamento preventivo o, incluso, para evitar la aparición, puedes recurrir a la masectomía, por lo cual el mero hecho de decidir ya es positivo.
 
¿Se puede llegar a conocer todo lo que produce cáncer o es una lucha que nunca va a acabar?
Es un error decir que ahora hay más cáncer. No, lo que pasa es que ahora vivimos más y llegamos a una media de 80 años, así que tenemos más tiempo para que las mutaciones se manifiesten. Sabemos que el origen del cáncer está en nuestros genes. Son lesiones en nuestros genes. Agentes que tenemos a nuestro alrededor producen mutaciones, pero tenemos sistemas de células que las corrigen. El cáncer y el envejecimiento es algo que va en paralelo. Pero hay que apostar por la prevención y para ello existe un código europeo contra el cáncer, formado por once mandamientos que son de sentido común. Por ejemplo, evitar la exposición a las mutaciones, el tabaco y las carnes rojas, y comer vegetales. Si hubiera una medicina que ayudara a prevenir el 40 por ciento de los cánceres todo el mundo la querría; pues bien, existe y es dejar de fumar. Lo que más mutaciones produce en el ADN es el tabaco; si no existiera el tabaco habría un 40 por ciento menos de cánceres, y no sólo de pulmón o de vejiga, ya que las mutaciones también atacan a otros tejidos.
 
¿Cómo tratan al cáncer la sociedad y los medios de comunicación?
Se va notando ya el cambio. Ya no se habla de una condena a muerte como hace unos años. Si piensas en número objetivo de víctimas, ahora ya podemos decir que hay más muertes producidas por enfermedades cardiocirculatorias que por cáncer. Ésa es la realidad que tiene que entrar poco a poco en la gente. Desde que se descubrieron en los 80 los oncogenes, en los últimos 20 o 25 años se ha ido mejorando la supervivencia entre un 1 y un 2 por ciento cada año, pero la progresión es continua. Esto ha permitido que si hace treinta años la supervivencia era del 30 o 35 por ciento, este año supere el 65 por ciento. En algunos casos concretos, como en cáncer de mama, se llega a más del 80 por ciento de curación, o en leucemia mieloide crónica hay un fármaco con resultados espectaculares, que cura el cien por cien de los casos. Pero claro, no hay que olvidar que es sólo una de las muchas leucemias que existen. En otros casos, como en páncreas o pulmón, necesitamos mejorar mucho aún.
 
¿Es posible fijar un horizonte temporal para hablar del fin del cáncer?
Si se sigue con esta pendiente de supervivencia, que creo que superará el 1 o 2 por ciento al año. No digo cuándo, pero el cáncer se convertirá en una enfermedad crónica, parada. Los fármacos la van a controlar, por lo que te vas a morir con cáncer, pero no de cáncer. Eso está claro.
 
¿Las terapias génicas son el futuro o el presente?
En la actualidad los fármacos específicos frenan la enfermedad, pero si se suprimen el gen avanza. ¿Llamas a eso curación? Eso es pararlo, digamos cronificarlo. La curación real sería quitar el gen mutado y poner el nuevo. Ésa es la terapia génica y ése es el futuro. Aunque en el laboratorio se puede hacer ya, traducir eso a la práctica clínica es el camino que queda por recorrer, porque con ratones ya hay resultados espectaculares.
 
¿Qué tienen los jóvenes que se incorporan que no tenía el joven Eugenio?
Una formación más completa. Saben más, pero creo que son más conservadores. En nuestra época no nos preocupábamos de si había dinero, qué posición tendríamos y si habría una plaza para cuando volviéramos. Les preocupa más en ese sentido la seguridad, pero ahora son mejores. Está claro.
 
No parece la mejor época para desarrollar una carrera científica. ¿Qué pasará con las generaciones de jóvenes científicos afectadas?
No es la mejor, no. Es muy mala época y en estos momentos toca luchar, hay que centrar los esfuerzos. El mío, mi esfuerzo y mi preocupación ahora, es la gente joven, porque la ciencia es un continuo. Lo que hicimos nosotros al descubrir los oncogenes fue un aldabonazo tremendo, pero si en la década anterior no se hubieran hallado las técnicas que utilizamos, no habría sido posible hacerlo, porque se trata de un trabajo a largo plazo. Si detienes el continuo en un momento determinado es malo lo que se pierde en ese momento, pero sobre todo lo malo es que has cortado una cadena. Con el corte que se está produciendo ahora se va a provocar en la ciencia del país un agujero de veinte años como poco. No hay ninguna opción para los jóvenes científicos y esto producirá un vacío de casi dos generaciones de mentes que no podrán entregarse a la ciencia. Ahí está ese agujero.
 
Ante esta situación, ¿se siente optimista o pesimista?
A nivel global, la ciencia va a tirar adelante como sea. En otros países mejor, pero a nivel nacional soy bastante pesimista. Aún así, tenemos que tratar con lo que hay, poner el esfuerzo donde haya que ponerlo y hacer todo lo que sea por los investigadores jóvenes.
 
¿Cuál cree que es el problema de base de la ciencia en España?
Si realmente se cree o no en la ciencia. Porque esto es una inversión a largo plazo, una continuidad, y si la parten se joroba. No coincide con el interés de la clase política, que piensan en un plazo de tres o cuatro años. Por eso habría que pedir que se pusieran de acuerdo como hicieron con el Pacto de Toledo para las pensiones: un pacto por la ciencia para que ésta no dependa de quien gobierne.
 
¿Qué diferencia el CIC del resto de centros del país?
Aquí lo que tenemos es mucha voluntad de trabajo. Un aspecto muy positivo de este centro es que hemos conseguido aunar investigación básica, clínica y aplicada, y que estamos todos convencidos del modelo y pedimos proyectos; y pongo mi parte ahí a la bolsa común para que sirva para todos los técnicos, no me la quedo para mí. Eso lo hemos enfatizado muchísimo.
 
¿Cuál es su sueño como investigador?
Mi sueño es que todo esto lo llevemos a la práctica y se traduzca en diagnóstico y tratamiento lo más rápido posible, algo que en muchos casos ya podemos hacer.
 

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