lunes, 23 de diciembre de 2013

Grace Hopper, la matemática que enseñó a hablar a los ordenadores

Conocida como Amazing Grace, Grace Hopper (Nueva York, 1906 -Virginia, 1992) está considerada, entre otros méritos, como la precursora del lenguaje COBOL (Common Business-Oriented Language). Un lenguaje de programación universal, e inédito en la época, capaz de ser usado por cualquier ordenador y que se ha utilizado principalmente en los negocios.

Pero antes de convertirse en la ‘asombrosa Grace’, Hopper demostró desde la infancia sentir una fuerte atracción por las matemáticas y la ciencia. Descendiente de militares, su abuelo -al que ella tenía como modelo a seguir, fue almirante de la Armada de Estados Unidos-, y su padre apoyaron sus estudios para que tuviera las mismas oportunidades que su hermano. 

Algo inusual para una mujer de la época (en plenos años 30) Hopper consiguió el doctorado en matemáticas en la universidad de Yale y fue profesora en la materia hasta que un acontecimiento histórico cambió el rumbo de su vida.

El estallido de la II Guerra Mundial y la entrada de EEUU en la contienda, fue para ella decisivo para que, a sus 37 años, se uniera a la Marina. “La primera vez que vas a un campo de entrenamiento, si te colocan en un sitio y no te dan más órdenes, ponte a dormir”, bromeaba una octogenaria Grace Hopper a un joven David Letterman en su late show muchos años después. 

La Marina norteamericana envió a Hopper a Harvard para trabajar en el proyecto de computación que dirigía el comandante Howard Aiken. Se trataba de la construcción de la computadora experimental Mark I.
“Cuando empecé con la computación no sabía nada de ordenadores, claro, hice el primero”, le decía a Letterman. Su tarea consistía en calcular los coeficientes matemáticos del ordenador electromecánico Mark I. Durante su estancia en la universidad de Harvard, escribió un manual de 500 páginas sobre los principios elementales del funcionamiento de una “máquina informática”

Se le atribuye haberle dado nombre a los bugs de computadores, aunque en sus biografías siempre puntualizaba que no fue ella la que encontró al “bichito”. Según cuenta la historia, en agosto de 1947, mientras estaba trabajando con algunos colegas en el Mark I en Harvard, un circuito comenzó a funcionar mal. Usando una pinza, un investigador detectó el problema: una polilla. Hopper anotó al bicho en su libro de registros, indicando que "desde entonces, cada vez que algo salía mal con un computador, decíamos que tenía bugs (bichos) dentro".
 
En el laboratorio de cómputo de Howard Aiken durante la guerra, Hopper se convirtió en una más entre los compañeros, luego, cuando finalizó el conflicto, se trasladó a la Eckert y Mauchly Computer Corporation, la empresa que concibió los primeros ordenadores comerciales ( UNIVAC) y cuyos dueños, John Presper Eckert y John William Mauchly fueron también los padres de la famosa ENIAC.

Amazing Grace

Rebelde y colaborativa, fue muy influyente en unas Fuerzas Armadas y unas empresas dominadas por los hombres en un momento en que lo único que se alentaba a las mujeres era para que se dedicaran a las tareas del hogar y la maternidad. El mayor logro técnico de Hopper fue crear las herramientas necesarias para que el ser humano pudiera comunicarse con los ordenadores en términos distintos de unos y ceros. “Si tienes una idea hazla, -decía Grace- es más fácil pedir perdón que pedir permiso”, decía, creando una frase célebre que regularmente es atribuida a otros.

Estaba convencida de que los ordenadores podían llegar a un público mucho más amplio si se creaban procedimientos más fáciles para poder programar. Sabía que para implantar los ordenadores en esferas no científicas, como el sector comercial, se debían afinar los lenguajes para hacerlos comprensibles por los no matemáticos. Su convicción de que los programas informáticos podían ser escritos en inglés suscitaba continuamente la respuesta: “Los ordenadores no comprenden el inglés”.

En 1949, contra todo pronóstico, desarrolló una técnica que traducía los símbolos matemáticos a un código de instrucción binario y comprensible por la máquina (A-O). Tres años más tarde, ante una atónita comunidad informática presentó un programa de compilación (B-O) que traducía las instrucciones en inglés en un lenguaje de programación. El compilador al que se le denominó Flow-Matic fue concebido para el tratamiento de tareas típicas de la empresa tales como la facturación y los pagos. Lo que provocó la apertura del ordenador al mundo de la empresa.
Y aquí llegamos al comienzo de nuestra historia, cuando Grace Hopper con su Flow-Matic inspiró la creación del primer lenguaje de programación orientado a la empresa (COBOL). Grace persuadió los dirigentes de empresas y la Marina norteamericana para utilizar COBOL como lenguaje estándar.
Este avance influenció a todo el diseño posterior de programación y de software y sentó las bases para el desarrollo de los ordenadores personales de uso fácil. “Los seres humanos son alérgicos a los cambios. Les encanta decir: "Siempre lo hemos hecho así". Trato de luchar contra eso. Es por eso por lo que tengo un reloj de pared cuyas agujas se mueven en sentido contrario”.

Su legado
Años después, en 1986, Hopper tuvo que retirarse de la Marina por cuestiones de edad siendo la más longeva en la historia de la Marina. Recibió numerosos reconocimientos a su carrera entre los que se encuentran más de 40 honoris causa, un destructor con su nombre ( USS Hopper) y un extraño título al “hombre del año” en 1969.

Desde 1971 se entrega el Premio Grace Murray Hopper por parte de la ACM (Association for Computer Machinery). Y desde 1994 -y anualmente desde 2006- se celebra en su honor el congreso Grace Hopper Celebration of Women in Computing para impulsar la presencia de mujeres en el mundo de la tecnología. “Para mí la programación es más que un importante arte práctico. También es un desafío gigantesco en los fundamentos del conocimiento”.

Grace Hopper falleció mientras dormía en su domicilio de Arlington, Virginia, el 1 de enero de 1992 a los 85 años. Fue enterrada con todos los honores militares el 7 de enero en el cementerio nacional de Arlington.

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