En una amplia zona de la denominada Fosa Atlántica, ocho países (Gran Bretaña, Bélgica, Holanda, Francia y, en menor medida, Suiza, Suecia, Alemania e Italia) sumergieron entre 1949 y 1982 cerca de 140.000 toneladas de residuos nucleares, según datos del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Se lanzaron de forma dispersa en una treintena de ubicaciones en miles de bidonesde acero y hormigón de cuyo estado de conservación nada se sabe. Los últimos, de Holanda en 1982, están a 650 kilómetros de Galicia, donde entonces generaron una importante contestación social. Pero los hay anteriores y más cercanos, como los británicos de 1964 a 200 kilómetros de Asturias.
No los controla el Consejo de Seguridad Nuclear, que solo vigila las instalaciones radiactivas en funcionamiento, ni la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa), que se creó más tarde y solo se fija en los residuos generados por España.
La responsable de la campaña de Energía de Greenpeace, Raquel Montón, tampoco sabe de nadie que haya vigilado esos bidones desde hace años y considera “evidente que no van a desaparecer porque no se mire para ellos”.
Por eso el BNG pidió en el Congreso en marzo del año pasado que el Gobierno encargase una inspección, pero el PP la rechazó argumentando que “no hay ni un solo elemento que nos lleve a desconfiar de la seguridad de los residuos radiactivos en la Fosa Atlántica”. Al igual que con el Prestige, como nadie investiga, no hay datos alarmantes que obliguen a investigar.
Fuente: http://politica.elpais.com/politica/2013/11/16/actualidad/1384621329_752361.html
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