Es un sitio tan misterioso, el país de las lágrimas…
-Antoine de Saint-Exupéry
 Cebolla
Desde hace milenios, en diversas 
culturas, se ha expuesto una infalible relación de correspondencia entre
 lo macro y lo micro. En la naturaleza encontramos patrones inscritos en
 lo más profundo de su engranaje, que se repiten en diferentes escalas y
 contextos. Por ejemplo, un estudio multidisciplinario, publicado por la revista Nature, confirmó
 que los diálogos eléctricos que sostienen las células del cerebro 
humano replican las figuras que adoptan las galaxias al expandirse, o la
 sinapsis interneuronal recuerda, sin esfuerzos, al diseño de los 
relámpagos durante una tormenta eléctrica.   
En sintonía con este modelo correlacional que
 parece regir nuestro universo, resulta que los humanos lloramos, 
literalmente, montañosas cartografías. Cada vez que nuestras emociones 
se manifiestan mediante este mecanismo de expresión y desahogo, 
derramamos cristales de sal que, observados en un microscopio, denotan 
una inquieta topografíaCambio
Risa
Transición
Duelo
Con el propósito de explorar este poético fenómeno, la fotógrafa Rose-Lynn Fisher creó un proyecto llamado The Topography of Tears.
 Las imágenes microscópicas que emergieron de este ejercicio nos 
sumergen en un recorrido de estética emocional: como si se tratara de 
exuberantes mapas –una mirada panorámica desde el cenit–, observamos 
elegantes patrones, casi catárticos, que parecen portar intrigantes 
narrativas. Ella cuenta:
Las azarosas 
composiciones que encuentro en las lágrimas magnificadas, con frecuencia
 evocan una sensación espacial, como tomas aéreas de un terreno 
emocional.  
Afortunadamente, Fisher no se detuvo 
ante las misteriosas imágenes que encontró por primera vez, tras 
penetrar la microestructura de las lágrimas. La fotógrafa se abocó a 
documentar una serie comparativa, entre cristales de sal generados a 
partir de diversos contextos emocionales. Gracias a esto podemos 
contrastar la estructura de lágrimas vertidas durante un llanto de 
dolor, uno de risa, o uno en momentos de cambio. 
Si bien las fotografías por sí mismas 
proyectan una evidente belleza, lo cierto es que al reflexionar que 
estos paisajes escurren por nuestras mejillas, justo en ese climático 
momento del llanto, entonces la experiencia adquiere una connotación 
mucho más profunda, de introspección compartida.
Es como si cada una 
de nuestras lágrimas contuviese un microcosmos de la experiencia humana 
colectiva, como la gota de un océano. 
 
Que interesante...
ResponderEliminarJamás imaginé algo así.!!
Bueno últimamente sí he caminado por algunos pasajes de lágrimas!!
Fácil con todo eso se junte y forme un libro! !!