miércoles, 6 de noviembre de 2013

Barbara McClintock (1902-1992)


Barbara McClintock nació en Hartford, en el estado de Connecticut (Estados Unidos). Su familia comprendió y aceptó su interés por la ciencia y le concedió un amplio margen de libertad, pese a que su madre, que era descendiente de los pioneros de Myflower, consideraba que sus aspiraciones eran poco femeninas.
  Tras la primera guerra mundial, Barbara se matriculó en el Cornell´s of Agriculture de Ithaca, en el estado de Nueva York, donde estudió citología, genética y zoología.
  En aquella época, sin embargo, el acceso a las clases de genética estaba vetado a las mujeres; un obstáculo que Barbara logró superar matriculándose en la especialidad de botánica y eligiendo la asignatura de genética como optativa.
  Mientras estudiaba, Barbara comenzó ya a investigar los cromosomas e ideó una técnica de coloración para hacer visibles los cromosomas del maíz que nunca antes se había empleado.
  En 1925 concluyó sus estudios con una tesis sobre botánica y dos años más tarde consiguió una plaza como profesora en la Universidad de Ithaca.
  Entre 1929 y 1931 publicó nueve artículos científicos con los que demostró que los genes se encuentran realmente en los cromosomas, un hallazgo que dejaba claro que el intercambio de información genética puede ir acompañado de un intercambio de fragmentos de los propios cromosomas. Con esta conclusión abrió las puertas a la genética celular.
  Aunque sus resultados le permitieron obtener un importante reconocimiento, lo cierto es que durante muchos años dependió económicamente de las becas de estudio. No en vano, hace menos de un siglo las mujeres no tenían la posibilidad de trabajar como profesoras en las universidades estadounidenses, al menos en el ámbito de la investigación.
  Barbara McClintock tuvo que realizar sus experimentos en condiciones precarias y con un sueldo insuficiente.
  Destacó por su extraordinaria facilidad para observar al microscopio sus objetos de estudio, como si no existiese barrera alguna entre ella misma y lo que examinaba: prácticamente como si durante las observaciones se encontrase en el interior de la célula y pudiese dirigir su mirada a su alrededor, como llegó a decir en cierta ocasión.
  En 1936 consiguió al fin una plaza como profesora asociada de la Universidad de Misuri, tras lo cual fue nombrada miembro de la Academia Nacional de la Ciencia. En 1945 se convirtió en la primera presidenta de la Sociedad Estadounidense de Genética.
  En Cold Spring Harbor, donde contó con la colaboración de Evelyn Witkin, logró explicar el fenómeno de
los jumping genes o "genes que saltan": tras años de estudio descubrió que era posible "manipular"los genes, comprobando la existencia de genes que controlan la actividad de otros genes  que pueden modificar sus propiedades "saltando"dentro de un cromosoma o entre diversos cromosomas. Este descubrimiento no recibió buena acogida: en realidad sus planteamientos cuestionaban las teorías de la genética clásica, según las cuales los genes eran las unidades inmutables de la herencia. Frente a esta idea, Barbara consideraba que el código genético de cada organismo era un elemento dinámico que reaccionaba ante los estímulos del ambiente circundante.
  No fue hasta finales de los años setenta cuando el mundo científico se mostró dispuesto a aceptar las ideas de Barbara. Su actividad fue premiada con un Nobel de Medicina en 1983, treinta y dos años después de su revolucionario descubrimiento de la genética celular

Rita Levi-Montalcini

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