sábado, 30 de noviembre de 2013

El proceso de la corrupción

Bien por cansancio, bien por indiferencia, un porcentaje bastante alto de la población está hasta los huevos de las manifestaciones. Es el sujeto pasivo, para el que la crisis es una cosa que dicen en la TV. El salario y el ambiente de trabajo son como son porque así tienen que serlo, y los que protestan son una banda de gilipollas que tienen la osadía de decirle a los demás lo que deben y no deben hacer.

Este sujeto es primo hermano del hombre- masa de Ortega, egoísta y soberbio, incapaz de mostrar agradecimiento ninguno por la lucha histórica que representó alcanzar las comodidades en las que desarrolla su apetito desmedido. Efectivamente, nunca deberíamos olvidar que, si hoy disfrutamos de alguna libertad, es gracias a personas que en su momento lucharon frente a la tiranía, la esclavitud o la injusticia.

Nos guste o no, algunos de esos hombres ahora circulan por las puertas giratorias del Poder. Ayudaron a derrocar regímenes totalitarios, se manifestaron, puede que lanzaran alguna pedrada, e incluso pasaron temporadas en la cárcel. Eso, el que no fuera ejecutado. Entonces, ¿cómo es posible que ésos tipos hallan escalado hasta la cumbre de la estafa global? Sabemos que el Poder corrompe, y más todavía si este Poder es dinero. Pero debe encontrarse alguna motivación extraordinaria al margen de la avaricia, una motivación que tenga la capacidad de diluir décadas de ideales, activismo y reproches contra el sistema.

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Vayamos al comienzo del proceso. Imagine que es usted un manifestante. A la sazón, un parado de larga duración que sobrevive con el subsidio y la ayuda de la familia. Lleva años peleando por cambiar las cosas, denunciando el estado de descomposición de la maquinaria, protestando aquí y allá, aceptando pequeños trabajos sin contrato que necesita como agua de mayo.

En los medios le llaman vago, perroflauta, inútil, analfabeto y otra media docena de calificativos que se repiten insistentemente día y noche, a lo largo de la semana, del mes, del año… Algunos amigos con trabajo aseguran que salir a la calle no vale para nada, aunque es una observación que apenas se alarga unos minutos entre el postre y el café, porque luego toca hablar de la Eurocopa.

Además de pobre y excluido, usted se siente una auténtica mierda, y no entiende por qué a muchas de las personas que están a su alrededor no les importan los atracos financieros, la endogamia partidista o la deriva de la justicia. En cualquier caso, para usted no queda otra salida que seguir peleando y sobrevivir.

El funcionamiento de las redes da por fin sus frutos. Desde la cooperativa puede acceder a unos ingresos dignos, y conoce a otras personas que piensan, padecen y sienten lo mismo. Van surgiendo asociaciones y nuevos partidos que comparten las ganas de cambio, integrados por gente como usted, personas que han aguantado el insulto y la desesperación hasta límites extraordinarios.

Ese partido en el que milita consigue un gran número de votos. Y usted estaba propuesto como diputado en el Congreso. Desde esa pequeña parcela de Poder que ahora ocupa, debe tomar decisiones por los demás… No han sido meses, ni unos pocos años, sino décadas luchando por llegar a ese lugar. ¿Se bajará el sueldo para que aquellos sujetos pasivos que le denostaban puedan vivir mejor? ¿Rechazaría algunas comisiones por influencia en pos de una ciudadanía emperrada con el fútbol, la basura televisiva y el consumo irracional?

En definitivas cuentas, debería plantearse si de verdad merece la pena cambiar un sistema cuando a la mayor parte de la gente se la trae floja y, más aún, no aceptar ningún dinero extra o nombramiento a dedo teniendo presente la miseria por la que ha pasado. Puede que vaya a cambiar algunas cosas, sí, mejorar el tinglado, pero ¿por qué debería rechazar la corrupción si ésta le da la ocasión de vivir mejor? Al fin y al cabo, se lo tiene bien merecido…

 
También podría deslizar rumores por los mentideros a conveniencia, tachar de vagos a todos aquellos que le ignoraban o le miraban despectivamente en los años del desaliento. ¿Acaso no estaría en lo cierto? ¿Quién ha peleado por cambiar las cosas? El azote contra la inoperancia y la idiotez aparecería entonces como la compensación natural del karma, un equilibrio en justicia que vendría justificado también por el dinero y los privilegios.

El proceso de la corrupción se cierra, abriéndose la injusticia por otros lados, generando nuevos desesperados dispuestos a luchar para cambiar su mundo, abriendo otro ciclo de subidas y bajadas en los puestos de control. En definitiva, es una cinta de Moebius sin principio ni final, desarrollándose desde el principio de los tiempos y hasta no sabemos cuándo.

Decía José Luis Sampedro que el problema es la existencia misma de esquemas de Poder. Son puestos vacantes a la espera de alguno que llegue a ocuparlos, tanto en política como en finanzas (aunque si hace falta crear uno para un viejo amigo de la revolución, pues se crea, y a otro rollo…).

A no ser que, en el futuro, una legión de miles de ascetas con vocación de sacrificio por aquellos semejantes que les vilipendiaron lo cambien todo, cosa esta del todo improbable, e indeseable, si tenemos en cuenta además que los peores dictadores eran fanáticos de la austeridad, el cuenco de arroz y las horas justas de sueño antes de lanzarse a la invasión de Europa.

Fuente:  http://www.yometiroalmonte.es/2013/11/29/proceso-corrupcion/

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