domingo, 13 de mayo de 2018

Tortura

“El 24 de enero de 2018 fui torturado por el Servicio de Seguridad Federal de Rusia”

El antifascista Viktor Filinkov revela cómo fue maltratado por los servicios secretos  

<p>Despacho del investigador Alexey. Dibujo realizado por Alexandra, la esposa de Filinkov, según la descripción de este.</p>
Despacho del investigador Alexey. Dibujo realizado por Alexandra, la esposa de Filinkov, según la descripción de este.

A finales de enero, tras la noticia de la desaparición (el 24 de enero) de Viktor Filinkov, activista de izquierdas y programador informático, en el aeropuerto Púlkovo de San Petersburgo, se llevaron a cabo una serie de arrestos y registros (26 de enero) en los domicilios de activistas antifascistas en la ciudad. Cuando Filinkov resurgió para acudir al juicio y a la prisión preventiva, afirmó que había sido torturado por funcionarios del Servicio de Seguridad Federal de Rusia (FSB) –al igual que un testigo del caso: Ilya Kapustin. Otro antifascista, Igor Shishkin, también desapareció después de que registraran su domicilio.

 Al parecer, la rama del FSB en Penza abrió una investigación sobre una “organización terrorista” (Apartado Dos del Artículo 205.4 del Código Penal de Rusia) en octubre de 2017. Así, en un mes, arrestaron a Egor Zorin, Ilya Shakursky, Vasily Kuksov, Dmitry Pchelintsev, Andrey Chernov y Arman Sagynbayev (detenidos en San Petersburgo y devueltos a esta misma ciudad). Según los investigadores, todos los arrestados eran miembros de la organización Set’ (red) que planeaba provocar “a las masas populares para lograr la consiguiente desestabilización del clima político en el país” durante las elecciones presidenciales y la Copa Mundial de fútbol y organizar, de este modo, un levantamiento armado. Las células de la red supuestamente operaban en Moscú, San Petersburgo, Penza y Belarus.

Los servicios de seguridad rusos han acusado a Filinkov de pertenecer a esta misma organización terrorista. En prisión, Filinkov describió todo lo que le había ocurrido después de su detención en el aeropuerto de Púlkovo el 23 de enero de 2018 y hasta su arresto por un tribunal de distrito de la ciudad. En el presente documento, Filinkov describe el examen médico que le realizaron antes de someterle a la tortura mediante descargas eléctricas, interrogatorios en el FSB y conversaciones interminables con agentes aburridos. A continuación transcribimos el texto que envió a los miembros de la Comisión de Supervisión Pública (ONK) de la ciudad, que vela por el respeto de los derechos humanos en los centros de detención.

Otros sospechosos de esta supuesta organización terrorista –Ilya Shakursky, Dmitry PchelintsevIlya Kapustin, el testigo detenido en San Petersburgo– también han proporcionado testimonios detallados de tortura. Pchelintsev y Shakursky afirmaron que agentes del FSB les torturaron con descargas eléctricas en el sótano del centro de detención de Penza. Igor Shishkin, el antifascista que también desapareció en San Petersburgo, no mencionó la tortura, pero los médicos certificaron que la pared interior de su globo ocular estaba rota y que tenía múltiples hematomas y abrasiones; los miembros de la ONK que lo visitaron en el centro de detención certificaron múltiples marcas en su cuerpo que parecían quemaduras eléctricas.

Primer encuentro con agentes del FSB: “¿Es SS o VV?”
Mi detención empezó el 23 de enero de 2018 en la puerta de embarque A08 del aeropuerto Púlkovo. Mi vuelo era a las 20:05. Varios hombres vestidos de civil estuvieron deambulando por la zona de espera media hora antes de la salida: era obvio que no volaban a ninguna parte.

Me rodearon cinco o seis hombres, un hombre de mediana edad con una camisa rosa a cuadros se colocó frente a mí. Abrió una funda marrón para mostrarme su identificación y se presentó: “Mayor Karpov [no estoy seguro del apellido pues no pude ver su identificación], del FSB, acompáñenos”. 

Sorprendido, pregunté qué ocurría. A mi espalda oí: “¡Cógele el teléfono!” “¡Deme su teléfono, síganos!”, dijo el hombre de la camisa a cuadros. Obedecí, me quité los auriculares y le entregué mi smartphone. “¡Todos los teléfonos!”, volví a oír a mi espalda. “Muy bien, ya arreglaremos eso después”. Karpov fue el único agente del FSB que se presentó.

Me llevaron a una sala a la que solo se accedía con un pase especial. Había una caja de servidor, un armario, un aparato del tamaño de un cajero automático que no sabía lo que era, una mesa con sillas, un sofá de piel y un aparador. Colocaron mis cosas encima del aparador y me pidieron que me sentara en el sofá. Miré los relojes que había en la pared: eran cerca de las 19:35. Aproximadamente una hora después llegó la primera pareja de agentes. Me hicieron muchas preguntas, incluido mi salario. Llegué a pensar que iban a pedirme un soborno.

Pasó otra hora más y llegaron otros dos agentes. “Bien, Vitya, ¿ya te has dado cuenta de por qué está pasando lo que te está pasando?”, preguntó uno de ellos. Yo respondí: “No le entiendo. ¿Qué está pasando?” Ya les había hecho esa pregunta varias veces antes y respondían que era un control rutinario, que el vuelo se iba a retrasar, etcétera.

“Otro tío tampoco lo entendió, después se cayó y lo entendió todo”.

“¿Me está amenazando?”

“No, solo te explico lo que a veces pasa”.

En ese momento ya había desbloqueado mi smartphone para los agentes (sin mostrar la contraseña), pero me había negado a desbloquear mi ordenador portátil porque era mi portátil de trabajo y tenía un código original que valía millones de dólares. En la sala había una cámara de circuito cerrado, no sé si funcionaba. Me dijeron que sacara las cosas de mi mochila. Entre otras cosas había una foto de mi mujer con unos amigos, uno de los cuales llevaba un gorro de policía. “¿Quién es ese? ¿Es policía o qué?”, preguntaron mientras revisaban mis cosas. Encendieron mi móvil, empezaron a mirar mis mensajes, llamadas y contactos. Cogieron mi pasaporte, mi carnet de identidad kazajo [Filinkov es ciudadano de Kazajistán] y los billetes. No me devolvieron mis documentos. Tuve que cargar con mis cosas hasta que me registraron. También examinaron mi smartphone, me hicieron preguntas sobre las fotos y además, con sus propios smartphones, hicieron fotos dirigiendo sus cámaras a la pantalla de mi smartphone....Continuar leyendo: http://ctxt.es/es/20180509/Politica/19433/Rusia-torturas-viktor-filinkov-antifascismo-FSB-servicios-secretos.htm#.WvPvPGq80Ek.twitter

  Ali al-Qaisi, preso icónico de Abu Ghraib: "Venían y se orinaban en mi cara"

El exrecluso cuya imagen dio la vuelta al mundo recuerda su descenso a los infiernos y su vida tras el trauma

Ali al-Qaisi en Abú Gharib y en su casa de Berlín.
Ali al-Qaisi en Abú Gharib y en su casa de Berlín. / .43250592
 Una capucha negra, un cuerpo conectado mediante cables a la corriente eléctrica y unos brazos abiertos como quien pide clemencia. Cuando en abril del 2004 salieron a la luz las torturas perpetradas por el Ejército estadounidense en la prisión iraquí de Abu Ghraibesa fue la imagen que estremeció a todo el mundo. Debajo de ese atuendo pendía la vida de Ali al-Qaisi.

Sentado en el sillón de una austera casa unipersonal en la periferia berlinesa, este hombre de gesto afable y pelo blanco recibe a este periodista con una sonrisa que tarda poco en romperse. A pesar de tener 56 años Ali presenta un aspecto físico deteriorado. Necesita las muletas para levantarse y al estrecharle la mano uno nota los dos dedos parcialmente amputados de su mano izquierda. Nacido en Bagdad el 6 de agosto de 1962, la vida de este profesor de instituto islámico se truncó con la invasión de EEUU a su país.  Quince años después de entrar en Abu Ghraib, explica su historia a EL PERIÓDICO.

¿Cómo vivió la invasión estadounidense de Irak?
La gente ahora llora por la época de Sadam Husein. Aunque fueron tiempos muy malos, la invasión de  Estados Unidos dejó un lugar peor.

- ¿Por qué el Ejército se fijó en usted?
Junto a unos amigos fuimos al hotel donde se hospedaban muchos periodistas y les llevamos a ver la parte de Bagdad que el Ejército estadounidense no quería mostrar. Cuando se publicaron las noticias, fueron al hotel a buscarme y apuntaron mi nombre en su lista. El recepcionista me llamó advirtiéndome de que no volviese al hotel.

- ¿Qué les enseñó?
La parte cerca del aeropuerto. Un doctor me contó que mucha gente en esa área iba a visitarle con extrañas enfermedades en la piel, producto del contacto con químicos ilegales. Para eso acudí a los periodistas. Después de denunciarlo, el Ejército visitó la zona para retirar las pruebas y preguntar por mi.

- Y entonces le detuvieron…
Cuatro días después, el 13 de octubre del 2003, volví al colegio a trabajar porque estaba convencido de que contactar con la prensa no era cometer ningún crimen. ¿No querían traernos la democracia? Tanques y soldados me esperaban en la calle, bloqueando las salidas. Me dijeron que estaba arrestado y me obligaron a quitarme la camiseta para comprobar que no llevaba explosivos. Me encapucharon, me subieron a un coche y me apalizaron mientras me pisaban las manos.

- ¿Cómo fue su entrada en la prisión?
Inhumana. Me llevaron a una academia militar y, sin ninguna explicación, el día siguiente estaba en Abu Ghraib. Todos los prisioneros estábamos tumbados en el suelo con la cara cubierta. Me desnudaron y me hicieron sentar en un baño antiguo y sucio para poder registrarme, tocándome y metiendo sus manos por todas las partes. Ahí había cuatro soldados interrogándome.

- ¿Qué querían saber?
Primero, si era sunní o chií. Después me preguntaron donde estaba Osama Bin Laden. Creo que era la introducción que tenían con todos los presos. Querían saber si alguien me había ordenado hablar con los periodistas. Tras negarlo todo me dijeron que si colaboraba con ellos me darían 500 dólares al mes; si no me llevarían a Guantánamo. No lo hice. Me subieron a un coche y volvieron a darme una paliza.

- Y le dejaron ahí…
Sí. Me pusieron en un bloque de alta seguridad con otros 300 presos. Estábamos aislados del resto. Mi nombre de preso era 151716 pero como mofa me escribieron Colin Powell en la frente.

- ¿Qué métodos usaron para interrogarle?
Me ataban las manos en el suelo en posiciones incómodas durante unas 10 o 15 horas. Repetían constantemente las mismas preguntas. Un oficial lo apuntaba todo y el otro me amenazaba. Siempre había mujeres soldado que nos enseñaban los pechos o se tocaban delante nuestro durante el interrogatorio. Era enfermizo. Una vez incluso trajeron un perro negro que me mordió y me arrancó un trozo del cuello. Otras veces nos colgaban frente a nuestra celda durante días, sin comida, ni agua, delante de todos los presos. Veías a otros morir.  Continuar leyendo:https://www.elperiodico.com/es/internacional/20180510/ali-al-qaisi--venian-y-se-orinaban-en-mi-cara-6808918

Más información: https://redantihistoria.wordpress.com/2018/05/07/tortura-anarquistas-en-rusia/


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