jueves, 24 de mayo de 2018

“Para acabar con la ablación hay que alfabetizar a las mujeres”

Quite Djata lucha contra la mutilación genital y los matrimonios infantiles en Guinea Bissau implicando a comunidades, imanes, 'fanatecas' y equipos médicos

Quite Djata, coordinadora del Comité Nacional para el Abandono de Prácticas Tradicionales Perjudiciales para la Salud de las Mujeres y la Infancia (CNAPN) de Guinea Bissau, durante su visita a Madrid en marzo de 2018.



Quite Djata, coordinadora del Comité Nacional para el Abandono de Prácticas Tradicionales Perjudiciales para la Salud de las Mujeres y la Infancia (CNAPN) de Guinea Bissau, durante su visita a Madrid en marzo de 2018.
“Alfabetizando a las mujeres conseguimos que se sientan con fuerza para decir no. Que puedan alzar la voz y decir basta. Sus madres no lo sabían, pero ahora que ellas conocen las consecuencias de la mutilación ya no van a permitir que sus niñas pasen por eso”. Quite Djata, coordinadora desde 2012 del Comité Nacional para el Abandono de Prácticas Tradicionales Perjudiciales para la Salud de las Mujeres y la Infancia (CNAPN) de Guinea-Bissau, no tiene duda de que la educación es la clave para acabar con la mutilación genital femenina en su país y en todo el mundo. Lo dijo en las VII Jornadas Internacionales Mujeres y niñas libres de violencias de género: tejiendo redes, sumando voces de la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF), con la determinación y el convencimiento de alguien que trabaja a diario en la lucha contra esta práctica que afecta a 200 millones de mujeres que han sido mutiladas en todo el mundo.

“En Guinea-Bissau solamente los musulmanes, que son el 40% de la población, practican la mutilación. Pero hay que dejar claro que no es una recomendación del Corán. No tiene nada que ver con el Islam. El problema es la ignorancia, el egoísmo y el machismo”, advierte Djata de manera contundente. “En el este del país, la prevalencia de mujeres que han sido mutiladas es del 70%, aunque hay regiones que incluso superan este porcentaje”, señala Djata, quien reconoce huir de las grandes cifras por la amplia variación que sufren de una zona a otra y según los grupos étnicos que la practican. “Los fulas realizan una mutilación mucho más dura que los mandingas, quitando los labios superiores e inferiores y el clítoris completo”, aclara. Según datos de la UNAF, en el país africano casi el 45,5% de las niñas y mujeres entre 15 y 49 años han sufrido la ablación, y en el caso de las que profesan la religión musulmana está cifra aumenta al 95%.

Djata, titulada en Agronomía Tropical y Subtropical por la Universidad alemana de Leipzig, trabaja desde hace años en el CNAPN con el objetivo claro de promover el abandono de todas las prácticas perjudiciales que atentan contra los derechos de las mujeres y la infancia. Aunque su principal batalla es acabar con la mutilación genital, también lucha por la erradicación del matrimonio precoz y el tráfico de niñas. “Hay muchas discriminaciones por razón de género. Por ejemplo, cuando los padres de un menor mueren, el niño tiene el derecho a recibir la herencia mientras que la niña no. Combatimos este tipo de situaciones porque para acabar con la mutilación hay que acabar con todas estas prácticas también”, afirma la guineana.

Quite sonríe cuando comenta que, mientras ella comparte mesa en el Día Internacional Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina con otras activistas de todo el mundo, sus compañeras en Bissau también tienen una misión importante. “Hoy se están celebrando en la capital y en otros cinco puntos del país intercambios entre comunidades que se han declarado libres de esta práctica contraria a los derechos humanos con otras que aún no lo han hecho y en las que seguimos trabajando”. 

Aunque reconoce que las 200 comunidades declaradas libres de mutilación son un muy buen ejemplo y sirven para demostrar a las demás que se puede lograr, el camino para conseguirlo no es fácil.
Un requisito indispensable para trabajar en las aldeas con éxito, según Djata, es no hablar de salud sexual en las primeras reuniones. “Empezamos con el registro de los niños y niñas y la escolarización. Seguimos hablando de la necesidad de acabar con los matrimonios infantiles y sus terribles consecuencias. La mutilación es lo último que abordamos para que haya más aceptación y las mujeres estén preparadas para hablar de ello. Y nos funciona”, afirma.

Desde que en 1996 se creara el Comité, por recomendación de la ONU, sus logros han sido muchos, implicando en el camino a diferentes actores. “Capacitamos a los imanes, les hablamos de las terribles consecuencias para la salud de las mujeres. Aunque hay algunos que aun tienen resistencia a que les hablemos de estos temas, lo vamos logrando”. En 2013, más de 200 imanes de todo el país aprobaron una fatwa —decreto islámico— que condenaba la práctica de la mutilación en nombre de la religión.

Las formaciones también se extienden a las fanatecas —las mujeres que se realizan las ablaciones— como una parte importante de la sensibilización ya que, según estima Unicef, cada año alrededor de 2.000 niñas son enviadas por sus padres o familiares a estas mujeres. “Cuando hablamos con ellas, muchas lloran y no solo deciden no seguir con la práctica, también salir a educar e informar de que esto tiene que acabar”. Los equipos médicos también son una parte fundamental. “Ellos pueden hacer saltar las alarmas y denunciar”.

Djata coincide con su compañera y presidenta del comité Fatoumata Djau Baldé, reconocida defensora de los Derechos Humanos en Guinea-Bissau, en que la ley no acabará con la mutilación por sí sola. “Sabemos que las costumbres no se abandonan por tener una ley, pero por lo menos ya existe el instrumento jurídico para que se condene a quien la lleve a cabo. Aunque, además de la ley, necesitamos que alguien vaya a explicárselo a la gente, a informarles”. Desde que se promulgó la norma que prohíbe y criminaliza esta práctica en junio de 2011, ya han sido denunciados 40 casos ante los tribunales.


Para Quite, hay dos problemas fundamentales a los que se enfrentan desde el comité: la población sigue siendo muy reticente a denunciar y aún existe una escasa participación del Gobierno en estos temas. “Los diputados nunca participan, su apoyo es pasivo. Tienen miedo a perder votos, pero en esta lucha necesitamos su apoyo. Yo no puedo predecir cuándo acabaremos con la mutilación de las niñas. Si lo logramos para 2030, podremos decir que estamos muy orgullosos”, sentencia esperanzada.

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