Si te cortas en un dedo, ves como la
piel se regenera con el tiempo y crece alrededor del corte, y que
cicatriza y que tienes bien el dedo otra vez. Se cierra el corte. Se
cierra la herida. Y sigues con tu vida. Si te cortan el clítoris, con el
tiempo ves que tu piel no se regenera, ni crece alrededor para
recuperar la superficie cortada... No, no sucede así. Sucede lo
contrario. La herida no se cierra, ni cicatriza, por mucho que te digan
que puedes seguir con tu vida. Y que tu vida es mucho mejor así, cortada así. Y que te aseguren que tu vida es así. Como así ha sido la vida de tu madre, la de tu abuela, la de tus tías y tus vecinas, asícomo
será la vida de todas tus amigas a las que también han cortado el
clítoris. Lo que no te dicen, no te explican, porque quien te corta fue
también cortada en su momento, es que tu vida, también va a ser asícuando te cortan el clítoris:
- A medio plazo pueden producirse anemias severas provocadas por las hemorragias e infecciones unidas, en su caso, a problemas de malnutrición. También pueden aparecer otras complicaciones como la infección pélvica, menstruaciones dolorosas y formación de cicatrices queloides.
- A largo plazo, el corte hecho cuando eras una niña puede afectar a tu aparato nefro-urológico (infecciones, tendencia a la litiasis, obstrucciones del tracto urinario, incontinencia urinaria y fístulas), al aparato genital (enfermedad inflamatoria pélvica, infecciones, infertilidad, dolor pélvico crónico, dismenorrea, dispareunia y aumento de vulnerabilidad a infecciones de transmisión sexual), además de problemas obstétricos (partos difíciles, incremento del riesgo de sufrir hemorragias y desgarros extensos perineales que afectan a la uretra y al ano, necesidad de episiotomías en mayor número y más extensas. Aumento de hipoxia fetal con secuelas neurológicas e incluso fallecimientos fetales/maternos intraparto. La tasa de mortalidad materna aumenta, siendo más llamativa en partos sin asistencia sanitaria).
- Y añade el impacto que tendrá sobre tu sexualidad: Coitos dolorosos, necesidad de reapertura introito vaginal para facilitar la penetración del pene, ausencia de libido y de capacidad para excitarse y tener orgasmo, fobia sexual por aversión al sexo. Y el impacto psicológico: temor e inseguridad respecto a la vivencia de sus cuerpos y a la sexualidad, estrés postraumático, baja autoestima, confusión y sentimientos de contradicción por la diferencia de valores de la sociedad de origen y la sociedad de acogida. Miedo al rechazo de su grupo social o étnico si no acceden a la práctica de MGF. Sentimiento de culpa de las madres mutiladas que han aceptado o incluso promovido la práctica de la mutilación a sus hijas. Depresión, ansiedad crónica, fobias e incluso alteraciones psicóticas. (Del Protocolo de actuación sanitaria ante la MGF en la CV)
Nadie
dice que tu vida, como ser humano, incluye el placer, el gozo, el
disfrute, el deseo, la excitación sexual. No te dicen que así debería de ser tu vida y no asa como
te han contado que sería, como te han condenado a vivirla. Una vida
incompleta, amputada; por eso no se llama corte lo que hacen, se llama
mutilación. Lo explica, poniendo como ejemplo el dedo del primer
párrafo, una de las mujeres que colabora en la casa de acogida para
niñas que escapan de la mutilación que tiene en Kenya la Fundación Kirira y que aparece en el documental The Cut, de María Andrés Pérez y Ernest J. Sorrentino, que vi en Docs Valencia y
que ayer ganó el Primer Premio de la Sección ‘Mirades’. “Hay lugares
donde extirpan labios mayores, menores y el clítoris, cosen y luego, en
la noche de bodas, el marido abre con un cuchillo para penetrarlas”, cuenta Estrella Jiménez, directora de la Kiriraen
una entrevista que he encontrado tirando de un hilo argumental. Y de
ese horror escapan algunas niñas, las pocas que pueden escapar. De ese
horror. Las que no serán niñas mutiladas que crecerán como mujeres
mutiladas y que vivirán unas vidas mutiladas. No son una, ni dos, ni
veinte, ni cientos, son más de 200 millones de mujeres las que viven con
los genitales mutilados.
¿Te imaginas que hay una tradición
que rebana penes con cuchillas oxidadas en 40 países del mundo? (en
África, 28 países practican la MGF, también en algunas zonas de Oriente
Medio, como Egipto, Omán, Emiratos Árabes; en lugares como Sri Lanka,
Indonesia, Malasia e India, y algunos grupos indígenas de America
Latina). ¿Te imaginas que hay, a día de hoy, 200 millones de hombres en
el mundo con el pene cortado, sin libido, sin deseo, y con gravísimos
problemas para orinar, tener erecciones y mantener relaciones
íntimas?... Niños, chavales jóvenes, hombres 30, 40 años... Ancianos sin
pene... ¿Te lo imaginas?... ¿Te cuesta imaginarlo?... ¿Por qué te
cuesta imaginar que hayan doscientos millones de hombres con el pene
cortado por el mundo?... Piénsalo, porque en la respuesta está alguna
explicación al ‘corte’ que se sigue practicando a las mujeres en
demasiados sitios de este planeta en el que tenemos derecho a vivir con
los mismos derechos que los hombres.
Cerraré el Fémur abriendo dos puertas a la esperanza. Una aquí, en Valencia, gracias al trabajo que se está haciendo en el Hospital Doctor Peset, en la Unidad de Referencia para la Cirugía Reconstructiva de la Mutilación Genital Femenina creada en 2016. Un extraordinario trabajo que recoge de manera detallada el documental The Cut, con un pulso narrativo exquisito en un tema tan lacerante, y que muestra la imprescindible labor realizada para prevenir y detectar la MGF.
Y, sobre todo, explica el trabajo que se está llevando a cabo en la
cirugía de reconstrucción genital para aquellas mujeres que no pudieron
elegir y que encuentran una oportunidad de recuperar su dignidad, su
autoestima, su vida completa. Me alegra mucho que con mis impuestos se
reconstruya la dignidad de las mujeres. Mucho. Solo espero que este
programa no esté sujeto al ir y venir político y que mi ciudad sea un
referente para aquellas que quieran recuperar la vida que les fue
arrebatada. Otra la abro en Kenya. En el documental queda demostrado,
con el trabajo llevado a cabo por Fundación Kirira en sus escuelas y en los "Clubs antiablación", que
la educación es la única oportunidad que tienen las niñas y mujeres
de evitar la MGF. La educación como herramienta de cambio. Es la última
esperanza.
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