sábado, 19 de mayo de 2018

Cosima Dannoritzer: “Controlar el propio tiempo es parte de la democracia”

"En el momento en el que hemos convertido el tiempo en dinero, el capitalismo lo exprime como cualquier otro recurso", analiza Cosima Dannoritzer en su nuevo documental.

Ladrones de tiempo
Cosima Dannoritzer. Foto: Meritxell Rigol
 Suele decirse que el tiempo es oro y la directora de cine documental Cosima Dannoritzer (Dortmund, 1965) lo ha constatado. Casi una década después del revulsivo Comprar, tirar, comprar (2010)con el que “las cosas cada vez duran menos” tomó, para muchas personas, el nombre de obsolescencia programada−, se estrena en Barcelona (en el CCCB) Ladrones de tiempo. En este trabajo, Dannoritzer también parte de una impresión ampliamente extendida entre las personas, la de pobreza de tiempo, y explora cómo los mantras de productividad y eficiencia han impregnado nuestro (mal)vivir cotidiano, sin que rechistemos demasiado.

“Después de hacer el documental, me doy cuenta de que, cuando salgo de casa, no me doy unos minutos para descubrir algo nuevo”, expone. “Todo está planificado, salgo corriendo, con el tiempo justo ¿Y si alguien necesita ayuda por el camino? ¿Y si oigo a un músico y me apetece escucharlo?“, plantea. Dannoritzer construye en este film conciencia sobre el uso −y robo− de tiempo y pone las bases para empezar a concebir −y defender− la capacidad de controlarlo como derecho inalienable de cada persona.

¿Su relación con el tiempo es lo que da pie al documental?
Si trabajas de freelance es un tema que siempre tienes en la cabeza. Siempre tenemos la presión de que hay que hacer el trabajo. Otra cosa que noté es que nos hacen trabajar mucho en lugares en los que antes había alguien contratado para hacer ese trabajo. Fui al aeropuerto y tenía que hacer la gestión online, imprimir mi tarjeta de embarque, facturar la maleta y al final de todo esto, me cobraron una gestión. Y me preguntaba: ¿quién ha hecho el trabajo? 

En el documental se refiere a quienes realizamos estos trabajos como “trabajadores parciales”. ¿Qué papel juega esta figura? 
No es un nombre que me he inventado yo. Viene del marketing y de gestores de empresa desde los años 30. Meten a los consumidores en el business plan. Nos hacen trabajar. Lo del aeropuerto −imprimo mi tarjeta de embarque y facturo mi maleta− no es algo puntual. Nuestro trabajo es parte del presupuesto de muchas empresas y por lo tanto es un trabajo que ya no encarga a nadie más. En máquinas de autoservicio, por ejemplo, para sacar billetes de tren, suele haber una persona de la empresa cerca por si no sé cómo hacerlo, pero casi nunca tocan la máquina. Nos explican cómo hacerlo, como si fuera una empleada nueva que tiene que aprender. Esta técnica está en expansión. Hace años en un fast food tenías que coger la bandeja tú. Ahora ya puede ser que te también te sirvas la comida y te encuentres una hilera de microondas. 

¿Este fenómeno trasciende lo que sería precarizar las condiciones de trabajo? 
Cada vez se añaden más tareas a los trabajadores parciales y son tareas más especializadas. Nos tratan como empleados: ponen a una persona que explica un poco cómo funciona o ponen instrucciones en la web. La única diferencia es que no tenemos sueldo. Aquí está la atracción para las empresas. 

¿A quiénes incluye este concepto de “ladrones de tiempo” que da nombre a tu última película? 
Hay muchos tipos de ladrones de tiempo. Para una empresa, es un ladrón de tiempo cualquier segundo que tú no trabajas. Filmamos en una fábrica de comida rápida en Estados Unidos en la que no dejan a sus trabajadores ir al lavabo, porque lo consideran un ladrón de tiempo. Esto pasa en muchas fábricas y call centers. También puede ser que te den una tarjeta para fichar y que los cinco minutos que has utilizado para ir al lavabo no te los paguen. Están empezando a aparecer las primeras luchas en los tribunales. A veces también hay ladrones de tiempo que son un intercambio: dinero a cambio de tiempo. Vas a Ikea y es más barato porque vas a invertir tu tiempo en montarlo. Creo que es importante que sea una decisión consciente. Las redes sociales son grandes ladronas de tiempo. Después decimos que no tenemos tiempo de nada y quizás nos hemos pasado cuatro horas allí.

Si lo decidimos no nos roban tiempo, ¿no? Puede ser un entretenimiento.
Con el documental me gustaría abrir el debate para que seamos conscientes de cuando nos roban el tiempo y, en ese momento, pensar si lo permito o no. ¿Me dan algo a mí también o solo trabajo para alguien gratis? ¿Es más barato o más rápido si peso yo la fruta en el supermercado? Muchas veces nos intentan vender la idea de ventaja y tenemos que tomar consciencia de cuando es falso. Un pequeño cambio puede ser ir a tiendas y servicios en los que te atienda una persona, en lugar de convertirnos en trabajadores parciales. Hay que reivindicar el derecho a controlar el tiempo. 

¿El empleo es un ladrón de tiempo? 
No necesariamente. Es un ejemplo de cómo nuestro tiempo se ha convertido en dinero. Con un contrato de trabajo, lo que hago es vender mi tiempo. El sueldo puede ser justo o no en este intercambio y pueden obligarte a hacer horas extras que no te pagan. Entonces sí es un ladrón de tiempo. La obsesión de que el tiempo tiene que ser una moneda viene con el capitalismo industrial. Ya no se paga por pieza hecha sino por las horas que se está en la fábrica. En el momento en el que hemos convertido el tiempo en dinero, el capitalismo lo exprime como cualquier otro recurso.

¿La monetización del tiempo explica el malestar que nos genera sentir que estamos perdiendo el tiempo? ¿Diría que es algo que, generalmente, llevamos mal en esta sociedad? 
En el momento en el que entramos en la idea de que en el trabajo tengo que ser eficiente, es muy fácil dar el siguiente paso y pensar, ¿en mi tiempo libre, podría ser más eficiente también? Al pensar en nuestro tiempo libre, pensamos que también lo podríamos vender a alguien y cuesta a veces decir “tengo dos horas, pues voy a quedar con alguien o a dedicarlas a una afición”. Cuando una persona no está trabajando, tendemos a pensar que podría estar haciéndolo. O haciendo un curso para mejorar en el trabajo. Estamos con el chip del rendimiento y el aprovechamiento total. Es verdad que nuestro tiempo es limitado pero intercambiarlo por dinero no es la única cosa que podemos hacer con él.

¿En esta dinámica, el descanso pierde prestigio?
En un taller de gestión del tiempo que aparece en el documental, una participante veía el sueño como un ladrón de tiempo porque, si dormía menos, podía hacer más, como otras personas que hacían más. La película explica también el caso de un proyecto de emprendedores rusos que querían poner espejos en el espacio para reflejar la luz del sol a la tierra para estar más tiempo despiertos, trabajar más, consumir más. El tiempo de sueño es la gran resistencia que nos queda. Cuando dormimos tenemos nuestro tiempo al 100×100. El mercado ve absurdas las horas de sueño porque no se pueden monetarizar. Ahora ya hay empresas que te instalan unas máquinas y coleccionan datos mientras estás durmiendo.

Se ve aquí la contradicción entre acumulación de capital y cuidado de la vida que detecta la economía feminista.
Para mí la cuestión tiene que ver con la democracia. El proyecto de reforma horaria de Fabián Mohedano, un diputado catalán, tiene la faceta de defender el derecho al tiempo libre para la democracia. Él piensa que necesitamos más tiempo para relacionarnos con las demás personas y poder hacer proyectos, para hacer progresos democráticos. Si salgo de trabajar y llego a casa solo para cocinar y hacer deberes con los críos, no puedo ir a una reunión o participar en un proyecto del barrio, ni tengo tiempo de leer el periódico y saber qué está pasando. Existe el riesgo de convertirnos en seres menos sociales y que no permitamos que nos entren en la cabeza cosas que tienen que ver con las otras personas.

Son mujeres las que cargan mayoritariamente con una doble jornada, de trabajo remunerado y trabajo de cuidados. Triple, si sumamos el activismo. ¿La pareja puede ser uno de los ladrones de tiempo?
Si tu pareja no hace nada en casa puede ser un ladrón de tiempo, porque te fuerza a invertir mucho más tiempo mientras que él tiene más tiempo para divertirse o trabajar y conlleva una disparidad en el sueldo y en la capacidad de cotizar. Volver del trabajo a casa y tener muchas más cosas que hacer ha sido una constante para las mujeres. El derecho a controlar el propio tiempo es parte de la democracia. El tiempo se relaciona muchas veces con el poder. Hay muchas empresas a las que les gusta decir “tú me has vendido tu tiempo, yo te pago el sueldo, pues tu tiempo es mío y yo te digo cuando llegas y cuando sales”. Se olvidan de que con más flexibilidad hay más eficiencia y más ganas de trabajar. Menos ejercicio de poder igual lleva a un mejor rendimiento, pero a veces el poder sobre el tiempo de alguien es muy tentador y se llega a la locura de no dejar ir al lavabo a los trabajadores. Una cosa es la pasta, el capitalismo, y la otra las ganas de controlar a la gente. 

¿Qué consecuencias tiene para la sociedad funcionar con el tiempo bañado de productividad y la eficiencia? 
La gente ya no se para ayudar, no porque seamos crueles, pero si estoy estresado el cerebro se cierra, no vemos a la persona que tenemos ahí.  Si pensamos que el tiempo solo es dinero, no pensamos en una productividad social, en ayudar a otras personas ni en cuidar de mí mismo. Esto es un peligro. 

¿Hay manera de reapropiarnos de nuestro tiempo? 
Lo primero: consciencia del tiempo que tengo y de lo que quiero hacer yo con él. No diré que podemos vivir sin relojes, porque son muy útiles. ¡Tú imagínate hacer un rodaje si no aparece todo el mundo a la misma hora! Pues no podría hacerse. Pero hay que tener los espacios en los que el tiempo esté libre. El tiempo no puede pertenecer a otra persona. Ni ponernos a nosotros mismos bajo presión 24 horas. 

Las condiciones de precariedad dificultan salir de la lógica tiempo-dinero que critica. ¿Reflexionar sobre en qué quiero invertir mi tiempo es una reflexión que podemos plantearnos solo desde el privilegio de tener los mínimos cubiertos? ¿Cómo se relacionan pobreza económica y pobreza de tiempo? 
Si tienes que trabajar muchas horas por un sueldo con el que apenas vives, se relacionan. Estamos en un punto del sistema económico en el que nos quiere convertir a todos en pobres de tiempo, aunque tengas un sueldo que esté bien. Necesitamos una base legal  que nos dé derecho a pausas y horas libres, acceso a plazas en escuelas infantiles y servicios sociales para no tener que encargarnos de todo de manera individual. El tiempo es un recurso, como el agua y las tierras, y se explota igual.

¿La insostenibilidad en qué vivimos inmersos es un hilo conductor entre Ladrones de tiempo y el documental con el que popularizó el concepto de obsolescencia programada, Comprar, tirar, comprar?
La obsolescencia programada nos roba tiempo. Nos hace trabajar más para comprar más y destinar tiempo a comprar más. Vale la pena hacer el ejercicio mental de calcular cuánto tiempo te vale lo que vas a comprar. Nos cuesta más encontrar dos horas para tomar un café con alguien y escuchar que comprarle un regalo y enviarlo. Podemos ayudar mucho más a las personas con tiempo. De aquí experiencias comunitarias, por ejemplo, de banco del tiempo. Si compartimos más, quizás tengo que trabajar menos, porque gasto menos. Cuando alguien que hace encuestas por la calle se te acerca y te pide cinco minutos, mira las caras de las personas y es como si les hubiera pedido algo muy fuerte… Nos sentimos agredidos. La reacción no es proporcional. Es sintomático. Todas las personas nos quejamos de que no tenemos tiempo. 

¿Igual que pasó con el concepto de obsolescencia programada, espera que incorporemos el concepto de ladrones de tiempo a nuestra vida diaria?
Me gustaría instalar un poco de conciencia sobre el tiempo. Hay una desigualdad basada en el acceso al tiempo. Hay personas que tienen que trabajar más para acceder a lo mínimo para vivir y si no se les garantiza que el sacrificio de horas de trabajo permite, por ejemplo, una vivienda digna, no es un intercambio justo. Hay gente que sale de este sistema, pero muchas veces ves que quienes lo hacen son gente que se lo puede permitir. Yo quería hacer una película sobre la gente atrapada en la rueda económica. El cambio básico tiene que venir de dentro de la rueda porque no todos podemos o queremos salir e irnos al campo, a hacer yoga a las montañas. El tiempo libre tendría que ser un derecho básico, como la vivienda y poder comer. Tomando consciencia de ello podemos intentar recuperar el control sobre partes de nuestras vidas. Necesitamos contacto social. De máquinas ya hay suficientes.


Fuente: https://apuntesdeclase.lamarea.com/cultura/1682/

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