En una mano, más de cuatrocientas llaves. En la
otra, otro centenar. El repiqueteo que provocan al chocar unas con otras
es el único sonido que se escucha de madrugada en uno de los mayores
museos del mundo, testigo de la historia de la humanidad a partir de
centurias de adquisiciones de los pontífices desde el siglo XVI . Son
las cinco de la mañana y todavía no hay ni un alma. Sólo la de Gianni Crea, el custodio de este santuario desde hace veinte años. Él dirige el equipo de once claveros, o amos de llaves, de los Museos Vaticanos.
Gianni Crea y Alessio Censoni caminan en el museo Chiaramonti (.) |
“No quiero parecer pretencioso –dice antes de entrar– pero
me lo conozco mejor que mi propia casa”. Gianni Crea alguna vez se ha
olvidado las llaves de su domicilio en San Giovanni, pero nunca se ha equivocado con las 2.797 que guardan cada día minuciosamente en un pequeño búnker climatizado en el Patio de la Piña, para evitar que las más antiguas se oxiden. Hay una, la 401, que abre la Puerta Clementina, que es de finales del siglo XVII y pesa medio kilo.
El guardián de la Capilla Sixtina nos convoca en el lado norte del Viale
Vaticano. A estas horas no hay ni rastro de los más de 27.000 turistas
–seis millones y medio al año– que invaden a diario esta calle. Tampoco
de los vendedores ambulantes de souvenirs y palos de selfie. La primera
llave en su mano es la número uno, la que abre el portón de Santa Ana
hacia el vestíbulo de los museos. Está todo oscuro. No funcionan todavía
los sistemas de seguridad que vigilan que nada pueda ocurrirle a las
40.000 obras de los Palacios Pontificios. Doble giro y clic.
(Antonello Nusca) |
Así comienza el trabajo de los cinco claveros que se
reparten las cuatro zonas en que se divide el museo. Otros cinco harán
la misma ruta por la noche, para evitar que nadie se quede dentro.
Recorren cada estancia en una ruta de una hora y media no sólo para
abrir las puertas, sino también para vigilar que no haya ningún
desperfecto. Una luz que no funciona o un escape de agua es una posible
tragedia. “Si todo va bien, hemos ganado el partido”, dice Crea con una
sonrisa. Como buen italiano, es un apasionado del fútbol. “Si no, nos
toca ir a la prórroga con horas suplementarias”.
El lugar donde echan la primera ojeada es especial: la
terraza de Nicchione, cerrada al público, situada sobre los Museos
Egipcios. Sólo se puede acceder con un ascensor, para el que también se
necesita una llave. Pero vale la pena. Las vistas desde aquí son un
verdadero privilegio. “Cada día vemos cómo se despierta Roma”, cuenta
Crea con emoción. El sol se empieza a asomar por el casco histórico
mientras la cúpula de San Pedro sigue iluminada. Pero el primer plano es
el de los Museos Vaticanos, que ocupan gran parte de este microestado
de apenas 0,44 kilómetros cuadrados. “¿Mira, ves esas ventanas? Eso es
la Capilla Sixtina”.
Los claveros en el Vaticano. Antonello Nusca (.) |
La terraza de Nicchione es un lugar clave para el trabajo
de los claveros. Si hay alguna luz encendida en los pasadizos del museo,
saben que algo va mal. Pero también es donde se reúnen en momentos
señalados, como en la espera de un nuevo Papa. Cuando se celebra el
cónclave, los claveros tienen desde aquí la mejor vista posible hacia la
chimenea que el mundo entero espera. “Es un momento de sentimientos
contradictorios. Al mismo tiempo lloras un Papa muerto que esperas con
alegría el nuevo sucesor de San Pedro”, asegura. Él vivió muy de cerca
la larga enfermedad de Juan Pablo II y su muerte le marcó profundamente.
Si la fumata es blanca, es un momento que recordarán para siempre.
Abrazos, felicitaciones, ¿y quizás algún brindis? “Eso no te lo puedo
decir”, concede Crea, siempre muy educado. Alessio Censoni, su
acompañante hoy, también sonríe.
El maestro de los claveros tiene 46 años y se tiene que
mantener por fuerza en buena forma para recorrer los siete kilómetros y
medio que ocupa el museo de largo. Se crió en una familia católica, pero
él nunca había imaginado esta profesión. Pese a que nació en Roma,
creció en Melito di Porto Salvo, en la provincia de Reggio Calabria.
Volvió a la ciudad eterna para estudiar Derecho y cuando estaba
terminando, su párroco le propuso ser custodio auxiliar. En esa época,
era un trabajo para estudiantes de confianza. Él no se lo pensó.
(Antonello Nusca) |
Con 26 años, el joven Gianni Crea empezó a vigilar la
basílica de San Pedro y con el tiempo le ascendieron a clavero de los
museos. “Se requiere precisión, puntualidad y amor por este trabajo”,
dice. Una persona no religiosa no podría acceder al puesto porque deben
firmar una carta en la que se comprometen a respetar los sacramentos y
la moralidad de la Iglesia. Cuando Crea empezó, sólo había tres
claveros, pero con la ampliación de los museos empezaron a necesitar más
manos. Luego, el anterior director, Antonio Paolucci, le nombró jefe
del equipo. “Ahora tienes simbólicamente las llaves del paraíso”, le
prometió.
El trabajo de Crea y sus compañeros es un recordatorio de
que aunque la Ciudad del Vaticano acoge el corazón del cristianismo,
también es una administración que funciona como un reloj. Gracias a la
meticulosidad de sus trabajadores, el Papa y sus ayudantes pueden
ejercer las responsabilidades por las que aparecen en las portadas del
mundo. Francisco coincide con ellos a menudo en los pasillos, y les
conoce a todos. “Yo le tengo un gran cariño porque bendijo a mi madre
antes de morirse en el palacio de Santa Marta. Le hizo el regalo más
bello, y no se me olvidará su sonrisa”, recuerda Crea. Asegura que la
atracción que despierta Francisco en todo el mundo ha aumentado mucho
las visitas en los museos.
(Antonello Nusca) |
La figura del clavero del Vaticano es herencia del mariscal
del cónclave, una figura de la nobleza que hasta 1966 sellaba las
puertas de la Capilla Sixtina. Ahora en los cónclaves son ellos los que
cierran la puerta delantera y entregan las llaves a la gendarmería
vaticana para asegurarse de que ningún curioso pueda perturbar a los
cardenales en su momento más sagrado.
Las 2.797 llaves en el búnker están todas numeradas excepto
una, más pequeña que las demás. “¿Qué numero le pondrías? Es
imposible”. Sólo existen tres copias de una de las llaves más valiosas
del mundo, y una la custodian los claveros en un sobre cerrado y sellado
dentro de una caja fuerte.
Tienen que anotar en un libro de registros
cada vez que la usan y para qué, así como los visitantes que les
acompañan. Es la llave de la Sixtina, la principal capilla del palacio
apostólico.
(Antonello Nusca) |
“Es imposible robarla”, asiente Crea. Cuando entra, se
santigua bajo los frescos de Miguel Ángel antes de confirmar que, aunque
la visita cada mañana, la Sixtina sigue siendo su lugar favorito. “Me
invade una emoción fortísima que me da energías para continuar con el
resto del día”, asiente.
De normal los turistas entran a pelotón, y apenas se pueden
hacer fotos. Estar a solas con el Juicio universal de Miguel Ángel es
otra cosa. Por eso, los Museos Vaticanos inauguran esta semana un tipo
de visitas privadas único en el mundo: un tour a las seis de la mañana
para descubrir a deshoras los tesoros del Vaticano con el equipo de
claveros.
Gianni Crea no estudió historia del arte, pero los veinte
años que lleva aquí le han hecho interesarse y aprenderse el cambio de
las sombras en las obras de los Palacios Vaticanos. Habla maravillas de
su estatua preferida, el Apolo de Belvedere, se para a señalar la
Galería de los Mapas, decorada por el papa Gregorio XIII (1572-1585) y
restaurada por Urbano VII, le tiene especial cariño a la Pietà de Van
Gogh... Lo que empezó como un grupo de esculturas reunidas por el papa
Julio II en el Renacimiento se ha convertido en una colección de arte
inigualable.
Entre estas paredes han dormido los 120 cardenales durante
los cónclaves hasta Benedicto XVI, pero también han pasado la mayoría de
jefes de Estado que viajan a ver al Papa, los primeros ministros
italianos e incluso futbolistas. Crea, tifoso del Juventus y del Roma,
se acuerda de cuando vino la selección argentina a jugar el amistoso con
Italia organizado por Francisco. Todos los claveros tenían los ojos
puestos en Leo Messi.
(Antonello Nusca) |
No sólo desfilan famosos. Una vez abrieron la Capilla
Sixtina muy pronto por la mañana a una pareja de jóvenes. “Ella lloraba y
lloraba, y yo pensaba que tenía que ir a ayudarla... hasta que vi que
le acababa de pedir matrimonio. Difícil decir que no, ¿verdad?”, sonríe
Crea.
“Hacer este camino cada día es el mayor privilegio del mundo”.
ufff... rodeado de tanto arte ese si que tiene las llaves de las puertas del cielo
ResponderEliminarAbrazo
Igualmente
ResponderEliminar