Manifestaciones en las calles y ocupación de universidades son algunas
muestras del movimiento que desde mediados de abril agita Chile. Las
mujeres protestan por los casos de acoso en escuelas públicas y exigen
transformaciones que van más allá del ámbito de la educación.
Las imágenes comenzaron a correr como la pólvora: el Instituto
Nacional, liceo para hombres, autodenominado “foco de luz de la nación”,
cuna de un montón de expresidentes, había sido ocupado por mujeres. Se
trataba de las estudiantes del Liceo Carmela Carvajal, quienes tapaban
las sillas con rejas y colgaban carteles en contra del machismo. En ese
mismo espacio, en las últimas semanas se había conocido la denuncia de
abuso sexual de un alumno contra una funcionaria y se había visto una
imitación al vídeo de La Manada española. Si algo estaba claro es que
dentro de los espacios educativos se potencia y reproduce el machismo.
La “Ola feminista”, como ha sido denominado por la prensa el
movimiento de las estudiantes chilenas, comenzó el 17 de abril en el
lluvioso sur del país, con la ocupación de la Facultad de Filosofía y
Humanidades de la Universidad Austral (Uach), protestando por la lenta
reacción de las autoridades ante una serie de denuncias por abuso sexual
contra académicos.
Ese fue el puntapié inicial para la movilización y rápidamente se
multiplicaron las tomas, una herramienta de movilización utilizada con
frecuencia por los estudiantes chilenos desde las primeras décadas del
siglo XX, pero esta vez había una diferencia: las que ocupaban el
espacio, bloqueaban el acceso y se encargaban de realizar actividades
para protestar y reflexionar eran mujeres.
La organización de los espacios comenzó a estar en manos de las
asambleas feministas, espacios horizontales de discusión entre mujeres.
En ellas se viven diversas dinámicas, como una ocurrida en la Facultad
de Psicología de la Universidad Diego Portales, donde se preguntó si
alguna vez se habían sentido violentadas por el machismo. La respuesta
quedaba plasmada en un pedazo de papel. Al poco rato, absolutamente
todas tenían en sus manos una agresión que contar.
Para Lorena Astudillo, portavoz de la Red Chilena contra la Violencia
hacia las Mujeres, reconocida articulación feminista que trabaja a lo
largo de todo el territorio junto a organizaciones, esta es una
movilización transversal, que no se ha sostenido en liderazgos
individuales. “Todas nos sentimos identificadas con las manifestaciones
de violencia que se condenan. Todas vivimos en esta sociedad
estructuralmente patriarcal, por eso nos sentimos convocadas”, comenta.
Efectivamente, el apoyo a la movilización chilena es alto. En pleno
auge del movimiento, la encuesta CADEM, que mes a mes se encarga de
sondear temas con importancia nacional, afirmó que el 71% de las
personas encuestadas apoya las movilizaciones feministas.
Orígenes de la idea de la educación sexista
“Educación no sexista” es una consigna que hoy se puede leer en los
diarios como si fuera una novedad, pero es una idea que lleva años
formando parte de la discusión en diversos espacios feministas. El año
2011, mientras las y los estudiantes chilenos llenaban las calles
manifestándose contra la educación de mercado —herencia de la dictadura
de Pinochet— la ya mencionada Red Chilena comenzaba a circular un afiche
que exigía “educación pública, laica y no sexista”, aportando una
perspectiva a la discusión: más allá de la democratización del acceso,
era urgente transformar desde los cimientos la enseñanza que se estaba
brindando en Chile.
Ese mismo año comenzaron a investigar el tema. Primero, revisando
cuentos infantiles y textos escolares, luego dando cuenta del llamado
“currículum oculto”, que solapadamente designa roles para niños y niñas,
acercándolas a las tareas de cuidado y alejándolas de las ciencias, por
ejemplo. “Estaba absolutamente naturalizada la concepción androcéntrica
de lo que llamamos mundo, realidad. La educación, tan valorada en
nuestro país, transmite sin filtros ni cuestionamientos la supremacía
masculina y la subvaloración de las mujeres”, explica Sandra Palestro,
parte de la Red, quien se ha centrado en la investigación de educación
sexista y el lugar de las mujeres en la historia.
“La movilización por una educación no sexista viene de hace muchos
años atrás, pero no se le había dado la importancia que tenía”, cuenta
Valentina Gatica, presidenta de la Federación de Estudiantes de la
Universidad Austral. Efectivamente, en 2014, cuando la Federación de
Estudiantes de la Universidad de Chile era presidida por la feminista
Melissa Sepúlveda, se convocó el Primer congreso por una educación no
sexista, que no contó con la participación del Confech, coordinadora que
agrupa a las federaciones de las universitarias chilenas.
“¡Este es un hito en la historia! No solo dentro del movimiento
feminista”, exclama Sandra Palestro. Esta movilización convoca desde
niñas en edad escolar, hasta a aquellas que llevan años de lucha en el
cuerpo, incluyendo a las que se organizaron contra la dictadura en los
años 80.
El mayo feminista chileno: las razones las ponen las mujeres
Durante los últimos años, el movimiento feminista chileno ha
adquirido cada vez más fuerza y visibilidad. La pelea por el derecho al
aborto en tres causales y los obstáculos que han presentado los grupos
conservadores fundamentalistas, junto a diversos hechos de violencia
contra las mujeres que pasan por el destape de una serie de casos de
abusos por un conocido productor de TV a una violación colectiva son
solo algunos de los motivos que, en el último mes, le han puesto
urgencia a la organización feminista.
Las personas acá entrevistadas concuerdan en que lo que está
ocurriendo ahora responde a una historia de violencia machista. A la
fecha, hay cerca de cerca de 20 facultades en toma y muchas más carreras
en paro. La mañana del 25 de mayo amaneció tomada la Casa Central de la
Pontificia Universidad Católica, un bastión del conservadurismo
chileno. En los lienzos del frontis, las estudiantes lo dicen claro: no
van a callar más.
Si bien en un inicio las autoridades gubernamentales y universitarias
buscaron centrar el conflicto en la elaboración de protocolos para
enfrentar casos de abuso sexual, el mensaje fue claro: no basta con
normar institucionalmente. Sin embargo, es urgente que se creen y
mejoren, agilizando los procesos y protegiendo a las víctimas. Hoy en
Chile solo siete de las 60 universidades que forman el Consejo de
Rectores (CRuch) tienen un protocolo para abordar estos casos.
Entre las principales demandas está terminar con la educación
sexista, lo que implica transformar los contenidos que se pasan en las
aulas de clases, analizando el rol que cumplen las mujeres en ellos, el
lenguaje utilizado en esos espacios, el derecho de las personas trans a
vivir de acuerdo a su identidad y eliminar los estereotipos que replican
que existen áreas para hombres y otras para mujeres. También centra la
atención en el comportamiento de los docentes, pues en tono de broma
muchas veces se denosta las habilidades de las niñas en ciertas maneras,
o se deslizan comentarios sobre cuerpos de niñas o jóvenes.
La necesidad de mirar los contenidos se extiende a las universidades.
En los distintos planteles están surgiendo propuestas que apuntan a
integrar cursos obligatorios con perspectiva de género acorde a las
carreras. También se busca transformar la composición de las
universidades en lo que respecta a cargos de relevancia. El mismo CRUCh
no cuenta con ninguna mujer entre sus filas, planteando una enorme
dificultad a la hora de dialogar sobre estos temas.
“pequeñas humillaciones
”Más de un mes después de iniciadas las movilizaciones, el movimiento está en la cresta de la ola. Las movilizaciones se extienden a lo largo del territorio, algo inusual en un país tan centralizado como Chile, donde la mayoría de las actividades solo tienen visibilidad si ocurren en Santiago, ciudad capital.
Las primeras aproximaciones del oficialismo al tema no han tenido
buena recepción entre las mujeres movilizadas. Imposible no destacar las
declaraciones del ministro de educación, Gerardo Varela, quien al ser
invitado a exponer al senado junto a otras autoridades en la materia
educacional, presentó al equipo que lo acompañaba, destacando a las dos
mujeres que lo componían y afirmando que ellas tras su paso por
prestigiosas universidades habían vivido en carne propia “las pequeñas
humillaciones” por las que hoy reclama el movimiento feminista. Sus
palabras generaron rechazo a nivel nacional, evidenciando la actitud del
gobierno frente al tema.
Pocos días después, el presidente Sebastián Piñera presentó su agenda
de género. Lo que desde el oficialismo se anunciaba como un fuerte
aliado para luchar contra la desigualdad, no eran más que proyectos que
ya estaban en curso dentro del senado, sin mencionar el sexismo en la
educación. “Es de un oportunismo horrible —señala Lorena Astudillo, de
la Red Chilena—, ninguna persona que va a anunciar una agenda de género
dice ‘nuestras mujeres’. Además, son las mismas personas que niegan el
derecho al aborto, entorpeciendo el cumplimiento de la ley imperante en
Chile, que permite interrumpir los embarazos en caso de riesgo de la
madre, violación e inviabilidad fetal”.
“Los extremistas dicen que queremos modificar la historia, pero es
falso: queremos que se explicite que a la historia que nos enseñaron le
falta la otra mitad de la humanidad, que esa exclusión no se pase como
un hecho fortuito y también se incluya los aportes invisibilizados de
las mujeres a lo largo del desarrollo humano”, reflexiona Valentina
Gática al analizar el horizonte desde el presente que se ve a toda luz,
como un hito histórico no solo para el feminismo chileno, también para
los movimientos sociales.
Para Sandra Palestro, esto va incluso más allá de los petitorios o
las conversaciones que se puedan tener con las autoridades. “¿A quién se
lo pedirán? ¿a los que están en el poder? Esto es tarea nuestra. Quizás
lo primero, conocer y seguir construyendo nuestra historia, para
afirmarnos en ella, y mostrar que no somos ni el estereotipo creado ni
queremos ser iguales a los hombres. Queremos ser como somos, diferentes y
diversas, sin límites de público y privado, protagonistas y autónomas.
Necesitamos un piso firme para ir por más”, indica, estableciendo en las
miles que se congregan en las calles la firmeza necesaria para
continuar.
Fuente:
https://www.elsaltodiario.com/feminismos/la-ola-feminista-en-chile-sacude-los-cimientos-de-colegios-y-universidades