miércoles, 7 de agosto de 2013

Sin gobernante, sin dirigente, sin señor

El anarquismo es poderoso. En el terreno lingüístico pocas palabras tienen la potestad de provocar miedo y ‘anarquía’, para muchos, produce pavor. El término se asoció al caos y el mal. Los gobernantes y los poderes fácticos, desde la Grecia clásica, han tenido siempre en su corte a filósofos y escritores que han divulgado la idea de que el orden solamente es posible mediante la fuerza, la represión e incluso la mano dura.

Pero ese no fue su origen. ‘Anarquía‘ procede del término griego anarchía y significa ‘sin gobernante’, ‘sin dirigente’ o ‘sin señor’. El añadido de ‘caos’ vino después. Los poderes políticos y religiosos se encargaron del ultraje sistemático de esta palabra hasta que Pierre-Joseph Proudhon la rescató, en 1840, en su libro ¿Qué es la propiedad?, y la volvió a emplear para referirse a una forma de organización sin gobierno ni jerarquías.

La esencia del anarquismo reside en la sustitución de una autoridad, pública o privada, por la autogestión, colaboración, asociación voluntaria o cooperación entre personas libres y unidas por unos mismos intereses. Partiendo de esa base, la anarquía ha pasado por filtros de pensadores absolutamente distintos. Desde liberales que repudian cualquier injerencia del estado en el libre mercado a socialistas y comunistas

En los siglos XIX y XX la anarquía ha estado en la base de muchas ideologías y en las formas de organización de algunas épocas y territorios. En España, por ejemplo. Este país es “el más importante en la historia del movimiento anarquista”, según escribió Salvador Giner en su Historia del pensamiento social. Pero no siguió la doctrina más pura. Al estallar la guerra civil, en 1936, los movimientos anarquistas protegieron al poder público y adoptaron un grado de organización más alto del que aman los libertarios.

En el siglo XXI el anarquismo se vuelve a manifestar en múltiples formas y está, incluso, en muchas más manos de lo que se pudiera imaginar. En colectivos y culturas urbanas que probablemente ni siquiera hayan oído hablar de Bakunin, el Príncipe Kropotkin o Proudhon (los llamados ‘padres’ de esta filosofía política y social).

Uno de los autores que defiende la teoría de que el anarquismo está en las entrañas del nuevo siglo es Nato Thompson. Lo afirma categóricamente en su ensayo La venganza del anarquista: O, dicho de otro modo, la venganza del anarquismo contra los anarquistas.

El escritor estadounidense dice que “el anarquismo está por todas partes. Los únicos que no se dan cuenta son los anarquistas (excepto algunos)”. Al igual que muchos pensadores, Thompson considera que Occupy es un “resultado directo del anarquismo, en especial, de las tendencia desarrolladas en España [15-M] y su interés por los métodos de organización que dejan de lado lo jerárquico y favorecen el consenso. Este ethos [carácter, personalidad] subyacente de rechazo a las jerarquías, la puesta en valor del consenso y la inherente paranoia ante el poder y todos sus frentes (tanto el gubernamental como el corporativo) son pistas claras de la influencia anarquista”.

El comisario de la institución neoyorquina de arte Creative Time asegura que, en la actualidad, “nos rodean tantos métodos propios del anarquismo que resulta difícil reconocerlos como tales, ya que en el transcurso de los últimos quince años han comenzado a permear en las condiciones de vida urbanas”.

Indagación acerca del lifestyle anarquista

El anarquismo se ha convertido en un estilo de vida y ha originado un tipo de personas que Thompson denomina “anarquistas lifestyle” (anarquistas en su estilo de vida). El concepto no es suyo, según dice en una entrevista realizada por correo electrónico. Lo escucha a menudo, “de forma coloquial”, de la gente que le rodea. “Lo que me gusta de la versión del anarquismo lifestyle es que es una política que se vive y se practica. Para estos individuos la anarquía no es solo una serie de valores. Es una forma de vivir en el mundo”.

El especialista en arte y humanismo piensa que el marxismo derivó hacia “los claustros de la academia”. El pensamiento anarquista, en cambio, se enraizó en “nuevos modos de estar en el mundo”. Son “todas las formas de organización no jerárquicas” y hay miles de ejemplos en las ciudades. Allí donde se autoorganizan los individuos sin la presencia de una empresa o una administración. Thompson cita “los programas de compartir comida como Food not Bombs, las concentraciones de bicicletas como Bici crítica, los huertos urbanos y jardines comunitarios, las emisoras de radio piratas, las actividades de los hackers, los espectáculos punk, los movimientos okupas, el trueque y las formas artesanales de comercio, las asambleas o el Do It Yourself (Hazlo tú mismo)”.

Estas formas de actuar están en el centro de la vida urbana contemporánea, según Thompson, y esto implica que el poder y la toma de decisiones, que un día se lanzó muy lejos, vuelve a la esfera local.

 

Catecismo tecnológico

En este proceso ha contribuido decisivamente la tecnología. Hoy existen herramientas que facilitan la unión de personas con intereses similares y la organización de movimientos y acciones inmediatas. “Las nuevas tecnologías permiten que experimentemos y desarrollemos experiencias de inteligencia colectiva en tiempo real y geolocalizadas”, explica Domenico di Siena. “Tenemos la capacidad de acceder en tiempo real a una respuesta. Esto nos hace pasar de un modelo en el que delegamos o elegimos representantes a otros en los que una multitud trabaja junta por una idea”.

Un ejemplo de estas nuevas formas de autoorganización se puede ver, según el experto en gestión del conocimiento, en el Plano de calles tranquilas para ir en bici por Madrid. Un grupo de personas han creado un mapa, publicado en la web Enbicipormadrid.es, que indica las vías de tráfico moderado, pendientes suaves, recorridos que no atraviesan grandes avenidas y otros datos de interés para circular en bici de forma segura y placentera. “La comunidad se organiza para diseñar un mapa sin esperar a que la administración le ayude”, señala Di Siena. “Otras formas de autogestión son el urbanismo open source, el consumo colaborativo, la gestión distribuida…”.

El urbanista y especialista en gestión del conocimiento enfatiza que esta forma de anarquía “no es tanto que nos pongamos de acuerdo sobre un tema como que, mediante el diálogo y el intercambio de ideas, vamos modificando nuestros pensamientos y nuestras acciones”.

Di Siena insiste en que los modelos anárquicos no implican individualismo. Al contrario. Se trata de tener en cuenta la individualidad dentro de una comunidad. “Las personas, durante la conversación, van cambiando sus ideas y del diálogo con el grupo y la interacción con el entorno se toma una decisión”, especifica Di Siena. “Estos pequeños movimientos generan inteligencia colectiva y agilizan la toma de decisiones en tiempo real. Eso es lo que ocurrió en la primera acampada del 15-M. Nadie dijo que había que ocupar la Puerta del Sol. Surgió de la emoción y se decidió en ese momento”.
 

Carta a los hípteres del mundo

Todo esto va ocurriendo sin que los protagonistas de estas nuevas propuestas se detengan a buscar etiquetas para sus actos en la historia del pensamiento. En estos movimientos sociales que se han levantado contra el sistema hay mucha huella anarquista. Pero también está en otros individuos que visten vintage y obedecen a Pitchfork para ir a sus conciertos: los hípsteres.

En los últimos 20 años el lifestyle anarquista ha pasado de los punks okupas a la cultura hípster, pero, según Thompson, quizá ni ellos mismos lo sepan. En su vuelta a lo local, lo artesano, las prendas de punto, las bicis y los jardines comunitarios reside una forma de anarquismo que, de acuerdo con el estadounidense, “se han escabullido de entre los dedos de los anarquistas hace más de una década, para convertirse ahora en el ethos que define a toda una generación urbana”.

“No me sorprende que muchos participantes en el movimiento Occupy no visualicen sus propias motivaciones como anarquistas”, escribe el comisario en su ensayo. “Sin duda, no leen los libros adecuados, ni citan a Proudhon y Emma Goldman, ni visten de negro, ni escuchan punk, ni ‘okupan’ nada. Y aun así, poseen una profunda creencia en salir de la red, cuestionar la autoridad, el consenso, el mutualismo y la paranoia política”.

“A muchos de los que afirman ser anarquistas les cuesta identificarse con las multitudes de un movimiento que, compartiendo sus valores, no se autodefine como anarquista ni posee el mismo tipo de afinidad ideológica e identitaria con el término”, continúa Thompson. “(…) También puede resultar frustrante para muchos anarquistas políticos ver a tantos activistas hípsteres emitiendo críticas tan débilmente articuladas respecto al poder, capitalismo, género, raza, progreso, etc. Pero, vamos, que este movimiento podría ser una base sobre la que construir”.

Para el escritor resulta “cómico” que el movimiento hípster sea de “naturaleza eminentemente anarquista” y muy pocas personas lo sepan. “Lo es en su espíritu, en sus principios y en su organización”. Y, a la vez, constituyen una “pieza clave en el desarrollo urbano y comercial de las ciudades. Lo que hace importante su comportamiento, para el desarrollo de las ciudades, es la combinación de su estilo de vida con una forma de comercio urbano. Sus identidades y sus gustos se convierten en anuncios de las tendencias en la ciudad”.

“Los hípsteres”, asegura Thompson, “son los extraños hijos de los anarquistas”.
 

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