jueves, 22 de agosto de 2013

Deprimidos globales

EE.UU. 1930. La debacle económica genero una depresión social masiva
 
  La OMS planteó en reiteradas oportunidades que estamos ante una verdadera catástrofe epidemiológica, en la que los desórdenes mentales representan el 12 por ciento de las causas de enfermedad en todo el mundo. Del total de las patologías, los informes epidemiológicos evidencian cerca de un 46 % de cuadros depresivos y es “el flagelo de este fin de siglo” (OMS). De no revertirse esta tendencia, hacia el año 2030 sería la primera causa de discapacidad en el mundo.

La depresión afecta en el mundo a millones de personas, atravesando distintos niveles socioeconómicos, con independencia del país de origen, de creencias o culturas. Se utiliza el término “depresión” comúnmente como sinónimo de abulia o tristeza. Es importante no confundir momentos de tristeza con depresión. La tristeza es un afecto que forma parte de la vida y como tal no es patologizable.

En cambio, la depresión implica una modificación profunda del humor, tristeza, sufrimiento moral y un desinvestimiento de toda actividad. La persona deprimida vive en un tiempo uniforme y monótono, correlato de un estado de pérdida y desamparo. La predicción de la OMS se fundamenta en que las condiciones de vida actuales favorecen el desarrollo de estos estados, que se manifiestan juntamente con otras alteraciones psico-somáticas y con diversas situaciones de orden social y familiar Es importante tener en cuenta que la psiquiatría aporta a la medicina un nuevo enfoque del síntoma con sus componentes biológicos, psicológicos, sociales y culturales. Un enfoque totalizador que define el síntoma como estructura, como sistema dialéctico y significativo en permanente interacción, intentando resolver desde esa perspectiva las antinomias mente cuerpo, individuo sociedad, organismo medio. Este criterio ayuda a entender ciertas patologías como la depresión porque brinda un marco donde el antes llamado contexto pasa a ser parte del texto. Por algún motivo es una patología en crecimiento. Hace una década, la depresión estaba en el cuarto lugar de los trastornos mentales; no sólo ha avanzado sino que la OMS pronostica que en tres lustros ocupará el primer lugar. Esto nos plantea el siguiente interrogante: ¿Su aumento se debe a que han avanzado las posibilidades de su detección, o a que se han modificado las condiciones de vida y existencia de las personas? Es evidente que las instituciones generadas a partir de la Revolución Francesa están desde hace tiempo cuestionadas y en muchos casos en crisis debido a los cambios culturales, sociales y subjetivos ocurridos en las últimas décadas. Es importante agregar que las nosotaxias y nosografías actuales clasifican a la depresión dentro de los trastornos afectivos.

Simultáneamente en la práctica clínica asistimos a un crecimiento de patologías ligadas al sufrimiento emocional. Los trastornos depresivos frecuentemente se asocian con el alcoholismo, otras adicciones y con situaciones de violencia y maltrato. El factor social, el andamiaje interno de una persona, las condiciones familiares y ambientales tienen una importancia decisiva en el origen de estas patologías. Asimismo tienen serias consecuencias sobre el entramado relacional, tanto familiar como laboral y social de las personas que la sufren. Por lo tanto, generar dispositivos que operen sobre lo que es parte de su causa, es una manera de modificar el curso de las mismas.

Está comprobado que si se reducen las condiciones de precariedad social y de vulnerabilidad psíquica, muchas enfermedades vinculadas a trastornos emocionales disminuirían significativamente. Depresión, adicciones, angustia, conductas maníacas, fobias, problemas de memoria, de atención y concentración. Son los trazos más gruesos del mapa que describe las afecciones psíquicas de quienes han visto modificada su existencia por causas económico sociales.

La presencia conjunta de ansiedad, depresión y síntomas somáticos es casi más la norma que la excepción.

En el mundo, a partir de 1980, el neoliberalismo modificó los lazos de diferentes grupos e instituciones. En nuestro país a partir de los 90 se enfatizó la prevalencia del “individualismo” por sobre los compromisos solidarios vinculares. El llamado “fin de la historia” generó la idea de un eterno presente bajo la amenaza de que el futuro puede ser el pasado en sus rostros más siniestros. Cada hombre y mujer es productor de sentido. Sin embargo, la razón dominante se empeñó en demostrar la ausencia de sentido, lo cual implicó deslizarse en un peligroso tobogán que conduce hacia la objetalización de las personas, reduciendo su potencial subjetivante. Se nos pretende transformar en meros cuerpos biológicos privados de futuro.

No olvidemos que lo social y la cultura son factores importantes en el proceso de subjetivación, es decir la forma en que se organiza el deseo y la fantasía. Lo social y lo cultural inciden en los sentidos en que se organiza la cotidianeidad de la vida y las formas de vínculo entre los individuos. Así como también en la percepción de las necesidades y su búsqueda de satisfacción.

La crisis social y el incremento de los cuadros depresivos se asocian con frecuencia con manifestaciones de violencia, lo cual ha producido modificaciones, no sólo de orden cuantitativo, sino también cualitativo en la demanda hacia los servicios de Salud Mental. En nuestro criterio, cuando hablamos de atención en Salud Mental es importante vincular los procesos de salud enfermedad con las condiciones de existencia de las personas (relaciones familiares, comunitarias, participación social, empleo, vivienda, contención grupal, etc.) Este criterio constituye una guía en las estrategias de atención y en el armado de los dispositivos institucionales.

Nos parece importante destacar estos dos criterios de carácter preventivo cuando las situaciones de violencia se asocian a cuadros depresivos: 1) El valor del reconocimiento subjetivo del dolor individual como posibilidad de evitar el enfermar.

2)El interactuar con el otro semejante como posibilidad de generar dispositivos que eviten dolores colectivos.

Cuando una sociedad pierde perspectivas y proyectos, la depresión es una de las vías frecuentes, por ser la respuesta subjetiva más probable. Vale la pena aclarar que en todas las culturas existe un conjunto de representaciones que intentan explicar el proceso de salud enfermedad; en éste se ponen en relación dos órdenes diferentes: el orden biológico y el orden social. Además, ambos conceptos tienen una carga valorativa que explica por qué las definiciones de lo que es normal y de lo que es patológico varían de una sociedad a otra y de un grupo social a otro. Por eso el abordaje antropológico es el más aplicable, porque comprende el estudio de las variantes de los grupos humanos considerando tanto sus caracteres biológicos como socioculturales, es decir un enfoque biológico, social y humanístico.

Este enfoque debería traducirse en la estrategia terapéutica con cada paciente, recordando que la oposición entre lo constitucional y lo cultural demuestra ser una falsa opción. Lo constitucional (la genética) necesita de la cultura (la experiencia). Los genes y la experiencia colaboran estrechamente para modelar quienes somos. Esto implica tener presentes los dos aspectos de la terapéutica, lo psicoterapéutico y lo psicofarmacológico. En la singularidad de cada caso es donde se decide la conducta a implementar.

*Presidente de la Asociacion de Psiquiatras Argentinos (APSA)
 
Fuente:  http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Deprimidos-globales_0_976102400.html
 

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