Y sin embargo
no abandonaste nunca el campo
a lo que te agredía y rehusaba;
jamás cediste
al insistente acoso
de las estrellas cada vez más próximas,
ni hurtaste el cuerpo a sus lanzadas.
Para vencer al miedo
te aliaste con el miedo,
lo hiciste tuyo,
te amparaste en su turbia compañía.
Librarte de él hubiera equivalido
a renunciar a la esperanza,
y eso jamás lo hiciste.
Aunque bien sabías
que es la esperanza la que engendra el miedo.
Ángel González
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