Los refugiados sirios en Líbano recelan del verdadero objetivo de los anunciados ataques occidentales
"Nos han bombardeado durante dos años y medio sin que nadie responda a esos ataques. ¿Por qué deberían responder ahora?"
Niña siria refugiada en Jordania. (Manu Brabo/AP)
Mujeres y niños acarrean agua desde una fuente cercana mientras los jóvenes juegan al fútbol y los adultos se enzarzan en interminables conversaciones políticas acompañadas de café y tabaco. Nadie parece especialmente inquieto ni aliviado por la posibilidad de un ataque occidental contra Damasco. “A nosotros nos están bombardeando desde hace dos años y medio”, dice Ahmed Said, agricultor y veterano en el edificio, de 61 años. “Primero fue con armas automáticas, luego artillería pesada, después con carros de combate, más tarde con aviación, luego con misiles y con barriles explosivos y finalmente con armas químicas. Y nadie ha respondido a esos ataques. ¿Por qué lo iban a hacer ahora?”.
Para Ahmed, la retórica occidental que amenaza con ataques puntuales contra el régimen sirio en respuesta al ataque con gases contra civiles del pasado 21 de agosto está vacía. Como él, otros muchos refugiados desconfían de las verdaderas intenciones de Estados Unidos y sus socios, que durante los dos años y medio que dura la represión y la guerra civil nunca castigaron –apenas cuestionaron- al régimen de Damasco. “No nos creemos que vayan a intervenir”, irrumpe Abu Yazen, de 33 años, rodeado de otros aldeanos de la localidad de Al Hawija, en la provincia de Hama, una población de 1.200 habitantes que ha quedado reducida a un montón de ruinas y medio centenar de moradores: todos combatientes rebeldes. “Estados Unidos miente, como todos los gobiernos occidentales y todos los Gobiernos del Golfo. Si quiere atacar, atacará a los civiles y luego dirá que han errado en su objetivo”, afirma Ahmed Abdelaziz, 38 años, en una peculiar percepción que indica hasta qué punto los sirios recelan de Washington, aliado regional de Israel, enemigo por antonomasia del pueblo árabe.
El peso de la invasión norteamericana de Irak, que empujó al país a una sangrienta guerra religiosa, la ocupación de Afganistán, los bombardeos con aviones no tripulados en países como Yemen y el doble rasero que emplea Estados Unidos en su trato con los países árabes -pese a su “escándalo moral” por el uso de gases contra población civil siria, apoya a la Junta golpista egipcia y su principal socio en el Golfo es Arabia Saudí, una dictadura extremista islámica regida por la Sharia y que no respeta los derechos más básicos para sus ciudadanos- alimentan una desconfianza histórica entre los árabes, bien reflejada por los comentarios de los ciudadanos sirios consultados. “Estados Unidos sólo busca su propio beneficio, no el de la gente. Si interviene será en busca en sus intereses, como hizo en Libia, no por motivos humanitarios. Nunca intervino a favor del pueblo de Egipto, ni de Túnez, ni de Siria”, asegura Mohamed, agricultor de 36 años.
(Manu Brabo/AP). |
“En realidad, a Estados Unidos le interesa la debilidad de los países árabes, y en el caso de Siria le interesa más proteger a un régimen que ha salvaguardado la frontera con Israel durante 40 años que a la población civil. ¿Por qué van a bombardear a quien protege la frontera de su aliado? EEUU y Naciones Unidas sólo buscan el beneficio de Israel, y sólo tomarán decisiones por el bien de Israel”, prosigue.
La idea se repite entre los moradores de lo que tendrían que haber sido aulas universitarias, hoy habitaciones que acogen entre una y dos familias de refugiados, en el edificio abandonado cuya construcción fue abortada antes de su fin. Con el inicio de la crisis de refugiados, un colectivo de ONG locales pactó con los dueños la remodelación del edificio para destinarlo a acoger a ciudadanos sirios a cambio de dos años de alquiler: hoy, 857 personas están registradas como habitantes del inmueble, entre ellas 250 niños que han perdido dos cursos escolares y que hoy vagan, muchos sin calzado, entre los charcos de barro y la inmundicia que rodea el lugar.
La idea se repite entre los moradores de lo que tendrían que haber sido aulas universitarias, hoy habitaciones que acogen entre una y dos familias de refugiados, en el edificio abandonado cuya construcción fue abortada antes de su fin. Con el inicio de la crisis de refugiados, un colectivo de ONG locales pactó con los dueños la remodelación del edificio para destinarlo a acoger a ciudadanos sirios a cambio de dos años de alquiler: hoy, 857 personas están registradas como habitantes del inmueble, entre ellas 250 niños que han perdido dos cursos escolares y que hoy vagan, muchos sin calzado, entre los charcos de barro y la inmundicia que rodea el lugar.
(Manu Brabo) |
“Lo único que pretende Estados Unidos es que la gente, los sirios, nos sigamos matando”, se encoge de hombros Abu Yazen, de 33 años, sentado en el suelo de la habitación de cemento que ocupa con su familia. “Ya están avisando de qué posiciones pretenden bombardear. ¿Para qué lo hacen, para que las desalojen? Si atacan, atacarán al Frente al Nusra, los que ellos llaman terroristas, y no al régimen. Usarán el ataque para matar a los grupos islamistas, que son los únicos que nos han ayudado”.
(Manu Brabo) |
Padres, familiares y amigos de aquellos niños tomaron las calles exigiendo su liberación en una serie de marchas que serían reprimidas. Cada funeral se convertía en una nueva declaración de intenciones, y cada manifestación era más numerosa que la anterior: al ritmo que crecían en número, aumentaba la represión; a medida que aumentaba el número de muertos, se radicalizaban las exigencias de los manifestantes.
El régimen alternó promesas incumplidas con una respuesta militar que pretendía hacer regresar a su pueblo al terror. Los primeros soldados del Ejército de Bashar comenzaron a desertar meses después del inicio de las manifestaciones: denunciaban que eran forzados por sus superiores a abatir a los civiles que se manifestaban. Fueron el germen del Ejército Libre de Siria, un grupo armado y al principio homogéneo que no tardaría en convertirse en la denominación que representa a un millar de grupos armados, algunos fieles a los principios de la revolución y otros motivados y financiados por diferentes agentes exteriores con sus propias agendas políticas. El brutal asedio y bombardeo de Baba Amr, en Homs, y la pasividad internacional que acompañó aquel episodio sólo atrajo yihadistas al conflicto y animó a las potencias árabes, en especial a Qatar y Arabia Saudí –enemigos del régimen de Bashar Assad- a intervenir de forma masiva con armas, dinero e incluso combatientes. Los socios del régimen, Hizbulá e Irán, hicieron lo mismo apoyando con armamento y hombres a Assad, convirtiendo así a Siria en el terreno donde se libra la gran batalla sectaria regional.
Miembros del ELS atacan posiciones del Ejército de Assad (Manu Brabo/AP) |
Son una realidad sobre el terreno –en regiones como Alepo o Raqqa disponen de más fuerza militar que ninguna otra facción- a la que el ELS no se ha enfrentado hasta el momento. La consigna es cumplir el objetivo común (la caída del régimen) antes de dirimir sus diferencias, basadas en el futuro que cada facción desea para Siria, pero las primeras desaveniencias ya se están traduciendo en combates entre milicias. Los extremistas quieren imponer un Estado islámico rechazado por los activistas, por muchos combatientes del ELS y por una vasta parte de la población civil, suní moderada, y parece casi imposible que haya un entendimiento pacífico en el futuro. Si las divisiones internas son irreconciliables, las externas también: la oposición en el exilio ha sido incapaz de unirse en estos dos años y medio dando un lamentable espectáculo donde los intereses políticos y económicos de cada grupo y su patrón exterior se superponen a la sangre del pueblo sirio al que dicen representar.
Refugiados sirios llegan a la frontera (Manu Brabo/AP) |
Son muchos quienes temen que Siria siga los pasos de Irak, ahora que las milicias afines a Al Qaeda se fortalecen –el Estado Islámico de Irak y de Levante, que actúa en Siria, ha prometido un “volcán de venganzas” en respuesta al ataque químico- y son muchos quienes temen que el Líbano siga los de Siria. Con una población diversa religiosamente, un número abrumador de armas y las heridas de la guerra civil aún abiertas y avivadas por los líderes políticos –los mismos señores de la guerra que alimentaron el conflicto libanés entre 1975-1990-, el país del Cedro se ha convertido en el principal receptor de refugiados sirios y en la nación más expuesta al efecto contagio. Son más de un millón (en un país de 3.5 millones de habitantes) los sirios que han encontrado refugio en el país vecino, malviven de alquiler ante la ausencia de campos oficiales (se han contabilizado 383 concentraciones de tiendas, o campos improvisados) y salvo aquellos que no pueden mantenerse económicamente (El Líbano no reconoce la existencia de sus refugiados y no les ayuda como Estado) nadie piensa en regresar a Siria por el momento, ni siquiera si se produce una intervención occidental.
“A ninguno nos ha sorprendido que el régimen haya gaseado a la población de Damasco”, continúa Ahmad Said mientras sorbe café con cardamomo. “Son criminales, nos bombardean con Scuds, con barriles de dinamita… Si Estados Unidos ataca, lo hará de forma compasiva para el régimen. Será una respuesta puntual, pero los sirios no se quedarán quietos tras el ataque con armas químicas. Intentarán recuperar todo el país, y lo podrían hacer fácilmente si tuviesen aviones o cohetes”.
“Tendrían que haber intervenido hace mucho tiempo”, añade Farid Salloum, su cuñado, de 57 años. “La mitad de los grupos islamistas son una invención del propio régimen, les creó el régimen para enviarles a Irak hace unos años y ahora les usa para que manchen la imagen del Ejército Libre de Siria”, asegura. Durante la guerra civil siria, Damasco se caracterizó por proteger a parte de los grupos armados suníes, que aprovechaban la retaguardia siria para reorganizarse y realizar contactos exteriores: entre 2005 y 2010, era fácil encontrar a los líderes de las facciones más radicales, perseguidos por las autoridades de Irak, en despachos damascenos en un ejemplo más de la capacidad siria para pactar con todo aquel que le pueda beneficiar, más allá de afinidades políticas, económicas o religiosas. Muchos de esos combatientes iraquíes que una vez se vieron protegidos por el régimen se han sumado a las filas del ELS para combatirlo.
Salloum relata el día que decidió abandonar Al Hawija. “Nos habíamos refugiado en casa de mi hermano, había 20 mujeres y niños en la casa, incluida mi madre, de 90 años. Bombardearon la casa desde el aire: murieron cinco de mis familiares y 15 resultaron heridos. De eso hace 11 meses: nos fuimos de Siria y nunca hemos regresado. ¿Cómo se puede definir al hombre que ordena matar mujeres y niños de su misma nacionalidad? No es sirio, no es musulmán, no es humano”, dice moviendo la cabeza con gesto negativo.
Fuente: http://periodismohumano.com/en-conflicto/si-eeuu-interviene-sera-en-busca-en-sus-intereses.html
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