miércoles, 21 de agosto de 2013

Artículo de Ernest Hemingway sobre la Guerra Civil descubierto en Moscú en 1982

 
 
¡La humanidad no les perdonará!
 En el curso de los últimos quince meses he visto los crímenes que se cometen en España por los intervencionistas fascistas. El crimen y la guerra son dos cuestiones diferentes. Se puede odiar la guerra, estar en contra, pero puedes acostumbrarte a ella cuando luchas en defensa de la patria, contra la invasión del enemigo y por el derecho a vivir y trabajar en libertad. En este caso, el hombre no da ninguna importancia a su propia vida, ya que está en juego algo más importante que eso.El hombre que observa y describe una guerra semejante no teme por su vida si cree en la necesidad de lo que está haciendo. Sólo se preocupa de decir la verdad.

Por eso cuando el Messerschmidt alemán sobrevuela tu automóvil y abre fuego con sus cuatro ametralladoras, te sales de la carretera y saltas del automóvil. Te tiras bajo un árbol si es que hay uno, o en una zanja si es que hay una, o simplemente en un campo abierto. Cuando el avión vuelve para intentar otra vez matarte y sus balas levantan polvo a tus espaldas, te quedas tirado con la garganta reseca... Pero te ríes del avión porque estás vivo.

El avión se lanza en picado, se nivela y arroja varias bombas pequeñas, semejantes a granadas de mano, formando racimos. Resplandecen las llamas, se oye el estallido, luego se levanta una nube de polvo gris. Pero tú aún estás vivo y el Messerschmidt se alejó. El rugido de su motor hace recordar el sonido de la sierra circular de una serrería. Intentas escupir porque sabes por experiencia que no lo puedes hacer si estás realmente asustado. Resulta que tienes la boca tan reseca que no puedes escupir, y te ríes de nuevo. Y esto es todo.

No te pones furioso cuando los fascistas intentan matarte, pero te inundas de cólera y odio, cuando ves cómo matan. Y esto lo ves casi todos los días. Ves cómo lo hacen en Barcelona, donde bombardean los barrios obreros desde una altura tan grande que sólo pueden ver barrios completos y no blancos concretos. Ves a niños muertos con las piernas entrelazadas y los brazos extrañamente extendidos y con las caritas cubiertas de estuco. Ves a mujeres muertas a causa de las contusiones. Ves a muertos que parecen un montón de andrajos. Ves trozos de carne humana de formas tan extrañas que te hacen pensar en un carnicero demente. Y odias a los asesinos italianos y alemanes corno a nadie en el mundo.

Durante varios meses vives en Madrid bajo los bombardeos. En el hotel donde te hospedas, 53 veces han hecho blanco los proyectiles de artillería. Desde tu ventana ves muchos crímenes, porque al otro lado de la calle hay un cine y los fascistas comienzan los bombardeos precisamente cuando el público sale del local. Saben que habrá víctimas antes de que la gente logre llegar a los refugios.

Cuando los fascistas abren fuego de artillería sobre la Telefónica de Madrid esto se comprende, pues es un blanco militar. Si bombardean las posiciones de artillería y puntos de Observación, es la guerra. Si los proyectiles no llegan al blanco o los sobrepasan, es la guerra. Pero cuando por la noche abren fuego sobre una ciudad con el único fin de matar a gente dormida, es un asesinato.

¡Cuando ametrallan masas de gente que se concentran a las seis de la tarde junto al cine o en las plazas, es un asesinato!

Un proyectil hizo blanco en un grupo de mujeres que guardaban cola para comprar jabón. Cuatro mujeres muertas. Su sangre fue literalmente absorbida por la piedra, las manchas ni siquiera se quitaban con la arena. Los cadáveres quedaron esparcidos.

Un proyectil de artillería cayó sobre un tranvía repleto de trabajadores. Llamas, estallido. El humo desapareció; el vagón, volcado. Sólo dos personas quedaron vivas, aunque hubiera sido mejor que muriesen. De los escombros sacan a dos heridos terriblemente mutilados. Se oye el estallido de un segundo proyectil. Y así interminablemente...

Durante toda la primavera, otoño e invierno pasados hemos visto cómo la artillería fascista cometía crímenes en Madrid. No se podía ver todo aquello sin ira y sin odio.

Luego comenzaron las batallas de Teruel. Ibamos al ataque junto con la infantería. Entramos en la ciudad con los primeros destacados del Ejército republicano. Durante las batallas en la ciudad hemos visto con qué cariño el Ejército del Gobierno trataba a los niños y ayudaba a las mujeres y ancianos en la evacuación. No hemos visto ni un caso de crueldad.

Pero antes de Teruel hubo un bombardeo devastador de Lérida. Luego comenzaron los terrores barceloneses y los ataques diarios de la aviación fascista a las ciudades costeras entre Valencia y Tarragona. Luego los fascistas bombardearon no el puerto, sino la ciudad de Alicante, y mataron a más de trescientas personas. Después lanzaron bombas sobre la plaza del Mercado en la pacífica ciudad de Granollers y mataron a centenares de personas.

Los fascistas tienen dos motivos para matar: para doblegar al pueblo español y para probar en acción las diversas bombas con vistas a la preparación de la guerra en la que piensan Italia y Alemania.

En cuanto a sus intenciones de doblegar al pueblo español, la heroica resistencia contra los fascistas que ahora avanzan hacia Valencia se explica con el mismo grado de odio que los intervencionistas fascistas provocaron con sus feroces bombardeos, al igual que con otras causas.

Los fascistas tendrán éxito mientras puedan chantajear a los países que les tienen miedo. Pero los hermanos y padres de sus víctimas jamás les perdonarán y jamás lo olvidarán. Los crímenes que se cometen por el fascismo sublevarán en su contra al mundo entero.

Ernest Hemingway.

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