"Hay una sola situación en la que es aceptable la intolerancia: cuando nos encontramos ante personas intolerantes"
Voltaire
El diálogo sobre Copérnico me hizo pensar en las ideas concebidas por la mayoría de la gente sobre las razas y el racismo. Cada población cree que es la mejor del mundo. Con pocas excepciones, cada cual ama el microcosmos en el que se ha criado, y no quiere dejarlo nunca. Para los blancos la civilización más grande es la europea, y la raza más grande es la blanca. Pero ¿qué piensan los chinos?¿Y los japoneses? Los "extracomunitarios" que vienen a Europa en busca de trabajo, como antaño iban los europeos a América, o ahora los mexicanos a Estados Unidos, ¿acaso no volverían a sus países de origen si pudieran vivir decentemente en ellos?
Puede que seamos los mejores, pero la historia nos enseña que las supremacías duran poco.
El orgullo de las naciones es más fuerte sobre todo en los momentos de mayor éxito. Cuando nos sentimos fuertes nos resulta más fácil pensar: "Somos los mejores" y, efectivamente, hay algo de verdad en esto. Pero el éxito tiene orígenes bastante particulares:un hombre, o unos pocos, imponen reglas de cierta eficacia, apropiadas a la situación, o se responsabilizan de acciones políticas inteligentes. Aunque a veces estas acciones sean muy crueles -dado que para tomar el poder por lo general se necesita ejercer la violencia, no necesariamente física-, pueden tener consecuencias positivas duraderas, que a veces determinan un período beneficioso para toda la nación. Una sucesión de circunstancias favorables también puede ayudar a mantener estable la situación, pero este éxito nunca dura demasiado. Es difícil que a los políticos inteligentes les sucedan personas igual de hábiles. La esperanza de que la herencia biológica pudiera producir estos sucesores no se ha visto confirmada, pero el amor paterno sigue cegando a los políticos, que aún creen en la transmisión del poder de padres a hijos. A veces el éxito se mantiene durante algunas generaciones, gracias a un sistema político bien organizado que puede resistir a la imbecilidad de algún rey o primer ministro sucesores del fundador de un imperio o un nuevo régimen. Durante estas generaciones afortunadas, el pueblo tiene tiempo para convencerse de que el éxito se debe a sus excelentes cualidades. Automáticamente se decide que son las cualidades intrínsecas, innatas,hereditarias de nuestra raza las que nos han hecho prósperos, pero casi con toda seguridad se trata de una ilusión. Nos hacemos la ilusión de que el éxito puede durar hasta un futuro lejano, desafiando los ciclos que nos enseña la historia. La utocrítica escasea, sobre todo cuando las cosas van bien.
Como dijo claramente Calude Lévi-Strauss, el racismo es el convencimiento de que una raza (la nuestra, naturalmente) es biológicamente la mejor, o de que, como mínimo, es excelente. Nuestra ventaja sobre todos los demás se debería a la superioridad de nuestros genes, de nuestro ADN. Es más fácil estar convencidos de ser superiores cuando todo va bien, y es muy fácil olvidar que el éxito, del que deriva nuestro sentimiento de superioridad, no suele durar mucho, por lo menos si nos basamos en la historia pasada. Pero no hace falta ser los primeros en todo para estar convencidos de nuestra superioridad. Naturalmente, un éxito parcial también ayuda mucho, puede ser una prueba importante para todos. En un momento dado hay un solo pueblo ocupando el primer lugar, pero muchos otros lo han ocupado en el pasado, o aspiran a ocuparlo, y los segundo, terceros, etc., piensan que tienen el mismo derecho a estar orgullosos. Hay, pues, muchos aspirantes a ser los mejores, muchos candidatos a la superioridad -que se imagina, naturalmente, biológica, y por lo tanto eterna.
Genes, pueblos y lenguas
Luigi Luca Cavalli-Sforza
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