lunes, 10 de septiembre de 2018

Todo, menos el mundo

Jeanne Hébueterne, La suicida (c 1919)
  No fueron únicamente los católicos los que señalaron a la mujer como una emisaria de Satán; los protestantes tuvieron su parte en esta sinrazón. Autores calvinistas y luteranos sostuvieron, al igual que sus oponentes, que el diablo hablaba con voz femenina. El Maligno fue quien repartió máscaras entre las mujeres, las acostumbró a la artería y la deslealtad, las poseyó, las vendió a la lujuria, consiguió hacerlas fuente de las supersticiones. Por este motivo el suicidio femenino se juzgó con cierta displicencia, por considerar que la mujer era una criatura proclive a caer en manos del adverso. Lutero escribe en las Charlas de sobremesa que una posesa que se dio muerte fue, en realidad, asesinada por el diablo. No sucede así en el hombre que por más "sabio" que ésta, no tiene excusa ninguna. Además, matándose arrebataba al Creador la potestad de la muerte, porque decidir sobre el propio final supone una ilegítima autonomía, un delito de lesa majestad. El hombre debe rendirse a su condición de súbdito, renunciar al excesivo afán de conocimiento: el deseo de saber se plantea como una lucha entre Dios y Satán...

Ramón Andrés

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