jueves, 27 de septiembre de 2018

Darwin y las mujeres

La Belle Chocolatière, 1745 Jean-Etienne Liotard

 La misoginia nació con el varón

El imprevisto más inesperado de la nueva edición del libro sobre el origen del hombre lo encontró en las mujeres, especialmente en las de clase baja, que compraron un elevado número de ejemplares. Algunas de ellas se quedaron asombradas y también bastante ofendidas al descubrir en el texto de Darwin frases de desprecio referentes a las mujeres de algunas comunidades salvajes. Ahí es donde el autor declara que esas mujeres muestran a menudo una actitud disoluta, causa de la decadencia de toda la sociedad a la que pertenecen.
   En otro capítulo, además, el autor de El origen del hombre declara que los hombres, como resultado de su responsabilidad a la hora de conseguir comida, defender al grupo y luchar, aparte de construir la cabaña, desarrollaron supuestamente mayores habilidades mentales y creativas que las mujeres.
   ¿A qué puede deberse un juicio tan drástico por parte de un revolucionario como él? Tal vez podamos entenderlo si tenemos en cuenta que Darwin vivió en la primera mitad del siglo XIX, en una época en la que, mientras a los niños se les enseñaba a escribir, a leer y a contar, a las niñas se les obligaba a aprender a coser y a hacer tareas domésticas, así como religión, y, además, era difícil que se admitiera en la universidad a una mujer, aunque fuera de clase alta.
   No solo eso, sino que es bien conocido que, cuando se descubría en una familia burguesa a una niña con dotes particulares para la pintura, la música y la poesía, se le bloqueaba con una boda o enviándola a un convento. Es cierto que, en cuanto a las actuaciones musicales, a las jóvenes se les permitía demostrar su talento, pero solo en casa o por invitación de parientes o amigos íntimos durante fiestas y bodas.  ¡Ay de aquel al que se le ocurriera animarla a inscribirse en una orquesta en calidad de intérprete! Una cosa como esa solo podía ocurrir en ciudades como Venecia, donde, al estilo de las etéreas griegas, las venecianas conocidas como siore da ben se exhibían públicamente tocando instrumentos de cuerda y cantando poemas compuestos por ellas mismas.

Dario Fo

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