jueves, 20 de septiembre de 2018

¡Te quiero!... pero de lejos

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Salsola kali dispersando sus semillas mientras gira arrastrada por el viento.
   Es difícil encontrar en la historia de la humanidad otro contexto social que sea similar al que vivimos en la actualidad, en el que individuos ya dentro de su tercera década de vida mantengan comportamientos y necesidades que antes solo se les admitían a los preadolescentes. Y si en el curso de las complejas y heterogéneas sociedades humanas no existe un claro trasunto de esta situación, ni que decir tiene que en el resto de la naturaleza tampoco nos será posible encontrar algo parecido. Lo cierto es que la mayoría de los animales ni siquiera se preocupan de sus descendientes, y los que cuidan de sus crías invierten el tiempo indispensable para enseñarles todo aquello que necesitan saber para defenderse por sí solos durante una vida independiente. En el mundo de las plantas, la cosa es aún más radical: en general, cuanto más lejos de sus progenitores se desarrollen los vástagos, más probabilidades tendrán de sobrevivir, tanto ellos como su especie. Así, mientras que en nuestra sociedad algunas madres acaban irrumpiendo en la peña durante las fiestas del pueblo para asegurarse de que su chiquitín de treinta y tantos ha echado el aire del último cubata, por su lado -y como radical contraste-, los progenitores vegetales se quitan a sus hijos de encima incluso antes de que estos hayan nacido.
   Múltiples investigaciones han llegado a la conclusión de que, al menos de un modo general, el índice de mortalidad de las semillas tiende a ser muy elevado cuando estas tratan de germinar junto a los que han sido sus progenitores. En cambio, las opciones de supervivencia de aquellas que consiguen separarse de la protección de sus papás aumentan radicalmente  al alejarse de ellos. Los científicos han comprobado que la mayor parte de los depredadores que se alimentan de las semillas y de los pequeños plantones se acumulan próximos a los vegetales adultos; que allí, en el mundo de los mayores, las enfermedades infecciosas presentan una mayor prevalencia debido a la proliferación de patógenos entre los individuos adultos; y sobre todo, que en el hogar parterno la competencia por los nutrientes, el agua y la luz suele ser tan intensa que pone en serias dificultades a cualquier pequeño vegetal que quiera salir adelante. Mas la importancia de germinar lejos de casa no se limita a escapar de los inconvenientes que presenta vivir bajo las estrictas normas de papá y mamá, sino que también dota al vegetal de la posibilidad de "conocer mundo" y colonizar nuevos territorios. Teniendo en cuenta que las condiciones ambientales que se dan en el hábitat concreto dentro del que se desarrolla una especie vegetal pueden verse modificadas con el paso del tiempo, dispersar las semillas hacia otros entornos podría ser la clave para asegurar la supervivencia de la especie.
   Tan importante resulta tomar distancia de los progenitores que la evolución ha dotado a las plantas de una enorme cantidad de increíbles adaptaciones para catapultar lo más lejos posible a sus futuros descendientes. La multitud de mecanismos que implementan los vegetales para dispersar sus semillas nos confirman la gigantesca plasticidad que poseen unos organismos que, para algunos -claramente equivocados-, tan solo conforman elementos decorativos con los que engalanar las calles y parques de la ciudad.
   Con frecuencia, el proceso de dispersión de las semillas puede ser un evento solitario, pues algunas de ellas emigran de forma individual en busca de su destino; en otras muchas ocasiones, sin embargo, las semillas viajan en grupo, protegidas por el fruto que fabricaron sus progenitores. Incluso, en algunos casos concretos (Salsola kali) es la propia planta la que se pone en marcha para asegurarse de dispersar adecuadamente sus semillas....
Resultado de imagen de semillas de ulmus
Sámara de Ulmus sp
El reino ignorado
David G. Jara   

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