El Festival de Cine de Venecia se ha puesto reivindicativo. Atrás quedaron las estrellas frívolas y con glamour (como Lady Gaga o Ryan Gosling),
y hoy la alfombra roja se ha extendido para que pasen por ellas
discursos políticos y guerrilleros. El mismo día estuvieron por el Lido Pepe Mújica, protagonista de una película y un documental dirigido por Kusturica; y Amos Gitai, el director judío nacido en Israel que ha presentado su díptico sobre el conflicto palestino-israelí.
Una centrada es un largometraje de ficción, Un tranvía en Jerusalén, que presenta la ciudad como un mosaico de culturas y razas que hay que defender. La carga activista está más presente en Una carta para un amigo en Gaza,
un documental de media hora en el que se leen poesías, textos y
artículos de personalidades en las que se habla de la paz, del
entendimiento o directamente se critica la actuación del gobierno
israelí en el conflicto, especialmente en la zona de Gaza y las matanzas
que sigue habiendo sin que nadie ponga solución. Un trabajo que
entronca con el de Albert Camus y sus Cartas a un amigo alemán escrito tras la Segunda Guerra Mundial y en la que establecía un diálogo similar.
Gitai pide a los judíos y a Israel que abran los
ojos y se den cuenta de que lo que están haciendo es un crimen, y que la
guerra debe acabar. En el texto más provocador se pone en la piel de
las próximas generaciones y especula qué les dirán cuando les pregunten
por qué toleraron esas masacres, por qué no se quejaron, por qué dejaron
que esto ocurriera. Gitai, que siempre ha abogado por el diálogo, se
vuelve en su nuevo filme más directo que nunca. A este segmento -en el
que entona el mea culpa como país diciendo que por qué lo están
permitiendo- lo concluye una sucesión de fotografías del conflicto en la
franja de Gaza en la que se ve a un Israel hiper militarizado, con
tanques, rifles de francotirador y metralletas contra un pueblo
palestino que quema contenedores y les lanza piedras. Para terminar, una
imagen de David y Goliat, el primero empuñando su honda. Una metáfora
clara para cerrar el trabajo en el que más se moja.
La línea beligerante la ha mantenido el equipo del filme durante la rueda de prensa, especialmente su productor, Laurent Truchot,
que ha asegurado que Israel ahora mismo se está convirtiendo “en un
país fascista”. “Tenemos un gobierno fascista que hasta cierra teatros
sólo porque se hable de Palestina”, ha censurado con fuerza y se ha
mostrado pesimista respecto al futuro del país, por lo que le alegra
acompañar a Gitai en todos sus trabajos, alguien que sí que “mira de
forma optimista a Israel”.
Todos los miembros del equipo han desenfundado sus dardos, y el propio Gitai los ha enfocado al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu
al que ha culpado de la situación del país y de lo que ocurre con los
palestinos. “Estamos viviendo una uge del antisemitismo en Europa. El
origen de ese antisemitismo está en la iglesia, que ha educado a la
gente para odiar a los judíos, a quemarlos y a humillarlos durante
siglos. Está en el ADN de la historia de Europa, pero los judíos han
sobrevivido, algo que es impresionante, pero no se deben olvidar las
lecciones que da la historia, y sin embargo ahora vemos a Netanyahu
darle la mano a los líderes antisemitas y disparar a la gente de
Palestina en Gaza. Sólo usa la fuerza, y eso es antijudío. Ha de ser
criticado”, ha dicho el director ante el aplauso de la prensa. Sobre las
posibles críticas que reciba en su país ha dejado claro que ama a su
tierra, y que por ella no debe mimarla, sino criticarla para mejorar y
cambiar la situación actual.
En el cortometraje tiene un papel destacado el actor palestino Makram Khoury,
que ha mantenido el discurso de sus compañeros asegurando que la
situación actual es perturbadora, que lo es para él y para el director, y
que por eso han alzado la voz. “Sentimos que si nos quedábamos
callados, aunque a veces el silencio sea sabiduría, en este momento, y
en esta situación, el silencio nos haría complices del crimen, porque
creo que en Gaza hay un crimen en marcha, lo que ocurre con la gente
palestina es un crimen”, ha zanjado visiblemente emocionado.
Un par de horas de paréntesis entre el bullicio y
las críticas apresuradas en los pasillos para reflexionar sobre lo que
ocurre en el mundo. Venecia apagó los flashes e invitó a reflexionar. Y
Amos Gitai puso el debate en la mesa. Al menos hasta que las estrellas
volvieran a salir a la alfombra roja.
El show debía continuar.
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