Utilizando la fotografía analógica y por medio de dobles exposiciones de partes de una misma pintura, Alberto García-Alix construye nuevos mundos dentro del propio cuadro. Gracias a la cuidada elección de encuadres, las superposiciones, lejos de traicionar el estilo del artista, intensifican la esencia y el carácter de sus obras.Sin título, 2018 Alberto García-Alix © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018 |
El Museo del Prado y la Fundación Amigos
del Museo del Prado presentan el fruto del trabajo que doce fotógrafos
contemporáneos han llevado a cabo en íntima relación con las colecciones
de la institución.
Pertenecientes a tres generaciones
distintas y con formas de entender y utilizar la fotografía muy
diversas, José Manuel Ballester, Bleda y Rosa, Javier Campano, Joan
Fontcuberta, Alberto García-Alix, Pierre Gonnord, Chema Madoz, Cristina
de Middel, Isabel Muñoz, Aitor Ortiz, Pilar Pequeño y Javier Vallhonrat,
se han inspirado en las obras que atesora el Museo, pero también en el
aura que las envuelve, el edificio que las cobija y en aquellos que las
contemplan.
De izquierda a derecha: Isabel Muñoz, Javier Vallhonrat, Pierre Gonnord, Pilar Pequeño, José Manuel Ballester, Joan Fontcuberta, Alberto García-Alix y Aitor Ortiz. Foto © Museo Nacional del Prado. |
La Galería baja norte del edificio
Villanueva del Museo del Prado acoge esta exposición, comisariada por
Francisco Calvo Serraller y que cuenta con el apoyo de Japan Tobacco
International como entidad colaboradora de la Fundación Amigos del Museo
del Prado. La muestra presenta una colección de veinticuatro
fotografías realizadas por doce fotógrafos contemporáneos que, con
motivo de la celebración del Bicentenario de la institución, han sido
invitados por la Fundación Amigos del Museo del Prado a mostrar su
visión sobre sus colecciones.
Se trata de doce creadores que
reflexionan sobre el Museo a través de la técnica fotográfica, doce
miradas diferentes y personales que se inspiran en las obras que atesora
el Museo, pero también en el aura que las envuelve, el edificio que las
cobija y en aquellos que las contemplan.
Las veinticuatro fotografías que forman
la exposición abren nuevos caminos por los que adentrarse en las
colecciones del Museo y aportan nuevos puntos de vista y nuevas
perspectivas para contemplarlas, además de mostrar que el Prado mantiene
su capacidad inspiradora transcurridos dos siglos desde su
inauguración.
La exposición
En esta exposición se materializan en papel, a través de veinticuatro fotografías, doce miradas que dan testimonio tanto del poder evocador del Prado como de la capacidad creadora de quienes han llevado a cabo esta colección.
En esta exposición se materializan en papel, a través de veinticuatro fotografías, doce miradas que dan testimonio tanto del poder evocador del Prado como de la capacidad creadora de quienes han llevado a cabo esta colección.
Ribera del Elba, 2018 Bleda y Rosa © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018 |
José Manuel Ballester contrapone la sala de Las meninas, en el corazón
del edificio Villanueva, con una vista del Salón de Reinos, futura
ampliación del Prado. En su fotografía Sala principal vacía la sala y
deja solo la obra maestra de Velázquez, en la que también elimina a sus
personajes, con la intención de abrir el espacio a nuevas
interpretaciones.
Bleda y Rosa crean una imagen palaciega del Museo al encuadrar, mediante
sendas puertas, los retratos ecuestres del emperador Carlos V, de
Tiziano, y del cardenalinfante Fernando de Austria, de Rubens. En un
guiño a la historia, los títulos de sus que se representan en los
cuadros.
Javier Campano realiza dos bodegones de pescado y caza a la manera
antigua y en ellos se pueden descubrir tanto referencias a obras del
Prado, en las perdices pintadas por Sánchez Cotán y los besugos de
Bartolomé Montalvo, como una evocación íntima, tierna y melancólica de
los recuerdos de la cocina familiar de la infancia del fotógrafo.
Salmonetes, 2018 Javier Campano © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018 |
Joan Fontcuberta fotografía dos fragmentos de la vista panorámica
continua de la Galería Central del Museo del Prado que realizó Jean
Laurent entre 1882 y 1883. Con ello reivindica los vestigios de esa
imagen todavía material en el mundo digital y fija su atención en los
deterioros que evidencian el paso del tiempo y remiten a la memoria y a
la historia.
Pierre Gonnord presenta dos retratos confrontados, el de una corneja
disecada del Museo de Ciencias Naturales y el de un joven visitante del
Prado que llamó su atención por su aspecto y su atenta contemplación de
los cuadros. Con ello reflexiona sobre qué es lo que queda de una
esencia viva al ser registrada fotográficamente o cuando pasa por el
taxidermista.
Sin título, 2018 Chema Madoz © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018 |
Chema Madoz construye una reflexión poética sobre el concepto de museo
como contenedor de la obra de arte. En la primera fotografía los marcos
sirven como metáfora de este al convertirse en parte del edificio. En la
segunda, adquieren la forma de una escuadra y un cartabón, tal vez
meditando sobre lo que el Prado tiene de guardián de la norma y del
canon.
Las superposiciones de retratos de miembros de una misma dinastía que
realiza Cristina de Middel dan como resultado una especie de monstruo.
Se crea una imagen abstracta que destaca los rasgos característicos de
esta familia en lo que supone una referencia a la endogamia y la
perpetuación del poder en las mismas manos a lo largo del tiempo.
San Hermenegildo, 2018 Isabel Muñoz © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018 |
Isabel Muñoz se sumerge para fotografiar debajo del agua a sendos
bailarines que, en su movimiento detenido, en vez de hundirse parecen
elevarse ingrávidos en el vacío. Sus posturas y la ondulación de las
telas nos recuerdan a las ascensiones a los cielos de los santos y los
rompimientos de gloria de la pintura barroca.
Copa de agua y un clavel, 2018 Pilar Pequeño © Fundación Amigos del Museo del Prado, Madrid, 2018 |
Con la inspiración de las obras de Van der Hamen, Meléndez y Zurbarán,
Pilar Pequeño elige cuidadosamente los elementos que forman parte de sus
bodegones y muestra su enorme maestría a la hora de crear relaciones
entre ellos, pero, sobre todo, al iluminarlos y conseguir que la luz
transforme la escena.
Javier Vallhonrat sitúa la cámara a ras de suelo, donde inserta
fragmentos de paisajes del Prado. Los elementos vegetales generan una
serie de interferencias y de planos en profundidad en los que se
integran los elementos pictóricos, creando un nuevo espacio entretejido
que forma un todo orgánico.
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