Como casi cada año, España ha vuelto a destacar en los premios más reconocidos y menos prestigiosos de la ciencia mundial. Algo así como los Nobel de coña, los Ig Nobel se entregan cada año en Harvard entre risas y premian los trabajos científicos más hilarantes. En esta ocasión, los españoles galardonados con el Ig Nobel de la Paz han sido un grupo de investigadores de tráfico de la Universidad de Valencia por "medir la frecuencia, la motivación y los efectos de gritar e insultar al conducir un automóvil". Así, España aumenta la ventaja de sus premios de broma frente a los Nobel reales.
Al recibir el premio, el director del INTRAS, Francisco Alonso, recordó que es mejor usar los coches para hacer el amor. Y reclamó a gritos que como premio Ig Nobel de la Paz se podía permitir gritar e insultar. A la gala, presentada como siempre por Marc Abrahams (director de la revista que publica estas investigaciones improbables), acudieron para entregar los galardones varios premios Nobel reales, como Eric Maskin, Wolfgang Ketterle, Oliver Hart y Michael Rosbash, que se implicaron a fondo hinchando globos y catando vinos.
El premio de Medicina fue para dos investigadores de EE UU que estudiaron el uso de montañas rusas para tratar de acelerar la expulsión de cálculos renales. Su conclusión, tras usar un modelo 20 veces en Florida, en la atracción Big Mountain de Disneyworld, fue que el asiento trasero de la montaña rusa es el lugar que más ayuda. La idea no era del todo ridícula: en su estudio, los investigadores señalan que decidieron estudiarlo después de que un número notable de pacientes asegurara haber expulsado el cálculo tras subir precisamente a esa atracción. En concreto, uno de ellos decidió repetir después de expulsar una piedra nada más bajar... y expulsó una segunda piedra.
Como dicen siempre en estos premios, son estudios que "primero te hacen reír y luego pensar".
La categoría de Antropología fue para un equipo internacional por recoger evidencias, en un zoológico, de que los chimpancés imitan a los humanos con la misma frecuencia y con tanto acierto como los humanos imitan a los chimpancés.
El premio de Medicina Reproductiva fue para un equipo de la Universidad de Oregón que se sirvió de una ristra de sellos para estudiar si tenían erecciones nocturnas los pacientes con posible diagnóstico de impotencia. La ristra de sellos se pegaba muy ceñida alrededor del pene flácido de los pacientes y, en caso de tener una erección, los sellos se cortarían por la línea de puntos demostrando que el pene se había ensanchado por la noche.
El investigador británico James Cole ganó el de Nutrición por calcular que la ingesta calórica de una dieta de canibalismo humano en el Paleolítico era significativamente más baja que la ingesta calórica de la mayoría de las otras dietas tradicionales de carne en la época. "Esto podría sugerir", escribe Cole en su estudio, que la intención de comerse a sus congéneres "puede no haber estado motivada nutricionalmente".
El Ig Nobel de Biología fue para un grupo de varios países que mostró cómo los expertos catadores de vino eran capaces de detectar la presencia de una mosca en la copa de vino únicamente por el olor.
Portugal se llevó el premio en la categoría de Química por medir el grado en que la saliva humana es un buen agente limpiador para la suciedad. Sobre todo funciona, concluyeron, en superficies doradas.
El Ig Nobel de Literatura se lo llevó un trabajo de expertos en diseño industrial que documentaron que la mayoría de la gente que usa productos complicados no lee el manual de instrucciones.
En Economía, el premio fue para unos especialistas de universidades de EE UU y Canadá que estudiaron si es efectivo para los empleados apuñalar muñecos de vudú para tomar represalias contra los jefes explotadores. El resultado fue que, cuando los empleados se vengan contra un muñeco que representa al jefe, la sensación de injusticia se mitiga.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/09/13/ciencia/1536828014_469038.html
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