. Ilustración de Ana Juan. |
domingo, 30 de septiembre de 2018
Ellas contra la ultraderecha en Brasil
Una primavera feminista ha resurgido para frenar el ascenso del
ultraderechista Jair Bolsonaro, el candidato favorito en las elecciones
del 7 de octubre. Las mujeres han conquistado las redes con la campaña
#ÉlNo y salen a la calle para mostrar su fuerza y dar un vuelco a las
encuestas.
#Élno es su grito de guerra. Así pelean en las redes, y este sábado también en la calle. La tercera persona del singular se refiere a Jair Messias Bolsonaro,
el favorito para la primera vuelta de los comicios. Hasta mediados de
agosto las mujeres brasileñas eran el sector más indeciso, con un 34%
que reconocía no tener ningún candidato presidencial a quien confiar su
voto.
Primavera feminista en las redes
“Las mujeres son las que se están poniendo en
primera línea de batalla contra el fascismo. Más allá de una lucha
partidaria clásica, luchan por proteger la democracia, y han sabido
colonizar muy bien las redes sociales”, nos dice Solano, que no duda
cuando dice: “Estamos ante un movimiento histórico”.
@PabloMM
Impresionante esta imagen de la manifestación feminista en São Paulo contra Jair Bolsonaro, líder de la ultraderecha brasileña. "No te violo porque no te lo mereces", le dijo a una diputada del Partido de los Trabajadores.
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Cada diez minutos violan a una mujer en Brasil. Cada
media hora una de ellas sufre un estupro colectivo. Cada dos días muere
otra por un aborto inseguro. Ocho víctimas de feminicidio diarias. Ellas son las más golpeadas. También son mayoría. Representan el 52,5% del electorado brasileño,
pero sus problemas no se nombran en los debates presidenciales. Sin
embargo, en las elecciones del próximo 7 de octubre, son la clave para
frenar una posible victoria de la extrema derecha.
Desde la redemocratización del país no ha habido una
cifra tan alta y tan llena de dudas. Su falta de representatividad en el
Legislativo y en el Ejecutivo, en parte, lo explica. Entre un total de
190 países, Brasil ocupa el puesto 152 en el ránking de presencia femenina en la política, dicen los datos del IBGE de 2018. Su presencia en el Congreso no supera el 10,5%. La única presidenta mujer, Dilma Rousseff, fue destituida en un polémico impeachment y recibió todo tipo de ataques machistas a lo largo de su legislatura. El gobierno que llegó en su lugar, dirigido por Michel Temer, hizo que Brasil retrocediera once puestos en el ránking anterior.
El hashtag #ÉlNo suena como una alarido
en el medio del silencio. Un “aquí estamos” y también un “basta”. La
indecisión en quien votar continúa alta -alrededor del 20%-, pero
millones de ellas tienen claro en quién no hacerlo. El currículo del
diputado Jair Bolsonaro, un excapitán del ejército que defiende el régimen militar y la tortura, está lleno de ataques a las mujeres.
Él fue quien le dijo a la exministra de Derechos
Humanos, Maria do Rosário, que no la violaba porque no se lo merecía. Él
le dedicó su voto a favor del impeachment de Dilma Rousseff al
coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, conocido torturador que
introducía ratas en las vaginas de las guerrilleras -la expresidenta
Rousseff fue una de sus centenares de víctimas-. Él fue quien llamó
“estúpida” a una periodista que le preguntó algo que le incomodaba. Y
también fue el que definió el nacimiento de su propia hija como un
momento de debilidad: “Tuve tres varones, y con la cuarta di una
bajonazo”.
Sus propuestas políticas no son menos duras. Ante la desigualdad salarial
entre hombres y mujeres -en Brasil ellos cobran un 52% de media más que
ellas- propone el libre juego del mercado: “No es papel del Estado sino
de los empresarios. Para mí es lógico que ganen menos porque se quedan
embarazadas y faltan al trabajo”, dijo en un debate televisivo. Propone
la castración química a los violadores para frenar el aumento de este
tipo de crimen. La situación de desamparo que viven millones de madres
solteras en riesgo de exclusión social, se solucionaría según el
candidato, con la implementación de la operación de ligadura de trompas para controlar la natalidad. Como evangélico declarado, es completamente contrario al aborto.
El mismo día que Lula da Silva renunció a la carrera presidencial -tras una sentencia del Tribunal Superior Electoral que lo invalidó por estar condenado en segunda instancia- la publicista Ludmilla Teixeira decidió crear el grupo de Facebook
“Mujeres contra Bolsonaro”. Fue el pasado 31 de agosto cuando se supo
que sin Lula -hasta entonces el candidato favorito- , Jair Bolsonaro
pasaba a ocupar el primer puesto en intención de voto.
“Contra el avance y el fortalecimiento del machismo,
la misoginia, el racismo, la homofobia, y otro tipo de prejuicios.
Creemos que este escenario amenaza nuestras conquistas y derechos. Esta
es nuestra oportunidad para reafirmarnos como seres políticos y sujetos
de derecho. El reconocimiento de la fuerza de las mujeres unidas puede redireccionar el futuro de nuestro país”, decía el pequeño texto en el que se presentaba el grupo.
Creció como la espuma. “En los momentos de pico
llegó a haber 10.000 peticiones de adhesión por minuto”, contaba
Teixeira al diario UOL. En dos semanas sumaba un millón de seguidoras y
enfrentaba el primer obstáculo: defensores del candidato Bolsonaro
hackearon el grupo y la cuenta personal de Ludmilla durante varias
horas. El ataque virtual despertó aún más la indignación de las
seguidoras que tras reactivar el grupo decidieron poner una fecha para
llevar su protesta a la calle.
“Mujeres contra Bolsonaro” hoy tiene tres millones y medio de seguidoras.
Las manifestaciones contra el candidato de extrema derecha marcadas
para este sábado se reparten por una veintena de ciudades. “Les
molestamos porque saben las posibilidades que tiene un grupo como el
nuestro. Somos millones de mujeres organizadas, capaces de movilizar a
amigas, madres, hijas. En un país con la cantidad de electores que tiene
Brasil provocamos un impacto enorme”, nos dice la antropóloga Rosana
Pinheiro-Machado.
El hashtag #ÉlNo surgió a partir de este grupo y ha viralizado a lo largo de estas semanas. Empezó como un grito de guerra femenino
del que se han hecho eco diversos sectores de la sociedad. Actores,
periodistas, abogados, el movimiento LGTB, el indígena, el movimiento
negro, son algunos de los colectivos que se suman este sábado a las
manifestaciones. La campaña ha traspasado fronteras con estrellas de por
medio como la cantante Madonna, que publicó una foto esta semana con un
cartel de #ÉlNo.
La fuerza del movimiento femenino ha tenido un
primer impacto en las últimas encuestas. El candidato Jair Bolsonaro
sigue favorito, pero ha sido el único que no ha crecido, y se
mantiene en un 28% de intención de voto. Según el sociólogo Aldo
Fornazieri, “las mujeres han conseguido crear una barrera que impide que
crezca, pero su índice de rechazo aumenta cada día”, afirma este
profesor de la Fundación Escuela de Sociología y Política de Sao Paulo.
La socióloga Esther Solano asegura que ante un
candidato tan antidemocrático “el voto femenino puede definir la
elección”, ya que la mayoría de indecisos son mujeres y son las que más
lo rechazan. Para la socióloga este movimiento es un “resurgir de la
primavera feminista de 2015” cuando millones de brasileñas salieron a la calle
contra el presidente del congreso Eduardo Cunha -que proponía endurecer
la ley del aborto-, o cuando en 2016 viralizó la campaña “Mi primer
asedio” donde otras miles contaban los abusos que habían sufrido en
algún momento de su vida.
John Carlos recuerda el ‘Black Power’ de México’ 68: “Hicimos una sociedad mejor”
Uno de los medallistas que levantaron el puño en el podio en contra del racismo recuerdan la histórica cita medio siglo después
La postal es indeleble: dos puños envueltos en un guante negro
levantados en contra del racismo. Eran los brazos, derecho e izquierdo,
de Tommie Smith y John Carlos, que irrumpieron durante el himno de Estados Unidos. Era la coronación de los 200 metros lisos en los Juegos Olímpicos de 1968. El gesto ha sido el estandarte de protesta de la comunidad afroamericana en 50 años.
El Black Power (poder negro) no ha dejado de estar presente en el deporte. “La gente empezó a aplaudirnos, pero los yanquis [aficionados estadounidenses] que estaban en el estadio convirtieron el júbilo en odio”, relató John Carlos durante una tertulia que sostuvo este lunes en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Hacer lo correcto no es fácil, no fue fácil para mí. Pensamos que hicimos una mejor sociedad”, apuntó el medallista olímpico.
México conmemora este año medio siglo de los Juegos Olímpicos que organizó en su capital. La competición estuvo salpicada por distintos movimientos sociales. Diez días antes de la inauguración, una protesta pacífica de estudiantes se convirtió en una matanza en la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, en Ciudad de México, por parte del Gobierno mexicano. 50 años después de la masacre aún no hay una cifra oficial de víctimas. Un informe desclasificado de la Embajada de Estados Unidos señaló que entre 150 y 200 personas perdieron la vida. Oficialmente, solo se han documentado 50 muertas. Algunas organizaciones de desaparecidos han llegado a afirmar que la cifra asciende a más de 300. A ello se sumaron las demandas del Black Power.
John Carlos, con su 1,93 de estatura, camina a cámara lenta. Se da el tiempo de mostrar su gorra con la escena de esa celebración ocurrida el 16 de octubre de 1968. “La Ciudad de México no es consciente de la importancia que el 68 supuso en la lucha racial”, lanzó. El gesto del puño en alto truncó su carrera y la de Smith. “La gente me evadía, me evitaba. Cuando me pedían una foto, la gente detrás no quería salir en la foto, no querían que los relacionaran conmigo. No era que no me respetaban, tenían miedo de las represalias. Yo me aplaudo a mí mismo, cuando llegue la muerte sabré que hice lo mejor”, ahondó en el foro coorganizado por la Universidad Estatal de Arizona.
Wyomia Tyus,
la primera mujer en conquistar dos oros olímpicos en los 100 metros
lisos (Tokio 64 y México 68), recuerda bien aquel día. “Estaba en el
estadio gritando por ellos. Estaba sorprendida porque [Smith y Carlos]
no llevaban zapatos. Era un momento muy poderoso. Podías escuchar el
himno y los murmullos de la gente que se preguntaba qué pasaba. Nosotros
no sabíamos qué podía pasar en Ciudad de México, estaba preocupada del
cómo la gente lo iba a tomar”. Para Tyus, el momento se convirtió en un
parteaguas para los atletas afroamericanos. “Los negros no teníamos
derechos y como mujer implicaba doble discriminación […] Se suponía que
las mujeres no podían ser mejores que los hombres, ni sudar, ni tener
músculos. ¡Yo los tuve! Hay que hablar por los que no tienen voz”,
arengó.
La lucha comenzada por Smith y Carlos ha sido heredada por algunos jugadores de fútbol americano, quienes han desafiado la discriminación racial arrodillándose cada vez que suena el himno estadounidense en los partidos de la liga de EEUU. Colin Kaepernick, quien fue hasta hace dos años el quarterback de los 49ers de San Francisco, se convirtió en el símbolo de las protestas por la violencia policial en contra de los negros. A su causa se le unieron más jugadores ante el rechazo absoluto de Donald Trump, su Gobierno, y buena parte de los aficionados. La rodilla a tierra ha costado a Kaepernick su carrera medio siglo después del puño en alto.
Nike lanzó hace algunas semanas una campaña con Kaepernick como protagonista estelar. “Cree en algo. Incluso si significa sacrificarlo todo”, dice la publicidad. “Las empresas antes no tenían visión, hoy la tienen. Le dieron el comercial porque era lo correcto. Es una postura firme y le aplaudo a Kaepernick. Me quito el sombrero”, comentó John Carlos, quien hace medio siglo olvidó sus guantes negros en la Villa Olímpica y tuvo que usar el izquierdo de Smith. “No tuve quién me apoyara entonces, ¡pero nunca es tarde!”, menciona irónica Tyus. “A las empresas les interesa que te calles y ganes medallas. Nosotras éramos negras que hablábamos de la desigualdad”.
“El 16 de octubre fue el llamado de mi vida”, sintetizó John Carlos,
quien recorrió nuevamente el estadio Olímpico Universitario y volvió a
ver el mismo césped en el que levantó el brazo izquierdo y cabizbajo
escuchó el himno de su país con la medalla de bronce en el cuello. La
protesta le cambió la vida y puso al racismo en la mira del mundo.
“Cuando pensamos en la complejidad de los derechos civiles, el caracol
se ha movido lentamente en estos 50 años. Nos preocupaban los derechos
civiles del mundo, no solo de los deportistas. Ahora nos sentamos y
pensamos, ¿en verdad avanzamos?”, cuestiona.
Fuente: https://elpais.com/deportes/2018/09/25/actualidad/1537879870_087135.html
El Black Power (poder negro) no ha dejado de estar presente en el deporte. “La gente empezó a aplaudirnos, pero los yanquis [aficionados estadounidenses] que estaban en el estadio convirtieron el júbilo en odio”, relató John Carlos durante una tertulia que sostuvo este lunes en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Hacer lo correcto no es fácil, no fue fácil para mí. Pensamos que hicimos una mejor sociedad”, apuntó el medallista olímpico.
México conmemora este año medio siglo de los Juegos Olímpicos que organizó en su capital. La competición estuvo salpicada por distintos movimientos sociales. Diez días antes de la inauguración, una protesta pacífica de estudiantes se convirtió en una matanza en la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, en Ciudad de México, por parte del Gobierno mexicano. 50 años después de la masacre aún no hay una cifra oficial de víctimas. Un informe desclasificado de la Embajada de Estados Unidos señaló que entre 150 y 200 personas perdieron la vida. Oficialmente, solo se han documentado 50 muertas. Algunas organizaciones de desaparecidos han llegado a afirmar que la cifra asciende a más de 300. A ello se sumaron las demandas del Black Power.
John Carlos, con su 1,93 de estatura, camina a cámara lenta. Se da el tiempo de mostrar su gorra con la escena de esa celebración ocurrida el 16 de octubre de 1968. “La Ciudad de México no es consciente de la importancia que el 68 supuso en la lucha racial”, lanzó. El gesto del puño en alto truncó su carrera y la de Smith. “La gente me evadía, me evitaba. Cuando me pedían una foto, la gente detrás no quería salir en la foto, no querían que los relacionaran conmigo. No era que no me respetaban, tenían miedo de las represalias. Yo me aplaudo a mí mismo, cuando llegue la muerte sabré que hice lo mejor”, ahondó en el foro coorganizado por la Universidad Estatal de Arizona.
La lucha comenzada por Smith y Carlos ha sido heredada por algunos jugadores de fútbol americano, quienes han desafiado la discriminación racial arrodillándose cada vez que suena el himno estadounidense en los partidos de la liga de EEUU. Colin Kaepernick, quien fue hasta hace dos años el quarterback de los 49ers de San Francisco, se convirtió en el símbolo de las protestas por la violencia policial en contra de los negros. A su causa se le unieron más jugadores ante el rechazo absoluto de Donald Trump, su Gobierno, y buena parte de los aficionados. La rodilla a tierra ha costado a Kaepernick su carrera medio siglo después del puño en alto.
Nike lanzó hace algunas semanas una campaña con Kaepernick como protagonista estelar. “Cree en algo. Incluso si significa sacrificarlo todo”, dice la publicidad. “Las empresas antes no tenían visión, hoy la tienen. Le dieron el comercial porque era lo correcto. Es una postura firme y le aplaudo a Kaepernick. Me quito el sombrero”, comentó John Carlos, quien hace medio siglo olvidó sus guantes negros en la Villa Olímpica y tuvo que usar el izquierdo de Smith. “No tuve quién me apoyara entonces, ¡pero nunca es tarde!”, menciona irónica Tyus. “A las empresas les interesa que te calles y ganes medallas. Nosotras éramos negras que hablábamos de la desigualdad”.
Fuente: https://elpais.com/deportes/2018/09/25/actualidad/1537879870_087135.html
sábado, 29 de septiembre de 2018
Un orgullo de emperadores
"Hay una sola situación en la que es aceptable la intolerancia: cuando nos encontramos ante personas intolerantes"
Voltaire
El diálogo sobre Copérnico me hizo pensar en las ideas concebidas por la mayoría de la gente sobre las razas y el racismo. Cada población cree que es la mejor del mundo. Con pocas excepciones, cada cual ama el microcosmos en el que se ha criado, y no quiere dejarlo nunca. Para los blancos la civilización más grande es la europea, y la raza más grande es la blanca. Pero ¿qué piensan los chinos?¿Y los japoneses? Los "extracomunitarios" que vienen a Europa en busca de trabajo, como antaño iban los europeos a América, o ahora los mexicanos a Estados Unidos, ¿acaso no volverían a sus países de origen si pudieran vivir decentemente en ellos?
Puede que seamos los mejores, pero la historia nos enseña que las supremacías duran poco.
El orgullo de las naciones es más fuerte sobre todo en los momentos de mayor éxito. Cuando nos sentimos fuertes nos resulta más fácil pensar: "Somos los mejores" y, efectivamente, hay algo de verdad en esto. Pero el éxito tiene orígenes bastante particulares:un hombre, o unos pocos, imponen reglas de cierta eficacia, apropiadas a la situación, o se responsabilizan de acciones políticas inteligentes. Aunque a veces estas acciones sean muy crueles -dado que para tomar el poder por lo general se necesita ejercer la violencia, no necesariamente física-, pueden tener consecuencias positivas duraderas, que a veces determinan un período beneficioso para toda la nación. Una sucesión de circunstancias favorables también puede ayudar a mantener estable la situación, pero este éxito nunca dura demasiado. Es difícil que a los políticos inteligentes les sucedan personas igual de hábiles. La esperanza de que la herencia biológica pudiera producir estos sucesores no se ha visto confirmada, pero el amor paterno sigue cegando a los políticos, que aún creen en la transmisión del poder de padres a hijos. A veces el éxito se mantiene durante algunas generaciones, gracias a un sistema político bien organizado que puede resistir a la imbecilidad de algún rey o primer ministro sucesores del fundador de un imperio o un nuevo régimen. Durante estas generaciones afortunadas, el pueblo tiene tiempo para convencerse de que el éxito se debe a sus excelentes cualidades. Automáticamente se decide que son las cualidades intrínsecas, innatas,hereditarias de nuestra raza las que nos han hecho prósperos, pero casi con toda seguridad se trata de una ilusión. Nos hacemos la ilusión de que el éxito puede durar hasta un futuro lejano, desafiando los ciclos que nos enseña la historia. La utocrítica escasea, sobre todo cuando las cosas van bien.
Como dijo claramente Calude Lévi-Strauss, el racismo es el convencimiento de que una raza (la nuestra, naturalmente) es biológicamente la mejor, o de que, como mínimo, es excelente. Nuestra ventaja sobre todos los demás se debería a la superioridad de nuestros genes, de nuestro ADN. Es más fácil estar convencidos de ser superiores cuando todo va bien, y es muy fácil olvidar que el éxito, del que deriva nuestro sentimiento de superioridad, no suele durar mucho, por lo menos si nos basamos en la historia pasada. Pero no hace falta ser los primeros en todo para estar convencidos de nuestra superioridad. Naturalmente, un éxito parcial también ayuda mucho, puede ser una prueba importante para todos. En un momento dado hay un solo pueblo ocupando el primer lugar, pero muchos otros lo han ocupado en el pasado, o aspiran a ocuparlo, y los segundo, terceros, etc., piensan que tienen el mismo derecho a estar orgullosos. Hay, pues, muchos aspirantes a ser los mejores, muchos candidatos a la superioridad -que se imagina, naturalmente, biológica, y por lo tanto eterna.
Genes, pueblos y lenguas
Luigi Luca Cavalli-Sforza
viernes, 28 de septiembre de 2018
Noruega ya aprovecha la energía de las olas del mar con una instalación de 250 kWh de potencia
Desatender la potencia de las olas del mar para generar energía supone dejar de lado una fuente inagotable, predecible y que aporta además una energía mucho más concentrada que la del viento o el sol. Para aprovechar este potencial, la red eléctrica noruega recibe ya energía captada de las olas, en concreto de las aguas de la isla de Runde, donde se acaba de completar la instalación de Waves4Power, un sistema pionero con una potencia de hasta 250 kWh.
Diseñada por un consorcio de empresas líderes del sector en un proceso que ha durado años marcados por el trabajo de desarrollo, los prototipos y las pruebas, esta propuesta para la captación de energía del mar consiste en una enorme boya que es “el corazón del sistema”, según sus impulsores, ya que en ella la energía de las olas se convierte en energía eléctrica.
Aunque los impulsores de Waves4Power han calificado de hito para las energías limpias su puesta en marcha en aguas noruegas, lo cierto es que por el momento se trata de una fase piloto para que el consorcio analice los resultados del sistema y sus costes para, si todo cuadra, pasar en un año a una nueva etapa de producción comercial.
Fuente: https://ecoinventos.com/noruega-energia-olas-del-mar-instalacion-250-kwh-potencia/
Los bombardeos de la II Guerra Mundial desplazaron los límites de la atmósfera
Los registros muestran que la onda expansiva de las bombas alteró violentamente la ionosfera
Entre 1942 y 1943 los bombardeos de los aliados sobre las ciudades
alemanas en la Segunda Guerra Mundial se intensificaron hasta un límite
nunca visto. Al final de guerra, los escuadrones eran capaces de soltar hasta 2.000 toneladas de explosivos en un solo bombardeo, causando una destrucción masiva no solo donde caían sino a una gran distancia, debido a los efectos de la onda expansiva.
Ahora, un equipo de investigadores británicos acaba de descubrir que los efectos de aquella ola de destrucción se dejaron sentir no solo en tierra, sino también en los límites superiores de la atmósfera y en concreto en la ionosfera, cuyo grosor adelgazó violentamente como consecuencia de los bombardeos. En un trabajo publicado este miércoles en la revista Annales Geophysicae, el equipo del profesor de física atmosférica Chris Scott revela que la onda expansiva afectó de manera significativa a esta capa de la atmósfera altamente ionizada a una altura de hasta 1.000 km.
Ahora, un equipo de investigadores británicos acaba de descubrir que los efectos de aquella ola de destrucción se dejaron sentir no solo en tierra, sino también en los límites superiores de la atmósfera y en concreto en la ionosfera, cuyo grosor adelgazó violentamente como consecuencia de los bombardeos. En un trabajo publicado este miércoles en la revista Annales Geophysicae, el equipo del profesor de física atmosférica Chris Scott revela que la onda expansiva afectó de manera significativa a esta capa de la atmósfera altamente ionizada a una altura de hasta 1.000 km.
Efectos del bombardeo de la ciudad de Colonia en 1945 US Department of Defense |
El estudio se basa en los registros realizados en el centro de investigación por radio de Slough, en Reino Unido, entre 1943 y 1945. En este lugar se enviaban a diario pulsos de radio en frecuencia de onda corta a una altura entre 100 y 300 km para medir el nivel de concentración de partículas ionizadas en esta capa que hace rebotar las ondas de radio y permite las comunicaciones. Al confrontar las variaciones de la ionosfera con las fechas en que se registraron 152 grandes bombardeos aéreos en Europa, los autores descubrieron que la concentración de electrones caía significativamente
como consecuencia de la onda expansiva causada por las bombas que
detonaban en la superficie. Su explicación es que estas ondas de choque calentaron la parte superior de la atmósfera aumentando la pérdida de ionización.
“Las imágenes de barrios reducidos a escombros por toda Europa debido a
los bombardeos aéreos durante la guerra son un recordatorio de la
destrucción que pueden causar las explosiones provocadas por el hombre”,
asegura Scott. “Pero el impacto de estas bombas al ascender hacia la atmósfera terrestre no había sido descubierto hasta ahora”. En su opinión, es asombroso ver cómo las ondas de estas explosiones pueden tener efectos en el límite del espacio. “Cada bombardeo desataba una energía equivalente a las de 300 rayos de tormenta”,
recuerda. El registro histórico también muestra que los aviones de
cuatro motores de los aliados podrían transportar muchas más bombas que
los bimotores de la Luftwaffe y artefactos más pesados, como la famosa y
destructiva ‘Grand Slam’, que alcanzaba las diez toneladas.
Esquema del funcionamiento de la ionosfera Phirosiberia (Wikimedia Commons) |
“Las tripulaciones implicadas en estos bombardeos informaban de daños en sus aeronaves debido a la onda expansiva de las bombas, a pesar de volar por encima de la altitud recomendada”, asegura Patrick Major, historiador y coautor del estudio. Los supervivientes de los bombardeos recuerdan haber sido desplazados a
menudo como consecuencia de las explosiones de bombas aéreas y que las
puertas y ventanas volaban por los aires.“La energía sin precedentes de
estos ataques”, explica Major, “ha resultado útil
para que los científicos midamos el impacto que aquellos eventos
pudieron tener a cientos de kilómetros sobre la superficie terrestre, además de la devastación que causaron en tierra”.
Una de las conocidas bombas 'Grand Slam' usada por los británicos |
Desde hace tiempo conocemos cómo algunos fenómenos naturales, como la actividad solar, pueden alterar la ionosfera,
cuya estabilidad es esencial para las comunicaciones por radio, los
sistemas de gas, el radar y los sistemas de radiotelescopio. Ahora
sabemos también que los bombardeos pueden alterar esta capa atmosférica y
los nuevos datos pueden ayudar a calibrar qué energía se necesita para provocar estos cambios y qué efectos pueden tener sobre las comunicaciones y, en general, sobre nuestras vidas.
jueves, 27 de septiembre de 2018
Darwin y las mujeres
La Belle Chocolatière, 1745 Jean-Etienne Liotard |
La misoginia nació con el varón
El imprevisto más inesperado de la nueva edición del libro sobre el origen del hombre lo encontró en las mujeres, especialmente en las de clase baja, que compraron un elevado número de ejemplares. Algunas de ellas se quedaron asombradas y también bastante ofendidas al descubrir en el texto de Darwin frases de desprecio referentes a las mujeres de algunas comunidades salvajes. Ahí es donde el autor declara que esas mujeres muestran a menudo una actitud disoluta, causa de la decadencia de toda la sociedad a la que pertenecen.
En otro capítulo, además, el autor de El origen del hombre declara que los hombres, como resultado de su responsabilidad a la hora de conseguir comida, defender al grupo y luchar, aparte de construir la cabaña, desarrollaron supuestamente mayores habilidades mentales y creativas que las mujeres.
¿A qué puede deberse un juicio tan drástico por parte de un revolucionario como él? Tal vez podamos entenderlo si tenemos en cuenta que Darwin vivió en la primera mitad del siglo XIX, en una época en la que, mientras a los niños se les enseñaba a escribir, a leer y a contar, a las niñas se les obligaba a aprender a coser y a hacer tareas domésticas, así como religión, y, además, era difícil que se admitiera en la universidad a una mujer, aunque fuera de clase alta.
No solo eso, sino que es bien conocido que, cuando se descubría en una familia burguesa a una niña con dotes particulares para la pintura, la música y la poesía, se le bloqueaba con una boda o enviándola a un convento. Es cierto que, en cuanto a las actuaciones musicales, a las jóvenes se les permitía demostrar su talento, pero solo en casa o por invitación de parientes o amigos íntimos durante fiestas y bodas. ¡Ay de aquel al que se le ocurriera animarla a inscribirse en una orquesta en calidad de intérprete! Una cosa como esa solo podía ocurrir en ciudades como Venecia, donde, al estilo de las etéreas griegas, las venecianas conocidas como siore da ben se exhibían públicamente tocando instrumentos de cuerda y cantando poemas compuestos por ellas mismas.
Dario Fo
"El poliamor no es la panacea porque el patriarcado se adapta a todo"
La investigadora feminista Coral Herrera ha publicado Mujeres que ya no sufren por amor, un libro con el que pretende construir nuevas formas de relacionarnos para liberar "al amor del machismo"
"A los hombres les cuesta mucho el amor compañero en las parejas heterosexuales porque están acostumbrados a ganar todas las batallas y se les hace difícil relacionarse en horizontal con nosotras"
Apuesta por construir redes de afecto más allá de la pareja: "Es terrible la mitificación que hacemos del amor como la quintaesencia de la felicidad"
Entre el convencimiento que le
provoca el poder transformador del feminismo y la crítica frontal a un
sistema "patriarcal y capitalista" que jerarquiza el amor de
pareja, lanza sus reflexiones la escritora feminista Coral Herrera. Esta
investigadora del amor radicada en Costa Rica
intenta desentrañar lo que se esconde detrás de un fenómeno al que,
asegura, las mujeres "nos hemos vuelto adictas".
"A los hombres les cuesta mucho el amor compañero en las parejas heterosexuales porque están acostumbrados a ganar todas las batallas y se les hace difícil relacionarse en horizontal con nosotras"
Apuesta por construir redes de afecto más allá de la pareja: "Es terrible la mitificación que hacemos del amor como la quintaesencia de la felicidad"
Coral Herrera / Foto cedida |
Creadora de la Escuela del Amor, en la que imparte talleres y coordina una red social, Herrera asegura que "cada vez somos más". Se refiere a las Mujeres que ya no sufren por amor. Transformando el mito romántico (Catarata), su nuevo libro.
¿En qué nota que cada vez hay más mujeres que rompen con la alianza entre el amor y el sufrimiento?
Cuando me decidí a hacer una tesis sobre el amor
romántico mi director se sorprendió tanto que tuve que replantearme si
este tema era de verdad una construcción socio-cultural susceptible de
ser analizada. El caso es que cuando la terminé, lo primero que pensé es
que no quería que se quedara ahí, así que abrí un blog y empecé a ser
activa en redes sociales. Era el año 2007 y con el paso del tiempo fui
notando que cada vez más gente se interesaba por el tema, surgieron
foros, se escribía más. Ahora cuando doy una conferencia, las salas se
llenan. Cada vez somos más las que disociamos el amor y el sufrimiento y
es un acto profundamente político y feminista.
¿En qué consiste esa ruptura?
La clave es romper con la idea de que estamos condenadas a sufrir por
amor, de que inevitablemente tenemos que pasarlo mal. Es esa noción del
aguante, de la entrega eterna, del sacrificio, de la renuncia... Debemos
dejarlo atrás, rescatar el amor de pareja y reinventarlo. El
patriarcado también está en las tripas y en el corazón, por eso tenemos
que ir ahí, a las emociones y sentimientos, para cambiarlo.
¿Cómo se logra?
Para empezar hay que partir de la idea de que amar es un aprendizaje.
Aprendemos a amar en el entorno, la escuela, los medios de
comunicación... Y lo hacemos según las normas, los tabúes, las creencias
y los prejuicios de cada cultura amorosa. Hay que tener muy presente
que nuestros sentimientos y emociones no son algo individual que nos
pasa a cada una. Por eso debemos trabajar el amor de forma colectiva,
porque es un asunto social y no es un tema de que cada cual se apañe
como quiera, sino que entre todas debemos construir las herramientas
para empezar a querer mejor.
Se trata de liberar al
amor del machismo y comunicarnos con amor y respeto, aprender a
resolver los conflictos sin violencia y poner en el centro los cuidados.
Hay que replantearse esa entrega que se les exige a las mujeres, el
sufrimiento como prueba de amor eterno... Al fin y al cabo, cuestionar
esa estructura de dominación y sumisión en la que nos movemos para
relacionarnos. Hay que desaprender la forma en que amamos.
¿Los mismos elementos se dan también en las parejas no heterosexuales?
Las parejas no heterosexuales también están bajo estas estructuras
porque la mayoría de nuestras emociones están construidas desde ahí.
Ocurre en todas nuestras parejas, incluso las relaciones más libres y
transgresoras reproducen el romanticismo patriarcal.
Cada vez se habla más de formas de amar no monógamas o alternativas, que en muchos casos se venden como fórmulas mágicas...
No hay fórmula mágica. No la hemos encontrado y no la vamos a
encontrar. El modelo de relación depende mucho de cada persona, cada una
tenemos que encontrar nuestro camino a la hora de construir nuestras
relaciones. En este sentido, yo creo que cada cual debe encontrar la
fórmula que mejor le encaje, sin poner tantas etiquetas. El poliamor no
es la panacea porque el patriarcado se adapta a todo, a cualquier
formato. Ningún modelo resuelve por sí mismo los problemas principales.
Por eso, el trabajo es desalojar el patriarcado que nos habita a todas.
¿Qué consecuencias tiene esta forma de amar?
La consecuencia es que sufrimos mucho, nos cuesta disfrutar del
amor, nos cuesta querer bien. Mitificamos el amor e idealizamos a los
demás y luego es difícil que eso encaje con la persona real que tenemos
delante. Esta idea nos mete a las mujeres en un círculo de
ilusión-decepción constante y mucha gente piensa que es mala suerte y
que no ha encontrado su media naranja, pero no es un tema personal si no
que la estructura no está bien construida. Nos merecemos relaciones
basadas en el disfrute, la ternura, la solidaridad, en el amor
compañero. En las parejas heterosexuales a los hombres les cuesta mucho
relacionarse como un amor compañero porque están acostumbrados a ganar
todas sus batallas, así que se les hace difícil relacionarse en
horizontal y tratarnos de igual a igual a las mujeres. Nosotras ya
llevamos mucho trabajo hecho, a ellos les queda mucho.
Precisamente el feminismo pretende construir nuevos marcos afectivos a
la hora de relacionarnos, pero ¿qué ocurre cuando la teoría no
se corresponde con la práctica? ¿Qué hacer con las contradicciones que
surgen?
Es difícil llevar la teoría a la
práctica y trasladar el feminismo al terreno de lo personal, de lo
íntimo y lo emocional. Pero yo creo que un paso muy importante es tomar
conciencia. De alguna manera, el ver que tenemos problemas comunes y
que a todas nos pasan cosas, nos debe llevar a construir herramientas
colectivas que nos permitan construir otro tipo de relaciones. Tenemos
muy naturalizada la violencia y el maltrato... No nos damos cuenta cómo
tratamos a los niños, a las personas mayores, a nuestras propias
familias. Precisamente llevar la teoría feminista a la práctica sería
eso, practicar el autocuidado y el cuidado de los demás.
Socialmente suele concebirse el amor de pareja de una forma jerárquica
como si fuera el tipo de amor esencial, con el que nos aseguramos el
cuidado. ¿Qué consecuencias tiene esto?
Tiene mucho que ver con el patriarcado y el capitalismo. La estructura
basada en el clan, en el grupo o en la familia extensa ha
ido desapareciendo y la consecuencia de esto es que fundamentalmente nos
organizamos en parejas heterosexuales para formar una familia feliz y
generar ingresos. Todo a la vez. Lo que promueve es que los hombres
carguen con el peso económico y nosotras, además de eso, con el resto.
En esencia, es una estructura de explotación que se aprovecha, sobre
todo, de las mujeres. Yo creo que tenemos que pensar cómo romper con la
sacralidad del dúo porque, de alguna manera, el mito de la monogamia y
la exclusividad está construido sobre todo para nosotras.
Es terrible la mitificación que hacemos del amor de pareja como la
quintaesencia de la felicidad porque el mundo está lleno de afectos.
Seríamos mucho más felices si pudiéramos tener tiempo de construir esas
redes horizontales basadas en la solidaridad. El mundo sería otro, desde
luego.
¿Por qué nos cuesta tanto construir este tipo de redes?
Además de esta estructura del dúo que le conviene tanto al capitalismo,
está la concepción del amor de pareja como si fuera el más puro, eterno
y maravilloso. Toda esta jerarquía de afectos va encaminada a que demos
menos valor a la amistad y a las redes que nos unen con la comunidad
más próxima. Algo que se consigue también promoviendo el clasismo y el
racismo que nos hace buscar un enemigo y, de alguna manera, nos hacer
querer la media naranja para aislarnos del resto.
Sin duda esto es una estructura capitalista y patriarcal que nos quiere a
las mujeres emparejadas y aisladas y nunca unidas porque podría
resquebrajarse el sistema.
martes, 25 de septiembre de 2018
Dinamarca: cuando las ideas de Viktor Orban calan en un Estado de bienestar
Aunque Dinamarca copa los estándares de desarrollo y calidad
democrática, la reciente prohibición del velo islámico en sitios
públicos, la ley que castiga con la cárcel a los indigentes o el rechazo
a acoger migrantes reflejan la deriva xenófoba que ha adquirido el
país.
A pesar de que los datos respaldan la imagen de Dinamarca como el epítome del desarrollo, la calidad de vida y la eficacia democrática; en los últimos años, y en gran parte motivadas por un gobierno de corte liberal-conservador salido de las generales de 2015, en el país escandinavo se están aprobando medidas que castigan la pobreza y fomentan la exclusión por la procedencia.
Según los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Dinamarca está entre los países del mundo con mayor calidad de vida, es la nación donde hay menos pobreza relativa (porcentaje de la población con ingresos inferiores al 50% de la media del país) y su Coeficiente Gini, donde 1 es la total desigualdad y 0 es la perfecta igualdad, es de 0.26. Además, un informe de la revista The Economist de 2017 le otorga una nota de 9,22 sobre 10 en calidad democrática. Pero detrás de unas cifras envidiables dormita una realidad que no parece guardar correlación con los números.
El pasado 1 de agosto entró en vigor una ley que sanciona el uso de cualquier elemento que oculte la cara en lugares públicos, con multas que van desde los 130 a los 1.000 euros —y que pueden derivar en proceso judicial—. Aunque la normativa no hace mención expresa a los velos islámicos integrales, como el burka o el nicab, también considera punible llevar barbas postizas y ha generado malestar entre la comunidad musulmana de Dinamarca.
El Gobierno del país justifica la medida arguyendo que el uso de estas prendas en sitios públicos perjudica los valores daneses y supone una falta de respeto a la comunidad, y añade que prohibir llevar velo islámico favorece la integración de los musulmanes en la sociedad. Las consecuencias de su implantación solo han tardado dos días en materializarse, cuando las autoridades penalizaron con 1.000 coronas (en torno a 134 euros) a una mujer de 28 años por cubrir su rostro con un niqab en un centro comercial a las afueras de Copenhague.
Diversas asociaciones pro derechos, partidos de centroizquierda y oenegés como Human Right Watch, han tildado la ley de “discriminatoria” y hablan de que normas como esta suponen una “peligrosa tendencia” que ya está implantada en otros países europeos como Francia u Holanda. Desde Interfolk, un instituto que centra su actividad en la investigación de la sociedad civil danesa, una de las responsables asegura que esta prohibición “va en contra de las libertades de expresión y culto” ya que, dice, a pesar de que el Ejecutivo ha alegado razones de seguridad, “es innecesario” que se apliquen este tipo de leyes.
El instituto defiende que cualquier persona, en especial las mujeres musulmanas que suelen llevar el rostro cubierto, “vista como más se sienta representada, independientemente de sus creencias”. Además, dicen, “se están perjudicando los derechos de las mujeres, que ni suponen una amenaza ni un problema para la convivencia, porque se las penaliza por llevar según qué ropa”.
La tesis de los “valores daneses” ha servido también para que el Ejecutivo del país nórdico, con el aval de los socialdemócratas, anuncie la próxima instauración en los ayuntamientos de una ceremonia de integración para todos aquellos extranjeros que adquieran la nacionalidad. Se pretende que este ritual consista en que, una vez que firmen un documento donde muestran el respeto a la Constitución —implementado hace unos meses—, los solicitantes estrechen la mano de algún representante municipal.
Este cambio legal está motivado por lo que ocurrió en Suiza este mes de agosto, cuando las autoridades denegaron la nacionalidad a una pareja musulmana por negarse a darle la mano a funcionarios del sexo contrario. En una reciente entrevista para un medio local, la ministra de Integración danesa, Inger Støjberg, defendió la necesidad de dicha ceremonia ya que, según ella, el apretón de manos indica que una persona “ha tomado los valores daneses”. Y añade: “No creo que esto sea ridículo, se trata de reforzar las bases de las libertades incluyendo la igualdad”. En cualquier caso, la decisión no se ha librado de la polémica y algunos alcaldes, de variada adscripción política, han hecho público su rechazo a seguir la norma.
No obstante la ley que prohíbe cubrirse la cara en sitios públicos no es la única que ha suscitado recelos en Dinamarca por xenófoba y excluyente. En 2016, cuando se debatían las cuotas de refugiados que cada país debía acoger, el gobierno danés amenazó con denegaciones masivas de solicitudes de asilo, devoluciones en caliente y prisión incondicional para aquellos que quisieran asilarse en el país. Al final, y para desincentivar la llegada de personas que huían de la guerra en Siria, el Parlamento aprobó por mayoría, a finales de enero, una ley por la que los refugiados que llevasen encima una cantidad superior a 1.250 euros debían dar ese dinero o, en su defecto, joyas y otros objetos de valor —quedaban excluidos bienes con valor sentimental como anillos de matrimonio— para poder quedarse en Dinamarca y costear así su estancia allí.
La medida de las joyas fue duramente criticada y se la comparó con el expolio que los responsables de los campos de concentración nazis infligían sobre los judíos que recluían en ellos. Además, el Gobierno danés concretó que los migrantes que finalmente se quedasen, y que serían automáticamente redistribuidos por todo el país, debían esperar hasta tres años para pedir que se los reuniese con el resto de sus familias.
La proliferación de estas políticas tiene como origen el ascenso al poder, en las elecciones de 2015, de la coalición integrada por Venstre (una formación liberal-conservadora de corte agrario dirigida a la aristocracia terrateniente), el Partido Popular Danés, Alianza Liberal y el Partido Popular Conservador. Aunque en esos comicios los socialdemócratas ganaron las elecciones con más votos que en la anterior cita, la confluencia de estas cuatro fuerzas derechistas permitió que se pudiese formar un gobierno estable.
Desde entonces, en Dinamarca se ha iniciado una agenda programática basada en el nacionalismo excluyente, que avanza en consonancia con la postura en asuntos migratorios que el país defiende en el Parlamento Europeo. Si Dinamarca —muy alejada de las fronteras y las áreas periféricas de la Unión Europea— ya se mostraba reticente ante la llegada y acogida de inmigrantes, y defendía como principal remedio la negociación en los países de origen —a menudo con financiación que evitara el éxodo—; desde 2016 su discurso se ha endurecido llegando a proponer, en junio de este año y junto a países como Austria u Holanda —ambos con gobiernos de ultraderecha—, la creación de un macrocampo de refugiados en un país no perteneciente a la Unión, que se haga cargo de las personas cuya solicitud de regulación se haya rechazado. Una idea que no ha rechazado el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, al entender que los Estados miembro tienen autonomía para decidir sobre la cuestión de los refugiados.
Meses antes el vicepresidente del Partido Popular Danés, Anders Vistisen, ya se había pronunciado acerca de la decisión europea de reubicar refugiados por cuotas, blandiendo en realidad la visión del conjunto de socios de gobierno: “Dinamarca no debería aceptar refugiados obligatorios de la UE”; una postura que han manifestado compartir otros países como Polonia, la República Checa, Eslovaquia y Hungría. La idea del macrocampo, que estaría financiada por los Estados miembro, ha sido vista con buenos ojos por el ministro del Interior italiano, el ultraderechista Matteo Salvini que, con argumentos parecidos a los expuestos por daneses, austríacos y holandeses, habla de protección de las fronteras exteriores y se erige en contra de que Italia sea “el campo de refugiados de la UE”.
En contraste, el Parlamento Europeo acaba de imponer por un amplio quorum (448 diputados a favor, 197 en contra y 48 abstenciones) sanciones a Hungría, que puede perder el derecho a voto en el Consejo de la UE, siendo irrelevante en las instituciones de la Unión. El castigo del organismo está motivado, además de por los obstáculos que su primer ministro, Viktor Orbán, ha venido emplazando contra la libertad de prensa en el país, por la política migratoria del gobierno húngaro, que se ha negado sistemáticamente a acoger refugiados desde que se acordaran las cuotas.
Danish Refugee Council (DRC) es una ONG que trabaja tanto con los refugiados que llegan a Dinamarca como con las personas desplazadas en sus países de origen. Desde la organización ven escandaloso “que se trate así a esta gente”. “Lo que dicen algunos políticos sobre ‘los valores daneses’ es una excusa para restringirles los derechos a los inmigrantes”, asegura un miembro de la plataforma. “Ha quedado claro que este Gobierno va en contra de los extranjeros desde el primer momento, y lo único que está haciendo es fomentar la xenofobia entre una sociedad que siempre ha destacado por su tolerancia”, explica.
Preguntado por la proliferación de los partidos de ultraderecha en numerosos países del continente, el integrante de DRC expone su preocupación: “Parece que la ultraderecha ha estado dormida durante décadas y ahora, cuando la economía decae, culpan de todo lo malo a los inmigrantes […] y lo peor es que hay millones de personas que se lo creen y votan a estos partidos”, se lamenta. Dinamarca, dice, “ni siquiera está en contacto directo con los que llegan de África o de Oriente Próximo […] Otros países como España, cuyas fronteras limitan con otro continente no tienen este problema [el del ascenso de partidos de corte ultraconservador]”.
Este verano ha cumplido su primer aniversario en Dinamarca otra disposición que pena hasta con dos semanas de cárcel ejercer la mendicidad en determinados sitios públicos como parques, estaciones, calles peatonales o supermercados. Mediante procedimiento de urgencia y bajo el pretexto de evitar situaciones que generen “inseguridad” en la población, el Folketing (Parlamento danés) modificó el Código Penal para que los sintecho tengan que pasar obligatoriamente por prisión, anulándose la advertencia previa que, antes de la nueva norma, les hacían las autoridades a quienes vivían en la calle. Aunque en esa sesión, donde se pretendía ir mucho más lejos, fue rechazada la propuesta de expulsar del país a los indigentes que fuesen encarcelados, debido a que hubiera supuesto violar la legislación de la Unión Europea.
Entonces, el ministro de Justicia, Søren Pape Poulsen, declaró que esperaba que la ley afectase “a muchos criminales extranjeros ambulantes que tienen mucha presencia, piden y roban en las calles de Copenhague […] Dinamarca no puede ser la oficina social de la UE”. Un año después la realidad de la ley antimendigos, en efecto, demuestra su propósito intolerante, ya que de los 52 indigentes encarcelados ninguno es danés.
Este tipo de actuaciones vuelven a chocar con los datos, que dicen que Dinamarca es el quinto país de la OCDE que más porcentaje de su PIB invierte en gasto social público (el 28,7%) y el cuarto que más destina en ayudas oficiales al desarrollo (0,72% de su PIB). Según datos del Banco Mundial la renta per cápita danesa superó los 55.000 euros en 2017 (en España apenas llegó a 25.000), el país roza el pleno empleo y las prestaciones que ofrece su Estado de bienestar son amplísimas; pero los extranjeros sin recursos —sin permiso de residencia y que, por tanto, no pueden ser beneficiarios de ayudas sociales— además se enfrentan a 14 días de cárcel si se los descubre viviendo o pidiendo en la calle.
En mayo del año pasado en una columna de opinión en el diario danés Berlingske, el diputado ultraconservador, Marcus Knuth, mostró su preocupación por “la plaga de gitanos” que, desde su punto de vista, “nos explotan, nos hostigan [a los daneses] y destruyen las calles con basura y excrementos”. Lo que dejaba claro que la diana de la ley antimendigos eran únicamente los extranjeros sin permiso de residencia, algo que ha quedado ratificado al conocerse que todas las personas sin recursos detenidas son foráneas (la mayoría procedentes de Rumanía) aunque, lógicamente, también haya gente sin hogar nacida en Dinamarca.
Las alternativas para los sintecho que se encuentran en el país escandinavo de manera irregular, por tanto, son exiguas mientras se apliquen leyes tan restrictivas como esta, que tendrá una vigencia de tres años si en 2020 no se consigue que el Parlamento ratifique su continuidad. “Los mendigos extranjeros están condenados, la ley está pensada para que nunca puedan salir de esa situación, porque ellos llegan sin nada y se ven obligados a pedir. Ni siquiera tienen derecho a las prestaciones que podrían ayudarlos a salir adelante. Así que piden, pero se los arresta por ello”, exponen desde Interfolk.
Por su enclave geopolítico, Europa siempre ha tenido que lidiar con un casi constante desafío migratorio que la guerra de Siria y los miles de refugiados que huyen de ese país ha agravado en los últimos años. La crisis económica, y la decadencia de las socialdemocracias que defendían políticas inclusivas —sobre todo en los países nórdicos, con largas tradiciones democráticas— en favor del neoliberalismo, está cambiando ese paradigma.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/racismo/valores-daneses-xenofobia-cierre-fronteras-refugiados-dinamarca
Foto: Yezdk (Instalación sobre refugiados en Copenhague) |
Según los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Dinamarca está entre los países del mundo con mayor calidad de vida, es la nación donde hay menos pobreza relativa (porcentaje de la población con ingresos inferiores al 50% de la media del país) y su Coeficiente Gini, donde 1 es la total desigualdad y 0 es la perfecta igualdad, es de 0.26. Además, un informe de la revista The Economist de 2017 le otorga una nota de 9,22 sobre 10 en calidad democrática. Pero detrás de unas cifras envidiables dormita una realidad que no parece guardar correlación con los números.
El pasado 1 de agosto entró en vigor una ley que sanciona el uso de cualquier elemento que oculte la cara en lugares públicos, con multas que van desde los 130 a los 1.000 euros —y que pueden derivar en proceso judicial—. Aunque la normativa no hace mención expresa a los velos islámicos integrales, como el burka o el nicab, también considera punible llevar barbas postizas y ha generado malestar entre la comunidad musulmana de Dinamarca.
El Gobierno del país justifica la medida arguyendo que el uso de estas prendas en sitios públicos perjudica los valores daneses y supone una falta de respeto a la comunidad, y añade que prohibir llevar velo islámico favorece la integración de los musulmanes en la sociedad. Las consecuencias de su implantación solo han tardado dos días en materializarse, cuando las autoridades penalizaron con 1.000 coronas (en torno a 134 euros) a una mujer de 28 años por cubrir su rostro con un niqab en un centro comercial a las afueras de Copenhague.
Diversas asociaciones pro derechos, partidos de centroizquierda y oenegés como Human Right Watch, han tildado la ley de “discriminatoria” y hablan de que normas como esta suponen una “peligrosa tendencia” que ya está implantada en otros países europeos como Francia u Holanda. Desde Interfolk, un instituto que centra su actividad en la investigación de la sociedad civil danesa, una de las responsables asegura que esta prohibición “va en contra de las libertades de expresión y culto” ya que, dice, a pesar de que el Ejecutivo ha alegado razones de seguridad, “es innecesario” que se apliquen este tipo de leyes.
El instituto defiende que cualquier persona, en especial las mujeres musulmanas que suelen llevar el rostro cubierto, “vista como más se sienta representada, independientemente de sus creencias”. Además, dicen, “se están perjudicando los derechos de las mujeres, que ni suponen una amenaza ni un problema para la convivencia, porque se las penaliza por llevar según qué ropa”.
La tesis de los “valores daneses” ha servido también para que el Ejecutivo del país nórdico, con el aval de los socialdemócratas, anuncie la próxima instauración en los ayuntamientos de una ceremonia de integración para todos aquellos extranjeros que adquieran la nacionalidad. Se pretende que este ritual consista en que, una vez que firmen un documento donde muestran el respeto a la Constitución —implementado hace unos meses—, los solicitantes estrechen la mano de algún representante municipal.
Este cambio legal está motivado por lo que ocurrió en Suiza este mes de agosto, cuando las autoridades denegaron la nacionalidad a una pareja musulmana por negarse a darle la mano a funcionarios del sexo contrario. En una reciente entrevista para un medio local, la ministra de Integración danesa, Inger Støjberg, defendió la necesidad de dicha ceremonia ya que, según ella, el apretón de manos indica que una persona “ha tomado los valores daneses”. Y añade: “No creo que esto sea ridículo, se trata de reforzar las bases de las libertades incluyendo la igualdad”. En cualquier caso, la decisión no se ha librado de la polémica y algunos alcaldes, de variada adscripción política, han hecho público su rechazo a seguir la norma.
No obstante la ley que prohíbe cubrirse la cara en sitios públicos no es la única que ha suscitado recelos en Dinamarca por xenófoba y excluyente. En 2016, cuando se debatían las cuotas de refugiados que cada país debía acoger, el gobierno danés amenazó con denegaciones masivas de solicitudes de asilo, devoluciones en caliente y prisión incondicional para aquellos que quisieran asilarse en el país. Al final, y para desincentivar la llegada de personas que huían de la guerra en Siria, el Parlamento aprobó por mayoría, a finales de enero, una ley por la que los refugiados que llevasen encima una cantidad superior a 1.250 euros debían dar ese dinero o, en su defecto, joyas y otros objetos de valor —quedaban excluidos bienes con valor sentimental como anillos de matrimonio— para poder quedarse en Dinamarca y costear así su estancia allí.
La medida de las joyas fue duramente criticada y se la comparó con el expolio que los responsables de los campos de concentración nazis infligían sobre los judíos que recluían en ellos. Además, el Gobierno danés concretó que los migrantes que finalmente se quedasen, y que serían automáticamente redistribuidos por todo el país, debían esperar hasta tres años para pedir que se los reuniese con el resto de sus familias.
La proliferación de estas políticas tiene como origen el ascenso al poder, en las elecciones de 2015, de la coalición integrada por Venstre (una formación liberal-conservadora de corte agrario dirigida a la aristocracia terrateniente), el Partido Popular Danés, Alianza Liberal y el Partido Popular Conservador. Aunque en esos comicios los socialdemócratas ganaron las elecciones con más votos que en la anterior cita, la confluencia de estas cuatro fuerzas derechistas permitió que se pudiese formar un gobierno estable.
Desde entonces, en Dinamarca se ha iniciado una agenda programática basada en el nacionalismo excluyente, que avanza en consonancia con la postura en asuntos migratorios que el país defiende en el Parlamento Europeo. Si Dinamarca —muy alejada de las fronteras y las áreas periféricas de la Unión Europea— ya se mostraba reticente ante la llegada y acogida de inmigrantes, y defendía como principal remedio la negociación en los países de origen —a menudo con financiación que evitara el éxodo—; desde 2016 su discurso se ha endurecido llegando a proponer, en junio de este año y junto a países como Austria u Holanda —ambos con gobiernos de ultraderecha—, la creación de un macrocampo de refugiados en un país no perteneciente a la Unión, que se haga cargo de las personas cuya solicitud de regulación se haya rechazado. Una idea que no ha rechazado el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, al entender que los Estados miembro tienen autonomía para decidir sobre la cuestión de los refugiados.
Meses antes el vicepresidente del Partido Popular Danés, Anders Vistisen, ya se había pronunciado acerca de la decisión europea de reubicar refugiados por cuotas, blandiendo en realidad la visión del conjunto de socios de gobierno: “Dinamarca no debería aceptar refugiados obligatorios de la UE”; una postura que han manifestado compartir otros países como Polonia, la República Checa, Eslovaquia y Hungría. La idea del macrocampo, que estaría financiada por los Estados miembro, ha sido vista con buenos ojos por el ministro del Interior italiano, el ultraderechista Matteo Salvini que, con argumentos parecidos a los expuestos por daneses, austríacos y holandeses, habla de protección de las fronteras exteriores y se erige en contra de que Italia sea “el campo de refugiados de la UE”.
En contraste, el Parlamento Europeo acaba de imponer por un amplio quorum (448 diputados a favor, 197 en contra y 48 abstenciones) sanciones a Hungría, que puede perder el derecho a voto en el Consejo de la UE, siendo irrelevante en las instituciones de la Unión. El castigo del organismo está motivado, además de por los obstáculos que su primer ministro, Viktor Orbán, ha venido emplazando contra la libertad de prensa en el país, por la política migratoria del gobierno húngaro, que se ha negado sistemáticamente a acoger refugiados desde que se acordaran las cuotas.
Danish Refugee Council (DRC) es una ONG que trabaja tanto con los refugiados que llegan a Dinamarca como con las personas desplazadas en sus países de origen. Desde la organización ven escandaloso “que se trate así a esta gente”. “Lo que dicen algunos políticos sobre ‘los valores daneses’ es una excusa para restringirles los derechos a los inmigrantes”, asegura un miembro de la plataforma. “Ha quedado claro que este Gobierno va en contra de los extranjeros desde el primer momento, y lo único que está haciendo es fomentar la xenofobia entre una sociedad que siempre ha destacado por su tolerancia”, explica.
Preguntado por la proliferación de los partidos de ultraderecha en numerosos países del continente, el integrante de DRC expone su preocupación: “Parece que la ultraderecha ha estado dormida durante décadas y ahora, cuando la economía decae, culpan de todo lo malo a los inmigrantes […] y lo peor es que hay millones de personas que se lo creen y votan a estos partidos”, se lamenta. Dinamarca, dice, “ni siquiera está en contacto directo con los que llegan de África o de Oriente Próximo […] Otros países como España, cuyas fronteras limitan con otro continente no tienen este problema [el del ascenso de partidos de corte ultraconservador]”.
Este verano ha cumplido su primer aniversario en Dinamarca otra disposición que pena hasta con dos semanas de cárcel ejercer la mendicidad en determinados sitios públicos como parques, estaciones, calles peatonales o supermercados. Mediante procedimiento de urgencia y bajo el pretexto de evitar situaciones que generen “inseguridad” en la población, el Folketing (Parlamento danés) modificó el Código Penal para que los sintecho tengan que pasar obligatoriamente por prisión, anulándose la advertencia previa que, antes de la nueva norma, les hacían las autoridades a quienes vivían en la calle. Aunque en esa sesión, donde se pretendía ir mucho más lejos, fue rechazada la propuesta de expulsar del país a los indigentes que fuesen encarcelados, debido a que hubiera supuesto violar la legislación de la Unión Europea.
Entonces, el ministro de Justicia, Søren Pape Poulsen, declaró que esperaba que la ley afectase “a muchos criminales extranjeros ambulantes que tienen mucha presencia, piden y roban en las calles de Copenhague […] Dinamarca no puede ser la oficina social de la UE”. Un año después la realidad de la ley antimendigos, en efecto, demuestra su propósito intolerante, ya que de los 52 indigentes encarcelados ninguno es danés.
Este tipo de actuaciones vuelven a chocar con los datos, que dicen que Dinamarca es el quinto país de la OCDE que más porcentaje de su PIB invierte en gasto social público (el 28,7%) y el cuarto que más destina en ayudas oficiales al desarrollo (0,72% de su PIB). Según datos del Banco Mundial la renta per cápita danesa superó los 55.000 euros en 2017 (en España apenas llegó a 25.000), el país roza el pleno empleo y las prestaciones que ofrece su Estado de bienestar son amplísimas; pero los extranjeros sin recursos —sin permiso de residencia y que, por tanto, no pueden ser beneficiarios de ayudas sociales— además se enfrentan a 14 días de cárcel si se los descubre viviendo o pidiendo en la calle.
En mayo del año pasado en una columna de opinión en el diario danés Berlingske, el diputado ultraconservador, Marcus Knuth, mostró su preocupación por “la plaga de gitanos” que, desde su punto de vista, “nos explotan, nos hostigan [a los daneses] y destruyen las calles con basura y excrementos”. Lo que dejaba claro que la diana de la ley antimendigos eran únicamente los extranjeros sin permiso de residencia, algo que ha quedado ratificado al conocerse que todas las personas sin recursos detenidas son foráneas (la mayoría procedentes de Rumanía) aunque, lógicamente, también haya gente sin hogar nacida en Dinamarca.
Las alternativas para los sintecho que se encuentran en el país escandinavo de manera irregular, por tanto, son exiguas mientras se apliquen leyes tan restrictivas como esta, que tendrá una vigencia de tres años si en 2020 no se consigue que el Parlamento ratifique su continuidad. “Los mendigos extranjeros están condenados, la ley está pensada para que nunca puedan salir de esa situación, porque ellos llegan sin nada y se ven obligados a pedir. Ni siquiera tienen derecho a las prestaciones que podrían ayudarlos a salir adelante. Así que piden, pero se los arresta por ello”, exponen desde Interfolk.
Por su enclave geopolítico, Europa siempre ha tenido que lidiar con un casi constante desafío migratorio que la guerra de Siria y los miles de refugiados que huyen de ese país ha agravado en los últimos años. La crisis económica, y la decadencia de las socialdemocracias que defendían políticas inclusivas —sobre todo en los países nórdicos, con largas tradiciones democráticas— en favor del neoliberalismo, está cambiando ese paradigma.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/racismo/valores-daneses-xenofobia-cierre-fronteras-refugiados-dinamarca
lunes, 24 de septiembre de 2018
El ‘salvaje este’ de los vientres de alquiler
Una regulación muy laxa, precios baratos, sin un registro de casos y apenas controles: así se ha convertido Ucrania en uno de los centros internacionales de esta práctica
Angela creció en un orfanato ucraniano. Entró a los 6 años y salió
con 18, embarazada de su primer hijo. El crío está ahora en el colegio, y
el segundo, de 5, juega con otro niño muy rubio en un parque de las
afueras de Kiev (Ucrania). A Angela le resulta difícil explicar por qué
ha venido a la clínica que está al lado, donde la semana que viene le transferirán el embrión
que crecerá dentro de ella para una pareja estadounidense. Angela no se
llama Angela, tiene 26 años y no quiere que se sepa de dónde es. Sí
quiere contar que el padre de sus hijos no está. Que a su tercer niño lo
tuvo que dar en adopción hace dos años y que cree que, cuando tenga que
entregar al pequeño del que se va a embarazar, le será más fácil que
entonces porque no es suyo. Piensa mucho en aquel bebé, y cuando dice
esto aprieta un pañuelo de papel que lleva en la mano. Asegura que
tardaría mucho en reunir dinero para comprarse una casa con su sueldo de
cocinera: “Crecí sin un hogar. Para mí es importante tener un piso.
Esta es mi única forma de lograrlo”.
El niño rubio con el que juega el hijo de Ángela es el de Anna, la estadounidense de 32 años que la ha contratado. Vive en California y es peluquera. “Hace cuatro años, después del parto, sufrí una gran hemorragia. Me extirparon el útero y ya no puedo quedarme embarazada”, explica. “Esto me lo puedo permitir aquí, pero no en California, donde [también es legal, pero] cuesta 120.000 euros”.
El acuerdo al que han llegado Angela y Anna es el eslabón más básico de una industria construida en torno al deseo de ser padres de miles de parejas y a la necesidad económica, más o menos acuciante, de otras tantas mujeres. Para conectar esos ejes, un entramado de intermediarios ha hecho de Ucrania uno de los grandes centros internacionales de vientres de alquiler.
En Ucrania el Ministerio de Sanidad no tiene registros oficiales de esta práctica. No hay estadísticas en un país en el que las agencias enseñan a los futuros padres catálogos con fotos de mujeres y sus datos básicos para que elijan quién se embarazará de su hijo o quién les donará un óvulo. Es un país donde podrán escoger el sexo del bebé —algo no permitido en España— y donde los futuros padres no son sometidos a control alguno: solo tienen que acreditar que son un matrimonio heterosexual que no puede tener hijos, aunque es necesario que uno de ellos tenga un vínculo genético con el niño. Un país con una ley tan laxa que, “en la práctica”, dice una diputada ucraniana, “es como si no hubiera regulación”.
En la periferia de la capital de unos cuatro millones de habitantes, está el pequeño piso que Anna ha alquilado para que vivan Angela y sus hijos estos nueve meses. Quiere que se queden cerca de hospitales y de la clínica donde se llevará a cabo el proceso. En este tiempo, Angela no tendrá que trabajar. A la pregunta de cuánto va a cobrar, Anna interviene: “Serán unos 20.000 euros, que incluyen el alquiler del piso, la comida, la ropa”. Es más de la media, que está entre los 10.000 y los 14.000 euros. Angela no dice nada. Esta será su primera vez, y cree que podrá hacerlo. Se entrena para no sentir apego hacia el bebé. “Decidí dar a mi hijo en adopción cuando estaba embarazada. No le hablaba, no acariciaba la tripa. Ahora haré lo mismo”, dice muy seria, casi inmóvil.
Las plazas del centro de Kiev, llenas de terrazas y cafés, tienen ese ambiente vibrante de los últimos días del verano. Hay movimiento, turistas chinos, casas de cambio. Pero también se ven carteles para reclutar soldados, una imagen que recuerda que hace solo cuatro años hubo una revolución seguida de la anexión rusa de Crimea y que, a día de hoy, la frontera este del país es zona de guerra. La moneda (la grivna) se desplomó y, pese a que la macroeconomía habla de crecimiento del 2,5%, los ucranianos hablan de sueldos bajos —237 euros de media— y precariedad. A eso se suma una corrupción extendida. Un buen sitio para la industria de los vientres de alquiler, que desde entonces no ha hecho más que engordar. “A partir de 2014, se empezaron a establecer en Kiev empresas con capital extranjero que compraron clínicas y agencias ucranianas”, explica el abogado Sergii Antonov. “En 2015 se produjo el boom. Los extranjeros empezaron a ser los principales clientes. Tailandia e India prohibieron esta práctica y la demanda aterrizó aquí. La crisis económica hizo que hubiera más mujeres dispuestas a ser gestantes”.
Él calcula que cada año se firman entre 2.000 y 2.500 contratos de vientre de alquiler en Ucrania. El que han suscrito Angela y Anna es uno de los modelos posibles, pero minoritario. Lo habitual es que en cada proceso intervengan numerosos intermediarios que obtienen comisiones. En teoría, las clínicas solo pueden dedicarse a los aspectos médicos, pero muchas tienen asociadas a agencias que les surten de clientes y mujeres que se embarazarán para terceros. También se ocupan de proporcionar traductores, abogados y de buscar alojamiento para los futuros padres. Todo por entre 39.900 y 49.900 euros.
En la delegación territorial del Ministerio de Justicia en Kiev llevan dos años viendo situaciones dramáticas. Su director, Stanislav Kutsenko, cuenta que “en los últimos dos años, unas 40 o 50 mujeres han venido porque querían quedarse con el bebé después de dar a luz. Nos vemos en la tesitura de explicarles que no tienen derechos sobre el niño”. Él cree que es necesario regular mejor esta práctica e incluir cláusulas en los contratos que protejan los derechos de estas mujeres.
Esa es la preocupación que guía a la diputada Iryna Sysoenko, vicepresidenta de la comisión de Sanidad del Parlamento y coautora de un proyecto de ley que busca prohibir esta práctica para los extranjeros, o al menos para los procedentes de países donde no es legal, como España. La propuesta, que puede sufrir cambios y que ella prevé que se vote en noviembre, también plantea eliminar el carácter comercial de esta práctica: “No queremos que nos vean como un país donde aterrizar, elegir a una mujer y tener un hijo”, dice. Otro grupo de parlamentarios trabaja en otro borrador para “proteger los derechos de las donantes de óvulos, las gestantes y los niños”.
Por el patio de una maternidad pública de Kiev pasea una de las 45 familias españolas que han permanecido en la capital ucraniana sin poder regresar con los bebés al no obtener de la Embajada el registro de los menores como hijos suyos, una situación que ya se ha resuelto. Cuentan que llevan aquí casi dos meses. Antes de elegir esta vía, pasaron por varios tratamientos fallidos e intentaron adoptar. Sobre la mujer que dio a luz a su bebé, dicen que han tenido contacto por videollamada a menudo, que fueron a verla tras el parto y que “no es pobre, es cocinera”. “Esto no es un capricho”, añade ella. “Es nuestra última oportunidad de cumplir el sueño de ser padres”, dice él.
No es difícil encontrarse con españoles que vienen a completar procesos de vientres de alquiler. En la entrada de una de las principales clínicas, Biotexcom, hay dos parejas que parecen haber llegado directas desde el aeropuerto para dejar muestras biológicas o firmar contratos. La empresa controla dos tercios del negocio que se hace con los extranjeros. Está en un recinto cerrado y vigilado, y se distribuye en cinco edificios por donde uno se cruza con embarazadas. Solo en una sala de consultas médicas hay 22. Biotexcom solo estuvo cerrada un par de semanas en agosto, según ellos, para hacer la limpieza anual. Fue justo después de que su dueño, Albert Totchilovski, quedara en arresto domiciliario por una investigación de tráfico de menores y evasión fiscal.
María, de 30 años, tuvo una mala experiencia con esa clínica hace cinco años. “Necesitaba dinero porque me acababa de divorciar”, cuenta. “A las siete semanas de embarazo, tuve un sangrado. Llamé a la clínica y me dijeron que era normal. A los 15 días, tuve una gran hemorragia. En el hospital me dijeron que el feto llevaba dos semanas muerto. La clínica solo me dio 300 euros. Tardé dos meses en recuperarme. Fue muy triste y duro”. Ella tiene un título en Química y otro en Ecología. La segunda vez que hizo esto fue el año pasado. “Trabajaba en una cafetería. No estaba en situación de necesidad, pero quería dinero para vivir con mi hija fuera de casa de mis padres”. Lo hizo con otra clínica. “Me trataron como a un ser humano. Nada que ver con la primera vez, donde me sentí como si fuera un trozo de carne. Antes del proceso me hicieron una evaluación psicológica y conocí a los padres tras firmar el contrato”.
Todo está pulcramente ordenado en la oficina del fiscal que investiga al dueño de Biotexcom. Este es el caso por el que la Embajada española en Kiev paralizó durante semanas la inscripción de bebés nacidos de vientres de alquiler, la razón por la que decía estar examinando con sumo cuidado cada expediente. Durante algunos años, la clínica había estado vinculada a pequeños escándalos en varios puntos de Ucrania. “Ahora hemos abierto una investigación que los reaviva”, explica. “Creemos que el caso de una pareja italiana que en 2011 logró sacar un bebé de Ucrania sin vínculos genéticos con ninguno de ellos podría no ser algo aislado. Sabemos que ese fue un caso de tráfico de bebés, por eso hemos lanzado una requisitoria internacional para hacer test de ADN de niños en diferentes países para compararlos con el de los padres legales y también, en una segunda oleada, con el de más de un millar de gestantes. Estamos revisando casos entre 2015 y 2018. De momento, hemos pedido 200 test de ADN en países europeos y China”.
El fiscal también sigue las finanzas de Totchilovski. Según la documentación que se incautaron en un registro, el capital de Biotexcom asciende a la absurda cifra de 200.000 dólares, cuando solo en los últimos tres años ha debido ganar, dice el fiscal, al menos 30 millones de euros. “¿Dónde está el dinero?”, se pregunta. Y se contesta que Totchilovski ha evadido un millón en impuestos y aún no saben cuánto tiene en paraísos fiscales en Chipre y Letonia. El fiscal recomienda a los españoles que han pasado por Biotexcom que se hagan la prueba de ADN porque pueden ser víctimas de fraude, aunque desde 2016 aportan esos test para inscribir a los bebés en el consulado.
Pese a este panorama, cada semana siguen llegando nuevas parejas para recoger a los bebés. “Si se dan abusos, que se castiguen”, dice Cristina, una de las afectadas por el bloqueo de pasaportes que ya está en España con su hija y que usó los servicios de Biotexcom. En su opinión, “no hay que demonizar este proceso. Lo hacemos dentro de la ley de este país, y si creen que no hay garantías, que se pongan los controles necesarios”.
Fuente: https://elpais.com/sociedad/2018/09/22/actualidad/1537636094_278287.html?id_externo_rsoc=TW_CC
El niño rubio con el que juega el hijo de Ángela es el de Anna, la estadounidense de 32 años que la ha contratado. Vive en California y es peluquera. “Hace cuatro años, después del parto, sufrí una gran hemorragia. Me extirparon el útero y ya no puedo quedarme embarazada”, explica. “Esto me lo puedo permitir aquí, pero no en California, donde [también es legal, pero] cuesta 120.000 euros”.
El acuerdo al que han llegado Angela y Anna es el eslabón más básico de una industria construida en torno al deseo de ser padres de miles de parejas y a la necesidad económica, más o menos acuciante, de otras tantas mujeres. Para conectar esos ejes, un entramado de intermediarios ha hecho de Ucrania uno de los grandes centros internacionales de vientres de alquiler.
En Ucrania el Ministerio de Sanidad no tiene registros oficiales de esta práctica. No hay estadísticas en un país en el que las agencias enseñan a los futuros padres catálogos con fotos de mujeres y sus datos básicos para que elijan quién se embarazará de su hijo o quién les donará un óvulo. Es un país donde podrán escoger el sexo del bebé —algo no permitido en España— y donde los futuros padres no son sometidos a control alguno: solo tienen que acreditar que son un matrimonio heterosexual que no puede tener hijos, aunque es necesario que uno de ellos tenga un vínculo genético con el niño. Un país con una ley tan laxa que, “en la práctica”, dice una diputada ucraniana, “es como si no hubiera regulación”.
En la periferia de la capital de unos cuatro millones de habitantes, está el pequeño piso que Anna ha alquilado para que vivan Angela y sus hijos estos nueve meses. Quiere que se queden cerca de hospitales y de la clínica donde se llevará a cabo el proceso. En este tiempo, Angela no tendrá que trabajar. A la pregunta de cuánto va a cobrar, Anna interviene: “Serán unos 20.000 euros, que incluyen el alquiler del piso, la comida, la ropa”. Es más de la media, que está entre los 10.000 y los 14.000 euros. Angela no dice nada. Esta será su primera vez, y cree que podrá hacerlo. Se entrena para no sentir apego hacia el bebé. “Decidí dar a mi hijo en adopción cuando estaba embarazada. No le hablaba, no acariciaba la tripa. Ahora haré lo mismo”, dice muy seria, casi inmóvil.
Las plazas del centro de Kiev, llenas de terrazas y cafés, tienen ese ambiente vibrante de los últimos días del verano. Hay movimiento, turistas chinos, casas de cambio. Pero también se ven carteles para reclutar soldados, una imagen que recuerda que hace solo cuatro años hubo una revolución seguida de la anexión rusa de Crimea y que, a día de hoy, la frontera este del país es zona de guerra. La moneda (la grivna) se desplomó y, pese a que la macroeconomía habla de crecimiento del 2,5%, los ucranianos hablan de sueldos bajos —237 euros de media— y precariedad. A eso se suma una corrupción extendida. Un buen sitio para la industria de los vientres de alquiler, que desde entonces no ha hecho más que engordar. “A partir de 2014, se empezaron a establecer en Kiev empresas con capital extranjero que compraron clínicas y agencias ucranianas”, explica el abogado Sergii Antonov. “En 2015 se produjo el boom. Los extranjeros empezaron a ser los principales clientes. Tailandia e India prohibieron esta práctica y la demanda aterrizó aquí. La crisis económica hizo que hubiera más mujeres dispuestas a ser gestantes”.
Él calcula que cada año se firman entre 2.000 y 2.500 contratos de vientre de alquiler en Ucrania. El que han suscrito Angela y Anna es uno de los modelos posibles, pero minoritario. Lo habitual es que en cada proceso intervengan numerosos intermediarios que obtienen comisiones. En teoría, las clínicas solo pueden dedicarse a los aspectos médicos, pero muchas tienen asociadas a agencias que les surten de clientes y mujeres que se embarazarán para terceros. También se ocupan de proporcionar traductores, abogados y de buscar alojamiento para los futuros padres. Todo por entre 39.900 y 49.900 euros.
En la delegación territorial del Ministerio de Justicia en Kiev llevan dos años viendo situaciones dramáticas. Su director, Stanislav Kutsenko, cuenta que “en los últimos dos años, unas 40 o 50 mujeres han venido porque querían quedarse con el bebé después de dar a luz. Nos vemos en la tesitura de explicarles que no tienen derechos sobre el niño”. Él cree que es necesario regular mejor esta práctica e incluir cláusulas en los contratos que protejan los derechos de estas mujeres.
Esa es la preocupación que guía a la diputada Iryna Sysoenko, vicepresidenta de la comisión de Sanidad del Parlamento y coautora de un proyecto de ley que busca prohibir esta práctica para los extranjeros, o al menos para los procedentes de países donde no es legal, como España. La propuesta, que puede sufrir cambios y que ella prevé que se vote en noviembre, también plantea eliminar el carácter comercial de esta práctica: “No queremos que nos vean como un país donde aterrizar, elegir a una mujer y tener un hijo”, dice. Otro grupo de parlamentarios trabaja en otro borrador para “proteger los derechos de las donantes de óvulos, las gestantes y los niños”.
Por el patio de una maternidad pública de Kiev pasea una de las 45 familias españolas que han permanecido en la capital ucraniana sin poder regresar con los bebés al no obtener de la Embajada el registro de los menores como hijos suyos, una situación que ya se ha resuelto. Cuentan que llevan aquí casi dos meses. Antes de elegir esta vía, pasaron por varios tratamientos fallidos e intentaron adoptar. Sobre la mujer que dio a luz a su bebé, dicen que han tenido contacto por videollamada a menudo, que fueron a verla tras el parto y que “no es pobre, es cocinera”. “Esto no es un capricho”, añade ella. “Es nuestra última oportunidad de cumplir el sueño de ser padres”, dice él.
No es difícil encontrarse con españoles que vienen a completar procesos de vientres de alquiler. En la entrada de una de las principales clínicas, Biotexcom, hay dos parejas que parecen haber llegado directas desde el aeropuerto para dejar muestras biológicas o firmar contratos. La empresa controla dos tercios del negocio que se hace con los extranjeros. Está en un recinto cerrado y vigilado, y se distribuye en cinco edificios por donde uno se cruza con embarazadas. Solo en una sala de consultas médicas hay 22. Biotexcom solo estuvo cerrada un par de semanas en agosto, según ellos, para hacer la limpieza anual. Fue justo después de que su dueño, Albert Totchilovski, quedara en arresto domiciliario por una investigación de tráfico de menores y evasión fiscal.
María, de 30 años, tuvo una mala experiencia con esa clínica hace cinco años. “Necesitaba dinero porque me acababa de divorciar”, cuenta. “A las siete semanas de embarazo, tuve un sangrado. Llamé a la clínica y me dijeron que era normal. A los 15 días, tuve una gran hemorragia. En el hospital me dijeron que el feto llevaba dos semanas muerto. La clínica solo me dio 300 euros. Tardé dos meses en recuperarme. Fue muy triste y duro”. Ella tiene un título en Química y otro en Ecología. La segunda vez que hizo esto fue el año pasado. “Trabajaba en una cafetería. No estaba en situación de necesidad, pero quería dinero para vivir con mi hija fuera de casa de mis padres”. Lo hizo con otra clínica. “Me trataron como a un ser humano. Nada que ver con la primera vez, donde me sentí como si fuera un trozo de carne. Antes del proceso me hicieron una evaluación psicológica y conocí a los padres tras firmar el contrato”.
Todo está pulcramente ordenado en la oficina del fiscal que investiga al dueño de Biotexcom. Este es el caso por el que la Embajada española en Kiev paralizó durante semanas la inscripción de bebés nacidos de vientres de alquiler, la razón por la que decía estar examinando con sumo cuidado cada expediente. Durante algunos años, la clínica había estado vinculada a pequeños escándalos en varios puntos de Ucrania. “Ahora hemos abierto una investigación que los reaviva”, explica. “Creemos que el caso de una pareja italiana que en 2011 logró sacar un bebé de Ucrania sin vínculos genéticos con ninguno de ellos podría no ser algo aislado. Sabemos que ese fue un caso de tráfico de bebés, por eso hemos lanzado una requisitoria internacional para hacer test de ADN de niños en diferentes países para compararlos con el de los padres legales y también, en una segunda oleada, con el de más de un millar de gestantes. Estamos revisando casos entre 2015 y 2018. De momento, hemos pedido 200 test de ADN en países europeos y China”.
El fiscal también sigue las finanzas de Totchilovski. Según la documentación que se incautaron en un registro, el capital de Biotexcom asciende a la absurda cifra de 200.000 dólares, cuando solo en los últimos tres años ha debido ganar, dice el fiscal, al menos 30 millones de euros. “¿Dónde está el dinero?”, se pregunta. Y se contesta que Totchilovski ha evadido un millón en impuestos y aún no saben cuánto tiene en paraísos fiscales en Chipre y Letonia. El fiscal recomienda a los españoles que han pasado por Biotexcom que se hagan la prueba de ADN porque pueden ser víctimas de fraude, aunque desde 2016 aportan esos test para inscribir a los bebés en el consulado.
Pese a este panorama, cada semana siguen llegando nuevas parejas para recoger a los bebés. “Si se dan abusos, que se castiguen”, dice Cristina, una de las afectadas por el bloqueo de pasaportes que ya está en España con su hija y que usó los servicios de Biotexcom. En su opinión, “no hay que demonizar este proceso. Lo hacemos dentro de la ley de este país, y si creen que no hay garantías, que se pongan los controles necesarios”.
¿Quién es Albert Totchilovski?
Albert Totchilovski recibe en su chalé de Kiev tumbado sobre una
enorme alfombra verde, recostado sobre una gran pelota de pilates, en un
enorme salón con dos sofás y una barra de bar vacía. Al lado hay una
cinta para correr. Dos guardaespaldas y un pastor alemán vigilan la
propiedad desde el interior. El dueño de la clínica Biotexcom asegura
que su empresa controla una cuarta parte del mercado mundial de vientres
de alquiler y el 70% del ucraniano. Ha construido su imperio ofreciendo
paquetes cerrados a partir de 39.900 euros. Ahora se enfrenta a entre 8
y 15 años de prisión por tráfico de bebés y fraude fiscal, pero no
parece estar muy preocupado pese a su arresto domiciliario. Reconoce que
una pareja italiana en 2011 salió de su clínica con un bebé que no
tenía vínculo genético con los padres. “Recibimos la muestra de esperma
de otra clínica, pero desde 2011 a nadie le ha importado este caso,
aunque la policía lo sabía. Ahora inician una investigación de la nada”,
protesta. Luego carga contra la fiscalía: “Quieren recolectar dinero de
empresarios para las elecciones del año que viene. Esa es la mentalidad
de aquí”.
Él tiene nacionalidad alemana y moldava, pero poco se sabe de su pasado y de cómo consiguió el dinero para entrar en el negocio de los vientres de alquiler. “Tuve clubes nocturnos en Moldavia, y después emigré a Alemania. Allí no tenía dinero, trabajaba en una cristalería”, dice. ¿Cómo aterrizó en Ucrania? “Simplemente, me vine”.
Tampoco le quita el sueño que haya un proyecto de ley para prohibir los vientres de alquiler a extranjeros. Aunque durante unas semanas Biotexcom anunció que ya no iba a aceptar más casos debido al posible cambio legal, ya lo han retirado porque Totchilovski cree que no prosperará. Y deja caer que su próximo negocio será la biotecnología: “Producción de órganos”, dice orgulloso.
Él tiene nacionalidad alemana y moldava, pero poco se sabe de su pasado y de cómo consiguió el dinero para entrar en el negocio de los vientres de alquiler. “Tuve clubes nocturnos en Moldavia, y después emigré a Alemania. Allí no tenía dinero, trabajaba en una cristalería”, dice. ¿Cómo aterrizó en Ucrania? “Simplemente, me vine”.
Tampoco le quita el sueño que haya un proyecto de ley para prohibir los vientres de alquiler a extranjeros. Aunque durante unas semanas Biotexcom anunció que ya no iba a aceptar más casos debido al posible cambio legal, ya lo han retirado porque Totchilovski cree que no prosperará. Y deja caer que su próximo negocio será la biotecnología: “Producción de órganos”, dice orgulloso.
Fábrica Textil Hirbawi La última y única fábrica de Kufiyya en Palestina
La fábrica Hirbawi produce Kufiyya, los pañuelos estampados
convertidos en icónos en todo el Oriente Medio y es "la única y la
última" que produce Kufiyya en Palestina, tal y como afirma el
gerente Abdul Hirbawi con orgullo. Otros países vecinos, donde la
Kufiyya es también popular, como Jordania o Siria, producen sus propios
-ligeramente diferentes- versiones. Hirbawi es la única
fábrica en Palestina produciendo la Kufiyya original y espera por la
venta en la pequeña tienda de la fábrica próximamente.
La puerta de la fábrica Hirbawi (Hebrón, Palestina) |
Cierne |
Un vendedor ambulante de Belén ofrece pañuelos fabricados en el
extranjero a un grupo de turistas. Los pañuelos importados a Cisjordania
son normalmente de hilos sueltos de material más barato, que puede
costar hasta un cuarto del precio de un pañuelo original. Kufiyya importada de baja calidad cuelga fuera de una tienda en Belén. Yasser Hirbawi confirma que aunque paradójicamente la popularidad de la Kufiyya aumenta, las ventas de la fábrica se reducen de forma drástica, debido en gran medida a las importaciones baratas, principalmente de China. |
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