La quita sería del 100 % para cada
cabeza, según la mayoría de las respuestas de los encuestados, aunque
las preferencias se dividen entre cabezas de banqueros y cabezas de
políticos, y un pequeño porcentaje que se inclina por una quita de
cabeza a empresarios, curas, registradores de la propiedad,
aristócratas, tertulianos y teleoperadoras.
En cuanto a los detalles de la quita, el
70 % de los encuestados apoyaría el sistema “de cuajo”, es decir,
separándoles la cabeza del tronco por medio de extracción, sin recurrir
al corte limpio. El sistema “de cuajo”, más vistoso por la cantidad de
órganos que se desprenden al mismo tiempo que se quita la cabeza,
necesita sin embargo la intervención de un mínimo de diez ciudadanos,
cinco estirando en un sentido y cinco hacia el contrario. Los
partidarios de este sistema de quita reconocen su complejidad y
truculencia pero aseguran verse sobradamente compensados por su
espectacularidad.
Un 20 % de los encuestados se decanta,
sin embargo, por la técnica del corte y prefiere que la quita se realice
mediante la clásica guillotina, si bien la mayoría de ellos puntualiza
que la cuchilla debiera estar oxidada y mellada, de tal manera que se
necesitasen hasta siete pasadas de guillotina antes de concluir. El
resto de los ciudadanos que contestaron a la encuesta se pierden en
peregrinas divagaciones, y sugieren que la quita de cabeza se realice
mediante martillo pilón, fauces de dragón de Komodo, missil
tierra-tierra, e incluso desenroscamiento.
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