Nuestra tasa de fertilidad, de 1.41 hijos como media por cada mujer
española, no permite asegurarnos el reemplazo generacional. Según la
lista confeccionada por las Naciones Unidas, ocupamos el puesto 169 de un total de 195 países. La mayoría de los países europeos y del sudeste asiático ocupan también las últimas posiciones de la lista.
La crisis de la fertilidad femenina y de la familia biológica
es un fenómeno conocido asociado con la “modernidad” y la urbanización.
En los países occidentales, las mujeres 1) tienden a demorar la
decisión de tener hijos más allá de su “pico” biológico reproductivo
(aproximadamente entre los 15 y los 25 años), 2) cada vez tienen más
hijos en hogares sin un padre biológico (se estima que en EE.UU las
madres solteras son responsables ya del 40% de los nacimientos) y 3) su
éxito reproductivo no parece asociado positivamente con su calidad
genética (al menos en términos de inteligencia). En contraste, las
mujeres en las zonas económicamente menos desarrolladas, en especial si
el ratio sexual favorece a las mujeres (es decir, hay más niñas que
niños) tienden a tener más hijos y a tenerlos antes, debido por lo visto a la competencia femenina.
No son resultados sorprendentes. En una sociedad que deplora la idea
religiosa de sacrificio, y valora la “realización personal” y la
persecución de la felicidad por encima de otros valores tradicionales,
la decisión de las mujeres occidentales es claramente racional e
inteligente.
La ciencia está de su parte. Según el psicólogo de Harvard Daniel Gilbert,
los niños realmente no dan la felicidad (aunque sí el matrimonio): “Una
vez que la gente tiene crios, hay una recesión de la felicidad”. Y
bromea: “El único síntoma del nido vacío es una sonrisa incesante”.
Según Satoshi Kanazawa (The intelligence paradox. Why the intelligent choice isn’t always the smartest one),
que utiliza la base de datos del National Child Study Development Study
de EE.UU, la inteligencia general de los niños está asociada
negativamente, tanto para los hombres como para las mujeres, con el
deseo de tener hijos. Los hombres y las mujeres más inteligentes están
significativamente más inclinados a no tener hijos en comparación a los
hombres y las mujeres menos inteligentes. Con una importante salvedad:
las mujeres más inteligentes, pero no los hombres más
inteligentes, terminan teniendo éxito en su decisión de tener menos
hijos. Una victoria más de la elección femenina.
La siguiente conclusión puede resultar molesta pero es difícil de
rebatir. Lo cierto es que las mejores y más brillantes mujeres
occidentales, al menos en términos de inteligencia y nivel educativo,
están teniendo un éxito reproductivo comparativamente inferior.
Para poner las cosas más difíciles, resulta que tener hijos, pero no hijas, aumenta el riesgo de muerte un 7% cada año, según un estudio publicado en Biology Letters.
De acuerdo con Samuli Helle y Virpi Lummafound, que investigaron los
registros de ocho parroquias entre el siglo XVII y la mitad del siglo
XX, una mujer que diera a luz un último hijo a los 37 años viviría otros
33.1 años si no tuviera más niños, 32.7 años si tuviera otros tres, y
32.4 si tuviera otros seis. Por cada hijo nuevo, la vida de una mujer se
acortaría una media de 34 semanas, pero aumentaria ligeramente si tuviera hijas, probablemente a consecuencia de la mayor demanda energética que imponen los niños.
Puede resultar paradójico que el considerado unánimemente como fin
último de la existencia biológica no repercuta en un aumento de la
felicidad personal, al menos en las naciones occidentales. Tener hijos
para ser más felices y longevos (especialmente si son hijos varones)
efectivamente no parece una expectativa “racional”. ¿Será verdad, a fin
de cuentas, que es necesario mantener creencias “irracionales” para
sobrevivir y que la opción “inteligente” no siempre es la mejor?
Fuente: http://www.terceracultura.net/tc/?p=6023
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