viernes, 1 de marzo de 2013

Tener hijos no da la felicidad… y acorta la vida

Nuestra tasa de fertilidad, de 1.41 hijos como media por cada mujer española, no permite asegurarnos el reemplazo generacional. Según la lista confeccionada por las Naciones Unidas, ocupamos el puesto 169 de un total de 195 países. La mayoría de los países europeos y del sudeste asiático ocupan también las últimas posiciones de la lista.

La crisis de la fertilidad femenina y de la familia biológica es un fenómeno conocido asociado con la “modernidad” y la urbanización. En los países occidentales, las mujeres 1) tienden a demorar la decisión de tener hijos más allá de su “pico” biológico reproductivo (aproximadamente entre los 15 y los 25 años), 2) cada vez tienen más hijos en hogares sin un padre biológico (se estima que en EE.UU las madres solteras son responsables ya del 40% de los nacimientos) y 3) su éxito reproductivo no parece asociado positivamente con su calidad genética (al menos en términos de inteligencia). En contraste, las mujeres en las zonas económicamente menos desarrolladas, en especial si el ratio sexual favorece a las mujeres (es decir, hay más niñas que niños) tienden a tener más hijos y a tenerlos antes, debido por lo visto a la competencia femenina.
No son resultados sorprendentes. En una sociedad que deplora la idea religiosa de sacrificio, y valora la “realización personal” y la persecución de la felicidad por encima de otros valores tradicionales, la decisión de las mujeres occidentales es claramente racional e inteligente.
La ciencia está de su parte. Según el psicólogo de Harvard Daniel Gilbert, los niños realmente no dan la felicidad (aunque sí el matrimonio): “Una vez que la gente tiene crios, hay una recesión de la felicidad”. Y bromea: “El único síntoma del nido vacío es una sonrisa incesante”.
Según Satoshi Kanazawa (The intelligence paradox. Why the intelligent choice isn’t always the smartest one), que utiliza la base de datos del National Child Study Development Study de EE.UU, la inteligencia general de los niños está asociada negativamente, tanto para los hombres como para las mujeres, con el deseo de tener hijos. Los hombres y las mujeres más inteligentes están significativamente más inclinados a no tener hijos en comparación a los hombres y las mujeres menos inteligentes. Con una importante salvedad: las mujeres más inteligentes, pero no los hombres más inteligentes, terminan teniendo éxito en su decisión de tener menos hijos. Una victoria más de la elección femenina.
La siguiente conclusión puede resultar molesta pero es difícil de rebatir. Lo cierto es que las mejores y más brillantes mujeres occidentales, al menos en términos de inteligencia y nivel educativo, están teniendo un éxito reproductivo comparativamente inferior.
Para poner las cosas más difíciles, resulta que tener hijos, pero no hijas, aumenta el riesgo de muerte un 7% cada año, según un estudio publicado en Biology Letters.
De acuerdo con Samuli Helle y Virpi Lummafound, que investigaron los registros de ocho parroquias entre el siglo XVII y la mitad del siglo XX, una mujer que diera a luz un último hijo a los 37 años viviría otros 33.1 años si no tuviera más niños, 32.7 años si tuviera otros tres, y 32.4 si tuviera otros seis. Por cada hijo nuevo, la vida de una mujer se acortaría una media de 34 semanas, pero aumentaria ligeramente si tuviera hijas, probablemente a consecuencia de la mayor demanda energética que imponen los niños.
Puede resultar paradójico que el considerado unánimemente como fin último de la existencia biológica no repercuta en un aumento de la felicidad personal, al menos en las naciones occidentales. Tener hijos para ser más felices y longevos (especialmente si son hijos varones) efectivamente no parece una expectativa “racional”. ¿Será verdad, a fin de cuentas, que es necesario mantener creencias “irracionales” para sobrevivir y que la opción “inteligente” no siempre es la mejor?

Fuente: http://www.terceracultura.net/tc/?p=6023

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