sábado, 19 de marzo de 2016

Cuestión de cagarrutas


La moda de los alimentos funcionales ha llegado a todas las casas y afecta a todos los estratos de la familia: los Lactobacillus casei para ¿ayudar? a las defensas de los nenes o de los abuelos, los Bífidus para facilitar la motilidad del atorado tránsito intestinal de la mamá, una ración diaria de leche fermentada con esteroles para disminuir los elevados niveles de colesterol que ha revelado la última analítica del papá...Sin duda, el consumo diario de estos alimentos funcionales se ha erigido como una colosal moda entre los individuos de nuestra especie que para regocijo de la industria alimentaria parece no tener fin. Pero sorprendentemente, esta moda no constituye algo para nada novedoso en el reino animal, pues los conejos llevan mucho tiempo ingiriendo su propia dosis de probióticos* y prebióticos** cada mañana, no en forma de carísimos botecitos de leche fermentada, sino como ¡hermosas y redondas caquitas!
    La cecotrofia, que es el nombre que recibe tan curiosa costumbre, ha sido desde siempre una estrategia de supervivencia para esos graciosos animales que corretean alegremente por los campos. Cada mañana temprano, como haciendo caso  a los consejos publicitarios del más famoso de entre los probióticos humanos, los conejos vienen consumiendo su dosis de alimento funcional con el que recargar las pilas ante la perspectiva de un largo y duro día forrajeando por los prados. solo que en vez de beberse un yogur fermentado repleto de bacterias se comen, sirviéndose directamente de su ano, unas jugosas y calentitas cagarrutas.
    El intestino grueso de los conejos está repleto de bacterias que van a fermentar la fibra que abunda en los vegetales de los que se alimentan estos animales. Como consecuencia de ello, los microorganismos producen una enorme variedad de nutrientes que, en forma de aminoácidos, vitaminas del grupo B o fósforo, son imprescindibles para el desarrollo de estos entrañables mamíferos lagomorfos. Pero existe un pequeño inconveniente espacial que impide que el animal se haga con esos nutrientes que están fabricando las bacterias dentro de su propio organismo. El intestino grueso, donde los microorganismos están elaborando tan importantes nutrientes, se sitúa a continuación del intestino delgado, el lugar donde deberían ser absorbidos y entregados a la sangre.
Cecotrofos a la izquierda, heces del conejo a la derecha
    Las heces que se forman no pueden volver hacia atrás y su único destino es atravesar el ano para desembocar en el exterior del cuerpo del animal. Por este motivo al conejo no le queda más remedio que ingerir las pequeñas y húmedas bolitas repletas de nutrientes que abandonan su intestino. Pero no nos confundamos, lo que aquí estamos describiendo no es un desagradable acto de coprofagia, sino una interesante estrategia digestiva que permite al animal aprovechar los nutrientes que sintetiza su propia flora intestinal. En realidad, el conejo no ingiere sus excrementos, sino un material similar rico en nutrientes que han fabricado sus bacterias intestinales. Pero ¿cómo diferencia el conejo entre las heces cecotróficas que debe ingerir y las verdaderas heces, procedentes de la digestión de los alimentos, que debe eliminar?
   Pues si el problema que anteriormente tenía el conejo para reclutar todos los nutrientes que sintetiza su flora intestinal era espacial, la solución que ha encontrado se la aporta el plano temporal. Así, durante las horas de mayor luminosidad del día toda la materia que abandonará el cuerpo del animal a través del ano lo hará en forma de heces cecotróficas, mientras que al disminuir la luz, al atardecer, estas serán sustituidas por las lindas pelotillas que, amontonadas sobre las piedras, encontramos cuando paseamos por el campo.
    Los codiciados excrementos de la civeta de las palmeras, las cacas de gato poseedoras de un parásito capaz de reactivar a las defensas, nuestra flora intestinal formada por microorganismos que constantemente se regenera al ser parcialmente expulsada junto a las heces, e incluso las bolitas de hábitos diurnos con las que los conejos completan su dieta, nos han mostrado que la mierda, a pesar de su olor y de su mala fama, quizás no sea tan mala.


David G. Jara


*probióticos: variedad de microorganismos, fundamentalmente bacterias  hongos, que cuando son ingeridos junto a los alimentos se piensa que pueden conferir algún beneficio a la salud del consumidor
**prebióticos:  sustancias que estimulan el crecimiento y el desarrollo de los microorganismos que ya habitan en nuestro intestino.

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