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Aquella pieza había provocado las risas y los silbidos de los soldados en todos los lugares donde la había interpretado. Allí fue recibida con total indiferencia. "Nunca he visto un agotamiento semejante -recordaba-. Ante nosotros había un mar de rostros ennegrecidos. Algunos hombres se habían quedado profundamente dormidos. Otros, por cansancio o por el trauma de las explosiones, parecían absolutamente insensibles, incapaces de reaccionar ante nada. Nuestra rutina de comedia, con sus canciones, sus bailes y sus chistes, prosiguió en medio de un absoluto silencio."
Entonces ocurrió algo totalmente estrambótico. Pavlotskaya oyó un extraño correteo detrás de ella. Apareció una cabra desconcertada. Había salido del bosque, perdida y desorientada, se había subido al escenario y se había quedado de pie allí. "Durante un instante nuestros actores se quedaron de piedra, y a continuación decidimos seguir a pesar de todo. Curiosamente, sentimos que a nuestro alrededor nuestro público resucitaba, como si todos estuvieran saliendo de una especie de terrible trance. Hubo una repentina transfusión de energía. Los hombres empezaron a reírse, a sonreír y a darse codazos unos a otros."
La cabra se quedó clavada allí durante varios minutos. Después empezó a mirar a su alrededor. "La criatura se acercó a la cantante solista, que estaba interpretando un aria sobre el amor no correspondido. La cabra se detuvo y empezó a mirar a la cantante con una expresión de lo más triste y compasiva", contaba Pavlotskaya. Los soldados estaban petrificados. Entonces la cabra se volvió hacia ellos y empezó a balar acompañando la canción, y sus "extraños sonidos fueron subiendo hasta un extraordinario falsete". En el momento en que el dúo alcanzaba su clímax, el público lo acogió con un estruendo de carcajadas, y se puso en pie aplaudiendo con entusiasmo. "Nunca he experimentado nada tan conmovedor como aquel momento", recordaba la actriz"
Leningrado
Asedio y sinfonía
Brian Moynahan
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