viernes, 11 de marzo de 2016

Arrepentidas de ser madres


 

Sí. Existe en nuestra sociedad algo peor que no querer ser madre. Pensar y, sobre todo, decir que ha sido un error haberlo sido. Regretting motherhood: sociopolitical analysis, un estudio elaborado por la socióloga israelí Orna Donath, bucea en un aspecto de la maternidad que es prácticamente un tabú en el mundo. Donath recopila y analiza con agudeza 23 testimonios de mujeres que aseguran haberse arrepentido de haber sido madres. “Es el mayor error de mi vida”, vienen a concluir. Los testimonios se corresponden con los de mujeres israelíes, pero podrían valer para cualquier parte del mundo occidental más convencional, en el que no cabe nada más que el monocultivo de emociones y de sentimientos relacionados con la maternidad.

¿Cómo? ¿23 mujeres que no quieren a sus hijos? Eso es lo que quizás se esté preguntando algún lector o lectora después de terminar el primer párrafo. Y aquí está el error. Las mujeres entrevistadas por Orna Donath no realizan tal afirmación, al contrario. Lo que emerge de la lectura de sus entrevistas es que de lo que se arrepienten es de no haber podido vivir sus vidas como realmente las hubieran querido vivir. Donath lo expresa de este modo: “Las participantes (en el estudio) enfatizaban la distinción entre el objeto (los niños) y la experiencia (la maternidad). La mayoría destacaron su amor por sus hijos y su odio por la experiencia de la maternidad”.

Y ahí está la radicalidad de la investigación de Donath, que ha generado un fuerte debate en Alemania, donde se informó por primera vez del estudio, realizado entre 2008 y 2011. Las redes sociales se hicieron eco del asunto con el hashtag #regrettingmotherhood. Varias de las mujeres entrevistadas expresaron que, de acuerdo a la imagen pública de la no maternidad en su país, habrían sentido una sensación de vacío y pérdida si no hubieran tenido hijos, pero sólo si no hubieran sabido lo que realmente saben actualmente. Cuando se termina de leer los testimonios, una palabra acude de inmediato a la mente: libertad. La libertad de cualquier persona de vivir la vida como la quiera vivir y no de acuerdo con las convenciones ni las presiones de determinados ambientes ni de sus parejas. Porque ser madre, aunque todavía cueste asumirlo, no es una obligación.

Charlotte, 44 años, divorciada, madre de dos hijos, explica así la complejidad de su experiencia: “Mira, es complicado porque me arrepiento de ser madre, pero no me arrepiento de ellos, de quiénes son, de su personalidad. Yo amo a esta gente. Incluso a pesar de que me casé con un imbécil, no me arrepiento porque si me hubiera casado con otro, tendría otros niños. Y yo amo a éstos. Es realmente una paradoja. Me arrepiento de tener hijos y de ser madre, pero amo a los hijos que tengo. Así que sí. No es algo que puedas realmente explicar. No quiero que no estén aquí, pero no quiero ser una madre”.

El estudio revela que muchas vidas se viven sin que sus propietarias se pregunten realmente qué quieren hasta que ya es demasiado tarde. Atalya tiene 45 años, también es divorciada y sus tres hijos adolescentes viven con el padre. “Pasé a ser madre de manera automática. Sin haber pensado en las consecuencias de tener niños o no tenerlos. Claramente, si pudiera volver atrás, no hubiera tenido los hijos”, sostiene en la investigación. Tirtza, 57, divorciada, madre de dos hijos y abuela, afirma que no pensó en la posibilidad de no tener hijos: “Cada vez que hablo con mis amigos, les digo que si hubiera tenido la experiencia que tengo hoy, no hubiera creado ni siquiera un cuarto de niño. Lo más doloroso para mí es que ya no puedo volver atrás en el tiempo. Es ya imposible de reparar”. Lo natural era tenerlos en una sociedad donde más allá de los 30 resuena aún la frase que se te va a pasar el arroz.

Según el Centro de Estudios Demográficos de la Universitat Autònoma de Barcelona, una de cada cuatro mujeres nacidas a mediados de los 1970 no tendrá hijos. Odelya, mucho más joven que Tirtza, opina igual. Con 26 años, asegura que desde que tuvo a su único hijo supo que no estaba hecha para ser madre: “Pero la opción de no tenerlos no estaba en mi mente“.

La investigación de Donath, en definitiva, es una invitación, en primer lugar, a la escucha. Cuando una lee lo que dicen las mujeres, puede comprenderlas. Y, en segundo lugar, es una reivindicación de las emociones y una invitación a todas las mujeres que aún están a tiempo de vivir su vida como la quieren vivir, a que lo hagan. Sin miedos ni tabúes. Cualquier mujer se puede arrepentir de haber sido madre. Y cualquier mujer puede no ser madre si no quiere serlo. Nadie nos puede convencer de lo contrario.

El Club de malas madres
En España, el Club de malas madres, con una fuerte presencia en las redes sociales, surgió también con el objetivo de desmitificar la maternidad. “Conseguiremos acabar con el concepto de superwoman, ese que nos impone la sociedad y que no nos ayuda en nada. Porque no tenemos súper poderes ni queremos tenerlos”, proponen en su declaración de intenciones.

En el Diario de mala madre, Amelia Baena pone un ejemplo de lo que todavía está mal visto, como necesitar pasar ratos sin los hijos: “No mientas. Amarás la interminable cola del banco, pedirás la vez y te sentarás en una de las sillas, fría, sí, pero cómoda para tu cuerpo maltrecho y somnoliento. Aprovecharás para mirar al infinito móvil en mano”.

Fuente: http://www.lamarea.com/2016/03/07/arrepentidas-de-ser-madres/

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