La raza humana ha demostrado en multitud de ocasiones que su capacidad para destruir, deforestar y acabar con lo que le rodea no conoce límites. Enarbolando la bandera de la industrialización o de un desarrollo “mejor” para la humanidad, intentamos justificar todo este tipo de atrocidades. Detrás de estos argumentos se oculta, en infinidad de ocasiones, un afán por el dinero o las necesidades personales que dicte el consumismo en ese momento.
A la izquierda El Mar Aral en 1989, a la derecha en 2014 |
El mar de Aral se encuentra, o mejor dicho, se encontraba en Asia central, entre los países de Kazajistán y Uzbekistan. Hace tan solo 50 años su superficie era de unos 65.000 Km2, siendo así el 4º lago más grande del planeta. Pero vayamos al principio de su catastrófica historia.
Estos ríos eran los principales afluentes del Mar Aral y debido a la deficiente construcción de todas las instalaciones para su derivación se llegó a perder un 70% de su agua. El objetivo de convertir a Kazajistán en la principal productora de algodón se consiguió, pero el precio a pagar lo hemos estado viendo durante 50 años.
Su desaparición es una catástrofe ecológica provocada por el hombre sin precedentes en la historia moderna. Las consecuencias más evidentes es el aumento y disminución drástico de las temperaturas en verano e invierno en las zonas próximas, ya que la masa de agua del lago actuaba de regulador térmico.
Pero no solo son los químicos nocivos lo que debe temer esta gente. Los laboratorios soviéticos que estaban construidos en las islas del Aral fueron abandonados sin ningún tipo de medida de seguridad ni esterilización, por lo que multitud de virus y cepas peligrosas, entre ellas cepas de Antrax, quedaron expuestos al aire.
La gente mayor que vive en las inmediaciones dice que existe la leyenda de que el Aral se ha secado 3 veces y las 3 veces ha vuelto, pero claro, en esas ocasiones fue la naturaleza la que hizo y deshizo a su voluntad sin la intervención del hombre y su ansia de riqueza.
En 2005 se intentó a la desesperada construir una presa para preservar el norte del Aral aunque esto supusiese la condena definitiva a su parte sur. Como os podéis imaginar ya era demasiado tarde para hacer nada.
Es una pena, sobre todo para la gente que ha nacido y se ha criado a las orillas de este mar, al ver cómo en menos de una vida el mar que tenían cerca de su casa y que dotaba de vida a su pueblo ha desaparecido totalmente.
Existen multitud de documentales que hablan sobre la historia del Aral y su tragedia, abordando los problemas actuales de su desertización, nosotros os recomendamos: Aral. El mar perdido, que realizó la directora Catalana Isabel Coixet para TVE 2 en 2012, cuando todavía quedaba algo de agua en sus tierras y que podréis ver el final de esta noticia.
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