A uno lo degollaron. A otro lo apuñalaron. Y a otro. Y a otro. Y a otro. Y a otro. Y a otro lo mataron a golpes
Ahora, imaginemos que todas estas víctimas son...
Ahora, imaginemos que todas estas víctimas son...
Este mes de enero han muerto siete personas en
España por causas desconocidas para el Gobierno. Los medios de
comunicación españoles apenas han reseñado esas muertes. Se teme que las
bajas puedan estar relacionadas con una enfermedad rara, de alta
capacidad de contagio, y que para no crear alarma social se haya
preferido mantener la discreción y dar la información con cuentagotas.
La opinión pública, en un alarde de sintonía con el Gobierno no se ha
hecho eco de la noticia y el dato ha pasado, sin más, desapercibido para
todos.
A uno lo apuñalaron.
Pese a
que, al cabo de los días, los forenses han dictaminado que las muertes
han sido todas de carácter violento, no se ha podido establecer un
patrón que señale una misma fuente homicida, así que se ha preferido
seguir guardando silencio de cara a una futura investigación policial
que aclare las verdaderas razones de esta plaga sangrienta en el primer
mes del año.
A otro le golpearon con una estaca hasta morir.
Aunque no se ha logrado encontrar un móvil común posible que haya
desencadenado los asesinatos, se sabe que todos ocurrieron en
situaciones parecidas: en las casas o el entorno más conocido de las
víctimas, en ocasiones a plena luz del día, lo cual explicaría lo
inesperado de los ataques y hace presuponer a las autoridades que tenían
la guardia baja y no tuvieron capacidad de defenderse.
Las huellas de sangre en el suelo llevaron a la policía hasta otro cadáver.
Fuentes cercanas a la investigación policial alertan de un fenómeno
corriente que, dicen, justifica la poca atención que se le brinda a este
tipo de casos: la capacidad de reproducción de estos crímenes, en lo
que se conoce en la jerga como "asesinatos copia", hace que ni las
autoridades, ni la prensa, ni las fuerzas policiales, quieran echar
demasiada luz sobre este fenómeno ocurrido en enero, por más que existan
precedentes que podrían provocar una alarma social generalizada.
A uno lo degollaron. A otro lo apuñalaron. Y a otro. Y a otro. Y a otro. Y a otro. Y a otro lo mataron a golpes.
Y ahora, imaginemos que todas estas víctimas son mujeres.
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