El paro mata. / Olmo Calvo
Eva Filgueira, Olmo Calvo y Gabriel Pecot se han
propuesto afrontar con sus cámaras un tema polémico. Hasta el 17 de
febrero están en plena campaña de microfinanciación para sacar adelante su proyecto: Los que se quedan, un documental sobre los suicidios relacionados con la crisis.
"Queremos hablar de la crisis desde diferentes aspectos que, por
desgracia, están caracterizando la situación, para poder tratarla en
profundidad. Y si en nuestro primer trabajo denunciábamos la situación
de exclusión de las personas sin trabajo, ahora vamos más allá.
Centrarnos en los suicidios, y no sólo en los relacionados con los
desahucios, ha sido una evolución natural", cuenta Filgueira,
refiriéndose al primer documental del equipo, No Job Land (Marca España).
"Los suicidios son quizás la consecuencia más grave de la crisis, de
la que prácticamente no se ha hablado. Es un tema polémico, sensible,
pero por eso mismo hay que investigarlo, dedicarle tiempo…, y sabemos
que esto sólo será posible con el apoyo de la gente". Para Pecot se
trata de otra cara de la marca España, que algunos prefieren ocultar,
aunque reconoce que para muchos expertos es difícil establecer una
relación causal entre crisis económica y suicidios.
"Nosotros partimos de un estudio publicado en la revista The Lancet,
que destaca un aumento de los suicidios en nuestro país en nichos
específicos, concretamente entre las personas en edad laboral", explica
Pecot. Este estudio sobre los efectos de la crisis en la salud pública
en Europa, publicado en 2009, concluye que por cada 1% de incremento en
la cifra del paro aumentan un 0,79% los suicidios de hombres y mujeres
menores de 65 años.
En la misma línea, un estudio publicado en la British Medical Journal en septiembre de 2013 muestra un aumento del 11,7% en los suicidios de jóvenes europeos tras el crack financiero de 2008. Y un informe de la Organización Mundial de la Salud
que relaciona crisis económica y salud pública en Europa, presentado un
mes después, alerta asimismo de un aumento de los suicidios
proporcional al desempleo.
El aumento de los suicidios en España
Los datos del INE de 2012 parecen, en principio, corroborar estas
conclusiones. Los suicidios en España han subido un 11,3% con respecto a
2011, llegando a los 3.539 casos, la cifra más alta desde que se
recogen estas estadísticas en España, hace más de 100 años.
Sin embargo, la tasa por cada 100.000 habitantes, que permite
establecer comparaciones, es el 7,6, casi idéntica a las de 2006-2009,
más alta que en 2010 y 2011, e inferior a las de 2004 y 2005, por
ejemplo. La tasa más baja fue en 2010, en plena crisis, y la más alta,
en el año 2000, mucho antes de que esta empezara.
Aquí se detiene Santiago Durán-Sindreu, uno de los psiquiatras
responsables del Plan de Prevención del Suicidio del Hospital Sant Pau y
el Centro de Salud Mental de Dreta de l'Eixample, proyecto pionero
–sólo existe uno más en marcha, en el Hospital de Sabadell– y que ha
obtenido excelentes resultados en nueve años de trabajo: "La tasa se
mantiene, con pequeñas variaciones que pueden ser movimientos
aleatorios".
Y señala que incluso las cifras europeas
que manejan los estudios sufren un ligero repunte posterior a la
crisis, pero "luego hay un efecto acomodaticio, y vuelven a su estado
previo". Este psiquiatra argumenta que la economía sumergida, la
tipología de la familia o la religión católica son "factores
protectores" que explicarían que la tasa española se mantenga entre las
más bajas de Europa.
Durán-Sindreu recuerda que un
estudio realizado por especialistas en salud de la Universidad de
Baleares mostraba un aumento del 25% en las visitas a centros
ambulatorios de salud mental por desórdenes mentales y abuso de alcohol
entre 2006 y 2010. "Los trastornos mentales severos se mantienen, pero
las depresiones reactivas y los trastornos adaptativos sí pueden
aumentar con situación económica social desfavorable", detalla este
psiquiatra, que, sin embargo, considera "atrevido" vincular ambos
factores sin una investigación más en profundidad.
Stop a los asesinatos. / Olmo Calvo
Javier Jiménez, presidente de Red AIPIS (Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio),
considera que la cifra de suicidios podría ser en realidad mayor, ya
que algunos casos pueden quedar registrados como accidentes. "El
problema es que, una vez descartado el homicidio, no se investigan los
posibles desencadenantes de la muerte, con lo cual no podemos saber
cuántos accidentes son suicidios ni los motivos que han llevado a la
persona a acabar con su vida".
"El suicidio es un fenómeno multicausal.
Sin conocer las causas, las relaciones entre porcentajes son meramente
estadísticas", reconoce Jiménez. Aun con estas reservas en cuanto a los
datos, en su opinión, "sin lugar a dudas, la crisis tiene
consecuencias": puede ser "un desencadenante más del suicidio, aunque no
el único", ni siquiera en los casos relacionados con los desahucios;
pero, sobre todo, según él, "influye a través de los recortes en el
Estado de bienestar".
El factor más determinante del
suicidio es que la persona haya hecho un intento previo, "y, si no hay
una red de atención, un seguimiento psicológico o psiquiátrico 24 horas,
o no hay camas en los hospitales para que la persona quede ingresada
bajo supervisión médica, es muy probable que vuelva a intentarlo",
alerta este psicólogo clínico, "y lo mismo ocurre con los recortes en la
atención a personas con trastornos mentales en general o conductas
adictivas en particular", presentes, según la OMS, en el 90% de los
casos de suicidio.
En todo caso, está claro que el
suicidio es un problema de salud pública. "En 2007 los suicidios se
convierten en la primera causa de muerte no natural, debido, sobre todo,
a la bajada en el número de accidentes de tráfico", recuerda
Durán-Sindreu, que destaca que en términos absolutos es la causa de
muerte más frecuente en varones de 20 a 35 años y la segunda en los dos
sexos en esta franja edad. "En España se suicidan nueve personas al día. ¿Es que estos muertos no le preocupan a nadie?", se pregunta Jiménez.
En noviembre de 2012, a propuesta de UPyD, todos los partidos políticos
se pusieron de acuerdo en la necesidad de elaborar un plan estatal de
prevención del suicidio, "pero no se ha hecho nada", se lamenta Jiménez.
"Si las medidas de prevención han sido eficaces para los accidentes,
¿por qué no se pone en marcha este plan estatal"?, insiste
Durán-Sindreu, que recuerda que ya existen en otros países de la Unión
Europea y que en diciembre del pasado año la Generalitat presentó el
Código Riesgo Suicidio, "un embrión de plan autonómico".
Ambos coinciden, como la mayor parte de los expertos hoy en día, en que
es esencial que se hable de este asunto. "Hay que romper el tabú que
estigmatiza el suicidio y tratarlo como se merece para buscar una
solución", demanda con contundencia Durán-Sindreu.
Hablar o no hablar: el 'efecto Werther'
Durante años se ha mantenido la idea de que informar sobre los casos de suicidio producía un efecto imitación que
era deber de los medios evitar. En parte, esta tesis se basa en la
famosa ola de suicidios –se dice que hasta 2.000 jóvenes se quitaron la
vida– que se desencadenó en la Europa del XVIII tras la publicación de
la novela de Goethe Las desventuras del joven Werther.
Por ejemplo, el Libro de estilo de El País, en el punto 1.6, aconseja
una especial prudencia al periodista con las informaciones relativas a
suicidios, "porque no siempre la apariencia coincide con la realidad, y
también porque la psicología ha comprobado que estas noticias incitan a
quitarse la vida a personas que ya eran propensas al suicidio y que
sienten [...] un estímulo de imitación". El texto, al que remite el
portavoz del periódico consultado por eldiario.es sobre este tema,
concluye que "los suicidios deberán publicarse solamente cuando se trate
de personas de relevancia o supongan un hecho social de interés
general".
Muy similares son las recomendaciones del Manual de estilo de RTVE,
que en su punto 5, 'Cuestiones sensibles', da como pauta evitar las
informaciones referidas a suicidios "y, más aún, cuando sus
protagonistas sean niños o adolescentes". Y añade como excepción citarlo
"como causa de una muerte especialmente cuando se trate de
personalidades relevantes o cuando revelen un hecho social de interés
general".
Este manual detalla, además, los matices que deben
acompañar siempre la información sobre estos casos, como evitar
explicaciones simplistas y basadas en la especulación, no justificarlos
con valores dignos de imitarse y no asociarlos a expresiones como
"éxito, salida, opción, solución, etc.".
El
presidente de Red AIPIS y Durán-Sindeu están de acuerdo en que es
fundamental un tratamiento correcto de la información. Y en que dar
detalles o contar los suicidios de personas famosas con connotaciones
románticas o positivas en algún sentido, sin mencionar los problemas
mentales que probablemente padecían, puede tener un efecto contagio
en personas vulnerables. Los dos se felicitan porque se esté empezando a
hablar de ello, "y a asumir que hay que hacer algo, aunque
desgraciadamente haya sido por los casos relacionados con los
desahucios, dramáticos pero pocos con respecto a la cifra total", en
palabras de Durán-Sindreu.
"Personalmente creo que
no hablar de las cosas hace que las situaciones se agraven y no
beneficia a nadie. Por supuesto, hay que tratar esta cuestión de la
forma adecuada y dar cabida a todas las voces", resume Pecot, que
defiende el deber de reflejar la realidad, por muy dura que sea, como
tarea de un "periodismo con honestidad".
Precisamente esto es lo que destacaba The Daily Telegraph al referirse al primer documental del equipo, No Job Land (Marca España),
al que definía como "un conmovedor recordatorio de las dificultades
económicas que muchas familias están sufriendo en España". La
repercusión del filme –sobre la acampada de la Asamblea de Parados y
Paradas Fontarrón en junio de 2013 en Vallecas– ha superado con creces
las expectativas de sus autores, pasando de muro a muro en las redes
sociales y con miles de visitas diarias.
"Quizás
nuestra aportación sea hacer lo imposible por poder dedicar el tiempo
que necesita la gente para ser escuchada, una historia para ser
contada", continúa Pecot, e ir más allá de las imágenes de las
protestas, que son "lo que se ve en casi todos los medios dentro y fuera
de nuestras fronteras", como se queja Calvo.
Filgueira añade un argumento más: hay que hablar de los suicidios
relacionados con la crisis "por justicia social", pero también para que
"la gente sepa que no está sola". Y Pecot zanja la cuestión con estas
preguntas que su nuevo trabajo intentará responder: "¿Vamos a salir de
la crisis (o algunos van a salir) sin haber contado algo tan importante
como que la crisis, de un modo u otro, produce víctimas? ¿Qué pasa con
los que se quedan?".
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