El auge de la violencia ultraderechista no genera la misma clase de discusión pública que otros tipos de terrorismo, ya que se sustenta de la retórica de los medios de comunicación y políticos influyentes, como Nigel Farage y Donald Trump
La extrema derecha minimiza los ataques a los grupos minoritarios al crear una "falsa equivalencia" entre un atentado letal y la humillación pública de sus partidarios
La extrema derecha minimiza los ataques a los grupos minoritarios al crear una "falsa equivalencia" entre un atentado letal y la humillación pública de sus partidarios
El auge de la extrema derecha violenta ha afectado comunidades en El Paso, Charleston, Pittsburgh, Christchurch y más. EFE |
Mohammed Saleem fue asesinado por un terrorista y, sin
embargo, lo más probable es que no hayas oído hablar de él. Sucedió en
abril de 2013, cuando este hombre de 82 años regresaba a su casa luego
de pasar la tarde rezando en una mezquita en Small Heath, Birmingham. Un
terrorista neonazi ucraniano, que ya había puesto bombas en tres
mezquitas, lo apuñaló tres veces por la espalda. "Era un hombre hermoso,
muy educado, que alentó a sus cinco hijas —y también a sus hijos
varones— a estudiar. Amaba y agradecía todo lo que el Reino Unido le
dio", afirma Maz Saleem, una de sus hijas. "He pasado seis años luchando sin descanso para que lo reconozcan en los grandes medios de comunicación".
Tres semanas después, el asesinato de Lee Rigby
a manos de fundamentalistas islamistas indignó a todo el país y provocó
una reunión de emergencia del Gabinete de Crisis. Nada de eso sucedió
por Saleem. "El tema fue escondido bajo el tapete", me dice Maz. ¿Y qué
sucedió con el asesinato de Mushin Ahmed,
un abuelo de 81 años, a manos de dos racistas británicos en agosto de
2015, cuando la víctima iba a rezar a la mezquita de Rotherham? Uno de
sus atacantes lo pateó con tanta fuerza que le hizo estallar la
dentadura y le dejó la huella de la deportiva en el rostro. También
podemos hablar del hombre negro de 32 años del este de Londres, que tuvo
que gatear hasta la carretera A12 para escapar de un ataque racista: lo habían apuñalado cinco veces.
La mañana del sábado pasado, el atacado fui yo:
sufrí heridas leves y mis amigos recibieron golpes por defenderme. Pero
como soy un hombre blanco con acceso a los medios de comunicación, lo
que me sucedió generó mucho más interés que los asesinatos racistas o
los crímenes de odio con consecuencias mucho peores que unos golpes en
la cabeza y unos moratones. La extrema derecha se siente envalentonada,
legitimada y más violenta que nunca, y los crímenes de odio no paran de
aumentar. Cuando hablamos de terroristas islamistas fundamentalistas,
nos preguntamos: ¿Quiénes son los religiosos que los radicalizan en
mezquitas o en internet? Es necesario que se genere un debate similar en
torno al terrorismo de extrema derecha por una razón muy sencilla:
quienes alientan este tipo de violencia son políticos, analistas y
medios de comunicación hegemónicos.
Pensemos en la escala de la amenaza. La extrema derecha
siempre ha tenido dos enemigos principales: las minorías y la izquierda
política. Nada ha cambiado. Hace ocho años, el terrorista noruego de
extrema derecha, Anders Breivik, asesinó a docenas de personas,
mayormente jóvenes socialistas, en la isla de Utøya. ¿Sus motivos? La
lucha de la izquierda contra el racismo representaba, para él, el motor
de lo que describió como "islamización" y por ende la destrucción de la
Europa cristiana. Esta fue una expresión especialmente violenta de una
teoría conspirativa que persiste en la extrema derecha y, si bien muchos
adolescentes murieron en esa isla noruega, esta narrativa no pereció.
Según esta mentalidad, las personas de izquierda traicionan a sus
naciones, buscando destruirlas mediante la inmigración en masa de
personas culturalmente hostiles, y son consideradas aliadas de un
enemigo muy odiado: el islam como una religión demonizada y los
musulmanes como pueblo.
Los terroristas de extrema derecha se alimentan de odio y éste a menudo es avivado por las élites, cuando les conviene. El reciente ataque terrorista en El Paso,
en el que murieron personas de origen latinoamericano, no se puede
disociar de la sistemática demonización de los inmigrantes mexicanos que
llevan a cabo los medios de comunicación y los políticos republicanos, y
que ahora lleva adelante de forma encarnizada el presidente de Estados
Unidos, llamándolos violadores y criminales.
Hace menos de un año, en Pittsburgh,
murieron y fueron mutilados casi una docena de judíos, comunidad que ha
sido blanco de la extrema derecha durante dos mil años. El supuesto
terrorista acusó a los judíos de intentar meter musulmanes "malvados" en
Estados Unidos. Aquí tenemos un odio ancestral combinado con una
manifestación más moderna del odio racista: los judíos representados
como desleales y desarraigados, buscando destruir la civilización
occidental mediante la importación de musulmanes peligrosos. De forma
escalofriante y con declaraciones abiertamente antisemitas, esta semana
Donald Trump acusó a los judíos-americanos que votan al Partido
Demócrata de una "deslealtad enorme".
El ataque terrorista de extrema derecha de 2015 contra una iglesia de la comunidad afroamericana en Charleston
no puede ser analizado sin tener en cuenta que la esclavitud, que ha
dejado un extenso legado racista, fue abolida hace poco más de 150 años,
el equivalente a solo dos períodos vitales. En la masacre de Christchurch en Nueva Zelanda
murieron más de 50 musulmanes, personas cuya religión ha sido un blanco
no sólo de la extrema derecha sino también de muchos medios de
comunicación y políticos de importantes partidos.
En el Reino Unido, la parlamentaria laborista Jo Cox fue asesinada por un terrorista blanco de extrema derecha, que cuando se presentó ante un tribunal proclamó "muerte a los traidores, libertad para el Reino Unido". ¿Qué hemos aprendido de esto? ¿Cómo es posible que Nigel Farage pudiera alardear de que el referéndum sobre el Brexit triunfó "sin disparar ni una sola bala" y luego declarara que se "pondría la ropa de camuflaje, cogería un rifle y marcharía al frente de batalla"
si no se lograra llevar a cabo el Brexit, y que no se haya visto
afectada su vida política ni su imagen pública? ¿Cómo es que no se
horrorizó el país cuando un terrorista de extrema derecha planeó asesinar a la parlamentaria laborista Rosie Cooper
con un machete? ¿Cómo esto no generó la decisión de aniquilar a la
ideología política que promueve este tipo de violencia? ¿Qué hay del
terrorista de extrema derecha que asesinó a un grupo de musulmanes de Finsbury Park y habló de su deseo de matar a Jeremy Corbyn y a Sadiq Khan por considerarlos defensores de terroristas?
Aquellos
que alimentan el odio que radicaliza a los extremistas de derecha no
están gritando en las esquinas: están en las portadas de los periódicos.
Utilizan retórica como "enemigos del pueblo" y "aplastar a los saboteadores",
distorsionan los hechos, crean mitos, dicen medias verdades y mienten
para avivar el odio contra musulmanes, migrantes y refugiados, y para
convertirlos en chivos expiatorios de los delitos cometidos por los
poderosos.
Tras un enfrentamiento entre fascistas y antifascistas en Charlottesville, Trump declaró que "había buenas personas en ambos bandos"
y dando así el puntapié inicial a una teoría de "los dos bandos": la
idea de que defender la supremacía blanca es moralmente equivalente a
luchar contra el racismo y querer que los ricos paguen más impuestos.
Sin embargo, esta equivalencia moral —que incluye la afirmación de que
la izquierda es igual de violenta— es muy peligrosa. Mientras la extrema
derecha lleva a cabo sangrientos ataques terroristas contra las
minorías, ¡un tío le arrojó un batido de plátano y caramelo al traje favorito de Nigel Farage!
Es cierto que hay personas pertenecientes a grupos minoritarios
asesinadas en las calles por extremistas de derecha y no salen en los
medios de comunicación, pero al neonazi estadounidense Richard Spencer le dieron un puñetazo, así que ¿quién puede asegurar que una cosa sea peor que la otra?
Existe
una campaña sistemática por deslegitimar las pocas voces de izquierda
en la política y los medios de comunicación, y está orquestada no solo
por la derecha sino también por algunas personas que se autodenominan
"moderadas" o "de centro". El intento de construir una falsa
equivalencia entre la extrema derecha que ataca a las minorías y sus
aliados y una izquierda comprometida con resistir el odio y la violencia
es realmente perverso. Políticos de grandes partidos y varios medios de
comunicación legitiman las nociones que alimentan al terrorismo de
extrema derecha y los ataques racistas. Muchas personas más resultarán
heridas y morirán, y como no son blancas ni tienen representación en una
plataforma nacional, probablemente nunca sabrás sus nombres.
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