viernes, 30 de agosto de 2019

Es hora de pelear y detener el golpe de Estado de Boris Johnson

Esta última maniobra es un acto de arrogancia de una élite política que no rinde cuentas. No les podemos permitir que se salgan con la suya
Los derechos y libertades de los que gozamos no fueron concedidos como actos de caridad por élites benevolentes, sino que llegaron como resultado de un combate decidido e implacable


Se nos prometió que el Brexit implicaba la devolución de la soberanía de la Cámara de los Comunes, retomar el control sobre nuestro poder legislativo. Esa misma institución es la que ahora se cierra y se neutraliza su capacidad para aprobar leyes. Ahora, la maniobra deja solo un puñado de días para que los representantes que sí han sido elegidos por la ciudadanía expresen su opinión sobre el evento de consecuencias más profundas que vive el país desde que callaron las armas al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

Hay que resistir. Se resistirá.

Vamos a desmontar una mentira perversa. La que argumenta que forzar una salida sin acuerdo de la Unión Europea implica honrar el resultado del referéndum. Las campañas que defendían la salida dejaron claro las veces que hizo falta que el Brexit pasaría por un acuerdo. Uno que no sería difícil negociar ¿No me creen? El propio Michael Gove, uno de los coordinadores de la campaña a favor de la salida, dijo: "No votamos salir sin acuerdo. Ese no era el mensaje de la campaña en la que colaboré desde una posición de liderazgo. Durante la misma, dijimos que teníamos que llegar a un acuerdo con la UE y ser parte de la red de acuerdos de libre comercio que cubre toda Europa, desde Islandia a Turquía". "Salir sin acuerdo el 29 de marzo no honraría nuestro compromiso. Sin duda alguna provocaría turbulencias económicas", añadió.

Durante la campaña del referéndum, Nigel Farage ensalzó las virtudes de Noruega en tanto país próspero fuera de los confusos límites de la UE. Ahora, emular el exitoso ejemplo nórdico se considera como un Brexit falso, solo de nombre. Un año después del referéndum, los británicos se han expresado en las urnas de nuevo. Alrededor de un 54% de los votantes ha apoyado a partidos contrarios a salir sin acuerdo. Y, sin embargo, el Parlamento se cierra para dar paso a una propuesta extrema sin mandato democrático que causará una gran crisis económica y que, a fin de cuentas, forzará al Reino Unido a una mesa de negociación a la que sentará muy debilitado.

Vamos a plantear un ejercicio mental. Jeremy Corbyn se convierte en primer ministro sin ganar las elecciones. Su partido no tiene mayoría y depende del apoyo del Partido Nacional Escocés, cuyo apoyo ha logrado a cambio de una serie de sobornos legislativos. Su plan pasa por imponer una propuesta radical que, evaluada con objetividad, tendrá como consecuencia un impacto económico autoinfligido, dañando la cohesión social del país y debilitando nuestra posición internacional. Teniendo en cuenta que el Parlamento se opone a dicha medida, simplemente los suspende.
Imagínense las comparaciones con Venezuela, con la tiranía comunista. Mientras se normaliza el ataque a la democracia de Johnson, si Corbyn lo hubiera intentado como primer ministro, el poder establecido intervendría para revertirlo. Costase lo que costase.

Prorrogar significa "suspender la democracia parlamentaria" y eso "va contra todo por lo que los hombres que desembarcaron en aquellas playas pelearon y murieron". Podrían pensar que se trata de una comparación exagerada, pero las pronunció Matt Hancock, uno de los ministros de Johnson que ahora –en su rol de trepa sin principios- es probable que jalee esta desgracia antidemocrática. Pero tenía razón. Esto es un ataque contra la democracia por la que derramaron la sangre y se sacrificaron quienes nos precedieron.

Es intolerable permitir que una camarilla de niños mimados de escuelas de élite cuyo único interés es la supervivencia del Partido Conservador y de sus propias carreras y para quienes esto es poco más que un entretenimiento ensucien la democracia como si fuera ese Club Bullingdon [un club reservado para hombres que han pasado por la Universidad de Oxford] desde el que destrozaban restaurantes vestidos de pingüino.

Escribir a la Reina no va a salvarnos, independientemente del número de cartas que reciba. Las peticiones pueden mostrar un vigoroso sentido de ánimo colectivo, pero se pueden ignorar. Un montón de pancartas ingeniosas con burdas insinuaciones sobre el primer ministro llevarán a rictus de sonrisa, pero no harán que caiga el Gobierno. Los derechos y libertades de los que gozamos no fueron concedidos como actos de caridad por élites benevolentes. Llegaron como resultado de un combate decidido e implacable. Ante las amenazas a la democracia, es en esa tradición en la que hay que confiar para defenderla.

El pueblo británico debe salir a las calles, debe utilizar las tácticas de nuestros antepasados para lograr los derechos de las mujeres, de los trabajadores, de las minorías, del colectivo LGTBI: La desobediencia civil pacífica. Si se cierra el Parlamento, los diputados deben negarse a abandonarlo. Debería ser ocupado por los ciudadanos a los que sirve. Y eso debería suceder junto a otros actos de desobediencia civil pacífica como la ocupación de sedes de la administración pública por todo el país. Si es necesaria la convocatoria de una huelga general para defender la democracia, que suceda.
El primer ministro –un defensor declarado de los banqueros, quiere lanzar un chorro de recortes fiscales a los ricos al tiempo que desregula y ataca los derechos de los trabajadores– está intentando de forma engañosa erigirse como portavoz del pueblo ante las élites. Esta, su última maniobra, debe ser expuesta y desmontada como lo que es, una acto de violenta arrogancia por parte de una élite política que desprecia la democracia.

El movimiento de protesta que debe surgir tiene que plantear las verdaderas líneas de batalla antes de unas elecciones generales inminentes. No pueden limitarse a ser una elección entre las opciones por las que votamos un día de verano de 2016. Será una pelea entre quienes crean la riqueza y quienes la acumulan. Entre quienes pagaron el precio de la crisis y quienes la provocaron. Entre quienes pagan sus impuestos y quienes los evaden.

Por más revolucionario que sea el traje con el que pretende vestirse el poder conservador, no es más que la representación política de quienes lo financian. No son ellos quienes miran al techo durante sus largas noches de insomnio, sufriendo ataques de pánico por culpa de las facturas impagadas que se acumulan sobre la mesa de la cocina, no. El poder conservador es el de los gestores de los fondos de riesgo, los empresarios que pagan salarios rayanos en la pobreza y los banqueros que están empujando al Reino Unido al abismo, aquellos para quienes el país es un patio de juegos en el que liarla mientras otros pagan las consecuencias. Si no hay acuerdo, los Tories cuidarán de sí mismos, como siempre han hecho, mientras quienes un día trabajaron en la industria del carbón y el acero vuelven a recibir patadas.

Pero nada de esto es inevitable. Igual que en el pasado se luchó con determinación y valentía y de ahí nacieron los derechos que disfrutamos, ahora es nuestro turno defenderlos.

jueves, 29 de agosto de 2019

En América del Sur la naturaleza se quema y la política se agota

<p>Incendio en la Amazonia brasileña. </p>
Incendio en la Amazonia brasileña.
 Los incendios en la Amazonia están afectando a Brasil, Bolivia, Perú y Paraguay. Países con gobiernos de ideologías opuestas pero con iguales modelos de desarrollo extractivista y agropecuario

En los primeros días el fuego te acorrala; en los días siguientes las cenizas te entristecen. Así pueden describirse mis sensaciones en una de mis visitas años atrás a las zonas amazónicas de Brasil, Perú y Bolivia. Estas coincidieron con incendios como los que hoy causan alarma mundial.

Cuando las llamas están activas el humo inunda todo, es peligroso transitar los caminos por la poca visibilidad, hay momentos que cuesta respirar, la garganta se inflama y los ojos lagrimean. Cuando las llamas se apagan, el ocre y el gris dominan las escenas. Aquí y allá siguen erguidos los restos de algunos árboles, mientras que en el suelo, entre las cenizas, aparecen de tanto en tanto los cadáveres calcinados de animales que no pudieron escapar.

Esta destrucción de la fauna y flora es lo que está repitiéndose en estos días en América del Sur. Si bien, la prensa convencional insiste con los titulares sobre la Amazonia y sobre Brasil, la realidad es más compleja, y también más hiriente.

En  efecto, este tipo de incendios están ocurriendo en estos momentos en por lo menos cuatro países sudamericanos; además de Brasil, afectan a  Bolivia, Perú y Paraguay. A su vez, se están quemando selvas tropicales húmedas, la Amazonia, pero lo mismo está sucediendo con los bosques secos y sabanas arboladas, como la Chiquitanía en Bolivia o el Cerrado brasileño.

En los datos más recientes, el número de incendios en Brasil superó los 82 mil focos (al 26 de agosto), la cifra más alta desde el 2010, y casi el doble que lo registrado en estas mismas fechas en el año anterior. En Bolivia son más de 19 mil focos (el doble que en 2018), en Paraguay más de 10 mil (manteniéndose en valores semejantes al años anterior), y en Perú más de 6 mil (un poco más del doble).

Todas las grandes regiones ecológicas del trópico y subtrópico sudamericano están afectadas por los incendios. Por ejemplo, en Brasil, aproximadamente la mitad de los focos se ubican en la Amazonia, pero casi un tercio ocurren en el Cerrado, y un 10% en los bosques atlánticos. Bolivia en estos momentos vive el drama de ver como enormes áreas de bosques secos e incluso su Pantanal, están siendo devorados por las llamas (las pérdidas al día de hoy se estiman en 1,5 millón de hectáreas).

Por lo tanto, pensar que solamente está ardiendo la Amazonia brasileña es una simplificación. Las pérdidas ecológicas en todos esos ambientes son enormes. Por ejemplo, el bosque seco de la Chiquitanía es único en su tipo en todo el continente, y se estima que más de 750 mil hectáreas ya se quemaron.

El chaqueo de ayer y la deforestación de hoy
La quema de bosques o campos, el llamado “chaqueo” en algunos sitios, ha sido una práctica tradicional realizada especialmente por pequeños campesinos e indígenas. Afectaba a pequeñas superficies en tanto estaba directamente vinculada al autoconsumo de alimentos o por limitaciones tecnológicas. Todo eso ha cambiado en las últimas décadas a medida que han llegado a las áreas tropicales y subtropicales todo tipo de colonos y empresas. Los  incendios de hoy nada tienen que ver con aquellos del pasado.

En la actualidad se deforestan y queman amplias zonas, casi siempre con el propósito de liberar espacio para la ganadería extensiva, aunque en otros sitios es para la agricultura. Para hacerlo a esa mayor escala se necesitan importantes recursos materiales, como motosierras y maquinaria pesada, y mucho capital para financiar una ingeniería de trámites legales o ilegales, formales o amparados en la corrupción. Detrás de esto no están ni los indígenas ni los pequeños agricultores.

Esa presión ganadera puede ser brutal. Por ejemplo, en la zona de San Félix de Xingú (estado de Pará),  se concentra un rodeo vacuno de más de dos millones de cabezas. Factores como esos empujan a la agropecuaria convencional sobre las áreas naturales tropicales y subtropicales.
A su vez, la diseminación de los monocultivos, especialmente de la soja, en otras zonas de Brasil, pero también en Bolivia y Paraguay, hace que los ganaderos se desplacen hacia nuevas áreas a deforestar. Todo esto genera un enorme arco de deforestación amazónica que atraviesa América del Sur, desde la costa atlántica brasileña a las faldas de los Andes en Bolivia y Perú. Es una franja de casi tres mil kilómetros de largo; una distancia similar a la que separa Madrid de Varsovia.

Bolsonarización para militarizar la Amazonia
Esta problemática se ha agravado notablemente bajo el gobierno de Jair Bolsonaro. Por un lado, recortó controles ambientales en cuestiones críticas como la deforestación, redujo el presupuesto del Ministerio del Ambiente, cesó a personal clave en las agencias del ambiente y de conservación de la biodiversidad, maniobró para que se cancelaran multas a los infractores ambientales, y mucho más.
Por otro lado, Bolsonaro y su equipo han hostigado repetidamente a los ambientalistas, indígenas y pequeños campesinos, presentándolos como trabas al progreso, potenciales criminales e incluso como responsables de los incendios. Tan solo como ejemplo, el 27 de agosto, en la reunión con los gobernadores de los estados amazónicos, en lugar de analizar la crisis ecológica volvió a quejarse de que los indígenas ya tienen demasiadas tierras y anunció que no aprobará nuevas áreas protegidas.
Bolsonaro tampoco duda en repeler las críticas diciendo que son parte de un complot del exterior para quedarse con la Amazonia brasileña. Esa retórica tiene antecedentes desde por lo menos la década de 1970, cuando el gobierno militar se oponía a las primeras negociaciones internacionales ambientales. Bolsonaro revive parte de ese vocabulario, viene colocando a militares en puestos afectados a la gestión ambiental, y ha dado señales de resucitar un programa de control militar en las fronteras amazónicas. Bajo esas condiciones no puede sorprender que recibiera cierto respaldo de otro gobierno muy conservador, el de Ivan Duque en Colombia. Este también ha  presentado un nuevo plan de desarrollo donde la gestión ambiental pasa a ser parte de la estrategia de seguridad del Estado.

La geopolítica amazónica
La condición internacional de la Amazonia volvió al primer plano con la reacción internacional ante los incendios. Una circunstancia que aprovechó Emmanuel Macron, donde hay poco de ambientalismo y mucho de oportunismo comercial y político. Pero el problema es que por lo menos desde la década de 1980, los gobiernos brasileños por un lado insisten en el control soberano sobre su Amazonia pero al mismo tiempo repiten que no tienen dinero para protegerla, y reclaman ayudas a los países industrializados. Desde allí se construyeron diversos mecanismos, financiados especialmente por Europa.

Por ejemplo, en 1992 se inició el PPG7 (Programa Piloto de Protección de los Bosques Tropicales del G7), que funcionó hasta 2009, con un presupuesto de más de 460 millones de dólares. Cuando se hacía lobby por esos dinero, desde Brasil se insistía en que la Amazonia era un ecosistema único en el planeta y que los países ricos debían colaborar en protegerlo. También se alentó una visión deformada como si solo existiera Amazonia en Brasil, dejando en segundo plano a los otros países que comparten la cuenca. De ese modo, las propias autoridades brasileñas durante al menos 30 años han contribuido a ese entrevero que oscilaba entre una Amazonia “solo mía” a otra que sería “de toda la humanidad”.

La actual crisis ha expuesto en toda su crudeza las tensiones entre la soberanía nacional y las responsabilidades ecológicas, no sólo hacia adentro de un país, sino con sus vecinos y con la salud ecológica planetaria.

Las cenizas ideológicas
El problema se vuelve más complejo cuando se entiende que las quemas y la crisis ambiental se repite en las naciones vecinas. No sorprende que ocurra con gobiernos conservadores como los de Colombia, Perú y Paraguay. Más difícil se vuelve asumir que en Bolivia, desde posturas ideológicas que se presentan como opuestas, también se han debilitado los controles ambientales, se perdonaron las faltas a los deforestadores, y se alienta el avance del agronegocio.

El gobierno de Evo Morales cita a la Pacha Mama pero sus acciones concretas han sido las de promover la explotación minera, petrolera y agropecuaria, y por ello enfrenta un desastre ecológico similar. Así como Bolsonaro ataca a los ambientalistas, la administración Morales se burla de ellos, los hostiga y ha amenazado con expulsarlos del país.

En los progresismos la retórica se nutre de otros argumentos. Por ejemplo, el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, cita a Marx y Lenin, pero también sostiene que la protección de la naturaleza es un invento del Norte y por eso no deberían ser guardabosques de nadie. Tuvieron éxito en esa promesa: no cuidaron los bosques y ahora se están incendiando. Y aunque los aderezos de sus discursos son opuestos a los de Bolsonaro, las similitudes en sus esencias dejan un gusto muy amargo.

Por todo esto, cuando se leen los titulares de la prensa en Madrid, Londres o París, siempre queda esa sensación de que realmente no están entendiendo lo que ocurre aquí en el sur. Es más sencillo atacar a Bolsonaro, en tanto es machista, racista, violento y autoritario, pero es más dificultoso asumir las serias contradicciones en otras tiendas políticas. Nos cuesta entender que estamos ante una crisis ecológica de escala continental, y que ella también expresa el agotamiento de las ideologías políticas herederas de la Europa ilustrada. Las viejas políticas, todas ellas, han caducado. La cuestión es comprenderlo para construir alternativas antes de que se queme el último árbol.

Fuente: https://ctxt.es/es/20190828/Politica/27967/Amazonia-Brasil-Bolivia-Peru-Paraguay-incendios-Bolsonaro-Evo-Morales.htm#.XWe2cUWL4O4.twitter

El cuerpo desnudo es política: así hace arte la ceramista Eliza Hopewell

Acudimos al estudio londinense de esta pintora, ilustradora y ceramista. Una artista que ha conseguido triunfar convirtiéndose en empresaria y vendiendo su propia línea artesanal de productos decorativos en la que aborda de manera honesta temas polémicos e incluso escandalosos, como el desnudo, la masturbación o la menstruación.


“Todo el mundo se merece sus 20 centímetros”, nos dice Eliza Hopewell con una sonrisa entre irónica y traviesa. Sus ‘20 centímetros’, los que ella empezó realizando de manera artesanal en su estudio, como regalo ‘creativo’ para amigos y conocidos, son platos de cerámica decorados con un gusto exquisito y subversivo. Lleva apenas dos años dedicándose a ello y ha conseguido convertirlo ya en un próspero negocio: algunas de sus creaciones (platos, sí, de unos 20 centímetros de diámetro, de ahí la broma) han sido adquiridos por la familia Rothschild, por la diseñadora Bella Freud o por la cadena hotelera Soho House.

Eliza nos recibe en el lugar en que empezó todo, su antiguo estudio en el barrio londinense de Camberwell. rodeada de pinturas, cerámicas y bocetos. Mientras pone en marcha el calentador para subir un poco la temperatura de este espacio amplio y tirando a gélido que al parecer lleva unos días sin ser usado, la artista nos cuenta cómo acabó dedicándose a esto de la decoración artesanal casi por casualidad: “Antes de que me parase a pensar si llevar un negocio era lo que quería hacer con mi vida, ya lo estaba haciendo. Se había corrido la voz y mis regalos artesanales para amigos y amigos de amigos empezaban a venderse muy bien, así que decidí dejarme llevar por la corriente y centrar en ello mis esfuerzos. De alguna manera, la idea ya se había hecho realidad antes de que me la plantease conscientemente”.

Eso sí, no se trata de una decoración artesanal cualquiera. La Hopewell empresaria se ha mantenido fiel hasta ahora al personal estilo de la Hopewell pintora, que consiste en coloristas viñetas de mujeres desnudas que fuman, se afeitan, se masturban, nadan, menstrúan o practican el sexo con total abandono. Con naturaliad. Con la misma libertad con la que Eliza entiende el arte y la vida.


 El desnudo os hará libres
“Sí, para mí el desnudo como un acto liberador”. Hopewell coincide con el escritor John Berger en que desnudarse es ejercitar la propia libertad si lo hacemos para nosotros mismos, pero puede ser sinónimo de sumisión y de intimidad violentada si es la mirada ajena la que nos desnuda. Esta noción de lo problemática que puede ser la desnudez impregna su trabajo: “Por supuesto, tengo muy en cuenta el desnudo clásico y entiendo lo que de objetivación del cuerpo femenino tiene gran parte de la tradición de las artes plásticas. Pero si pinto cuerpos de mujer desnudos es porque quiero mostrarlos tal cual son, con su belleza imperfecta, sin idealizarlos ni reducirlos a las expectativas de una mirada ajena. Últimamente me estoy empezando a plantear que pintando solo cuerpos femeninos estoy contribuyendo de manera involuntaria a es mirada objetivadora, a ese prejuicio cultural que consiste en pensar que el cuerpo de la mujer es más atractivo y más deseable que el del hombre. Por eso quiero pintar más hombres desnudos, porque cualquier cuerpo humano es hermoso a su manera y pintarlo resulta fascinante”.

Le pregunto si  el éxito reciente de la tercera ola feminista le ha hecho cuestionarse ese carácter liberador que atribuye al desnudo, si esa nueva perspectiva de género hace que se plantee mostrar el cuerpo de una manera menos deliberdamente escandalosa. “Me encanta que el feminismo esté ahora mismo tan de moda”, me responde, “pero las conclusiones a las que llego yo sobre las nuevas perspectivas de género son distintas a las que tú me sugieres. Más que autocensurarme más, estoy decidida a autocensurarme menos. Por ejemplo, ¿por qué deberíamos aceptar que el arte no pede mostrar a una niña que menstrúa? Es una parte de la realidad que no tenemos por qué esconder, la clave está en cómo la mostramos. La artista estadounidense Lisa Yuskavage dijo algo que tengo muy en cuenta: “Si solo muestras a la gente lo que quiere ver, lo que le gusta y está esperando que le muestres, lo estás haciendo muy mal”. Estoy muy de acuerdo. Yo no quiero complacer a la gente. Es mucho más interesante incomodarla, sorprenderla y hacer que se cuestione las cosas”.


Hopewell, que se formó como pintora y grabadora en la Escuela de Arte de Glasgow, se ha visto obligada a irse replanteando sobre la marcha su vocación artística y, ya como empresaria al servicio de su propio arte, su modelo de negocio. Al principio, aceptaba encargos y retrataba a sus clientes: “Los museos están llenos de retratos de aristócratas y de gente muy rica que podía permitirse el lujo de contratar los servicios de un pintor. Yo intenté ofrecer eso a la gente común, a cualquiera que me hiciese un encargo. Si Kate Moss puede tener toda una vajilla decorada con su retrato, ¿por qué no ofrecerle esa posibilidad a mis amigos, vecinos y conocidos, aunque vivan en un piso de protección oficial, estén en paro y puedan pagarme muy poco … o nada?”.

Sin embargo, esta manera altruista y democrática de trabajar acabó siendo insostenible: “Disfrutaba mucho, pero suponía un esfuerzo enorme y apenas me daba dinero. Era mi proyecto personal, pero estaba llegando al límite de mi capacidad. Hacía retratos familiares al viejo estilo, con ese punto kitsch de los objeto decorativos de nuestras abuelas, y eso me exigía 15 o 20 horas de trabajo por cantidades muy bajas. Me resistía a subir la tarifa, porque no quería dejar de ser una artista al servicio de la gente común, pero cuando te paras a pensar cuánto dinero ganas por cada hora que dedicas a tu actividad diaria, eso te plantea problemas de autoestima y dudas sobre el valor de tu trabajo”.

Por eso acabó cruzando la frontera suti pero brutal que separa las artes plásticas puras del negocio de la decoración artesanal. “El inconveniente es que te conviertes en empresaria sin tener las cualidades necesarias para serlo. Casi todas las personas con inclinaciones artísticas carecemos de esas cualidades. Somos poco disciplinadas, poco sistemáticas, algo narcisistas en el sentido de tener una visión y querer mostrársela al mundo sin hacer concesiones. Nada de eso coincide con la mentalidad empresarial, pero vas aprendiendo”. Eso sí, el suyo es un negicio solitario: “Soy mi propia jefa y eso es estupendo, pero paso el 90% de mi tiempo trabajando sola. Créeme si te digo que detrás de algunas de mis pinturas hay mucha angustia, muchas dudas y muy desagradables pesadillas”.


 En las redes
Nuestra conversación pasa del mudo físico al de las redes sociales, un campo en el que Eliza se siente muy a gusto. Le sugiero que gran parte de su éxito puede deberse a su magistral uso de Instagram, un entorno en el que no solo muestra su obra, sino también cuelga vídeos en los que baila al ritmo de The Slits, participa en debates sobre apropiación cultural o discute abiertamente sobre salud mental y relaciones sentimentales. Esa honestidad y esa franqueza a la hora de compartir su mundo personal y sus inquietudes la ha hecho muy popular en esta era digital presidida por el cinismo, la falsedad y la vacuidad: “Compartir todo eso me resulta muy natural, debo de ser la persona menos privada de la historia. También se trata de no pedir disculpas, ser totalmente quien soy y hacerlo de manera rotunda y agresiva cuando sea necesario. Hoy, la honestidad es casi un acto político ".

Aunque destaca que las redes sociales han proporcionado un espacio seguro a los que solían ser rechazados, marginados o incluso perseguidos en el mundo ‘analógico’, Hopewell tambié opina que han creado celdas de arrogancia e ignorancia: “Me preocupa que internet funcione como una especie de caja de resonancia en la que la mayoría de la gente se ve arrastrada a fingir que comparte los discursos tribales dominantes sin creer realmente en ellos. Por ejemplo, es curioso cómo en my poco tiempo, apenas cuatro o cinco años, la teoría de género se ha convertido en dominante en las redes obligando a la gente a posicionase de manera radical a favor o en contra. La mayoría lo han hecho a favor, porque parece la postura lógica y políticamente correcta, pero eso no quiere decir que los (y las) supuestos nuevos feministas hayan cambiado de verdad su manera de comportarse y relacionarse. Esos cambios  exigen mucho más tiempo, existe una brecha real entre lo que las personas se sienten obligadas a decir en las redes y lo que piensan realmente”.

A ella le preocupa, en especial, “la nueva inquisición progresista, tan tóxica a veces como la ultraconservadora, que se dedica a avergonzar y linchar en público a lo qe se apartan, aunque sea solo un poco, del pensamiento supuestamente virtuoso, que se ha onvertido en poco menos que obligatorio”.

Resultado de imagen de Eliza Hopewell

¿Qué hace ella para romper estos climas de falso consenso inducido, estas nueva espirales de silencio? “Lo único que en realidad puede hacerse: ser honesta. Reconocer que a veces no sé qué pensar sobre un tema determinado, que puedo equivocarme, que ni tengo ni tengo por qué tener todas las respuestas, porque la realidad es muy compleja”. Esta reflexión honesta sobre nuestras imperfecciones humanas en contraste con la perfección angelical que a veces nos exigen las redes ha llevado a la artista a conclusiones polémicas, pero que no por ello deja de compartir con quien quiera escucharla. “Valoro especialmente el coraje de las personas que reconocen haber pensado o actuado de manera racista, sexista u homofóba y que han cobrado conciencia de ello y se están esforzando por dejar todo eso atrás”. Para ella, los prejuicios no se superan mediante una negación hipócrita, sino asumiéndolos y combatiéndolos de manera activa a través de la información y la reflexión personal.

Cuando le pregunto qué piensa hacer a continuación, cuáles son sus nuevos proyectos, Hopewell hace una breve pausa, con la mirada perdida en los árboles que asoman por la ventana. “Creo que me apetece un cambio radical de rumbo”, me cuenta finalmente, “algo tan en apariencia trivial como pintar árboles. Nunca antes me lo había planteado, pero no sé por qué ahora soy más consciente de los bellos que son y del reto artístico que supone pintarlos”.

Este posible cambio de orientación en su quehacer artístico se debe también al éxito de sus platos: “En el último año, he vendido lo suficiente como para plantearme, por primera vez en mucho tiempo, que puedo pararme a pensar, tomarme unos días libres y luego acudir al estudio sin una idea preconcebida, con la apertura mental de plantearme nuevos proyectos y dedicar las horas a hace o que apetece, no necesariamente a lo que tengo que hacer para mantenerme a flote”. Esta nueva libertad tiene también sus (sutiles) inconvenientes: “Cuando dejas de trabajar con el piloto automático puesto, puede ser aterrador, porque debes replantearte una vez más qué quieres hacer, qué es lo que de verdad quieres deci, y eso siempre implica una cierta angustia”, Haga lo que haga, estamos seguros de que será algo vital, directo y honesto.

Fuente: https://www.elperiodico.com/es/port/arte/20190826/cuerpo-desnudo-politica-arte-ceramista-eliza-hopewell?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=cm

martes, 27 de agosto de 2019

Amira Hass, la única reportera israelí que vive en Palestina

"Cuando veo a la población palestina luchando por sus derechos siento esta afinidad", explica la reportera

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Amira Hass. UNAI ARANZADI
Nacida el 28 de junio de 1956 en Jerusalén, la periodista Amira Hass lleva décadas informando sobre la realidad palestina para el diario israelí Haaretz. Lo hace como ningún otro judío israelí lo ha hecho hasta hoy, viviendo el día a día junto a la población palestina, tanto en la franja de Gaza como en Ramala, la capital de facto sita en Cisjordania. Autora de dos libros de trepidante crónica periodística, no solo ha recibido las más feroces críticas del establishment israelí, sino también un sinfín de premios internacionales por la calidad de su información y su defensa de los derechos humanos. Para conversar con ella nos vemos en el barrio jerosolimitano de Musrara, en el jardín de unas casas en las que –dice– “jamás podría vivir”, porque, según explica, “antes eran de palestinos, y hoy las poseen israelíes como si nada hubiera pasado”.

Puede que la pregunta sea algo personal, pero es sabido que sus padres consiguieron sobrevivir al Holocausto durante la II Guerra Mundial. ¿Es quizás este el motivo por el que usted defiende a toda costa los derechos humanos?
Así es, y te lo voy a explicar. Recientemente hubo una serie de incendios en Palestina e Israel, así que muchas vías de Cisjordania estaban cortadas. Decidí ir a ver una carretera que los colonos habían tomado. Allí fui detenida por unos soldados. Decían, “una israelí se ha metido en una población palestina. Podría ser asesinada”. E inmediatamente llamaron a los soldados del lugar. Uno de los oficiales que estaba alrededor de mí me dijo: “Yo sé que tu madre escribió un libro”. A mí me sorprendió porque no es algo muy conocido, y yo le dije: «Sí, ella escribió un diario en el campo de concentración de Bergen-Belsen». Mi madre era de Sarajevo en Yugoslavia y se unió a los partisanos de Montenegro, pero luego tuvo que entregarse porque si los alemanes se enteraban de que había alguien con los partisanos, matarían a toda la comunidad del pueblo por el que andaran.

Mi madre no podía cargar sobre su conciencia que otras personas pudieran ser asesinadas por su culpa, así que se entregó, fue arrestada en una cárcel de la Gestapo, y luego enviada a Bergen-Belsen. En realidad se suponía que iban a ser asesinados en el camino pero algo no funcionó y fueron llevados a Alemania, al campamento donde escribió su libro. Así que le dije al soldado que mi madre escribió un diario en Bergen-Belsen. Y el soldado se sorprendió y me dijo: «¿Pero no hay una contradicción en eso?». Y pregunté: «¿Qué contradicción?». Me dijo: “Su madre estaba en Bergen-Belsen y usted está posicionada con los palestinos”. Y yo le respondí: «No hay contradicción alguna. Uno está en contra de cualquier injusticia. Ese es mi legado». Traté de ser pedagógica y él, que era muy joven, podría haber sido mi nieto, me escuchó.

¿Y su padre?
Mi padre era de Rumanía. Estuvo en un gueto tres años. Se quedó inválido durante la guerra. Él y mi madre eran comunistas, y llegaron a Palestina como refugiados, no como sionistas. Sintieron que no eran queridos en Europa. Su gran trauma llegó cuando regresaron a sus propios países y la sociedad no los aceptó. Porque durante la ocupación nazi, el antisemitismo se desarrolló. Incluso en las sociedades socialistas.

¿Cómo podría transmitir su empatía por el sufrimiento palestino al resto de la sociedad israelí?
No sé si podría usar la palabra empatía. Lo que me motivó primero fue el enfado contra Israel. El enfado por la injusticia. No me importa si son palestinos, negros sudafricanos o afroamericanos. Lo veo como una cuestión de educación básica. En el pasado decíamos que esto era parte de la educación judía. Que se debe protestar ante cualquier injusticia. Y aquí hay una cuestión de responsabilidad como judía israelí. No es empatía, es enfado. Cuando veo a la población palestina luchando por sus derechos siento esta afinidad. Es por eso que vivo entre los palestinos desde hace 25 años. Nunca podré experimentar la ocupación de la manera que ellos la sienten, porque no vivo bajo las mismas restricciones, pero cuando se han dado toques de queda o bombardeos he podido probar un poquito de su miedo. Pero tienes razón. Convencer a la sociedad israelí requiere un esfuerzo extra, y ahora mucho más que antes. Hace 30 años una simple historia podía afectar a la sociedad israelí de tal modo que sacasen conclusiones. Ahora esto no sucede. Son completamente indiferentes.

Incluso aprendió árabe para entenderlos mejor…
Sí. Tengo algunos colegas que cuando hablan o entrevistan a los palestinos usan hebreo, pero los palestinos no hablan bien el hebreo y mis colegas israelíes escriben incluyendo estos errores. Yo nunca lo hago de esta manera, porque es mi problema no hablar árabe y no que su hebreo no sea perfecto. No me gusta la palabra víctima ni me gusta poner la atención en ellos como víctimas. Prefiero concentrarme en lo que Israel hace. Destapar lo que hacen de forma continua. Y puede que aquí haya una conexión con mi madre y el diario que escribió. Cuando la obra fue reeditada en Alemania a finales de los setenta, fue invitada a hablar con varios jóvenes alemanes que le preguntaron: “¿Cómo pudieron morir de esa forma los judíos?”. Y ella les respondió: “Esa no es la pregunta, la pregunta es ¿cómo pudieron los alemanes matar así?”. No quiero compararlo, pero para mí la experiencia palestina es un método periodístico para revelar las políticas israelíes. No tengo archivos ni documentos secretos de reuniones israelíes, pero la realidad que los palestinos viven muestra que se trata de una política muy calculada. Por ejemplo, la política de crear en Cisjordania bantustanes al estilo del apartheid, todos separados entre sí, no ha ocurrido accidentalmente. Es una política que Israel ha implementado en paralelo al llamado proceso de paz. Lo que demuestra lo mucho que engañaron al mundo.

¿Qué opina sobre el uso que muchos medios, gobernantes y políticos hacen del término terrorista?
Nunca lo uso. Solo cuando quiero decir que los colonos aterrorizan a los granjeros palestinos o a los pastores. Así es como utilizo el aterrorizaron, pero nunca lo uso como terrorista porque se ha convertido en un sinónimo de musulmán. Creo que es escandaloso. El término descontextualiza completamente los problemas de sus antecedentes históricos, sociológicos y políticos. Estoy muy en contra de los asesinatos de civiles, pero nunca voy a utilizar el término terrorista. Si los editores de la redacción escribiesen para cada acto israelí «terrorismo de Estado», podría considerarlo, de lo contrario, no. En Europa y Estados Unidos no tienen vergüenza cuando dicen: «Todavía tenemos que ver si esto fue un ataque terrorista», lo que significa esperar a saber si el perpetrador es musulmán o árabe. Es racista.

¿Resulta arriesgado vivir en Cisjordania como una judía israelí que también realiza críticas a Hamás y a la Autoridad Nacional Palestina?
Nunca me he sentido físicamente intimidada. Cuando el ejército ha bombardeado Gaza o Ramala, sí. Pero no era algo personal.

¿Pero qué hay de su relación con los dos grandes partidos, Hamas y Fatah, que gobiernan en Gaza y Cisjordania respectivamente? 
En tres ocasiones quisieron sacarme fuera. Dos veces bajo el Fatah de Arafat y una vez bajo Hamás. Hamás en Gaza tuvo éxito. Fatah en el tiempo de Arafat era más flexible… Pero en Gaza vino esta cosa escondida de que si yo no abandonaba la franja algo podría ocurrirme. Pero nunca me lo tomé muy en serio. Puede ser desagradable, pero no es físico. La prueba es que he estado viviendo entre ellos desde 1993 sin problema.

Lo que está sucediendo con Trump y su total apoyo a los planes de Netanyahu, ¿puede hacer oficial la bantustanización de los territorios palestinos?
Obviamente es la consolidación del proceso en curso, pero lo que es mucho más alarmante es cómo Europa no está en contra. Sin embargo, me resisto a verlo como un asunto zanjado. Las cosas pueden cambiar.

Entonces, ¿es más perjudicial para las aspiraciones palestinas el silencio de la Unión Europea que la política de Trump?
Si Europa fuera más proactiva podría equilibrar, porque antes apoyaba tanto las soluciones de los dos Estados como la zona C, etc… Saben más y son más conscientes de todo. Y por su parte, Trump en cierto modo es un mensajero de Netanyahu. Se ha posicionado con la derecha judía a favor de los colonos. Pero sí, el problema de los bantustanes al estilo apartheid sudafricano está ahí. Sin embargo, todo esto no es inamovible. Es solo una cuestión de voluntad política.

¿Podrían algunas de esas políticas derechistas desencadenar una tercera Intifada o la sociedad palestina está demasiado agotada para eso?
Ahora mismo lo que la gente siente es que una tercera Intifada traería peores resultados. Israel no reaccionó a la primera con debilidad. Engañó al mundo con Oslo y el proceso de paz, porque lo que realmente hicieron fue afianzar sus colonias en Cisjordania. Así que, en este momento, la gente se siente demasiado cansada y también porque la sociedad palestina se ha dividido. La gente no tiene fe en sus líderes. Y tienen dos liderazgos con dos estrategias diferentes. Pero las cosas pueden suceder accidentalmente cuando la gente está cansada y enojada.

Recientemente se ha dado el caso de un abogado palestino que estaba muy frustrado por sus fracasos en el tribunal militar israelí defendiendo a personas condenadas a prisión sin haber hecho nada. Fue varias veces a disparar a los autobuses de colonos, por lo que ahora se enfrenta a muchos años en la cárcel. Pero supongamos que si en un atentado contra un autobús israelí no solo hay algún herido, sino que el bus se cae por un terraplén y mueren 20 personas, esto podría desencadenar una gran represalia israelí y la oportunidad para que lleven sus planes adelante. Después de algo así, cualquier cosa podría suceder. Sin embargo, aunque los palestinos están llenos de ira y rabia –una ira por la que yo no puedo culparlos– andan cautelosos, porque saben que acciones así solo les llevarán a peores escenarios.

La ocupación israelí ha demostrado tener habilidades para penetrar incluso en las acciones más nobles llevadas a cabo por actores extranjeros. ¿Están las ONG y otras organizaciones internacionales jugando a favor de la liberación palestina, o por el contrario, sin quererlo han pasado a convertirse en parte de la estrategia de dominación israelí?
Es una herida abierta para todos. No dudo que las personas que forman parte de las ONG y la ayuda humanitaria estén comprometidas individualmente. Pero como un sistema, por supuesto, subvenciona la ocupación, y es parte de una práctica que ha significado dinero del silencio para cubrir la impotencia política. Impotencia política por elección, no por decisión de Dios. Europa ha elegido ser impotente y no presionar a Israel. Y el dinero que pagan por la ayuda compensa la falta de acción política. Y eso no es solidaridad sino un tema diferente. No es solidaridad mantener esta zona tranquila, estable… y esa estabilización significa que si Israel no permite que los palestinos se desarrollen, el mundo viene y paga la caridad a los palestinos. Caridad en lugar de que los palestinos puedan tomar decisiones independientes, tener actividad industrial y exportar sus productos. Es terrible. Ahora, la solidaridad en el exterior es un tema diferente, como es el caso del BDS.

¿Qué opina de esta campaña de boicot, desinversión y sanciones?
Creo que es una medida muy racional de los palestinos después de que otros muchos métodos de lucha hayan fracasado. La lucha armada no funcionó, la diplomacia no funcionó. La lucha desarmada no funcionó. Si los israelíes sienten que tienen que pagar un precio por la ocupación, cambiarán su posición.

Nos llegan rumores sobre la aparición de algunos grupúsculos salafistas en la Franja de Gaza. ¿Existen realmente?
Sí. La cosa es que cuando Hamás tomó el poder, hubo muchos jóvenes que tomaron sus promesas como un fraude, y ahora quieren tener yihad y pelear.  Pero ahora Hamás es el partido gobernante y, de repente, este se preocupa por el “aquí y ahora”, no por algo imaginario en el futuro. No sé cuál es la situación en este momento, pero muchas personas fueron arrestadas por Hamás y encarceladas por ser salafistas. Conozco a algunas personas con parientes que se convirtieron en salafistas y ahora están en prisión. Ciertamente no son rumores. Pero Hamás logró controlarlos.

¿Y están armados?
Sí, tienen armas. Algunos de ellos estaban en el ala armada de Hamás y desertaron e hicieron de todo. Pero una nunca sabe cuándo los usa Hamás o cuándo no, o si les tiene miedo. Eso es difícil de decir, sobre estos temas muy pocos saben lo que sucede realmente.

Fuente: https://www.lamarea.com/2019/08/27/amira-hass-la-unica-reportera-israeli-que-vive-en-palestina/

La isla de Krakatoa es destruida por una erupción volcánica

Litografía The eruption of Krakatoa, and subsequent phenomena. Autores: Parker & Coward.
Litografía The eruption of Krakatoa, and subsequent phenomena. Autores: Parker & Coward.
El 27 de agosto de 1883 la isla de Krakatoa es destruida tras la erupción del volcán homónimo.

Esta isla volcánica, situada entre las islas de Java y Sumatra, al cuarto día de erupciones se produce la más violenta de todas, registrándose cuatro explosiones, siendo la última de ellas la que hace volar la isla en pedazos, acabando con la vida de 36 417 personas.

La explosión que destruyó Krakatoa se considera el sonido más fuerte escuchado en la historia, llegándose a percibir en Australia e isla Mauricio, a 3500 km y 4800 km, respectivamente. La onda expansiva se registró en todo el mundo durante los cinco días posteriores a la explosión y la ceniza generada alcanzó los 80 kilómetros de altura.

Tras el cataclismo, en 1927 surge, de la caldera formada, una nueva isla, Anak Krakatau, que en indonesio significa «Niño del Krakatoa», ubicación actual de la actividad volcánica.

En la actualidad (como se puede comprobar en el video), Anak Krakatau sigue teniendo actividad, con erupciones estrombolianas (explosiones con emisión de magma basáltico fluido seguidas de periodos de calma de duración variable) desde 1994.

 En 2008 se produjo la liberación de gases calientes, lava y rocas que obligó a los científicos a advertir del peligro de permanecer dentro de un perímetro de 3 kilómetros de la isla. Y en 2009 se elevó el estado de alerta al nivel III, ya que los científicos han comprobado que se está formando en su cráter un domo de lava de 100 kilómetros de ancho y las dos chimeneas de la cúpula expulsan gas incandescente de forma continua.

 Anak Krakatau se ha convertido en un ecosistema interesante para el estudio biológico de entornos reconstruidos desde el inicio. En cuanto a los estudio botánicos, se plantea la cuestión de si la zona quedó completamente esterilizada o no. En 1884 ya se encontraron los primeros brotes de hierba y en la actualidad, el lado oriental ha sido cubierto de árboles y arbustos que se cree que crecieron de las semillas transportadas hasta allí por el mar o las aves desde otras islas cercanas. No obstante, la vegetación ha sido gravemente dañada por las erupciones que se suceden casi cada día.


 Fuente: https://principia.io/2016/08/27/la-isla-de-krakatoa-es-destruida-por-una-erupcion-volcanica.IjM5MyI/

Johnson & Johnson, condenada a pagar 515 millones por promover el consumo de opiáceos en EEUU

El fabricante de productos farmacéuticos y de higiene personal ha anunciado que apelará la sentencia
El juez de distrito del condado de Cleveland, Thad Balkmam, considera que los acusados "tomaron parte en la comercialización engañosa de sus drogas y opiáceos en general"
Según el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU, el consumo de opiáceos estuvo relacionado con 400.000 muertes por sobredosis en el país entre los años 1999 y 2017


Pastillas, fármacos
Imagen de archivo de diversas pastillas.
  La multinacional estadounidense Johnson & Johnson (J&J) ha sido condenada en Oklahoma a pagar 572,1 millones de dólares (515 millones de euros) por su papel en la crisis sanitaria por la adicción al consumo de opiáceos, aunque el fabricante estadounidense de productos farmacéuticos y de higiene personal ha anunciado que apelará la sentencia.

Por su parte, las farmacéuticas Purdue Pharma y Teva habían llegado anteriormente a sendos acuerdos extrajudiciales por importe de 270 millones de dólares (243 millones de euros) y 85 millones de dólares (76,5 millones de euros), respectivamente, para evitar el juicio.

En su sentencia, el juez de distrito del condado de Cleveland, Thad Balkmam, considera que los acusados "tomaron parte en la comercialización engañosa de sus drogas y opiáceos en general", añadiendo que la crisis generada por la adicción a estas sustancias representa "un peligro inminente y una amenaza".

Según el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU, el consumo de opiáceos estuvo relacionado con 400.000 muertes por sobredosis en EEUU entre los años 1999 y 2017. Desde el año 2000, alrededor de 6.000 personas murieron por esta causa en Oklahoma, según los datos de las autoridades del Estado.

"La decisión en este caso es errónea", ha señalado J&J en un comunicado, ya que el Estado no presentó evidencias de que los productos o acciones de la empresa provocaran las molestias, además de considerar que las reclamaciones del Estado violan los principios fundamentales del proceso al tratar de responsabilizar a una empresa por conductas permitidas por las leyes y regulaciones federales.

"Janssen (J&J) no causó la crisis de los opiáceos en Oklahoma, y ni los hechos ni la ley respaldan este resultado", declaró Michael Ullmann, vicepresidente ejecutivo y asesor general de Johnson & Johnson. "Reconocemos que la crisis de opiáceos es un problema de salud pública tremendamente complejo y tenemos una profunda solidaridad por todos los afectados", añadió.

Fuente: https://www.infolibre.es/noticias/mundo/2019/08/27/johnson_johnson_condenada_pagar_515_millones_por_promover_consumo_opiaceos_eeuu_98229_1022.html

La dichosa medicina tradicional china va camino de extinguir también a estos geckos

La población de geckos tokay ha disminuido hasta un 50% en algunos países de Asia en tan solo unos años | imagen ONG Traffic.org
En alguna ocasión hemos hablado en esta sección de ciencia del peligro que representan las denominadas “medicinas tradicionales” para infinidad de especies, sobre todo en Asia y África. Bellos animales como los rinocerontes, los tigres o los elefantes que están siendo exterminados para cubrir los caprichos de unos curanderos y sus ridículos polvos mágicos. Nuestra atención se suele centrar en estas especies emblemáticas y a veces olvidamos que otras prácticas reprochables que afectan a animales menos célebres.

Esta semana Scientific American publica un amplio reportaje sobre cómo el tráfico y comercio ilegal, y sobre todo las dichosas “medicinas milenarias” están reduciendo de manera alarmante la población de geckos en países como China, Vietnam, Tailandia, Myanmar, Indonesia, Filipinas o Bangladesh.
Se suelen denominar “tokay” y son una de las especies de geckos más grandes que existen. Su alimentación es uno de los más poderosos aliados que tenemos contra infinidad de insectos. De hecho, estos ágiles reptiles suelen residir en poblaciones urbanas, incluso es fácil verlos en jardines y hogares, donde ayudan a controlar las plagas de insectos con gran eficacia.

A pesar de ser tan beneficiosos para el ser humano, en los últimos años han comenzado a comercializarse en el mercado internacional y los estudios realizados muestran un rápido y preocupante declive de la especie. Los trabajos publicados sobre las tendencias de la población de gekos tokay son escasos, pero varios equipos internacionales han confirmado disminuciones de hasta el 50% en numerosos países de Asia donde antes eran abundantes.

Nadie sabe a ciencia cierta cuántos gekckos tokay son capturados para comercio, pero la cifra puede superar el millón de ejemplares cada año. Un pequeño porcentaje de ellos termina en Europa, Japón o Estados Unidos para venderse como mascotas, sin embargo, la gran mayoría termina en China para ser usados como ingredientes de su ridícula medicina tradicional para tratar dolencias como el asma, la diabetes, el eczema o la disfunción eréctil. Por supuesto, ninguna evidencia científica respalda la eficacia de los geckos como tratamiento médico.

La mayor parte de los esfuerzos para controlar el comercio de vida silvestre a menudo recae en criaturas más raras y amadas, como elefantes, rinocerontes y tigres, sin embargo, no debemos olvidar que miles de especies más cotidianas también están siendo objeto de caza, comercio y tráfico ilegal.
"La gente da por sentado muchas especies porque son comunes", explica Vincent Nijman, antropólogo de la Universidad de Oxford en Scientific American. “No nos importan o no nos preocupamos por ellas, y luego, de repente, una o dos generaciones después, nos damos cuenta de que ya no son comunes. Solo entonces nos damos cuenta del impacto en el medio ambiente causado ​​por la pérdida de estas especies. Nos daremos cuenta de su importancia cuando ya sea demasiado tarde”.

lunes, 26 de agosto de 2019

Gaza, 5 años después de la guerra: ni más apertura, ni más esperanza

La operación 'Margen Protector' golpeó la conciencia del mundo en el verano de 2014. Pero luego, como el que oye llover...

Unos niños juegan en un momento de tregua entre las ruinas de unas casas en el barrio de Shejaiya,...
THOMAS COEX / AFP / Getty Images
Unos niños juegan en un momento de tregua entre las ruinas de unas casas en el barrio de Shejaiya, en Gaza, el 17 de agosto de 2014.
 Hace cinco año, el mundo parecía que sólo tenía ojos para Gaza. La ofensiva de Israel contra la franja palestina, bautizada como Margen Protector, copaba todas las portadas, todas las aperturas de los telediarios, los debates encendidos en Twitter. Hoy, 26 de agosto, en el aniversario del alto el fuego que puso fin a 50 días de terrible guerra, vemos que todos aquellos lamentos, todos aquellos focos, sirvieron de poco. Apenas nada ha cambiado y la esperanza es aún menor para sus 1,8 millones de habitantes.

El balance fue demoledor: más de 2.300 palestinos y 71 israelíes (66 militares) muertos, casi 12.000 heridos (casi el 95% en Gaza), 18.000 viviendas palestinas destrozadas y 40.000 seriamente dañadas, medio millón de desplazados internos sin hogar, 216 escuelas gazatíes dañadas por los bombardeos, como 73 hospitales y centros de salud. Son datos de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas.

El acuerdo entre las milicias palestinas (Hamás, Yihad Islámica) e Israel para cesar el fuego cruzado (5.200 bombardeos aéreos o ataques terrestres de Israel, 4.562 lanzamientos de cohetes desde suelo palestino) puso fin a una ofensiva de 50 días que ya nadie soportaba más. Entonces, los compromisos parecían prometedores para los castigados ciudadanos de Gaza: una flexibilización del cerco que imponen en el territorio Israel y Egipto desde 2007, cuando Hamás llegó al poder, y que lo cierra como una jaula por tierra, mar y aire; la apertura de pasos fronterizos para la entrada de ayuda médica y material de construcción (vetado por Tel Aviv, que cree que puede usarse con fines terroristas), o la reconstrucción de infraestructuras esenciales para la vida, como la central eléctrica y la depuradora de agua, ambas dañadas por los ataques de 2014.

En octubre de aquel año, una cumbre de donantes celebrada en El Cairo (Egipto) logró que las potencias del mundo se comprometieran a poner sobre la mesa 5.400 millones de dólares (4.800 millones de euros aproximadamente), mil más de los que inicialmente se habían calculado como esenciales. El dinero iría plenamente destinado a la reconstrucción.

Lo prometido, lo hecho
¿Qué queda de todo eso, pasados cinco años? Poco. El dinero, si empezamos por el final, llegó con cuentagotas. Pasados dos años, Naciones Unidas confesó que no había llegado más que el 27% de lo prometido. Ahora, en 2019, el porcentaje llega a la mitad. Eso lleva a que hoy haya casi 30.000 palestinos sin hogar, repartidos entre casas de familiares y centros de asistencia de la cooperación internacional.

El 80% de la población depende hoy de la ayuda internacional, el 90% del agua no es apta para consumo humano (al único acuífero le queda menos de un año para estar inservible), la inseguridad alimentaria afecta casi al 60% de los hogares, tres de cada 10 vecinos no tiene empleo, cuatro de cada 10 vive por debajo del umbral de la pobreza y se calcula que en dos años, en 2020, la franja será “inhabitable”. El deterioro de la situación se aprecia, por ejemplo, con este dato: si en 2000 UNRWA, la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos, atendía a 80.000 personas, hoy son 800.000 las que necesitan de la agencia para tirar hacia adelante.

Justo en 2014, antes de esa última gran ofensiva israelí, la ONU ya afirmaba que había un déficit de 400 escuelas, 800 camas de hospital y más de 3.000 doctores y sanitarios. Tras ese verano, cuando las tropas de Israel destrozaron 17 hospitales, 56 ambulatorios y 45 ambulancias, además de los más de 200 colegios, las necesidades se multiplicaron.


Más allá de que llegue o no todo el dinero garantizado por los donantes, el problema es que no puede entrar el material necesario para levantar lo tirado o hacer infraestructuras nuevas. La prohibición de la importación de materiales de construcción por el Gobierno de Israel es una de las principales rémoras que impone el bloqueo, largo de 12 años ya. UNRWA denuncia en uno de sus últimos informes de situación que “está ralentizando el proceso de reconstrucción, ya que la importación sólo es posible tras un largo proceso de aprobación, para aquellos proyectos dirigidos por la ONU, pero no para el programa de asistencia en efectivo para que los refugiados puedan reconstruir sus propios refugios”. 

Cuatro horas de luz
Uno de los principales problemas es, también, el combustible, sin el que no hay coches pero tampoco generadores que hagan llevaderos los cortes de luz: con una única central eléctrica funcionando a medio gas, atacada en las tres últimas ofensivas, hay hoy entre cuatro y seis horas diarias de suministro en la franja. Casi imposible atender así las luces de un quirófano o una respiración asistida a cualquiera de los 3.188 heridos ingresados, según el Ministerio de Salud, desde lunes pasado. Hay que estudiar a oscuras, trabajar sin ventilador, lavar a mano... Y tampoco se escapa la sanidad: hoy hay un 60% de medicamentos esenciales fuera de stock en Gaza, tras los ataques de esta semana. Entran con cuentagotas.

No pasan bienes, pero tampoco personas. Gaza cuenta con tres pasos fronterizos: dos con Israel (Kerem Shalom, para mercancías, y Erez, para personas) y otro con Egipto (Rafah). Tanto por Erez como por Rafah los permisos de paso se dan de forma excepcional. El segundo abre esporádicamente, con lo que Egipto igualmente afianza el bloqueo israelí por su lado de la frontera. Suelen dejar pasar a enfermos y peregrinos camino de La Meca, poco más. El primero, que controla Israel, ve cómo pasan por allí unas 400 personas diarias, cuando antes del bloqueo superaban las 26.000 por día.

Comerciantes, estudiantes, enfermos, gente que iba a Jerusalén Este o a Cisjordania a visitar a la familia... Ahora eso no existe. Salen sólo los enfermos muy graves (algunos que necesitan operaciones de corazón o tratamientos de cáncer avanzado), cooperantes, periodistas y diplomáticos. Un ciudadano de Gaza no tiene contacto físico con otros palestinos de otros territorios, es casi imposible que pueda salir a estudiar fuera, no puede ir a hacer turismo más allá de su franja. Por supuesto, tampoco puede recibir visitas.

Los gazatíes no pueden exportar sus mercancías ni hacer negocio con ellas, con las naranjas o las fresas míticas. Tampoco pueden vender el pescado de sus aguas. Eso también es parte del drama: mientras se oyen zumbar los drones israelíes cada día, en cada rincón del cielo, en el mar también hay vigilancia de la Armada de Israel y hay un límite fijado de seis millas náuticas más allá del cual los pescadores no pueden faenar. Esto deja fuera el 85% de las aguas que les corresponderían según los Acuerdos de Paz de Oslo. Esas seis millas se bajan a cuatro o tres en función del momento de tensión, de lo que Israel decida. Las barcas trabajan cerca de la playa, donde hay menos volumen de pescado y menos variedad de especies.
La mitad de población local tendrá menos de 18 años en 2020. ¿Qué posibilidades de futuro les quedan a los jóvenes en esta situación? Pocas. De ahí la angustia que les hace acercarse a la valla con Israel, con un paro medio del 42% y que supera el 60% entre los jóvenes.


Tel Aviv denuncia que no es sólo eso, que Hamás utiliza a civiles para exponerlos. Es innegable que los gazaríes, a todo lo anterior, suman el yugo de los islamistas. Los votaron hace más de 10 años cansados de la corrupción y la ineficacia de la Autoridad Nacional Palestina y su partido clave, Fatah, pero pronto de dieron cuenta de que quienes antes pagaban obras de caridad e infraestructuras educativas escondían un radicalismo terrible. Hay presión de sus milicias, hay sometimiento de las mujeres, hay un menor respeto por minorías como la cristiana...

En la franja no levantan cabeza.

Fuente: https://www.huffingtonpost.es/entry/gaza-5-anos-despues-de-la-guerra-ni-mas-apertura-ni-mas-esperanza_es_5d63c0fae4b0b59d2577a981?dy2

Sabemos leer pero no entendemos lo que leemos: ¿una nueva generación de analfabetos?

Los dispositivos y medios digitales junto con la disminución del tiempo de atención están afectado profundamente la lectura, una de las formas más efectivas en la historia para obtener y generar conocimiento.

Sebastien Thibault saber leer
Ilustración: Sebastien Thibault
 ¿Cuándo fue la última vez que leíste un texto, de principio a fin, sin desesperarte, sin cansarte, sin interrumpir tu lectura, sin distraerte y sin querer pasar urgentemente a otra cosa?
Esta pregunta, por sencilla que pueda parecer, es capaz de revelar una de las tendencias contemporáneas más preocupantes: el impacto del Internet y sus tecnologías derivadas parece haber creado una nueva forma de analfabetismo funcional, en el cual la gente sabe leer pero es incapaz de mantener su atención lo suficientemente en la lectura como para comprender las ideas que propone un texto o la abstracción inherente a toda escritura, y menos para recrear los efectos emocionales y estéticos propios de ciertas obras.

Como quizá muchos de nosotros sabemos por experiencia propia, la lectura ha experimentado a lo largo de los últimos años una de las transformaciones más importantes de su historia.

Después de al menos un par de siglos de ser una práctica realizada en silencio y con cierto grado de soledad, en nuestra época ambas condiciones han cambiado radicalmente, pues el silencio ha sido sustituido por un ruido casi omnipresente y multiforme: el ruido de la distracción; e igualmente, la soledad en la que la lectura se desarrollaba ha sido reemplazada poco a poco por una peculiar forma de la presencia y la compañía (mensajería instantánea, redes sociales, etc.), capaz de irrumpir en todo momento y circunstancia.

La “era de la ansiedad”  ha arrasado, entre muchos otros bienes, con la posibilidad de sentarse tranquilamente a pasar las páginas de un libro, sumergirse en su lectura y por un instante suspender la corriente incesante del tiempo para situar en su lugar los acontecimientos que la escritura es capaz de implantar en nuestra percepción.

La constatación de este fenómeno no es un asunto menor. Si la lectura suele considerarse importante a priori, es porque durante varios siglos se dio por sentado que los libros eran la mejor forma de almacenar conocimiento fuera de nuestra memoria.

De todos los saltos civilizatorios que ha experimentado la humanidad, la escritura fue uno de los más decisivos. Sin ésta, es muy posible que nuestra especie seguiría repitiendo los mismos errores de nuestros ancestros más remotos, y aunque en algunos casos esto sucede así, en muchos otros, sobre todo aquellos relacionados con la técnica, la escritura y la lectura han sido dos herramientas clave para el desarrollo de la cultura.

Vale la pena recordar que leer no es únicamente descifrar los signos que conforman una palabra, un párrafo o un libro entero, sino además entender de manera amplia el sentido de aquello que se lee: su sentido literal y su sentido figurado, el uso que se le da al lenguaje, el mensaje que se busca transmitir, la posición ideológica desde la cual se habla y otras sutilezas presentes en un texto.

Los analfabetas funcionales de nuestra época tienen las habilidades necesarias para descifrar las palabras, pero han perdido su comprensión lectora. De cierta manera, este resultado puede verse como un desperdicio de todos los recursos alguna vez invertidos en el esfuerzo de aprender a leer.

Entre otros testimonios que podrían recabarse respecto de esta situación, quizá los más elocuentes se encuentren entre los profesores de los niveles medio y superior de la educación escolarizada. En numerosos casos, profesores de casi cualquier disciplina han manifestado su preocupación por la dificultad de los jóvenes para mantener su atención en una tarea.

En cuanto al caso específico de la lectura, el periódico británico The Guardian recoge como ejemplo la experiencia de Mark Edmundson, profesor de literatura inglesa que ha constatado que existe una amplia reticencia de los estudiantes hacia las obras más emblemáticas de los siglos XIX y XX, debido a que no tienen la paciencia para leer profundamente. Edmundson habla incluso de una suerte de “impaciencia cognitiva” que se interpone entre la mente del estudiante y la recepción de la obra literaria.

Por su parte Ziming Liu, de la Universidad Estatal de San José (California), ha realizado estudios en torno a una práctica conocida en el mundo anglosajón como skimming, lo cual puede traducirse como “hojear” (con cierta evocación a la idea de destilar). De acuerdo con Liu, no son pocos los estudiantes que ahora no hacen más que “hojear” los textos que leen, buscando los términos que consideran importantes para pasar pronto a otra cosa.

Esta forma de “leer”, sin embargo, va en contra de la naturaleza misma de la lectura. Patricia Greenfield, psicóloga de la Universidad de California en Los Ángeles, ha explicado en sus investigaciones que la lectura ocurre como un circuito que requiere de todo un ambiente para desarrollarse y culminar en la generación del conocimiento. Interrumpir alguna de las fases de ese circuito, suprimir alguno de sus componentes, saltarse alguno de los pasos conduce necesariamente a un resultado incompleto y en no pocos casos equivocado. La expectativa de inmediatez a la que estamos tan habituados no puede cumplirse en la lectura, en la cual los resultados se obtienen paulatina y gradualmente, como culminación de un proceso que en sus etapas intermedias agrega cada vez pequeños o grandes componentes que ya por sí mismos pueden considerarse ganancias parciales.

Nuestra época ha sido afectada de manera notable por la transformación radical que trajo la invención del Internet y las comunicaciones digitales. Un ámbito de esa transformación es, claramente, la capacidad de atención del ser humano. La conexión 24/7 propia del Internet se convirtió en una conexión también incesante para nuestra mente y, más aún, en una especie de tiranía para nuestra atención.

¿Al ser humano todavía le interesa acceder al conocimiento? Esta pregunta sin duda está en el origen del interés que se puede tener por la lectura. Más allá de las condiciones adversas o favorables, el interés por una tarea o por sus resultados esperados es, indudablemente, la pieza clave que nos lleva a emprender los esfuerzos necesarios para realizarla.

Lo paradójico sería que en una época que alguna vez fue llamada la era de la información, el sujeto contemporáneo simplemente prefiera vivir en la ignorancia, la mentira, el prejuicio o la ilusión de la verdad: nubes del pensamiento que la lectura ayuda a disipar.

Fuente: https://culturainquieta.com/es/inspiring/item/15245-sabemos-leer-pero-no-entendemos-lo-que-leemos-una-nueva-generacion-de-analfabetos.html

La violencia de la extrema derecha no para de aumentar: ¿por qué no genera indignación?

El auge de la violencia ultraderechista no genera la misma clase de discusión pública que otros tipos de terrorismo, ya que se sustenta de la retórica de los medios de comunicación y políticos influyentes, como Nigel Farage y Donald Trump
La extrema derecha minimiza los ataques a los grupos minoritarios al crear una "falsa equivalencia" entre un atentado letal y la humillación pública de sus partidarios
 
Fallece otra persona y suben a 22 los muertos en la matanza de El Paso en EE.UU.
El auge de la extrema derecha violenta ha afectado comunidades en El Paso, Charleston, Pittsburgh, Christchurch y más. EFE
Mohammed Saleem fue asesinado por un terrorista y, sin embargo, lo más probable es que no hayas oído hablar de él. Sucedió en abril de 2013, cuando este hombre de 82 años regresaba a su casa luego de pasar la tarde rezando en una mezquita en Small Heath, Birmingham. Un terrorista neonazi ucraniano, que ya había puesto bombas en tres mezquitas, lo apuñaló tres veces por la espalda. "Era un hombre hermoso, muy educado, que alentó a sus cinco hijas —y también a sus hijos varones— a estudiar. Amaba y agradecía todo lo que el Reino Unido le dio", afirma Maz Saleem, una de sus hijas. "He pasado seis años luchando sin descanso para que lo reconozcan en los grandes medios de comunicación".

Tres semanas después, el asesinato de Lee Rigby a manos de fundamentalistas islamistas indignó a todo el país y provocó una reunión de emergencia del Gabinete de Crisis. Nada de eso sucedió por Saleem. "El tema fue escondido bajo el tapete", me dice Maz. ¿Y qué sucedió con el asesinato de Mushin Ahmed, un abuelo de 81 años, a manos de dos racistas británicos en agosto de 2015, cuando la víctima iba a rezar a la mezquita de Rotherham? Uno de sus atacantes lo pateó con tanta fuerza que le hizo estallar la dentadura y le dejó la huella de la deportiva en el rostro. También podemos hablar del hombre negro de 32 años del este de Londres, que tuvo que gatear hasta la carretera A12 para escapar de un ataque racista: lo habían apuñalado cinco veces.

La mañana del sábado pasado, el atacado fui yo: sufrí heridas leves y mis amigos recibieron golpes por defenderme. Pero como soy un hombre blanco con acceso a los medios de comunicación, lo que me sucedió generó mucho más interés que los asesinatos racistas o los crímenes de odio con consecuencias mucho peores que unos golpes en la cabeza y unos moratones. La extrema derecha se siente envalentonada, legitimada y más violenta que nunca, y los crímenes de odio no paran de aumentar. Cuando hablamos de terroristas islamistas fundamentalistas, nos preguntamos: ¿Quiénes son los religiosos que los radicalizan en mezquitas o en internet? Es necesario que se genere un debate similar en torno al terrorismo de extrema derecha por una razón muy sencilla: quienes alientan este tipo de violencia son políticos, analistas y medios de comunicación hegemónicos.

Pensemos en la escala de la amenaza. La extrema derecha siempre ha tenido dos enemigos principales: las minorías y la izquierda política. Nada ha cambiado. Hace ocho años, el terrorista noruego de extrema derecha, Anders Breivik, asesinó a docenas de personas, mayormente jóvenes socialistas, en la isla de Utøya. ¿Sus motivos? La lucha de la izquierda contra el racismo representaba, para él, el motor de lo que describió como "islamización" y por ende la destrucción de la Europa cristiana. Esta fue una expresión especialmente violenta de una teoría conspirativa que persiste en la extrema derecha y, si bien muchos adolescentes murieron en esa isla noruega, esta narrativa no pereció. Según esta mentalidad, las personas de izquierda traicionan a sus naciones, buscando destruirlas mediante la inmigración en masa de personas culturalmente hostiles, y son consideradas aliadas de un enemigo muy odiado: el islam como una religión demonizada y los musulmanes como pueblo.

Los terroristas de extrema derecha se alimentan de odio y éste a menudo es avivado por las élites, cuando les conviene. El reciente ataque terrorista en El Paso, en el que murieron personas de origen latinoamericano, no se puede disociar de la sistemática demonización de los inmigrantes mexicanos que llevan a cabo los medios de comunicación y los políticos republicanos, y que ahora lleva adelante de forma encarnizada el presidente de Estados Unidos, llamándolos violadores y criminales. 

Hace menos de un año, en Pittsburgh, murieron y fueron mutilados casi una docena de judíos, comunidad que ha sido blanco de la extrema derecha durante dos mil años. El supuesto terrorista acusó a los judíos de intentar meter musulmanes "malvados" en Estados Unidos. Aquí tenemos un odio ancestral combinado con una manifestación más moderna del odio racista: los judíos representados como desleales y desarraigados, buscando destruir la civilización occidental mediante la importación de musulmanes peligrosos. De forma escalofriante y con declaraciones abiertamente antisemitas, esta semana Donald Trump acusó a los judíos-americanos que votan al Partido Demócrata de una "deslealtad enorme"

El ataque terrorista de extrema derecha de 2015 contra una iglesia de la comunidad afroamericana en Charleston no puede ser analizado sin tener en cuenta que la esclavitud, que ha dejado un extenso legado racista, fue abolida hace poco más de 150 años, el equivalente a solo dos períodos vitales. En la masacre de Christchurch en Nueva Zelanda murieron más de 50 musulmanes, personas cuya religión ha sido un blanco no sólo de la extrema derecha sino también de muchos medios de comunicación y políticos de importantes partidos.

En el Reino Unido, la parlamentaria laborista Jo Cox fue asesinada por un terrorista blanco de extrema derecha, que cuando se presentó ante un tribunal proclamó "muerte a los traidores, libertad para el Reino Unido". ¿Qué hemos aprendido de esto? ¿Cómo es posible que Nigel Farage pudiera alardear de que el referéndum sobre el Brexit triunfó "sin disparar ni una sola bala" y luego declarara que se "pondría la ropa de camuflaje, cogería un rifle y marcharía al frente de batalla" si no se lograra llevar a cabo el Brexit, y que no se haya visto afectada su vida política ni su imagen pública? ¿Cómo es que no se horrorizó el país cuando un terrorista de extrema derecha planeó asesinar a la parlamentaria laborista Rosie Cooper con un machete? ¿Cómo esto no generó la decisión de aniquilar a la ideología política que promueve este tipo de violencia? ¿Qué hay del terrorista de extrema derecha que asesinó a un grupo de musulmanes de Finsbury Park y habló de su deseo de matar a Jeremy Corbyn y a Sadiq Khan por considerarlos defensores de terroristas?

Aquellos que alimentan el odio que radicaliza a los extremistas de derecha no están gritando en las esquinas: están en las portadas de los periódicos. Utilizan retórica como "enemigos del pueblo"  y "aplastar a los saboteadores", distorsionan los hechos, crean mitos, dicen medias verdades y mienten para avivar el odio contra musulmanes, migrantes y refugiados, y para convertirlos en chivos expiatorios de los delitos cometidos por los poderosos.

Tras un enfrentamiento entre fascistas y antifascistas en Charlottesville, Trump declaró que "había buenas personas en ambos bandos" y dando así el puntapié inicial a una teoría de "los dos bandos": la idea de que defender la supremacía blanca es moralmente equivalente a luchar contra el racismo y querer que los ricos paguen más impuestos. Sin embargo, esta equivalencia moral —que incluye la afirmación de que la izquierda es igual de violenta— es muy peligrosa. Mientras la extrema derecha lleva a cabo sangrientos ataques terroristas contra las minorías, ¡un tío le arrojó un batido de plátano y caramelo al traje favorito de Nigel Farage! Es cierto que hay personas pertenecientes a grupos minoritarios asesinadas en las calles por extremistas de derecha y no salen en los medios de comunicación, pero al neonazi estadounidense Richard Spencer le dieron un puñetazo, así que ¿quién puede asegurar que una cosa sea peor que la otra?

Existe una campaña sistemática por deslegitimar las pocas voces de izquierda en la política y los medios de comunicación, y está orquestada no solo por la derecha sino también por algunas personas que se autodenominan "moderadas" o "de centro". El intento de construir una falsa equivalencia entre la extrema derecha que ataca a las minorías y sus aliados y una izquierda comprometida con resistir el odio y la violencia es realmente perverso. Políticos de grandes partidos y varios medios de comunicación legitiman las nociones que alimentan al terrorismo de extrema derecha y los ataques racistas. Muchas personas más resultarán heridas y morirán, y como no son blancas ni tienen representación en una plataforma nacional, probablemente nunca sabrás sus nombres.